2: Familia


Le escribí a Hermione y le conté como pude sobre lo insegura que me siento, y ella dice que es probable que todo se deba a que estoy mucho tiempo cerca de George. Me recomienda que trate de relajarme y de pensar en él como un hermano más de todos los Weasley. Ah, si tan solo fuera así de fácil...

Mientras jugamos al Quidditch no me resulta tan difícil dejar de pensar en él como GEORGE WEASLEY y que pase a ser meramente uno más de mis queridos pelirrojos, aunque no es tan meritorio que logre esto, ya que no puedo pensar ni en él, ni en nada, ni nadie, mientras estoy sobre la escoba persiguiendo la Quaffle. Si tan solo supiera cuál es la Quaffle en mi vida, quizás así me sería más fácil centrarme y dejar de perder el tiempo en fantasías y problemas de imagen. O quizás el verdadero problema es que cada vez que veo una Quaffle me dirijo hacia ella y olvido a la Snitch.

Como sea, además de la respuesta de Hermione, llegaron cartas de felicitaciones por mi cumpleaños. Hermione adosó a su carta una tarjeta muy bonita, comprada en Londres, y además un paquete de dulces. Me conoce. Ojalá pudiera comerlos sin sentir culpa. La segunda tarjeta es de Cedric, simplemente me desea un feliz cumpleaños. Desde que abrí la carta me quedé pensando en él, porque ¿quién necesita paz cuando puede preocuparse no solo por uno, sino por dos chicos a la vez? Chócalas, Leyla. Chócalas con Francesca.

De todas formas, mis preocupaciones pronto parecerán pequeñas e insignificantes cuando al fin abra la tercera tarjeta. Cuando llegó, primero pensé que sería de tía Bella, pero hace mucho que no me escribe y es posible que pase bastante tiempo hasta poder retomar el contacto con ella. Esto me inquieta un poco, ya que estaría confirmando mis sospechas de que está metida en un gran embrollo desde hace mucho tiempo, y no es algo que necesite agregar a mi cabeza. No necesito que las ramas de mi árbol familiar estén más enroscadas y frondosas de lo normal.

La realidad es que la tercera carta es de Snape. ¿O debería llamarlo papá? ¿Padre? Incluso con solo leer la firma, con su letra pequeña y apretada, me dan dolores de cabeza. Luego de tomar un buen vaso de agua fría me siento en la cama y leo el temido contenido de la tarjeta:

Feliz cumpleaños, Leyla, que la pases muy bien. No tardes en avisar al colegio si sucede algo. Cuídate y sigue mi consejo.

Y, a lo último, el comprimido garabato que tiene de firma. No estuvo tan mal. Pensé que esta carta sería un sufrimiento mayor para ambos, pero la escribió con tanta ligereza que no hay manera de que sea difícil de digerir. Va directo al grano.

"¿Ahora también te preocupas por los granos?"

Si tan solo Francesca dejara de darme ideas...

A la noche Ginny es muy silenciosa, y me da la impresión de estar sola (algo que nunca me pasa, ni siquiera cuando estoy realmente sola, porque Francesca insiste en susurrar cosas sin sentido; pero al parecer se tomó unas breves vacaciones). Este silencio absoluto deja rienda suelta a mis sueños, en los que aparecen y desaparecen, más cerca y luego más lejos y como revueltas por un remolino, diferentes escenas en Hogwarts, o, más bien, siempre la misma: yo, parada ante Cedric y George, frente a las cocinas y la sala común de Hufflepuff. El sueño luego se transforma en los tentáculos del calamar gigante, que me toman por el cuello y quieren llevarme hasta el fondo del Lago Negro, y cuando siento que estoy al borde de ahogarme veo el rostro de Snape.

Despierto de golpe con un grito atascado en mi garganta, pero no sé cuánto habré chillado en sueños. No me sorprendería si El Profeta publicara mañana un artículo diciendo que La Madriguera compite con la Cabaña de los Gritos de Hogsmeade.

—¿Leyla? —Ginny se asoma y me mira con sus ojos marrones preocupados—. ¿Te falta el aire?

Se extiende sobre mi cama y abre la ventana mientras me siento y acomodo la almohada para estar sentada. Estoy empapada en sudor y debo oler terrible, mi pelo brilla y está pegajoso.

El aire que entra por la ventana no es mucho, pero con un poco de concentración consigo que una brisa fresca se escabulla dentro de la habitación y me despeje los pensamientos. Afuera está amaneciendo, y una vez que veo la luz del sol siento que no puedo volver a la oscuridad detrás de mis párpados, donde el calamar gigante y el lago me esperan.

