24: Personalidad
—Vaya, vaya. Me dijeron que eras novia de Diggory, pero hasta ahora no lo creía.
Así es como Draco me saluda cuando llego a donde está la clase. ¿A quién se le ocurrió ponernos dos clases con Slytherin el primer día? ¿Acaso dejaron que Filch opinara cuando armaban los horarios?
Pansy Parkinson se ríe de mí con la boca cerrada y se tapa la nariz de inmediato. Cualquiera sabe que los mocos no resisten quedarse dentro cuando uno se ríe así, pero jamás pensé que el karma sería tan inmediato.
—Gracias por unirte a nosotros, Leyla —dice Hagrid, y yo me pongo más roja de lo que estoy—. Ahora podemos empezar. ¡Todos marchando!
Harry y Ron me miran con curiosidad, y Hermione parece que me tiene bajo el microscopio. (Ella me mostró uno el otro día, son geniales, de verdad). Creo que hoy estaré sonrojada todo el día.
—Entre Fred y George y tú me están confundiendo —dice Ron—. ¿De verdad tienes una hora para pasear con prefectos?
Draco me clava el codo de costado y sonríe. Sin embargo, su sonrisita desaparece cuando nos acercamos al Bosque Prohibido. Me hace acordar al castigo en primer año, cuando se moría de miedo y tenía a Fang en su equipo. Aunque tengo que admitir que yo tampoco soy la más valiente, y menos sabiendo que allí dentro estuvo Voldemort. Y las arañas. Y los centauros. Neville me dijo que le contaron que también se oyen hombres lobo en las noches de luna llena.
—Se supone que los alumnos no deben entrar al Bosque Prohibido —dice él con enojo, dejando traslucir lo nervioso que está—. Mi padre se enterará de esto.
Pero mi primo tiene que tragarse sus palabras, porque simplemente caminamos por el límite del bosque hasta llegar a una parcela de tierra donde no hay absolutamente nada más que pasto.
—Muy bien, todos pueden quedarse aquí mientras traigo al tema de hoy. Abran sus libros.
—¿Abrirlos? —se ríe Draco—. ¿Cómo?
—Sí, ¿cómo lo hacemos? —pregunta Lavender. En sus manos tiene el Monstruoso Libro de los Monstruos firmemente atado con una cinta rosa. Draco ha atado el suyo con una cuerda verde y plateada. Otros le pusieron un cinturón o lo trajeron bien apretado en la mochila entre otros libros.
—¿Nadie ha podido...? —pregunta Hagrid con el ánimo por el suelo—. Es muy fácil... Solo hay que acariciarle el lomo.
—Ah, claro, cómo no se nos ocurrió —se burla Draco, y Crabbe y Goyle se ríen a su estilo de gorilas.
—Creí que sería divertido...
De milagro no me dejé la mochila en el Gran Salón, y creo que no se mojó en el baño. Saco el libro, tomo aire y con un dedo tembloroso acaricio el lomo. Lejos de morderme, el libro hace una especie de ronroneo y se abre en mis manos en la primera página.
—Es mejor gato que Crookshanks —le digo a Hermione.
Ron da un respingo y murmura algo sobre las mascotas en general.
—Hagrid, ¿cuánto dura el efecto de amansamiento? —le pregunto.
—Lo suficiente como para que encuentren a la criatura que necesitan y lean lo básico sobre ella.
Hermione abre los ojos como platos. Y la entiendo. ¿Cómo hará para meter su nariz en el libro para estudiar?
—Bueno, ahora que tienen el libro... solamente faltan... sí, las criaturas. Bien. Las iré a buscar. Quédense aquí. Ya vengo. No me tardo. Quéden... sí... es... ya vengo.
En cuanto se aleja, Draco resopla y tira el libro al suelo.
—Hogwarts está cada año peor. Esto es una vergüenza.
Crabbe, Goyle y Pansy asienten en completo acuerdo y juntos murmuran en contra de Hagrid.
—¡Miren! —chilla Pansy—. ¡Miren lo que trae el gigante! ¡Son Dementores!
Muchos damos un salto y volteamos a ver, pero en lugar de Dementores nos encontramos con unas enormes carcajadas. Solo se ríen de Harry y hacen gestos imitando a aquellos seres que te absorben la felicidad. Hagrid llega a los pocos segundos, trayendo consigo cuatro criaturas que parecen caballos.
—Creo que son hipogrifos —le digo a Hermione.
—¡Muy bien, Leyla! —dice Hagrid cuando acomoda a los hipogrifos en una fila frente a nosotros.
