23: El prefecto perfecto, a su servicio
Aquí todavía no es viernes, pero como je vous aime so much, lo subo de todas formas.
Espero que les guste. ¡No olviden dejar sus comentarios!
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Capítulo 23
El prefecto perfecto, a su servicio
Me quedo con Neville a ordenar y veo que, en efecto, tira la segunda silla que mueve. De inmediato se deja caer al suelo y queda sentado con la cabeza baja.
—Soy un desastre...
—Y ella es buena adivina —digo—. Pero no creas que eres tan malo, todos tenemos días así. Solo mira cuántas predicciones me hizo a mí... Yo creo que solamente estás preocupado por lo que dijo de tu abuela.
—No lo sé. Leyla, a veces me siento tan perdido... Aunque quizás tengas razón.
—Yo siempre tengo razón.
Neville sonríe un poco pero se pone rojo de inmediato.
—Harry, no vi que te quedaste.
—Vine a ayudarte —dice Harry, pálido, y mueve un centímetro la silla.
Todos nos quedamos en silencio y se oye cómo se consume la leña en el hogar.
—Creo que nos hace mal el aire de aquí —les digo, acomodando los sillones que faltan—. Vámonos antes de que vuelva la profesora... que de todos modos ya sabe que nos iremos.
Harry se separa de nosotros diciendo que irá al baño. Supongo que quiere un momento a solas para poder tragarse las noticias de Trelawney. Mientras, Neville y yo nos apresuramos para no llegar tarde a Transformaciones. Lo único que necesitamos es a McGonagall enojada.
—¿Crees que McGonagall me dará la contraseña de la torre? —le pregunto a Neville—. Me matará por no saberla, pero creo que le temo más a la furia de Hermione.
—Creo que es Fortuna Major, pero no quisiera que te quedaras fuera de la Torre porque yo te lo dije mal. Lo tengo anotado en un cuaderno, porque yo mismo me cansé de pasar las noches afuera. Pero este año no se me escapará ninguna.
—Al menos tú encuentras soluciones a tus problemas. Yo a veces siento que voy rebotando de una pared a otra sin dirección...
Hermione nos saluda desde la puerta del aula de Transformaciones, aunque más que un saludo, parece un gesto para apresurarnos.
—¿Y Harry? —pregunta una vez que me siento a su lado.
—Aquí estoy —contesta él, dejándose caer entre Ron y Neville y sin sacar la vista de su cuaderno en blanco.
—La de Adivinación fue una de las peores clases que tuve en mi vida —anuncia Hermione—, si no fue la peor de todas. ¡Qué pérdida del tiempo! Aritmancia es tanto mejor, nada de tazas de té, sino verdadero conocimiento comprobable...
—Creo que estás fantaseando, no puedes haber tenido Aritmancia. Estamos en la segunda clase.
—Oh, claro... De todos modos, uno ya lo ve en los libros... que es mucho mejor que Adivinación.
Cuando McGonagall entra, todos guardamos silencio mientras acomoda sus cosas sobre el escritorio. Nos mira con sospecha a través de sus anteojos antes de comenzar a hablar, y nadie emite un sonido durante su explicación de los animagos. Es una de las pocas veces que conozco de antemano el tema que dan en clase (los animagos), así que no debo estar pendiente de cada palabra. Los animagos son personas que pueden convertirse en animales a voluntad; nada de hechizos temporarios, sino un cambio radical de apariencia. Hermione toma algunas notas, pero no se oye nada más aparte del rasgar de su pluma contra el pergamino.
¿A qué se refiere Trelawney con la silla y la familia que se agranda? ¿A que aparecerá mi hermano perdido? ¿Mi madre tendrá otro hijo más? ¿Snape tiene un hermano gemelo? Ya no se me ocurre qué. Ojalá no sea nada y se haya equivocado, pero van demasiadas predicciones posibles, y lo de Neville, aunque puede haber sido mezcla de pura casualidad y torpeza, es un ejemplo importante de cómo pueden realizarse sus predicciones. Pero yo ya estoy harta de que mi familia parezca un elástico que se mueve de aquí para allá, que se agranda y se achica y se acomoda sin cesar. Suficiente tengo con compartir apellido con Sirius Black.
Salto en mi asiento al oír un bang, a la vez que la profesora se transforma en un gato atigrado con unas marcas alrededor de los ojos que representan muy bien sus anteojos. Con otro sonido igual, vuelve a su forma humana y a su rostro severo.
—Realmente me preocupan, muchachos. No es por vanidad, jamás me sucedió que nadie aplaudiera al ver mi transformación por primera vez.
—No es eso, profesora —dice Hermione, que estaba mirando el horario—, simplemente no estamos del mejor humor. Verá, acabamos de tener nuestra primera clase de Adivinación y...
