41: Montaña rusa de emociones

Cedric me ama. ¡Cedric me ama! Doy vueltas como una nena por todo el dormitorio, me paro en mi cama, bajo, corro a la ventana y vuelvo a la cama. Si dejo de moverme, voy a explotar... o a incendiar algo. Pero cuando veo cuántas cosas derrumbé en mis volteretas, me detengo y junto un poco para que no crean que Sirius Black entró a buscar a Harry aquí adentro.

Ahora hasta puedo bromear sobre eso, aunque solo sea en mi cabeza. Ni Black, ni el día gris me arruinarán mi momento. Sé que es muy egoísta de mi parte estar tan feliz en un día en el que perdimos el partido, Harry tuvo un accidente y perdió su escoba probablemente por mi culpa. Pero no puedo evitar sonreír. Cedric Diggory es mi novio. Si no estuviera lloviendo, me costaría mucho no abrir la ventana y gritarlo a los cuatro vientos.

Lavender y Parvati entran y me echan miradas examinadoras, pero no dicen nada. Lavender está empapada por haber perdido el paraguas y dudo mucho que se salve de una gripe, así que no se queda mucho tiempo y se marcha rápido con ropa seca. Parvati se queda y luego entra Hermione, bastante preocupada.

—Leyla, te había perdido —dice—. Saliste a estornudar y luego no estabas más.

—Necesitaba sacarme la ropa mojada para que no avanzara el resfrío —le digo, sonando calma, pero sin parar de zapatear y dar un par de saltitos—. ¿Podemos ir a la Sala Común? —digo, mirando de reojo a Parvati, que debe creer que necesito ir al baño.

Quiero que Hermione sea la primera en saberlo, pero cuando llegamos a la sala, a pesar de que me siento mejor por el calor del fuego encendido, no me siento cómoda para hablar con ella. Los jugadores del equipo ya están aquí, incluido Harry, que debe haber librado una batalla contra Madam Pomfrey para convencerla de que le diera el alta. Él parece estar muy malhumorado y no levanta la vista cuando pasamos cerca, así que nos alejamos y terminamos sentadas solas en un rincón, haciendo la tarea de Defensa para Snape.

Bueno, Hermione hace la tarea, yo no puedo concentrarme en el libro, por más interesantes que sean los hombres lobo. Tengo miedo de agarrar la pluma y llenar el pergamino de corazones y nombres que preferiría que no se supieran de inmediato. No quiero volver a escribir algo que luego sea encontrado por personas inconvenientes.

A la hora de la cena, todos marchamos al Gran Salón y desde mi "privilegiada" altura echo un vistazo a la mesa de Hufflepuff. Cuando veo a Cedric le sonrío y me siento de inmediato para ocultar lo roja que estoy.

—Uf, qué hambre que tengo —comento como si nada y empiezo a servirme comida para disimular mi cara de tomate. Funciona bien hasta que me quemo con la manija de la fuente del estofado y dejo caer la fuente; sacudo la mano en el aire y me siento sobre ella para dejar de sentir la piel quemada. Varios alumnos de otras mesas están mirando con curiosidad y McGonagall también se paró para ver quién hace lío.

Muy buen plan para pasar desapercibida.

—Siempre debes usar la servilleta para tomar las manijas —dice Hermione—. ¿Qué pasó? Leyla, te estoy hablando.

—Ah, sí, lo siento. Estaba distraída. Podemos retomar las clases de etiqueta mañana.

Ella me mira con preocupación, pero no por más de tres segundos; luego saca un libro de Aritmancia y comienza a hacer notas para su próxima clase. Cuando salimos del Gran Salón, llamo a Hermione a un costado y le cuento sobre Cedric. Primero abre los ojos como platos, luego aprieta los labios y frunce el ceño y finalmente dice:

—Ya sospechaba que te pasaba algo. Estabas demasiado perdida.

—Es que no puedo evitarlo. Jamás pensé que algo así me pasaría a mí. A Lavender o a Hannah sí, por supuesto, o incluso a mis hermanas... Pero a mí jamás.

—Bueno, ¿pero te gusta?

—¡Claro! Es tan... —Me tapo la cara—. No sé, es genial. ¿A quién no le gusta Cedric? Ya las oí a Katie y a Angelina alabando su perfección el otro día. Y ahora yo... yo... su... Todavía no lo creo.

—Entonces... Bueno, ¡felicidades! —Me abraza y cuando me mira otra vez se preocupa. —¿Y ahora qué pasa?

—Quizás esto no es de verdad.

Hermione me mira confundida.

—Quizás solamente era una apuesta que tiene que cumplir por ganar en el partido... Ya sabes, los chicos hacen esas cosas —le digo.