—Claro, como su papi trabaja en Criaturas Mágicas en el Ministerio, le avisa qué decir en clase —dice Pansy.
Si supieran dónde trabaja mi padre...
—Sí, son hipogrifos —dice Hagrid—. Pueden acercarse un poco más a verlos, pero tan sólo un poco...
Nadie ha dado un paso para acercarse. Los ojos rojos de los hipogrifos son peores que la mirada más cargada de odio de Snape hacia Harry. Debajo de los ojos tienen un pico amarillo y puntiagudo, y también tienen alas como un ave enorme. Las patas delanteras son garras, pero las traseras son patas de caballo, altas y fuertes. Simplemente es medio águila, medio caballo.
—Parecen de otro mundo —digo, maravillada. Neville, a mi lado, parece preferir que se queden en ese otro mundo. Muy lejos de aquí.
Hagrid nos enseña que siempre antes de acercarnos a los hipogrifos debemos hacer una reverencia y esperar a ser aceptados por ellos.
—Faltarle el respeto a un hipogrifo será lo último que hagan —dice Hagrid con seriedad.
Ahora temo que Draco comience a tener complejo de hipogrifo y pida que todos nos arrodillemos frente a él para ser aceptados. Eso sí sería el colmo.
—Los hipogrifos son seres muy leales una vez que entras en confianza con ellos...
¿Habrá sido muy tonto de mi parte haber invitado a Cedric a... lo que sea que tengamos esta tarde? No me atrevo a llamarlo cita, pero de todos modos es algo. Y no sé si se supone que las chicas hagan eso.
—...vuelan muy alto y a gran velocidad...
Pero no iba a sentarme a esperar a que él me invitara a algo, ¿o sí? A ese paso iba a tener cien años e iba a estar todavía aguardándolo.
—...este ejemplar es el más joven de todos...
Y tampoco es que estoy casada y no puedo andar saliendo con chicos / aceptando toallas cuando me explota el baño en la cara.
—Son muy orgullosos —dice Hagrid—, y ellos deben dar el primer paso. Siempre.
¿Los muchachos deben dar el primer paso?
—...o sería lo último que harían...
—Oh, no —digo, aturdida.
—¿Te sientes bien? —me pregunta Hermione—. ¿Estás escuchando lo que dice Hagrid?
—Sí, sí...
—¿Quién quiere ser el primero en acercarse?
Ahora hasta mis pensamientos se quedan en blanco. Todos guardamos silencio y Harry da un paso al frente.
—Muy bien —dice Hagrid, aliviado de que alguien participe—. Ahora tú te pones aquí, en frente de Buckbeak, y haces una reverencia.
—Cuidado, Harry —dice Hermione.
—Recuerda las hojas de té —dice Ron.
Los hipogrifos sacuden sus cabezas y da la impresión de que alguno de nosotros terminará con un picotazo en el ojo. Algunos van hacia atrás y adelante, y todos retrocedemos varios pasos; pero Harry se mantiene en su lugar.
—Inclínate más —le indica Hagrid—. No debes mirarlo, debe saber que tiene el control. Buckbeak es el más joven de todos y todavía no ha interactuado con humanos aparte de mí.
Draco pone los ojos en blanco al oír esto.
Le doy la mano fuertemente a Hermione y cierro los ojos cuando Harry termina de hacer la reverencia. Espero oír un zarpazo o un chillido del hipogrifo, pero el silencio crece y la espera mata. Abro un ojo y veo a Harry, aún en pie, y Hagrid sonriendo. Buckbeak ha hecho su reverencia y ahora está relajado.
—¡Muy bien, Harry! Acércate despacio. Puedes acariciarle el pico.
Harry sonríe con incomodidad y extiende una mano temblorosa.
—No lleves la mano desde arriba, haz como que le ofreces comida, para que no crea que lo quieres dominar.
Harry lo acaricia y el hipogrifo cierra un poco los ojos y sacude la cabeza.
—¡Vamos muy bien! —celebra Hagrid—. ¿Alguien más quiere intentarlo? ¿Leyla?
—Ah... em... yo...
—Me encanta que participen así. Mira, Stormswift parece bastante tranquilo.
Trago saliva y doy un paso hacia adelante. Si me animé a invitar a Cedric, puedo hacer esto. Pero debería haber escuchado la explicación entera de Hagrid...
—Muy bien, ahora míralo a los ojos.
Mi papá (esta vez me refiero a Joseph Blair) una vez tuvo un muy feo encuentro con un hipogrifo que ni siquiera él, siendo experto, podía controlarlo con facilidad. Mi memoria nunca falla en momentos como estos.
