26: Hoy le toca a papá

Harry, Ron y Hermione aparecen en la Enfermería a primera hora de la mañana, con las mochilas colgadas y, al menos Hermione, con la vista clavada en el reloj de Ron.

—¿Estás bien?

—Sí, creo que esto ya se me va a ir. Pero Madam Pomfrey no me deja salir hasta la cena.

—Te anotaré en un papel las páginas que trabajemos en clase —me dice Hermione, y se lo agradezco de todo corazón.

Les dejo ver mi mano derecha, que tiene un sarpullido en forma de ola, con la parte más grande alrededor de mi dedo índice, donde enrosqué la maldita planta mientras mi cabeza iba por las nubes.

—¿Estás segura de que no es contagioso? —pregunta Ron.

—No, tranquilo.

—¡Pero qué dices! Si yo quería contagiarme.

Hermione le pega un codazo.

—Solo mírala: puede quedarse todo el día en la cama y luego ya es fin de semana. Tienes suerte, Leyla.

—Quizás. Pero ustedes no tienen que aguantarse a mi primo hoy —digo por lo bajo—. Hace tanto escándalo cuando Madam Pomfrey cambia las vendas...

Los cuatro miramos hacia la camilla de mi primo, que nos observa con malicia, aunque dudo que llegue a escuchar lo que decimos.

—¿Madam? —llamo en voz alta—. ¿Qué hora es?

Draco abre grandes los ojos cuando Ron dice:

—Las ocho y cuarenta.

—Oh, casi se me pasa la hora —murmura la enfermera y va a buscar las vendas a su oficina. Cuando vuelve, Draco ya está en la punta de la cama y parece que va a huir.

—Tú te quedas quieto —dice ella y Draco resopla cuando ella le saca la venda.

—Señora, con cuidado, fue una herida mortal...

Pongo los ojos en blanco. Ya me di cuenta al poco tiempo de llegar aquí que la reacción de Draco era sumamente exagerada. Parece que a mi primo le gusta el teatro.

—Anoche fuimos con Hagrid —dice Hermione por lo bajo—. Estaba llorando. Estaba seguro de que lo iban a despedir.

—¿Y qué pasó?

—Piensa que es un fracaso. Hermione le dijo que la clase había estado bien y qué sé yo...

—La clase estuvo bien, Ron.

—...pero no pudimos hablar mucho, dijo que Harry no podía estar a esas horas fuera del castillo y tuvimos que volver con él. Esquivamos a Snape por casualidad al entrar.

—¿Saben si todos los hipogrifos están bien? ¿No se llevaron a ninguno?

—No, estaban todos bien, según dijo él —me dice Hermione—. Mira, son menos diez, Ron. No llegaremos a clase si no salimos ya mismo.

Me saludan y se marchan. Otra vez quedo sola con Draco y Madam Pomfrey. Sólo espero que no venga Parkinson a llorar por su dulce Draco.

Luego de una larga siesta, me traen el almuerzo (los fideos de siempre, en la Enfermería al parecer no se puede comer otra cosa) y Maddeline asoma la cabeza a la Enfermería para saludarme con la mano y salir corriendo. Es un lindo gesto de su parte. Luego de ella entra Pansy y se sienta al lado de Draco y le da de comer en la boca. Claro, como tiene el brazo inmovilizado...

—Trata de no ensuciar las sábanas —le dice Madam Pomfrey con el ceño fruncido, y yo intento disimular mi risa al ver la cara de la chica.

Hermione entra como una flecha, deja un par de libros y rollos de pergamino a los pies de mi cama, me sonríe y sale corriendo otra vez, justo al tiempo que suena la campana. El castillo se vuelve desierto. Ya no hay más estampidas por los pasillos y todos, supuestamente, están en clase. Draco se hace el dormido para evitar preguntas.

Con mi mano infectada trato de agarrar la pluma, pero me duele en la piel y además me hace más cosquillas que de costumbre. La letra sale espantosa, pero es mejor copiarlo ahora y no cargar con esto durante el fin de semana.