—¿Crees que él es capaz de hacer eso? ¿No lo conoces bien?

—No sé. Ahora... Soy una tonta. ¿Cómo pude caer en la trampa? Ahora debe estar riéndose de mí con sus amigos.

Nos quedamos en silencio un rato y luego pasa Cedric con un chico de Hufflepuff y mira hacia donde estamos. Parece que quiere hablarme, pero mira a Hermione y trata de sonreírme antes de volver a hablar con su amigo y seguir con su camino.

—Mmm —digo cuando lo pierdo de vista—. Supongo que si esto fuera una broma, habría aprovechado para seguir burlándose de mí.

Hermione asiente.

—Es muy claro que le gustas y no se atreve a hablarte delante del chico —dice ella—. Casi se muere de horror al ver que no estabas sola.

—Sí, Cedric es un buen chico —suspiro—. Y es mío... Hermione, no dejes que vuelva a decir una estupidez como lo que dije hace un rato. Cedric lo dice en serio. Soy su novia de verdad...

Estoy a punto de dar un salto de alegría y de aliviarme de mis pensamientos tontos de una vez, cuando Hermione se pone seria y dice:

—Cuidado. Alerta hermana.

Escucho pasos detrás de mí y luego la voz de Selene:

—Oh, mira quién no está más en el equipo de su casa. La pelinegra.

Allí está, más alta de lo que recordaba y con todo el pelo rubio sobre un hombro, rodeada por dos amigas y dos chicos que deben ser sus admiradores de la semana. Ella se ríe y sus amigas también se ríen y los chicos no le sacan los ojos de encima.

Una de sus amigas le susurra algo al oído y las tres me miran despectivamente y luego se marchan con las cabezas en alto. Los chicos las siguen, embobados.

—Tranquila —me dice Hermione—, no te dejes llevar.

Abro los puños que tenía fuertemente apretados y respiro hondo. No puedo dejar que esto siga pasando. Me echarán de Gryffindor si dejo que me sigan pisoteando así de todos lados.

Y ahora tengo que esperar al menos diez minutos hasta que a mi cabello se le vaya este mechón rojo de furia.

...

No puedo creer que hoy solamente es el jueves después del partido. Siento que pasaron meses desde el viernes, todo está dado vuelta: Harry casi no nos habla (y creo que especialmente a mí, quizás descubrió que yo sospecho que hice que su escoba volara al sauce boxeador), ahora me da miedo pasar cerca de Selene y la evito a toda costa, y Cedric es todo sonrisas cuando me ve. No me quejo de esto último. Lástima que no es más que un saludo rápido en los pasillos entre clase y clase, pero al menos ya no dudo de él.

El martes tuvimos entrenamiento de Quidditch (bueno, tuvieron, yo solamente llevé las pelotas) y Wood estaba furioso. Tan furioso que casi no hablaba. Simplemente hacía sonar el silbato todo el tiempo, hacía un par de gestos y movía los brazos por todos lados, y luego pateaba el suelo. Lo único que escuché salir de su boca fue un bajísimo "la copa... la copa...".

Hoy tenemos entrenamiento otra vez y creo que va a ser divertido. Por una vez, creo que es un alivio estar fuera del equipo. Solamente tengo que sentarme lejos de Wood, por si se decide a echarle miradas fulminantes también a su mula de carga.

Cuando entramos al aula de Adivinación, me da un ataque de tos que hace que los pelos de Trelawney estén más desparramados por los aires que nunca.

—¡Pero esa mujer no debería asustarse! —digo un poco demasiado alto, y me gano unas miradas de odio de Lavender y Parvati que realmente no merezco. Yo soy una buena persona. Soy Santa Leyla. Santa Leyla, la Cobarde. Así me recordarán cuando muera. Y los cobardes del mundo rezarán por mí.

Pateo el suelo con furia.

—Vas a tirar la mesa —me dice Hermione.

—Las bolas de vidrio se rompen si se caen —dice Ron.

—De cristal, bolas de cristal —lo corrige Trelawney desde la otra punta de la sala, y me dan ganas de toser otra vez para que esta mujer no se meta más en nuestras cosas.

Mientras fingimos ver presagios terribles en las bolas de cristal o de vidrio o de lo que sean, Hermione termina de corregir su ensayo sobre los hombres lobo.

—Ah, ¿tú lo hiciste de verdad? —pregunta Ron. Harry tiene la vista perdida en el cristal y es como si no nos escuchara.

—¿Qué quieres decir con "de verdad"? —se sorprende Hermione—. ¿De cuántas maneras se puede hacer un trabajo?

