46: El mapa
Cedric partió esta mañana con su padre para volver a su casa. No se tomó el tren de Hogwarts porque los demás alumnos se vuelven el lunes a la mañana y no hay excepciones, incluso para Cedric Diggory. Pude acompañarlo hasta la puerta de Hogwarts, los dos acompañados por Sprout y mi papá, que insistió en que se necesitaban dos adultos para completar la tarea exitosamente. Todos se tragaron eso porque están los Dementores y hay que ser sumamente cuidadosos, pero de todos modos, él solamente quería asegurarse de que no nos besáramos. O camináramos cerca. O nos miráramos. Incluso consiguió caminar entre nosotros dos, lo que hizo que Cedric estuviera muy nervioso. En cuanto vuelva de las vacaciones tengo que decirle la verdad sobre Snape o creerá que quiere matarlo porque sí. Siempre es mejor saber por qué lo matan a uno.
En fin, mi papá me hizo quedarme bastante lejos de la puerta mientras él y Sprout acompañaban a Cedric hasta su padre. Quería asegurarse de que no lo besara... como si fuera a besarlo en frente de su padre. Cedric tiene suficientes malas noticias para su padre como para agregar la decepción de que su novia no es ni especialmente linda ni alta ni brillante ni... nada. Es Leyla.
En el camino de regreso, Sprout habló sobre los planes que tenía para las vacaciones y mi papá dijo que él simplemente se quedaría en el castillo porque todavía le quedaban cosas para hacer.
—De verdad no entiendo, Severus, por qué no te tomas un buen descanso —dijo Sprout, caminando pesadamente hacia el castillo—. Esta es la única oportunidad de dormir un poco más hasta que terminen las clases. Realmente nadie duerme desde que Black entró al castillo. Cuando no toca hacer patrulla por los pasillos, tampoco dormimos por miedo a que aparezca de vuelta. Horrible, horrible...
Por suerte, al volver a la Sala Común de Gryffindor, me pude sentar en una buena parte del sillón. Ahora Hermione está haciendo tarea y Ron la mira con cara de espanto luego de que afirme que va a seguir haciendo tarea durante las vacaciones.
—Y es lo que todos ustedes deberían hacer —agrega.
El esperado día de Hogsmeade llega y todos estamos emocionados por ir, hasta yo, que me quedé sin pareja hasta enero. Solamente necesito cerrar los ojos e inmediatamente recuerdo nuestro beso, todavía puedo sentirlo en los labios y el cosquilleo persiste como si lo tuviera delante de mí otra vez.
—¿Tienes la autorización? —me pregunta Filch con cara de asco y extremadamente cerca, lo que me da un gran espanto. No es lindo pensar en Cedric un instante, y al otro tener a esta cosa delante. Por causa del aturdimiento, los otros chicos se adelantan para que verifiquen sus autorizaciones y pierdo mi lugar en la fila.
—Pssst —dice una voz detrás. Es George, que me llama. Voy a donde me indica, pero no hay nada.
—¿Qué quieres? —le pregunto—. ¿Por qué no van a la fila?
—Espera, antes de ir tenemos que mostrarte algo.
—Ay, no, perdón... tengo prisa... debo...
—Vamos.
George me lleva a un rincón y luego apunta a las escaleras. Las manos me tiemblan al subir. Un piso más arriba, nos metemos en un aula y me indica que me esconda detrás de un banco.
—Esto es ridículo —digo aún parada.
—Vamos, es un segundo, luego puedes ir. No te arrepentirás de quedarte.
El corazón me late como loco y me quedo parada en el lugar. Hay pasos afuera, pero son solamente Fred y... ¿Harry? De repente siento un enorme alivio. Ya temía que trajera a Dala y nos obligaran a las dos a confesar que aún tenemos una debilidad por ellos. No dudo que Dala todavía siente algo por Fred.
—¿Y bien? —pregunto en una voz más fuerte de la normal. Estoy zapateando sin darme cuenta. ¿Qué me pasa?
Fred cierra la puerta y se sienta sobre un banco y mira a Harry.
—Te vamos a hacer un pequeño regalo —dice.
—Leyla es la testigo —dice George antes de que pregunte qué diablos hago aquí. Luego mete la mano en uno de los bolsillos de su túnica y Harry y yo lo miramos con intriga y luego saca...