Durante el día, la cegadora luz del sol y la infinita energía de los gemelos me mantiene lejos de mi cabeza, pero cada noche vuelvo a pensar en mi padre... En ambos, en realidad, el verdadero y el que me mintió todo este tiempo. Ambos me ocultaron la verdad. Y mi madre... Me da horror pensar en ella. No sé a qué atenerme.

Debo admitir que existe la pequeña posibilidad de que Snape no supiera de mi existencia hasta ver mi nombre aquel día al pasar lista, cuando me llamó Lily y me vio sentada en el aula... También puede ser que mi padre (Joseph Blair, quiero decir) realmente crea ser mi padre biológico. Pero mi madre debió saberlo desde el principio y jamás me dijo nada. Si tanto me evadía, ¿le resultaba entonces tan difícil mandarme a vivir con mi verdadero padre? Hubiera sido un gran alivio para ella, y prácticamente lo mismo para mí. Al menos hubiera podido tener un poco más de libertad y ninguna hermana con la que competir o de la que huir.

Un escalofrío recorre mi espalda. ¿De verdad estoy considerando vivir con Snape? Solamente puedo pensar en una casa oscura y llena de pociones, y sin ningún shampoo.

—¿Quieres agua? —La voz de Ginny me vuelve a la realidad.

—No, no, estoy bien. Creo que fue una pesadilla, pero ya la estoy olvidando.

Cierro los ojos y la imagen del sueño vuelve a aparecer tras mis párpados.

—Qué bien. Yo tengo pesadillas bastante a menudo y tardo mucho en quitarlas de mi mente.

—¿Ah, sí?

Ginny asiente.

—¿Por muchos días?

—Semanas. —Se sienta en la cama y sube las piernas para aferrarse a ellas—. Desde lo que sucedió el año pasado... ya sabes...

Entonces Ginny sí sigue perturbada por la Cámara Secreta. (¡Y cómo no!) Pobrecita. Es verdad que ella no presenció la salida de Riddle del diario o su muerte, ni vio el ataque del basilisco, ni fue petrificada como yo, y tampoco tuvo que luchar como Harry; pero sí estuvo todo el año volcando su alma en aquel diario, al principio, y luego tratando de deshacerse de él. Debió haber sido agotador, y todo eso en su primer año de Hogwarts... Parece que, últimamente, nadie la tiene fácil en Primero. O Segundo. Y esperemos que la tradición no nos siga hasta Tercero, porque ahí estaré perdida.

—La pesadilla apenas cambia, sueño siempre lo mismo —sigue ella—. Pero no ayuda nada que ya sepa lo que pasará; sigo despertando con los dientes apretados, alguna vez me arranqué un mechón de cabello inconscientemente, y una vez despierta me toma un tiempo acordarme que fue un sueño y que no estoy allí abajo otra vez.

En la habitación reina un largo y profundo silencio. Ginny y yo nos miramos a los ojos, ambas con la vista borrosa, ambas recordando nuestros sueños. De repente damos un salto en el colchón cuando oímos un grito proveniente del piso de abajo, un grito agudo que se repite varias veces.

Alguien golpea la puerta casi de inmediato. Ginny y yo, a las corridas, nos echamos encima nuestras respectivas batas y abrimos la puerta. Ron está en el umbral, despeinado y con una musculosa de los Chudley Cannons con un elegante Charlie bordado en amarillo.

—¿Por qué gritaban? —pregunta bastante alarmado.

—No fuimos nosotras, vino de abajo —le digo—. Creo... creo que fue tu mamá, Ron.

Hay pasos en la escalera y aparecen los gemelos.

—¿Dices que fue mamá? —pregunta George—. Entonces no hay que perder tiempo.

—¿Crees que hayan sido ladrones? —pregunta Ginny.

—Espero que no —digo con el corazón exaltado por demasiados motivos—. Qué horror...

—¡Vamos! —dice Fred, y todos bajamos tras él.

Antes de entrar a la cocina le doy la mano a Ginny. Ambas temblamos. Una vez adentro, vemos a Percy, parado con los brazos cruzados y aún en su pijama, leyendo el periódico que está sobre la mesa. A lado de la ventana están el señor y la señora Weasley con dos grandes sonrisas.