Yo alzo las cejas y empiezo a contar con los dedos, pero Hermione me da un codazo y le digo:

—Solo hay una manera y es la tuya. Lo que hacemos los demás es todo menos hacer el trabajo, su majestad.

—Me parecía.

—Olvida el trabajo, Hermione; Snape no volverá a darnos clase de Defensa —dice Ron—, no vale la pena hacerlo.

—Esta semana nos cancelaron las clases con Lupin —dice Hermione—, y yo me quejaré si esto sigue así. Está bien que el profesor no esté obligado a darnos clase si no se encuentra bien, pero no podemos quedarnos sin Defensa por toda una semana. Así que no se sorprendan de ver a Snape mañana reemplazando a Lupin.

—Eres la peor aguafiestas que hay —dice Ron.

Yo estoy impresionada. Hermione realmente ama aprender, aunque eso signifique volver a enfrentarse a mi papá después de lo que le dijo el viernes pasado. Y mientras aquí estoy yo, Leyla la cobarde.

...

Por la tarde, luego de la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, Harry y yo vamos mudos al entrenamiento de Quidditch. Los dos llevamos escobas de la escuela (Wood ahora me pide que cargue eso además de las pelotas, se ve que se divierte haciéndome trabajar como mula). Me siento terriblemente mal por la Nimbus 2000 de Harry y cada dos pasos decido que lo mejor es hablarle, luego dos pasos más tarde me alivio de no haberme animado a hablar, luego me arrepiento... Por suerte Fred y George nos ven de inmediato y sienten que no pueden resistir llevar el baúl de pelotas.

—Este tipo está demasiado deprimido —dice George, sacudiendo la cabeza hacia Wood—. Ni siquiera nos reta por huir del entrenamiento.

—Solo dice "la copa, la copa..." —dice Fred, y Harry se pone más serio.

—Yo creo que fue a consultar el futuro de nuestro equipo con Trelawney y por eso lo ve todo tan negro —digo, y ellos lo aprueban.

Me siento un poco culpable al estar con ellos sin que sepan que estoy con Cedric. En realidad, no le debo ninguna explicación a nadie, pero aún así estar con George ahora me hace sentir tan rara...

El entrenamiento empieza y yo me siento a esperar al lado de Madam Hooch, que viene a supervisar todo en caso de que aparezca Black a matar a Harry. (No sé en qué nos podría ayudar una experta en Quidditch, yo preferiría a Lupin). A los veinte minutos, levanto la cabeza de mi "tarea" (un pergamino lleno de corazones) y veo a Hillary, que se va corriendo con su escoba.

—¿Está llorando? —le pregunto a Angelina, que es la que baja primero de su escoba. Ella asiente y me cuenta:

—Wood mencionó, con la delicadeza que lo caracteriza, que ahora la tenemos más difícil que nunca y que tan solo un par de tantos más en el partido nos habrían asegurado una posibilidad para ganar. Y todos estamos de acuerdo en que Hillary perdió la Quaffle varias veces y nos quitó la oportunidad.

Wood me llama y despacha a Angelina. Yo me quedo a una distancia prudente de él, en caso de que me quiera decir algo parecido a lo que acaba de lanzarle a la chica.

—No me mires así —dice él, como si lo estuviera mirando de alguna manera en especial. Eso se llama culpa, Wood, CULPA—. Hillary no soporta una crítica constructiva.

—Mmm, desde mi lugar parecía una crítica más bien destructiva.

—Solamente le dije la verdad. Ahora ve por tu escoba.

—¿Qué?

—Aceptaste entrar al equipo si Hillary no duraba.

—Ah, sí, pero... ¿ya la echaste?

—Renunció. Estás adentro.

Voy a buscar mi escoba y antes de volar le pregunto en voz baja:

—¿Eso significa que ya no soy la mula de carga?

Creo que se ríe. Creo que eso es un sí.

Ya sobre la escoba, me encuentro con Fred y George en el aire y los dos levantan los pulgares y casi sueltan los bates al hacerlo. Angelina me pasa la Quaffle y yo vuelo hasta los aros, se la paso a Katie y ella insiste en mostrarme una nueva técnica que una chica de Ravenclaw usó.

—Seguramente lo sacó de un libro —comenta Angelina—, esos Ravenclaw están siempre con la nariz metida en un libro. Su capitán es Ramiro Eldams Oskett y estoy segura de que él no les enseño una técnica de cazadores.

—¿Qué chica era? —le pregunto a Katie.

—No estoy segura, porque las tres cazadoras de Ravenclaw son muy parecidas. Son tus hermanas, ¿no es cierto?

—Sí, es el clan rubio —le digo.