—¿Un pergamino viejo? —dice Harry.
Fred y George se miran ofendidos y se cruzan de brazos.
—¡Cómo puedes decir...! Un pergamino viejo... Ya verás, joven Potter.
—Este trozo de pergamino viejo nos enseñó más que todos los profesores de Hogwarts. Todo lo que somos se lo debemos a él.
George desdobla el pergamino y Fred saca la varita y dice:
—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
—Ya sabíamos —digo, pero me callo cuando veo que en el papel amarillento aparecen unas finas líneas, como si una mano invisible las estuviera trazando en este instante, formando un título...
Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta,
proveedores de artículos para magos traviesos,
están orgullosos de presentar
EL MAPA DEL MERODEADOR
Debajo, las líneas forman un mapa de Hogwarts extremadamente detallado, con cada aula, salón, oficina... Incluso los baños.
—Guau —digo y me inclino sobre el pergamino.
—Increíble —dice Harry.
—No es para tanto, solo es un viejo pergamino —se burla George—. Ahora, joven Harry, eres el nuevo dueño del Mapa del Merodeador.
Harry alza las cejas, sorprendido, y toma el mapa.
—¿Y qué son todos estos puntitos?
—Qué bien que tienes los anteojos puestos —dice Fred—. Mira más de cerca. Tienen nombres debajo. Cada uno es una persona en Hogwarts.
En un despacho circular, vemos a un puntito llamado Dumbledore que va de un lado a otro, dando vueltas alrededor del escritorio. En el pasillo del mismo sector están Deborah Blair-Black y Abigail Blair-Black. El mapa sabe el nombre completo de todos.
—¿Dónde estamos nosotros? —pregunto, y George señala el aula de Encantamientos. Adentro hay cuatro puntitos muy juntos, Fred Weasley, George Weasley, Harry Potter y... Leyla Blair-Black. Qué alivio. Por un momento pensé que podría aparecer Leyla Snape. Pero el mapa debe tener acceso a los registros de Hogwarts, y esos no cambian a menos que vaya a cambiarme el apellido al Ministerio—. ¿Ustedes pueden ver lo que hacen todos en Hogwarts? ¿Todo el tiempo?
—Sí, si sabemos dónde mirar —dice George con una sonrisa.
—¿Y de dónde lo sacaron? —pregunta Harry.
—Lo hallamos en la oficina de Filch en primer año, cuando aún éramos unos pequeños niños inocentes —dice Fred—. Estaba en la sección de artículos confiscados y nos llamaba la atención, así que cuando Filch se fue a buscar elementos de tortura especiales para nuestras pobres almas, tomamos prestado el mapa.
Gran manera de cambiar la historia, Fred.
—Estuvimos cerca de dos meses intentando hacerlo funcionar. Sabíamos que tenía algo especial, si no, Filch no lo hubiera confiscado. Intentamos hasta hacer que revelara su contenido y lo usamos desde entonces.
—Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta... les debemos tanto —dice George.
—Trabajaron tanto para ayudar a la siguiente generación de quebrantadores de reglas...
—Bueno, Harry, se está haciendo la hora. Como verás, hay muchos pasadizos que no conoces, muy bien señalados.
—Estos conducen a Hogsmeade. Son siete en total. Ahora, Filch conoce estos cuatro, pero los otros tres, estamos seguros de que nadie los conoce. Puedes olvidarte del que está atrás del espejo en el cuarto piso, lo usamos el invierno pasado pero ahora está completamente bloqueado. Este otro... no creemos que alguien lo haya utilizado jamás, porque el sauce boxeador está plantado justo en la entrada. Y el último es el que creemos que puedes usar. Lleva directamente al sótano de Honeydukes, lo atravesamos montones de veces y tenemos la esperanza de que siga en buenas condiciones. La entrada... está justo al lado de la puerta de esta aula, en la joroba de la bruja tuerta.
—¿Y quiénes saben sobre esto? —les pregunto a los chicos.
—Solo nosotros. Y ustedes dos, ahora.
—¿No le han contado siquiera a Ron?
—Harry lo necesita para poder ir a Hogsmeade —dice George—, y creímos que sería justo mostrártelo a ti también porque estabas metida en nuestras expediciones hasta hace poco.
Miro el suelo y asiento.