—¿Qué pasó? —pregunta Ron, pero no obtiene respuesta: los señores Weasley están demasiado emocionados y se dan un abrazo, incapaces de hablar.

—Creímos que había explotado el caldero —dice Fred—. ¿Por qué sonríen y no nos responden?

—¿Tú gritaste, mamá? —pregunta George.

Percy nos mira dándose importancia y dice:

—A papá le dieron el premio del Ministerio. Yo ya lo sabía de antes, por supuesto.

—No bromees —ríe George y mira a sus padres—, ¿en serio?

—¿El premio de los Galleons? —pregunta Fred, y el señor Weasley asiente sin abandonar su gran sonrisa—. Hermano, ¡somos ricos! ¡Somos ricos!

—¡Ricos al fin!

—Esto es increíble... —murmura Ron con ojos soñadores.

Ginny da pequeños saltos en el lugar sin querer llamar mucho la atención.

—Vaya, felicidades —digo yo.

—Gracias, tesoro —es lo primero que dice la señora Weasley—. Arthur trabajó muy duro siempre, y es bueno que por fin aprecien lo que hace.

—Oh, Molly... —dice su marido, tornándose rojo.

Fred y George murmuran por lo bajo, aunque algunas palabras las pronuncian demasiado fuerte por la emoción. Su madre no se pierde una.

—¡Ah, no, nada de gastarse todo nuestro dinero en esas porquerías!

—Mamá, son espectaculares...

—Siempre quisimos tener los del catálogo de oro —dice George.

—Los chascos son un despilfarro de dinero —dice la señora Weasley. Los gemelos refunfuñan.

—Entonces, escobas nuevas —dice Fred.

—Muchachos, muchachos —dice el señor Weasley—, podrán comprarse algunos chascos y también veremos si podemos renovar sus escobas. No se preocupen por eso.

—Eres genial, papá.

—Y trataremos de comprarte una lechuza, Ron —agrega el señor Weasley.

—Sí, Scabbers ya está un poco viejo —admite él de manera sutil, teniendo en cuenta que siempre se anda quejando de la rata—. Gracias, papá.

—Pero centraremos el gasto en un viaje a Egipto para visitar a Bill.

Todos los hermanos, desde Percy hasta Ginny, abren la boca y los ojos.

—Su padre y yo pensamos que es la mejor decisión —dice la señora Weasley—, y por fin podremos ver a su hermano otra vez. El pequeño Bill... —Me mira y su sonrisa se tuerce—. Oh, Leyla, lo lamento, pero debes entender que no tenemos medios para pagar un viaje para tantas personas...

—Por supuesto, entiendo que es un viaje en familia —digo—, jamás se me ocurriría meterme. Hablen de ello sin problemas.

—Gracias, cariño, pero lo que quería decir es... Mira, tendremos que hacer el viaje en estas vacaciones, así que deberás volver con tu familia pronto. Lo siento, sé que la pasas muy bien con nosotros, pero no podemos tomar semejante responsabilidad...

—No, está bien... Lo entiendo, señora Weasley.

George me mira y trata de sonreír para animarme.

—¿Y cuándo partimos? —pregunta Ron.

—El lunes por la mañana —dice el señor Weasley—. Ya había hablé con Fudge y con los empleados que administran los viajes de larga distancia.

—Así que tienen un par de días para hacer sus maletas y estaremos listos para partir —dice la señora Weasley—. ¡Y metan ropa en las maletas, nada de chascos!

—No sé cómo puedes pensar eso de nosotros, mamá —dice Fred, sacudiendo la cabeza.

Ginny aprieta mi mano.

—Lo siento —susurra—. Me gusta estar contigo, ojalá no tuvieras que irte.

—No, no te preocupes —digo en una voz demasiado aguda—. Olvídate de mí. Ven, si quieres armamos las valijas juntas. Tengo que empacar todo lo que traje.

El domingo por la noche, luego de un partido de Quidditch organizado especialmente para mi despedida, los Weasley preparan una cena con pastel de papas y brownies de chocolate para el postre. Todos están eufóricos por el viaje; saldrán mañana por la mañana hacia el Ministerio, y luego irán, de alguna manera que nadie me ha explicado, hacia Egipto. Yo los acompañaré hasta el Ministerio y me quedaré allí hasta que pasen tío Lucius y tía Cissy a buscarme, ya que a ellos jamás se les pasaría por la cabeza venir a La Madriguera. Aquello sería tan loco como si McGonagall castigara a Hermione por no hacer la tarea. ¡Ja!

