36: Hogsmeade

Pasamos una noche tranquila y sin ronquidos, y Janet y yo somos las últimas en levantarnos. Después de cambiarme y de devolver las diferentes partes de mi cama a su lugar, me encuentro en la Sala Común con Lavender y Parvati, quienes acercan sus cabezas para hablar mal de mí con más intimidad. Las esquivo y me siento con Harry, Ron y Hermione (uno a cada lado de Harry, que hace de muro de Berlín) en los sillones.

—McGonagall no te dejó ir, ¿cierto? —pregunta Hermione.

—No —responde Harry.

—Creo que es mejor así.

—Vamos a desayunar, ¿quieren? —propongo, antes de que alguno de los tres saque las garras.

Falta solo una semana para nuestra primera salida a Hogsmeade, que coincide con el día de Halloween. Los profesores ya comenzaron a preparar la decoración para el banquete, y Peeves ya está de ánimo, tratando de asustarnos en cada rincón. Por eso, en el camino a desayunar, cuando una figura sale desde la oscuridad en una esquina y se aproxima a mí, pienso que es Peeves y planeo espantarlo con la mano. Lamentablemente, no es Peeves, sino Lavender, así que debo tratar de mantenerme civilizada.

—¿Por qué no estabas anoche en nuestra habitación? —me pregunta.

—Tengo mis razones —digo, como si no fuera obvio que luego de lo que me hizo no me quiero ni acercar a ella.

—Me preocupa. ¿Estabas en la pieza de los chicos de quinto?

—¡No! ¿Qué piensas?

Ella se encoge de hombros y se va.

Podrías haberte hecho la interesante.

No, Fran. ¿Pero por qué especialmente de los de quinto? ¿Qué insinúa?


...


La mañana de Halloween, todos nos levantamos contentos, incluso Lavender, que lleva un pañuelo negro alrededor del cuello en señal de luto por Winky, su conejo. Ya hacen varios días desde que volví a la habitación de tercero, y me alegré al ver que nadie tocó mi cama en mi ausencia. Hermione me contó que Barbas estuvo los dos días esperando mi regreso, así que todos los días en el desayuno intento conseguirle un premio especial por fidelidad. Hoy será un trozo de pan.

En el Gran Salón hay clima de fiesta (¡y eso que aún no colgaron los adornos de Halloween!), y todos charlan y comen con gran alegría. Todos menos Harry, que intenta no demostrar su disgusto. Aunque no lo consigue. Percy lo nota y se sienta al lado de Harry.

—No te sientas mal —le dice—, Hogsmeade no es ni la mitad de bueno de lo que dicen. La tienda de chascos Zonko es muy peligrosa, las calles están llenas de gente y el correo no tiene nada de especial. La Casa de los Gritos sí merece una visita, pero fuera de eso, no te pierdes de nada.

Ahora Harry tiene la cara de un sabueso.

—¿Lista, Leyla? —Fred y George están abrigados hasta las orejas y me esperan detrás de mi asiento. Ahora que están tan tapados no estoy segura de cuál es cuál, y eso me pone nerviosa.

Porque no sabes hacia dónde dirigir las miradas amorosas...

SHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

—Creo que todavía me falta abrigarme. Un momento y ya voy.

Los dos asienten y marchan fuera del Salón como soldados.

—Estás sonriendo —dice Ron.

—¿Tienen una cita? —pregunta Lavender, qué solo Merlín sabe cómo se ha metido en esta conversación.

—Sí, una cita doble. Solo nos falta una persona, si te quieres unir.

Lavender abre la boca, como para aceptar, y entonces agrego:

—Fred y George ya son pareja, así que solo quedo yo disponible —digo con una sonrisa—. Creo que deberías saberlo antes de ir.

Y con eso me retiro del Salón y resisto la tentación de mirar atrás.


...


Una vez abrigados, todos hacemos la cola para salir de Hogwarts. Filch está a la cabecera de la fila, con una lista en la mano y revisando a todos los alumnos, pidiendo ver hasta los bolsillos. McGonagall supervisa todo desde un rincón más apartado.

—Esto es tan caracoloso —digo para sorpresa de Ron y Hermione—. O sea, lento. Zonko cerrará antes de que lleguemos.

—¿Quieres que te haga unas trenzas? —ofrece Angelina, que está atrás mío en la fila.

Sé que no debería confiarme tanto de su amabilidad, y todavía temo que me haga un peinado horrible que haga que George se espante y no quiera acercarse más. Aunque, ¿qué es lo peor que puede pasar? Si está demasiado espantoso, lo puedo desarmar en cualquier momento y volver a mi pelo aburrido de siempre.