—Stormwsift, tranquilo, tranquilo —dice Hagrid—. ¿Tienes miedo? —me pregunta a mí.
—No...
Pero el hipogrifo puede sentir que tiemblo. Mirándolo a los ojos, hago una reverencia y luego bajo la vista. Casi de inmediato, Stormswift hace su reverencia y me puedo acercar a él. Parece que no se me da tan mal, después de todo.
—Buen chico —le digo cuando acaricio su pico.
—Cualquiera puede hacer eso —dice Pansy.
—Lo están haciendo muy bien —nos felicita Hagrid, y espero que no la haya oído a la Parkinson—. Creo que ambos podrían montarlos.
—¿Podemos qué?
Draco se ríe.
—Harry, súbete por el costado y aférrate de aquí. Leyla, súbete a Stormswift. No le arranques ni una pluma, o puede enojarse.
Hagrid me ayuda a subir y se siente bastante parecido a montar un caballo. ¿Pero de dónde me aferro sin desplumarlo? Parece hecho para un carnaval, no para montar.
—¡Excelente! —dice Hagrid—. Ahora, ¡anden!
Le da un golpe en las patas a cada hipogrifo y ambos galopan un par de metros hacia delante. Tienen el terreno libre, pues toda la clase se ha corrido de inmediato para dejarnos lugar. Me inclino hacia delante y me abrazo al cuerpo del hipogrifo agradeciendo que las túnicas no tengan cierres que se enganchen en las plumas. Mi cabeza rebota con cada paso de sus patas hasta que extiende las alas y subimos en el aire. Estoy volando.
Mi cabello se me mete en la cara muchas veces, pero solamente sacudo la cabeza y no me atrevo a soltar los brazos para despejar la vista. Vamos muy rápido, mucho más rápido que la velocidad de una escoba. Y estamos tan alto... El Lago Negro parece una mancha desde aquí arriba. Stormswift va derecho hacia el castillo y temo que nos estrellemos contra él si dejamos que mi suerte nos guíe.
—Abajo, abajo... —le digo, pero jamás sirvió hablarle a una criatura, y menos a una que vuela a esta velocidad. Pensando que Stormswift es parte de mí, cierro los ojos y me inclino hacia la izquierda. Por unos instantes temo caer del hipogrifo y estrellarme contra el suelo, pero de a poco Stormswift responde y gira también. Me enderezo y me inclino hacia el otro lado. Él obedece nuevamente. Con una sonrisa que no me cabe en la cara, palmeo a Stormswift en el costado y alzo un brazo al cielo. Sé que no caeré. Nos hemos entendido.
—¡Vuelas bien! —grita Harry unos metros más atrás, subido a Buckbeak.
—¡Tú también! —le contesto.
Con Stormswift volamos alrededor de la torre de Ravenclaw y bajamos en pendiente hasta las partes más bajas del castillo. Estamos a casi dos metros del suelo, pero Stormswift vuela en línea recta y sin querer cambiarme el rumbo.
Cuando terminamos de dar la vuelta a otra torre, veo que Hagrid nos hace señas y que Harry ya está regresando sobre Buckbeak. Atravesamos los aires y le indico a Stormswift que baje apretando con los pies e inclinándome hacia abajo. Pronto aterrizamos y los de Gryffindor aplauden con felicidad.
—¡Estupendos! ¡Fueron brillantes!
Estoy roja, esta vez de felicidad. Siento que nadie me podrá borrar esta sonrisa de la cara. Cuando bajo de Stormswift, lo miro un segundo para asegurarme de que me reconozca y le acaricio la cabeza. Si fuera un gato, él ya estaría ronroneando.
—Stormswift nunca voló con alumnos —dice Hagrid—. Eres oficialmente la primera estudiante que lo lleva de paseo.
Lavender viene con los ojos desorbitados a saludar al hipogrifo, pero Hagrid la detiene.
—No puedes acercarte sin seguir los pasos. Por favor, todos hagan como les indiqué a Harry y a Leyla y podrán conocer a los hipogrifos... Divídanse en grupos, hay cuatro hipogrifos, no se amontonen...
Hermione viene hacia Stormswift, con Neville, Blaise Zabini (un chico de Slytherin) y Pansy.
—Apestas —me dice Pansy.
Yo le doy la espalda y Hermione me abraza.
—Estuviste genial —dice ella.
—Ahora te toca a ti.
Mientras ella se saca la mochila para comenzar a acercarse, veo que en el grupo de Buckbeak está Draco con muy mal humor.
—Eso no me gusta —dice Hermione, viéndolo también.