—Creo que ya es hora de que vayamos —dice Fred, mirando el reloj—, o cerrarán la salida. ¿Vienes, Leyla?
Yo asiento y voy con ellos.
—Y no olvides borrar el mapa cuando termines de usarlo —dice George—, no vaya a ser que otro lo encuentre y lo use. Solamente debes decir "Travesura realizada".
Nos despedimos de Harry y vamos los tres en silencio por los pasillos de Hogwarts, que parecen más largos que nunca.
—Así que ahora estás usando tus poderes demoníacos con Diggory y no con nosotros —larga George de repente.
—¿Qué problema hay con eso?
—Ninguno, ninguno. Solo nos preguntamos qué piedra te pegó en la cabeza para salir con él.
—Los puntitos del Mapa cuentan cosas muy interesantes —dice Fred.
—¿Perdón? —digo yo.
—Es que... ¡Diggory! Por favor, es más aburrido que Binns.
—Y está todo el tiempo preocupado por verse bien.
—Y no sabe reírse.
—Si eso fuera cierto, sería problema mío de todos modos. No tienen por qué preocuparse.
Ambos niegan con la cabeza y yo me enojo.
—Ah, ¿entonces el problema soy yo? ¿Soy demasiado fea como para estar con él? ¿Soy demasiado tonta? Miren, no me importa, piensen lo que quieran.
Somos los últimos tres en la fila para salir a Hogsmeade y Filch nos mira con su cara de siempre. Controla mi nombre y salgo corriendo lo más rápido que puedo sin caerme, y en el camino alcanzo a Hermione y a Ron.
—¿Te pasó algo?
—¿Te persiguen los Dementores?
—Nada, solamente me atrasé —digo con cara de Snape. Ya sé de dónde saqué mis malas caras.
Ellos sienten que estoy de mal humor y me dejan en paz. Vamos a Honeydukes en la primera parada y me compro una bolsa de resortes de caramelo para desquitarme.
—¿Tú quieres algo, Ron? —le pregunta Hermione—. Mira, aquí hay unos bastones rojos de caramelo que quizás le gusten a Harry...
—Creo que son para vampiros —dice Ron, asqueado—. A Harry no le gustarán.
—No, no me gustan —dice Harry, que está detrás de nosotros. Entonces el pasadizo estaba libre.
—¿Pero qué haces aquí? —dice Hermione, espantada.
—Baja la voz —dice Harry—, nadie necesita saber que no debería estar aquí.
—Guau, Harry, ¿ya sabes aparecerte? ¿Por qué no me lo dijiste?
Harry niega con la cabeza y señala la calle. Salimos y cuando estamos caminando solos les cuenta a Ron y Hermione todo sobre el Mapa del Merodeador, y Ron hace la misma pregunta que les hice a los gemelos.
—¿A mí no me lo mostraron y a ti sí? ¡Pero soy su hermano!
—Supongo que ahora se lo entregarás a McGonagall —dice Hermione muy seria.
—¿Estás loca? Esto es genial. Jamás lo entregaría.
—Pero no entiendes... ¿y si esto cayera en manos equivocadas? —dice Hermione—. Mira si Black...
—Tonterías —dice Ron.
—Al menos hay que avisar sobre los pasadizos que no están tapados y vigilados —insiste Hermione.
—Yo creo que sí —digo, comiendo un resorte más.
—Seguramente Black conoce uno de los pasadizos. No hay otra manera de que se haya metido en el castillo.
Harry se queda pensativo y nos callamos cuando pasa un grupo ruidoso de Slytherin. Cuando se van, Harry dice:
—Es imposible. Hay cuatro vigilados, ya les dije. Otro está completamente bloqueado. El del sauce boxeador no es accesible, y, además, la entrada no está en el castillo. Solamente queda el que acabo de usar, y para eso Black debería haberse metido dentro del sótano de los dueños de Honeydukes. ¿Crees que no se darían cuenta de eso?
—Además, ahora hay Dementores todas las noches rondando por aquí —dice Ron—. Lo leyó Hermione en un cartel que el Ministerio puso en cada local.
—¿Lo ves? —dice Harry—. No hay que preocuparse.
—Aún así me pone nerviosa que nadie sepa sobre esto —dice Hermione.