—Ah, no tienes que decir más, Hermione —dice McGonagall—. Ahora entiendo que estén así. Díganme, ¿quién morirá este año?
Todos en el curso nos miramos y Harry levanta la mano desanimado.
—Sybill Trelawney tiene la tradición de anunciar la muerte de uno de sus alumnos nuevos cada año. Esta vez te ha tocado a ti, Potter, pero yo no creería en ello. Hasta ahora, ninguna de las predicciones se ha cumplido. La Adivinación se conoce como una de las ramas más inexactas e improbables de la magia. —Hermione asiente al oír esto—. Así que me disculparás, Potter, que te envíe tarea de todos modos, ya que te veo en muy buen estado de salud. Y, si mueres esta tarde, no tendrás que entregarla. ¿Hecho?
Harry sonríe aliviado y el ambiente de la clase mejora de inmediato. La profesora repite su demostración y esta vez todos aplaudimos con furor.
—Gracias —dice—, pero no se entusiasmen. Les daré tarea de todos modos.
Hasta el final de la clase leemos la sección de animagos en Transformación: Nivel Intermedio para contestar las preguntas sobre la forma de registración de animagos en el Ministerio (aunque es más honesto decir que Hermione lee mientras yo miro mi libro como si fuera el Monstruoso libro de los monstruos y me fuera a comer), y luego suena la campana que anuncia el almuerzo.
—¡Al fin! —digo al cerrar el libro de un golpe—. Estuve aguardando este momento todo el día.
Mientras comemos en nuestro rincón de siempre en la mesa de Gryffindor, buscamos a Hagrid entre los profesores para asegurarle que la clase saldrá bien, ya que tenemos directamente después del almuerzo, pero no lo vemos por ningún lado.
—Debe estar preparando todo —dice Harry—. Lo vi a la mañana y estaba muy entusiasmado.
—Me da miedo lo que pueda hacer —dice Ron—. ¿Mira si pone un dragón para que lo domemos?
—Entonces ninguno de nosotros deberá entregar su tarea mañana —digo.
—Sí, yo también estoy preocupada... —comenta Hermione—. No siempre estoy segura de que Hagrid sepa sobre las regulaciones de criaturas. Y además, lo que él llama interesante se parece mucho a lo que el sentido común llama peligroso.
Antes de la clase voy al baño, y Hermione y Ginny me acompañan en la primera mitad del trayecto hasta que la mochila de Hermione se abre y tres de los libros caen con estrépito al suelo.
—Hace años que presentía que esto iba a ocurrir —le digo—. Pronto me contratarán para reemplazar a Trelawney.
Ginny se ríe y se arrodilla para juntar las cosas.
—Tú sigue, nos vemos en la clase —me dice Hermione.
En el baño me miro el cabello, que está ahora completamente negro de la raíz hasta la punta, y me da alivio saber que ya ha pasado por este mes. Me daría demasiada vergüenza tener que hablar con Snape sobre esto para que me diera pociones, pero aun así, de alguna manera debo conseguir provisiones para mis días rojos. Pedirle a tía Cissy es muy arriesgado, puede ser que me envíe eso con una carta de felicitaciones tan llamativa como un vociferador, y que el paquete sea tan grande que sea imposible de disimular. A mi madre no puedo pedirle. Snape queda descartado. Mmm...
En fin, si me vuelve a ocurrir lo del cabello y no quiero que se note, me pondré un sombrero en la cabeza y que sea lo que Merlín quiera. No meteré a Snape en mi vida femenina. Las provisiones se las pediré a Trelawney si hace falta.
Suspiro al mirarme nuevamente al espejo. La túnica me queda como una bolsa de papas ahora que me ha crecido el pecho, que hace que todo quede más lejos de mi cuerpo. Por un lado, no está mal: no tendré que estar verificando si me veo muy gorda. Por otro lado, es horrible: parezco de verdad una bolsa de papas. Con pocas papas adentro. Mal distribuidas. Y probablemente de mala calidad. Y podridas...
Ya basta.
Abro la canilla para lavarme la cara, pero antes de poder inclinarme y meter las manos bajo el agua, el chorro dobla hacia arriba y va directo hacia mi cara. Obviamente grito como una loca hasta que pongo mis manos frente a mi cara y el agua se detiene en el aire.
—¿Qué...?
Repito esto un par de veces hasta que entiendo el truco. Sé que no se trata de una pileta embrujada de Hogwarts, sino de mis dedos y las sondas endocruculas... ondas endiráculas... lo que sea que haya dicho Snape. Puedo dejar el agua a la altura que me parezca y lavarme el rostro sin seguir mojando todo alrededor. Cuando salgo del baño, mojada en gran parte por mi primer accidente, tengo el inmenso honor de encontrar al prefecto Cedric Diggory.
—Te juro que no estaba haciendo lío —le digo con una risa—. Siempre me encuentras en momentos incómodos.