Draco da un paso hacia Buckbeak y se mantiene erguido y altanero como siempre.
—¿Qué hace? —pregunto con horror—. Ay, no...
—Draco es demasiado importante como para mostrarse vulnerable ante una bestia estúpida —dice Pansy con orgullo.
—La estúpida aquí no es Buckbeak —murmuro.
Buckbeak, sorprendentemente, se ha inclinado y Draco ahora le toca la cabeza con poco interés.
—Ya me parecía que tenía que ser muy fácil —dice él—. Si Potter lo pudo hacer a la primera... Ni siquiera debes ser tan peligroso como dicen, ¿o no, ave asquerosa?
Lo dijo.
Buckbeak sacude las patas de atrás y levanta la cabeza. El pico está a la altura de la frente de Draco. Se para en las patas traseras y, en un abrir y cerrar de ojos, un zarpazo vuela y Draco cae hacia atrás sin poder levantarse. Buckbeak se mueve por el prado, hacia atrás y hacia delante, sacudiendo las alas y chillando. Hagrid corre a atarlo y luego se inclina sobre Draco. Todo el mundo se reúne alrededor.
—¡Sangre! —chilla Pansy—. ¡Se ha llenado de sangre!
—¡Lo ha matado! —dice Lavender.
—No, no —dice Hagrid—. Vamos, muchacho, arriba, arriba...
—Profesor,¿no entiende que no es un animal? —le dice Lavender con lágrimas en los ojos.
—¡Lo trata como si fuera un perro! —dice Pansy.
—Draco... —murmuro yo.
—Me muero... —dice Draco—. Ayuda... Maten a ese animal... Me ha matado...
—No te ha matado —dice Hagrid conteniendo la furia—. Vamos, que alguien me ayude a sacarlo de aquí.
Aunque no sé si estoy triste o furiosa, lo levanto por las piernas mientras Crabbe y Goyle lo asen por los hombros con poco cuidado, característico de los gorilas. Hagrid lo carga sobre su hombro y el brazo de Draco queda colgando. Se ve claramente el gran tajo y la sangre que emana de él.
—La clase se suspende —dice Hagrid—. Entren todos al castillo.
Él marcha adelante de todo y el brazo de Draco rebota con cada paso.
—Deberían despedirlo inmediatamente —dice Pansy, aún llorando.
—La culpa fue de Malfoy —dice Dean, pero Crabbe y Goyle lo fulminan con la mirada de simio.
—Y yo que me preocupé por él —digo—. Es un maldito.
—¡No hables así de él! —chilla Pansy. Blaise Zabini y los dos gorilas la acompañan al castillo, y de a poco todos comienzan a marchar en la misma dirección.
—¿No vienes? —pregunta Ron.
—No voy a dejar a los hipogrifos sueltos.
—¿Los piensas atar tú sola? —dice Hermione con horror.
—Pase lo que pase, mi primo encontrará la manera de culparlos. Pronto vendrá alguien a controlar esta zona. Es mejor que encuentren hipogrifos atados y no que estén sueltos. O no estén.
Camino hasta Stormswift, que pisa fuerte en mi dirección. Me quedo helada en el lugar y hago la reverencia.
—¡Cuidado! —dice Hermione.
El hipogrifo cede de inmediato y también se inclina. Doy un paso hacia delante y él baja la cabeza.
—Sabía que estarías bien —le digo, acariciándole el pico. Luego tomo una de las sogas del suelo y lo ato a la cerca que rodea el pastizal—. ¿Crees que puedes con Buckbeak? —le pregunto a Harry, y él asiente.
—Las hojas de té, recuerda —le dice Ron nuevamente. Todos estamos mudos mientras Harry consigue el permiso para acercarse a Buckbeak, que no está muy tranquilo. Pero al final cede y Harry lo ata. A los diez minutos, los cuatro hipogrifos están atados y los saludamos con la mano por última vez al cerrar la cerca.
Me dan ganas de que mi primo se vaya al lugar más recóndito del infierno, pero cuando veo la mancha de sangre sobre el pasto, ya no sé qué pensar.
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Muchas gracias por la paciencia. Espero que les haya gustado. :)
Ya saben: si todo va bien, actualizo el viernes. Si no lo hago, no desesperen, ya vendrá el capítulo.
¡Les deseo un buen comienzo de semana!
Saludos,
BMW.
(El viernes es 24. Cumple Leyla. Ojalá sí tenga capítulo para ese día.)
Hoy les traigo un cuadro de Max Liebermann. ¡Imagínense a Leyla tirando así de los hipogrifos! Parecen perros que no quieren salir a pasear.
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