32: Duchas
A la noche nadie habla en la habitación de las chicas de Tercero. Hermione trata de que la luz llegue a las páginas de su libro, Lavender dibuja en un pergamino y Parvati está trenzando su pelo. Y yo estoy tratando de no pensar en el Quidditch. Fracasé enormemente, Hillary me ganó por kilómetros, y Angelina se veía tan fuerte y tan segura... No hay dudas de porqué George estaba enamorado de ella. Yo a su lado soy... no sé, un perrito mojado.
Hermione pasa una página de su libro. Lavender recarga la pluma en el tintero. Parvati toma otro mechón de pelo. Y yo sigo sin hacer nada y con la cabeza a punto de explotar.
—Me voy a duchar —les aviso por costumbre—. No se asusten si entro tarde a la habitación.
—Como quieras —dice Parvati y sigue trenzando su cabello. Lavender no levanta la vista de su dibujo y Hermione está demasiado frustrada por la falta de luz.
—Prueba con Lumos —le aconsejo al sacar mi toalla y mi pijama del baúl.
El acceso a los baños de chicas es en el mismo balcón al que dan las puertas de las habitaciones, justo enfrente del balcón gemelo de las habitaciones de los chicos. Las puertas están dispuestas de tal manera que no quedan enfrentadas directamente (porque con solo dejar la puerta abierta verías la habitación de los otros sin ningún problema) y hay una pared que tapa la vista directa al interior. Godric Gryffindor se encargó de que ni por escaleras ni por puertas alineadas se supiera de las habitaciones de los otros. Supongo que la mayor desconfianza era para los chicos, porque ni pueden pisar nuestra escalera sin que se convierta en un tobogán imposible de trepar.
El baño está al lado de la habitación de Primer Año, porque se sabe que las más pequeñas aún pueden tener problemas para orientarse en todo el castillo y no es bueno no encontrar el baño. Luego sigue la habitación de Segundo, de Tercero, y así hasta Séptimo. Nunca llegué a esa parte del pasillo, pero escuché decir a Hillary (de la habitación de Sexto) que siempre son ruidosas y hasta ponen música. Nada que ver con lo que era nuestra habitación hoy, que parecía un velorio.
Escucho que una puerta se abre y sale Lavender de nuestra habitación, con el pijama y una gorra de baño en las manos.
—Yo también debería ducharme hoy —dice—. Me manché las manos con la tinta y creo que la piedra que uno de ustedes me tiró me embarró la pierna.
—Yo no fui.
Lavender alza una ceja y abre la puerta del baño, que está vacío excepto por dos duchas ocupadas. Lavender y yo dejamos nuestros pijamas en uno de los bancos que hay para cambiarse, tomo un jabón y un shampoo (sí, la hija de Snape usa shampoo) y me meto en mi ducha. Cierro la cortina y arrojo mi túnica por encima. Siempre me puso nerviosa ducharme con otra gente cerca, y me cercioro tres veces de que la cortina esté bien cerrada. En un bolsillo interno de la cortina dejo la ropa interior para que no se moje. Luego miro el grifo y suspiro. El dolor de cabeza es demasiado fuerte como para mirar hacia arriba.
Con una mano intento llamar al agua sin usar las manijas de abrir y cerrar, y luego de dos intentos el agua comienza a salir. Río con alivio y algo de orgullo y dejo pasar un caudal más amplio. El agua sobre mi cabeza parece un masaje que poco a poco alivia el dolor. ¿Podré regular también la temperatura sin tocar las manijas?
Me concentro en el calor. Quiero agua más caliente. Estoy atenta en cada segundo para no quemarme, pero pronto logro la temperatura perfecta. Levanto los brazos al aire a modo de festejo y cierro los ojos bajo el agua como si acabara de ganar la Copa de Quidditch.
—¿A alguien más le sale el agua helada? —dice Lavender, apenas audible por el ruido de las duchas. Pero yo la oí y siento un retorcijón en el estómago. ¿Siempre tengo que hacer lío?
—A mí un poco —dice una chica en la otra ducha—. Pero esto siempre pasa cuando tardas mucho. Te recomiendo salir pronto.
—¡Pero tengo mucho pelo! No llegué a ponerle shampoo a todo...