A la mañana siguiente pasa a buscarnos un coche del Ministerio, y una vez que llegamos al destino, el señor Weasley me muestra el lugar donde debo aguardar.

—Un hombre que trabaja aquí, Kingsley Shacklebolt, estará para ayudarte si llegara a pasarte algo. Es muy confiable y muy inteligente, podrá resolver cualquier cuestión. Aunque dudo que suceda algo, en realidad.

—Muchas gracias, señor Weasley. Trataré de no incendiar nada. Que tengan un muy buen viaje y lo disfruten.

—Gracias —responde él con una sincera sonrisa—. Espero que todo salga bien...

Ya no sé si habla de su viaje o de mi estadía en este pasillo.

Su esposa lo llama y él me saluda antes de irse. Pronto quedo sola y hay vía libre para George, que se acerca con una brillante sonrisa.

—Ten un buen verano, Leyla —me dice—. Y patéale el trasero a Malfoy por mí.

Yo sonrío y me pongo roja.

—Lo haré si hace falta, no lo dudes. —Miro el suelo y muevo el pie nerviosamente—. Oye...

—¿Sí?

—Es una lástima no poder pasar más tiempo juntos, ¿no? Eh... es decir, todos tus hermanos y yo, por supuesto.

Él ríe.

—No te preocupes, nos veremos mucho en Hogwarts, te lo aseguro. ¿Harás las pruebas para Quidditch?

—No lo sé.

—Juegas bien. Has mejorado en el verano. Creo que hasta podrías impresionar a Katie.

—Gracias. Lo pensaré. Solo espero que Angelina no se enoje conmigo. —Vuelvo a mirar mi pie—. Eh... bueno... yo...

—¡Vamos! —dice Percy a lo lejos—. Con una organización tan mala como esta, no llegaremos ni la mitad de nosotros a Egipto. ¡De solo pensar en el tiempo de trabajo para Fudge que sacrifico por esto...!

—Creo que es mejor que te vayas ya —le digo—. A cambio de mi promesa, asegúrate de patearle el trasero a Percy por mí.

—Oh, claro que lo haré.

Nos miramos un momento, vacilando, antes de darnos un abrazo.

—¡Buen viaje! —exclamo cuando ya se aleja. Poco después, los siete pelirrojos desaparecen tras una puerta y el pasillo queda despoblado. Cuando me doy la vuelta para sentarme de vuelta en mi baúl, mientras me pregunto dónde podría estar ese tal... ¿Shakingbolt era su nombre?, aparecen dos figuras altas y rubias en el otro extremo del pasillo. Con un profundo suspiro tomo mi equipaje y los sigo hasta la chimenea más próxima y nos paramos frente a las llamas verdes.

—¡A la Mansión Malfoy!


///////NOTA DE LA AUTORA///////


Lo sé, lo sé. Es extraño, ¿no?, pero... actualicé.

Lamento mucho haberlos hecho esperar todo este tiempo, cuando vi la cantidad de gente que entró a leer el capítulo me sentí mal por la demora.

Aunque quizás crean que mientras me envían mensajes amorosos (y no tanto) para que continúe la historia yo me rasco el ombligo y practico risas malévolas de Voldemort y Bellatrix, en realidad estoy un tanto ocupada. Realmente quiero terminar la novela que estoy escribiendo para aquel concurso de Macmillan, pero tengo problemas con los personajes que, como llevo ya más de un año en ello, están cambiando y mis propias ideas ya se modificaron varias veces.  Y eso sin contar todas las materias que estoy preparando para mis exámenes el mes que viene.

Ahora trataré de escribir para Leyla cada vez que no pueda escribir para la otra novela, en lugar de lamentarme en el suelo. (Ok, no es tan así, pero se siente como si lo fuera). No quiero que crean que Leyla vale menos, pero sí está en otro escalón en cuanto a las prioridades, puesto que es fanfic y ya he escrito dos libros de ella. También intentaré ponerme fechas límites para los siguientes capítulos de Infiltrada en Narnia, porque realmente ustedes me importan y no quiero perderlos por mi bloqueo en una novela que ni siquiera comparto con ustedes. Eso sería muy feo de mi parte.


En fin, muchísimas gracias por el amor y la paciencia que me tienen. Espero que puedan disfrutar de los capítulos por más que se tarden en aparecer.


MUAJAJAJAJA. (Oh, no, me descubrieron; ¡sí estuve practicando las risas!)


LOS AMO.


BMW.



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