Él también sonríe.
—Creo que necesitas secarte un poco. Ven.
¿Qué piensa hacer? ¿Dejar que me sonroje y se evapore el agua? Ahora que lo pienso, podría intentar algo con el viento para secarme, pero dudo que salga bien. Ya me imagino que se me levantará la túnica y todos apreciarán mi ropa interior.
—No pasa nada si llegas un poco tarde a tu clase —dice él cuando suena la campana—. Te acompañaré y te excusaré frente al profesor.
Llegar en brazos de Cedric a la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas... con el viento ondeando mi cabello (¡seco!) y el pasto mullido bajo sus pies... y todos admirando su fuerza porque puede levantar a la bolsa de papas.
Creo que te pasaste esta vez, dice Francesca.
¿Dices que me pasé de peso? Pues no hacía falta que lo dijeras.
Francesca a veces me pone furiosa.
Te pasaste en tus fantasías, dice ella.
Es verdad. Hay que agregarle un toque de realismo. Lo tengo: la escena anterior tal cual la describí, pero con un viento tan salvaje que, de nuevo, mi túnica se infla como un paracaídas muggle y toda la clase aplaude mi llegada en ropa interior.
Si sigo así, creo que Francesca se matará uno de estos días.
En el cuarto piso, Cedric se detiene frente a una puerta y me indica que espere. Trato de no pensar más de tres estupideces mientras espero. Cuando sale, trae una toalla amarilla con el emblema de Hufflepuff bordado.
—¿Qué lugar es ese?
—El baño de prefectos —dice.
—Mira qué bien, ustedes tienen un baño especial con toallas de cada casa, mientras que los baños comunes con suerte tienen grifos que funcionen. ¿Y ahora estás fuera de clase y no pasa nada?
—No exactamente. Tengo Herbología.
—Oh, lo lamento... Ve ya a la clase, no te metas en problemas por mí. ¡No es justo que te haga llegar tarde y ni siquiera lo sepa!
Le devuelvo la toalla luego de secarme, y él la guarda en el baño. Cuando sale sigue con la sonrisa en el rostro.
—Generalmente no llego tarde a clase, pero hoy me siento diferente. ¿Qué materia dices que tenías?
—Cuidado de Criaturas Mágicas.
En el camino (sí, ambos caminamos, nada de cargarme en sus brazos) hablamos sobre las materias optativas. Cedric también cursa Adivinación desde Tercero, y dice que es una de las peores materias que jamás tuvo. Eso me alivia un poco.
—¿Y alguna vez te hizo predicciones extrañas? —le pregunto.
—Justo antes de comer tuve la primera clase con la profesora Trelawney. En años anteriores me dijo que veía un líder en mí, cuando leímos las tazas en Tercero. Y ahora soy capitán del equipo de Hufflepuff, así que creo que no estaba tan equivocada.
—Al parecer no... ¿Pero no te pronosticó algo... no sé, peligroso?
—El Quidditch puede ser bastante peligroso.
—Sí, pero a mí me leyó cosas horribles en la taza de té. Entre ellas, un hongo. Imagínate lo que quieras con eso.
Cedric se ríe y empuja las puertas de roble del castillo. Bajamos las escaleras y el sol nos ilumina.
—Si me quedó mojada la túnica, no tardará en secarse —le digo—. Mira, ahí están los de mi curso, al lado de la cabaña de Hagrid. Al parecer están pasando lista...
—Mejor nos apresuramos.
A mitad de camino, Cedric deja de caminar y yo freno con él.
—¿No dijiste que nos apresuráramos?
—Un segundo. ¡Profesor Hagrid! —llama—. ¡Profesor! ¡Profesor Hagrid!
—¡Hagrid! —grito yo también, sabiendo que las voces agudas se oyen mejor que las graves. Y que Hagrid no está acostumbrado a que lo llamen "profesor"—. ¡Hagrid!
Hagrid ahora levanta la cabeza y mira hacia nosotros con sus binoculares. Luego saluda con su manota y levanta el pulgar, indicando que nos vio.
—Nos vemos luego —le digo—, y espero que sea en una situación normal.
—Yo también.
—¿Tienes tiempo hoy por la tarde? —Cedric asiente—. Nos podemos ver en el Gran Salón después de clase.
Cedric me mira a los ojos un segundo y temo que me diga que no.
—Muy bien —sonríe—. Nos vemos a las cinco.
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¡Espero que les haya gustado! Muchísimas gracias a todos por las sugerencias para el título. Me he inspirado en fucking_kidding para nombrarlo. También muchas gracias a SombraMusical por amenazarme a muerte si no elegía ese título jajajaja. (Lo hizo muy sutilmente, no se asusten).
BMW.
PD: Les traigo a Hogwarts a la Van Gogh
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