Yo me muerdo las uñas y trato de volver el agua a la temperatura normal. Tengo la sospecha de que estoy sacándole agua caliente a Lavender. Luego...
—¡AYYY! ¡Quema, quema! —grita ella—. ¡Quema!
—¡Pues cierra la ducha! —le digo—. O hazte a un lado.
Yo también me corro de abajo del chorro de agua y dejo solo una mano probando la temperatura. Cierro los ojos y pienso en el sol, en el fuego. Quiero calor.
—¿Sigue quemando? —le pregunto.
—No sé, tengo miedo de tocar —dice Lavender.
Me enjuago rápidamente el pelo y dejo mis manos contra la pared del lado de Lavender, para estar lo más cerca posible de su ducha. Pienso en la dirección del agua. Tiene que retroceder. A los pocos segundos no cae ni una gota de mi lado.
Ahora tiene que ir hacia Lavender. Tibio, tibio, tibio... por favor, tibio...
—Prueba el agua —le digo—, yo cerré todo acá.
Lavender no dice nada más, pero escucho que el agua sigue corriendo y que sacude el frasco de shampoo. Mientras estoy temblando de frío por estar mojada. Luego su ducha se cierra y escucho que corre su cortina.
—¿Ya saliste, Lavender? ¿Puedo abrir mi agua? —pregunto, algo fastidiada de que me haya dejado sin agua y sin respuesta. Escucho que está afuera, pero no responde, y no pienso correr la cortina para mirar afuera, porque ella vería adentro.
Luego de lo que parece una eternidad, dice:
—Ah, sí, ya terminé.
—Gracias por avisar —resoplo y vuelvo a abrir la ducha, esta vez de la manera tradicional para no sacarle agua a las otras dos. Cuando sale el agua caliente, vuelvo a relajarme y termino de lavarme el cabello. Luego cierro, me seco y me pongo la ropa interior. Envuelvo mi pelo en la toalla sobre mi cabeza y respiro un par de veces antes de correr la cortina, tratando de no ponerme roja de vergüenza. Esta vez tuve suerte, no hay nadie en este pasillo, y el primer paso hacia afuera no es tan difícil.
Vuelvo a acomodar mi turbante y extiendo la mano para buscar mi pijama.
—Ooooh...
—¿Quién se quemó ahora? —pregunta la otra chica de la ducha—. Si hay tantos problemas, usen mi ducha.
La chica cierra el agua y veo que descuelga la toalla. Antes de que salga y me vea en ropa interior, vuelvo a mi ducha a toda velocidad.
—¿Chica, dónde estás?
Asomo un poco la cabeza y veo a Angelina. En ropa interior. Y ella no tiene nada de lo que avergonzarse.
—Ah, hola —le digo. El turbante se me desarma por tener la cabeza inclinada y la toalla cae al suelo. No saldré de atrás de la cortina ni para buscarla.
—¿Y, Leyla? ¿No vas a usar mi ducha?
—Ehhhhh, no, gracias...
—Yo no tuve problemas con el agua, probablemente habría que revisar tu ducha y la de la chica chillona.
Al escuchar eso sonrío un poco.
—No, en realidad no me quemé. Y ya terminé... Gracias.
Ella se encoge de hombros y se da la media vuelta y se pone el pijama. La otra chica también sale de la ducha y se viste. Soy la única tonta aquí que se queda detrás de la cortina con los pies en el piso mojado. Me van a salir hongos en los pies antes de que me anime a salir. Pero tengo un nudo en el estómago y otro en la garganta. No puedo moverme de aquí atrás. Si espero lo suficiente, quizás se vayan y pueda... pueda... ¿pueda qué? Por los calzones de Merlín, ¡no tengo ropa! ¡Mis expresiones de infortunio tienen calzones pero yo no tengo mi pijama!
—¿Estás bien? —me pregunta Angelina.
—Creo que está llorando —dice la otra chica, que creo que es de Séptimo.
—¿Te duele algo?
Inhalo, corro un poco la cortina y me agacho de inmediato a buscar mi toalla. Me verán menos así.
—No tengo mi ropa —digo.
—¿Viniste en ropa interior o qué? —me dice Angelina mientras se hace sus trenzas.
Sacudo la cabeza.
—Traje todo.