Runas Antiguas... Vaya, me perdí la primera clase. Se ve interesante. Por suerte no escribieron demasiado... ¿Pero cómo copio esto? Son todos dibujitos. A ver. Palito, círculo, espiral, triángulo con círculo adentro, palito y... ¿eso es una nariz?

Transformaciones. Hermione escribió que debo entregar la tarea la próxima clase. Tendré la mano torpe, pero no morí, así que sigo sin tener excusas para McGonagall. A la mitad del ensayo noto que la luz es casi nula y abandono la tarea imposible. Al poco tiempo entra Snape a la enfermería y Madam Pomfrey corre a él.

—No vengo a que me atiendan —dice él ante las preguntas insistentes de la enfermera. Debe recordar cuando él y yo tuvimos un accidente el mismo día, cuando casi me muero del susto de verlo en una camilla por la noche.

Ambos me miran y yo miro con disimulo a la izquierda, donde Draco debe estar saboreando el momento. Pero él está con cara aburrida y solamente hace un gesto a Snape para saludarlo.

—Señor Malfoy, ¿me hará el honor de asistir a clase la semana que viene? —pregunta él.

—Yo quería darle el alta hoy a la hora de la cena como a su prima, pero el señorito se queja tanto de su brazo que me hizo pasarlo a la semana que viene...

Snape ignora olímpicamente a Madam Pomfrey y mira a Draco.

—Sí, iré, profesor Snape —responde. Snape asiente y ahora me mira a mí.

—¿No terminaste aún?

Yo sonrío ampliamente para disculparme y de un manotazo junto todos los libros y hojas bajo mi brazo. Todavía mi mano no sanó por completo, y el manotazo duele, pero sonrío más y me trago el aullido de dolor que proferiría a solas. Salgo de la Enfermería luego de saludar a Madam Pomfrey y prometerle que le devolveré las pantuflas que me llevo puestas. Por suerte me dejó dormir con la túnica, ¿qué pasaría si ahora desfilara por el pasillo tras Snape, en pijama y pantuflas? ¡Y a la hora de la cena!

—¿Tienes comida en tu despacho?

Snape mantiene el silencio y sigue marchando al frente, pero creo haberlo visto asentir levemente.

Sentados cada uno a un lado del escritorio y con la puerta cerrada, ya libres de intrusos, Snape saca un frasco tapado con un corcho que contiene un líquido celeste. Azul. ¿Verde?

—Perdón, no sé si fui clara, yo quería comer...

—Tengo un sándwich en el armario —responde.

Creo que se me fue el hambre.

—No sé por qué no viniste directamente a verme cuando te pasó eso en la mano —dice él. Parece enojado. Pero él siempre parece enojado—. Pomfrey puede curar bien a la gente, pero esto se resuelve con otra cosa. Muéstrame la mano... Lo que pensaba. ¿Hierba venenosa?

—Creo que fue roble venenoso.

—¿No aprendiste nada en la clase de Herbología?

—No preguntas en serio.

Sé que doy vergüenza como hija de profesor, pero recién ahora me avisan que lo soy. No tuve tiempo de prepararme.

—Toma la poción y veremos cómo actúa.

Trago saliva un par de veces, lucho con el corcho un rato y por fin logro destapar el frasco. Lo llevo a mis labios y doy un sorbo.

—Es asqueroso —digo con un hilo de voz.

—Hasta el final.

Inhalo y termino la botella, y soy feliz de poder dejarla en la mesa y saber que ya pasó.

—¿Agua? —pregunto con la boca seca, más que si hubiera comido arena.

—Puedes hacerlo tú misma. Junta tus manos. Palmas hacia arriba, como un cuenco. Ahora piensa en una gota de agua, tu mente debe estar pensando solamente en eso. No cierres los ojos.

Me muerdo el labio y miro mis manos. La imagen de la gota de agua no duró ni un segundo en mi cabeza, de inmediato me fui nadando en un río de pensamientos. Vamos, vamos, otra vez la gota...

—La gota es lo único que importa —dice él.

Clavo los ojos en mis manos y me imagino una gota en ellas. Hago toda la fuerza del mundo para no pensar en nada más que la gota.