Cuando termina el entrenamiento, Wood es el primero en irse y entra al castillo antes de que terminemos de guardar las pelotas. Espero que vaya a ver a Hillary. Realmente no me hace sentir bien entrar al equipo después de ver cómo se fue la que ocupaba mi puesto.

—Ahora mira quien no es más la mula de carga —dice George, haciéndome recordar demasiado a Selene.

—Te dijimos que no durarías, somos mejores que tú —dice Fred.

Angelina y Katie se marchan y Fred y George terminan de asegurar las Bludgers. Yo me acerco a Harry.

—Escúchame —le digo—, te quiero pedir disculpas. Por favor, Harry.

—¿Eh?

—Lamento lo de tu escoba. Ya sabes. Mira, yo estaba tan asustada y nerviosa ese día... e incluso trataba de alejar la tormenta... Creo que cuando entraron los Dementores y la tormenta estaba más fuerte, se me fue la mano y eché la escoba... lejos.

La expresión de Harry va cambiando lentamente hasta que está más furioso que Sir Cadogan cuando no aceptamos sus desafíos de duelos. Lejos de entenderme, se marcha lejos y ni siquiera se lleva la escoba del colegio.

George viene a verme, pero yo oculto mi cara y me siento en el suelo a llorar. Esto me hizo rebalsar. Cuando me quedo callada, soy una cobarde, y me siento mal. Cuando digo algo, también está mal, y además hago que la gente se enoje conmigo. ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no soy un árbol?

No, no, un árbol no. Harry se enojó como si tú fueras el sauce boxeador. Mejor una maceta. Nadie se enoja con las macetas. A menos que caigan sobre la cabeza de alguien, claro.

—¿Te sientes bien? —me pregunta George, y siento una puntada de culpabilidad en el estómago.

—¿Alguien se lastimó? —dice Madam Hooch, despertando de su larga siesta. Cuando se acerca y ve que no estoy llena de sangre (eso es porque aún no llegó Andrés este mes), termina de volver a este mundo—. ¿PERO CÓMO ME DEJARON DORMIR? ¿POR QUÉ ESTÁN AFUERA TAN TARDE? ¡ADENTRO!

—Ay, profesora, no, no —le digo, pasándome la mano por la cara para borrar las lágrimas—, no pasó nada, solamente...

—¡Ya pasó el toque de queda! ¡Adentro!

Agarramos las escobas y el baúl de pelotas como tres mulas de carga. En el camino voy pensando que me gustaría poder seguir siendo amiga de Fred y George, pero no sé si me perdonarían estar con Cedric. Quizás lo mejor sea no decirles nada. No me imagino cómo podrían reaccionar.

Adentro del castillo tenemos que esperar a que McGonagall aparezca para que Madam Hooch le informe de nuestro castigo. Me duele la garganta por frenar el llanto y tengo miedo de que si seguimos esperando, vuelva a llorar.

—No podrán salir del castillo excepto para los entrenamientos —decreta McGonagall—. Y para ir a clase afuera, tendrán que llevar un papel para que el profesor lo firme con el horario en que llegan a clase. Deberán volver al castillo con el profesor.

—¿Eso no agrega demasiado trabajo a los profesores? —pregunta Madam Hooch, que seguramente esperaba un castigo al estilo de "fregar los pisos de los baños".

—No, porque ya tienen que hacerlo con Potter, a partir de mañana. Ahora vayan a dormir.

Dejamos todas las cosas de Quidditch en su lugar y vamos a la Sala Común. Para entrar, tenemos que recordar entre todos la tonta contraseña de Cadogan y pronto me siento más aliviada. Mientras adivinamos, aparece Neville entre las sombras. Lleva dos horas esperando a que alguien entre para poder ingresar él también.

—Pero qué raro, ¿Harry no entró hace un rato? ¿Y las chicas?

—Solamente vi a Harry, pero estaba tan malhumorado que ni me quise acercar —responde él.

Qué día tan apestoso. Y ni siquiera vi a Cedric en el camino de vuelta. Aunque pensar que lo puedo ver mañana a la mañana me hace sentir un poco mejor, y a la hora de dormir ya me siento normal.

—Descansa, Barbas —le susurro a mi mascota cuando apago la luz y estoy metida en la cama—. Descansa tú, que puedes.


--------


¡Capítulo extra largo! Espero que les haya gustado :)


No olviden dejar sus comentarios, y por favor avísenme si hay problemas otra vez en Wattpad (si alguien no puede votar o comentar o enviarme diamantes, o si le aparece solo la mitad del capítulo...).


El próximo capítulo lo subo el viernes 28 de octubre, YYYYYYY el 31 de octubre subiré el otro. Porque, ya saben, Halloween se celebra a lo grande en el mundo Potterhead.


BMW :)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top