—No te escucho bien —dice Angelina, y me da una mano para incorporarme. La chica de Séptimo se está desenredando el cabello. Nadie presta atención a mi cuerpo. Exhalo con un poco de alivio.
—Angelina, no entiendo más que tú —le explico—. Traje mi ropa y ahora no está más. No hay nada.
—Espérame aquí —dice Angelina y suena bastante aburrida. Se va y quedo sola con la chica. Vuelvo a hacerme el turbante para no mojarme más la espalda y la chica me mira. Trago saliva y trato de no darme vuelta y esconderme.
—¿Tienes hermanos? —me pregunta.
—Uno. Y varias hermanas.
—¿Thais Blair, puede ser?
Asiento.
—Está conmigo en varias clases —me explica—. Oye, no quiero acusarla sin estar segura, pero me parece que la chica rubia se llevó tu ropa.
Frunzo el ceño. ¿Thais se llevó la ropa? Thais es de Ravenclaw, ni siquiera puede entrar.
Hace mucho calor aquí dentro, no estás pensando bien.
Ahhh, Lavender también es rubia.
—¿Lavender? —digo esta vez en voz alta—. ¿Dices que fue la chica que se quejaba del agua caliente?
—Esa. Fue la primera en irse. Puede ser que se haya llevado toda la ropa con la suya y no se diera cuenta. Los elfos no entran a limpiar hasta la medianoche, y nosotras cuatro éramos las últimas, así que no veo otra explicación.
—Aquí tienes —dice Angelina cuando vuelve con una camiseta y pantalones jogging muggles.
—Gracias. De verdad, muchas gracias. ¿A quién se los devuelvo?
—Es ropa mía. Me la traes cuando quieras.
—Mañana mismo. De verdad... gracias.
Angelina se va, y luego la otra chica (me dijo que se llama Eleanor) también, y quedo sola y furiosa desenredándome el cabello. Si de verdad Lavender se llevó mi ropa, no fue un accidente. Me hizo pasar una de las peores vergüenzas que me podrían ocurrir, y por suerte fue en un baño solo con chicas, pero de todos modos, que Angelina me viera en un estado tan débil todavía me da ganas de vomitar. Seguramente le di lástima, como un perro fofo y mojado sin nada para ponerse. Espero que esto no salga de las paredes del baño...
Pero ahora que tengo puesta su ropa, veo que no me queda tan mal. Siendo de Angelina, me debería quedar todo sin forma, pero me veo bastante linda. Trato de sonreírme en el espejo. Los músculos de la cara me duelen de aguantar el llanto, así que mi sonrisa no puede ser muy verdadera. Cuando termino con el cabello y estoy a punto de salir, entra una chica de primero con cara de terror y me pregunta si este es el baño y si las duchas andan mal.
—Porque me han dicho que están fallando... —dice, y yo me río un poco y le señalo la ducha que usó Angelina. Reír me alivia el pecho y siento que vuelvo a respirar con normalidad.
Cuando salgo, paso por la puerta de la habitación de Tercero, pero no pienso entrar. No quiero ver la cara triunfal de Lavender, y no puedo acusarla de nada por varias razones. No la vi llevándose mi ropa, y tampoco quiero decir en voz alta la vergüenza que me da mi cuerpo. Aunque si volviera a pasar, saldría a buscar a Lavender de inmediato, aún en ropa interior, para tirarla de los pelos de vuelta al baño para que me devolviera lo que es mío.
Y, además, no me veo taaaaan mal. Lástima que no puedo usar el Quidditch para entrenar y bajar un poco de peso, porque ahora soy solamente jugadora de reemplazo. En fin. Leyla, no puedes ganar en todo. Lo que no me vendría mal es una cosa que me saliera bien.
Bajo a la Sala Común, que ya casi está vacía, y algunos me miran rápidamente con extrañeza. Generalmente la gente no baja vestida en algo que no sea una túnica. Me dejo caer en un sillón y cuando todos se van y la sala queda en penumbras, me acurruco y trato no recordar lo que viví en la última hora y en recordar la media sonrisa que me regalé.
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Bueno, fue un capítulo interesante. No puedo esperar para leer sus opiniones.
(Yo también espero que a Leyla le empiece a ir un poco mejor).
BMW.
(La firma es un fanart de @Heyitzdoraa)
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