—Muy bien.

—Genial, porque aprendí una técnica nueva y quiero practicarla antes de hacerla en mi pelo.

Me siento en el suelo y Angelina se sienta atrás y comienza a peinarme.

—Pensé que tu cabello era menos rizado —dice.

—Es la humedad —le digo—, hay días en los que está liso y brillante y parece que llevo una foca bebé en la cabeza.

Ella larga una carcajada y trenza con más ganas. Debemos arrastrarnos sentadas por el piso a medida que avanza la fila, y Angelina llega a hacer los nudos finales justo antes de que Filch me mire diga asquerosamente:

—¿Nombre?

—Leyla Blair-Black.

Se fija en la lista, pasando su asqueroso dedo por el papel varias veces.

—Con be larga —le digo—, arriba de todo.

—¿Selene Blair-Black? —pregunta, fijándose en la lista.

—No, por favor, soy Leyla.

—Me parece que no tienes la autorización... —dice con una sonrisita.

—Vamos, Argus, a este ritmo oscurecerá antes de llegar a la aldea —dice McGonagall—. Ella me entregó la autorización, lo recuerdo bien.

Filch gruñe un poco y me deja pasar sin siquiera revisarme los bolsillos. George y Fred aparecen por un costado y me indican que me apresure. Cruzamos juntos la salida (controlada por un par de Dementores y Flitwick) y pasamos rápido antes de sucumbir bajo los efectos de esos horribles seres.

—Les juro que me dan escalofríos cada vez que los veo —dice Fred.

Vamos en fila, siguiendo a los primeros alumnos, hasta que vemos las casitas de la aldea. La calle principal está a pocos metros y ya siento mi corazón latiendo como un perro cuando ve a un gato al otro lado de la reja. Aquí estuve hace dos años, con George, y hay días que siento que fue ayer, y otras veces parece que nunca hubiera sucedido. Maldita manía que tenemos los humanos de recordar las cosas más dolorosas.

Pateo una piedra de furia y por suerte no le da a ninguno de los chicos que caminan adelante. Si Lavender supuestamente se enfureció conmigo por el moretón de la piedra de Harry, no me imagino lo que me harían esos alumnos de sexto si un pedrazo mío les diera.

—Zonko es para allá... ¿Conoces Zonko? —pregunta Fred.

—No —admito—. Se supone que los de tercero no conocen la aldea.

—Te va a fascinar.

—Oye, Fred, no es por nada y espero que no te enojes conmigo, pero...

—¿Me vas a decir que me queda mal el gorro? —dice con aires de diva—. Porque a ti esas trenzas te quedan peor.

—Las trenzas están bien —dice George.

—Vamos, dime —dice Fred.

—¿Sigues saliendo con Dala?

Doblamos en una calle secundaria (estos dos siempre con sus atajos) y el ruido de las conversaciones de los otros se apagan. Solo se oyen nuestros pasos en el suelo de piedra.

—No, cortamos en la primera semana de clases —responde finalmente—. Le dije que quería estar un tiempo solo, pero en realidad es porque no la extrañé en todo el verano.

—Vaya...

—¿Te sientes mal por Dala?

—Mucho.

—Yo también. Y por eso corté con ella.

Cuando llegamos a Zonko, el ánimo lúgubre desaparece de inmediato y no puedo evitar abrir la boca como un hipopótamo... porque eso de abrir la boca como plato no me convence.

—Y espera a ver lo que hay adentro —dice George, y juntos pasamos a la tienda. Fred y George saludan a los vendedores, que están felices de verlos. A pesar de que los Weasley no tienen mucho dinero, estos dos deben ser sus mejores clientes.

—¿Cuántas cajas? —dice la vendedora casi riendo. Tiene un sombrero en la cabeza con una flecha arriba de todo que no para de girar.

—Dos —dice Fred.

—Tres —dice George.

—¿Dos o tres?

—Más bien cinco, Madam —dice George—, la idea es sumar.

La mujer sacude la cabeza con una sonrisa y se va a la parte de atrás del negocio. Otro empleado la acompaña, sabiendo que los pedidos Weasley siempre son grandes.

—Pronto te reconocerán a ti cada vez que entres —me dice Fred.

—Y te podremos usar de mensajera para que nos traigas pedidos —agrega George.

—Je je je —les respondo—. Ahora no soy solo la mula de Wood, sino de ustedes también.