Gota gota gota gota gota gota gota gota gota gota gota gota gota...

Gracias, Fran.

—¡AHHHH!

—¿Qué pasa?

—¡Mira! La mano... ¿no está un poco mojada? Creo que lo logré.

Snape mira mi mano con atención y no dice nada.

—O no...  Quizás sea sudor —digo desanimada—. Sudo más rápido de lo que hago agua. Mire qué irónico, se me hace agua la boca de tan solo pensar en la comida del Gran Salón, donde todos menos yo están cenando, pero a la vez tengo la boca seca por la poción.

—Creo que hiciste un buen avance —dice para mi sorpresa—. Yo diría que es agua.

—¿De verdad?

Él asiente, abre la puerta del armario más oscuro de la sala y saca botellas y recipientes de vidrio de diferentes colores, y también frascos con plantas y hasta partes de animales.

—¿Cómo está tu mano? —dice sin sacar la cabeza del armario.

—Mejor. La mancha no está tan oscura como antes. Pero aún arde si la toco.

Después de sacar una docena más de frascos llenos de ingredientes para pociones perversas, Snape saca una caja negra digna de la corona de la reina, o de las cenizas de un difunto, y temo mirar adentro. Pero luego saca tres sándwiches y dos vasos y los llena de jugo de calabaza.

—Toma uno —me dice—, son frescos.

Estaban demasiado escondidos como para tener menos de una semana. Pero, en fin, si me enfermo le recalcaré que es su culpa.

—¿Puedo preguntar por qué tienes comida en el armario?

—No. Pero te lo contaré igual. Siempre tengo reservas por si no quiero ir al Gran Salón.

—Interesante. De veras que son frescos —admito.

—No esperabas que fueran rancios, ¿no?

—Claro que no...

—Todos los días renuevo la caja.

—¿Y que haces con lo que no comes?

—Un elfo lo recoge.

—¿Puedo hacer otra pregunta?

—Vives haciendo preguntas —suspira—. Adelante.

—¿Puedo usar tus ingredientes... algún día?

Algo parecido a una sonrisa aparece en su rostro.

—Sí, Leyla. Te dejaría elegir un frasco ahora, pero tengo que hacer una poción mañana por la mañana y todavía no sé todos los ingredientes. Es una poción que no hago desde que egresé de Hogwarts, imagínate... A pedido de Dumbledore. Por suerte no tendré que hacerlo más que una vez por mes.

¿Dumbledore? ¿Una vez al mes? Mmmmm... Espero que no sea en realidad una poción para mi querido Andrés.

—Y puedes visitarme cuando lo necesites, aparte de las clases de los viernes. Acerca de eso, me mentiste descaradamente la semana pasada.

Alzo una ceja.

—Las prácticas de Quidditch no empiezan hasta octubre.

—Ah, eso. Jiji...

Snape sacude la cabeza y mete todo de vuelta en la caja, y la guarda en el armario. Luego empieza a colocar los recipientes en su lugar, y poco a poco el escritorio vuelve a vaciarse.

—Doy esta clase por terminada. Ven también el viernes que viene. Cinco en punto.

—Bueno, pero solo porque tienes sándwiches.

—Los martes me traen de jamón. Si te gustan, puedes venir a pedírmelos. Te daría la llave, pero todavía andas demasiado con los dos Weasley como para arriesgarme.

—Haces bien —le digo, algo sonrojada al pensar en George.

Me acomodo las pantuflas en los pies, Snape abre la puerta y mira hacia ambos lados del pasillo.

—Camino libre —anuncia, y se queda en la puerta mientras me voy hacia la Torre de Gryffindor, probablemente para asegurarse de que no me tropiece con las pantuflas.




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¡Lo logré! Estuve varios días escribiendo el capítulo de a pedacitos, pero aquí está, creo que bastante entero. Espero que les haya gustado y que sepan acostumbrarse a la nueva manera de publicación: cuando el capítulo está listo. En mi perfil explico con más detalle cómo será y por qué.


Muchas gracias por leer.


BMW.


El artista invitado de hoy es Velázquez, que es el favorito de muchos de ustedes.

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