A mí también me preocupa, pero estoy demasiado mal como para hacer algo que no sea seguir comiendo resortes de caramelo.
Ron hace de guía para Harry por el pueblo y le explica cada lugar como si él viviera allí y no fuera solamente su segunda visita. Hermione y yo caminamos unos pasos más atrás, y yo trato de que mi mal humor no arruine el día de los demás. Por suerte caminar es una actividad que, al menos para mí, requiere de ejercicio mental para caminar derecho y no irme directamente a los postes. Ocupar la cabeza con otra cosa hace bien.
—Y esta es la casa de chocolates —dice Ron y alzo la cabeza. No había visto esta parte de Hogsmeade. Es una casita de ladrillos marrones y tejado blanco como el chocolate en barra. Verla me abre el apetito aunque estoy llena de resortes de caramelo.
—Voy a comprar algo aquí —les aviso a los chicos, y Harry dice que me quiere acompañar, así que entramos los cuatro y nos encontramos en un pequeño salón lleno de chocolates de toda clase, con una alfombra roja de terciopelo en el suelo y elegantes arañas con velas en el techo. Cómo me gustaría estar aquí con Cedric.
—¿Qué desean? —nos pregunta la rellena empleada vestida de terciopelo rojo y con cabello marrón. Parece una caja de chocolates.
—¿Tienen bombones? —pregunto, y la mujer asiente y se va al depósito a buscar.
—Mientras tanto, pueden degustar nuestros productos de la bandeja dorada —dice ella desde atrás, y los cuatro volteamos a buscar las muestras.
—Mmmmm —dice Ron—, ya quisiera una caja entera de estos...
—Este tiene almendras, es delicioso —dice Hermione.
Harry también come uno y su cara indica que es uno de los mejores días de su vida. Mi chocolate tiene menta y hago una mueca de asco al probarlo, porque se parece demasiado a la crema dentífrica que comparto con Hermione, pero Ron se ofrece a comer lo que dejé.
—Aquí estoy —dice la mujer—, traje tres cajas diferentes. ¿Es para regalo?
—Sí, por favor.
—¿De qué variedad prefieres?
—¿Puede ser la mitad de almendras y la otra con café?
—Por supuesto.
La señora envuelve la caja en papel brillante y le añade un moño. Mientras le pago, Ron mira con curiosidad el paquete.
—No es para ti —le digo.
—Ya sé. Y tampoco es para ti.
—Es para Cedric —digo, como si fuera lo más obvio del mundo—. Se los voy a regalar para Navidad.
—¿Qué?
—Sí. Estoy saliendo con él. Creí que todos lo sabían ya.
—Lavender dijo algo, pero no le creí —dice Ron—. Es ridículo, solo mira...
Alzo las cejas y agarro el paquete.
—Muchas gracias —le digo a la empleada y soy la primera en salir del local. Luego salen Ron y Harry, pero Hermione se queda adentro y vemos que habla con la empleada.
—Oye, lo siento —dice Ron—, solamente me pareció raro.
—Está bien —resoplo—. Nadie espera que alguien como yo salga con él. No es tu culpa.
Hermione cierra la puerta detrás de ella y camina directo hacia mí con un papel en la mano. Lo tomo y veo que es un cupón de regalo para la próxima compra.
—Le caíste bien —dice ella.
Hacemos la vuelta completa por Hogsmeade y volvemos al cartel de entrada. Estoy exhausta y creo que no soy la única a la que le gruñe el estómago. Y tener una bolsa con chocolates en la mano solo lo hace peor...
—¡Harry, podemos ir a Las Tres Escobas! —dice Ron.
—Más bajo —dice Hermione, mirando alrededor.
—Como si los profesores nos estuvieran vigilando —dice Ron, poniendo los ojos en blanco—. Vamos, Harry, tienes que probar la cerveza de mantequilla.
"No hay nada como una cerveza para olvidar las penas" pienso con una sonrisa y entro al bar detrás de Ron.
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Así que hoy se estrena "Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos"... y Madame actualiza. Un buen día en el mundo potterhead.
Espero que les haya gustado el capítulo, a pesar de que a Leyla no le va tan bien. Solo esperen a ver lo que pasa adentro de las Tres Escobas...
El próximo capítulo lo publicaré el viernes 25 de noviembre. :)
¡Gracias por votar y comentar!
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