Al salir, volvemos por la calle principal, que está sospechosamente desierta. Llevo las manos cargadas de cajas de bombas fétidas (al final pidieron cerca de cinco cajas cada uno) y no puedo ver muy bien el camino, y temo que de cada rincón salga Sirius Black con su cara de loco y nos apunte a todos. Todavía no logro creer que no atacará a plena luz del día. Si llegara a pasarle algo a un conocido no lo soportaría, aunque sé bien que no es mi culpa que pertenezcamos a la misma familia podrida.

—Por aquí —dice George, viendo que estoy caminando en cualquier dirección. Mente y pies no son independientes, y cuando los pies dejan de recibir órdenes, Leyla camina hacia las paredes.

—Dejaré esto en la entrada —dice Fred—, para que podamos pasear sin cargar tanto peso.

—¿En la entrada de qué?

—Un pasadizo —dice George y le da sus cajas a Fred, que se marcha lejos—. Esto no se lo mencionarás a nadie, por supuesto.

—¿No me conoces?

—De verdad te quedan bien las trenzas.

De repente el club de tomates faciales vuelve a darme la bienvenida. Casi me echan la semana pasada cuando lo invité a dar una vuelta sin titubear.

Fred regresa y se lleva más cajas. Cuando parte con la última pila, me siento en la escalinata de entrada a una casa y suspiro hasta desinflarme. Si hay poetas en Hogsmeade, seguramente estarían muy inspirados al verme y escribirían poemas sobre el fantasma de la aldea, el espíritu de la pobre brujita que murió de preocupación por su familia.

—¿Te cansaron las cajas?

—No, olvídalo. Tengo mis momentos depre. Ya pasará.

—Es Halloween, no es día para estar "depre".

—George...

Él se sienta a mi lado y comienza a hacer bolas de barro, a falta de nieve, y las apila a un costado.

—En caso de que venga alguien con buen humor, lo espantaremos con esto —me dice—. No vaya a ser que te contagie.

Sonrío un poco.

—La próxima vez, ponte así en Navidad para no tener que usar barro —dice, mirando sus manos enchastradas—. Oye. ¿Qué le pasa a la Esfinge?

—Está preocupada, ¿sabes? Tiene una familia de locos.

—Yo creo que tus familiares piensan algo parecido sobre ti —se ríe.

—Sí, probablemente. Pero no hablaba de mis hermanos. Sirius Black es pariente mío, y me da asco.

—¿Sirius Black? Creo que debí sospecharlo antes —me dice—, pero como hay tantos Black no se me hubiera ocurrido que era de tu... familia. Además, creo que eres la única de tus hermanos que dice el apellido entero. En clase, por ejemplo, Selene es Selene Blair y ya. Cuando oí las noticias lo último que se me hubiera ocurrido era relacionarlo contigo.

Qué envidia que Selene tenga clases con ellos. Y con Cedric.

—No es tu culpa —concluye—. Así como tampoco es mi culpa que Percy sea Percy.

—No seas tan malo con tu hermano.

—Ni te molestes, ya tiene novia —me dice. Yo me alejo un poco y hago un ademán de pararme, y George se levanta detrás de mí.

Luego...

—¡Auch! —grita, y no puedo evitar soltar una carcajada.

—¿Las bolas de barro se rebelaron contra ti? —le pregunto.

—No es justo —me dice, señalándome—, se suponía que el barro no era parte de tus poderes demoníacos.

—Tiene agua —le digo, al tiempo que otra bola de barro se dispara contra su espalda.

Él corre hasta la pila de provisiones y me lanza un misil de barro tras otro. Fred llega a la mitad de una verdadera batalla y, en lugar de unirse a George o a mí, se atreve a inventarse un lugar para él solo. Somos todos contra todos.

—No le ganaran a la reina de las nieves... marrones —digo, atrayendo la última bola ya formada. Entonces dejo de hacer volar los misiles que arman los otros y se empieza a poner serio. En un momento de distracción de los gemelos, que se atacan entre ellos, miro la tierra bajo mis pies y trato de pensar, por qué no, en una perfecta bola de nieve. A los pocos segundos aparece formada en mi cabeza. Poco después, en mis manos.

Después de todo, la nieve no es más que agua condensada. Estos dos no saben lo que viene.


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¡Muchas gracias por leer! Espero sus comentarios.

El próximo capítulo lo subiré el viernes 23 de septiembre, y espero poder mantener la publicación de los viernes hasta que termine el libro.

¡Buen fin de semana!

BMW.



PD: Les traigo un dibujo de @littlegranger para el capítulo. ¡Es genial dibujando! Muchísimas gracias por mandármelo :)  ❤ ❤ 🌂 🌂


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