19: Un Dementooor se balanceaaaaba sobre-la-tela-de-unaaa araaaaaña
Lupin y la luz regresan en menos de dos minutos. El profesor saca de su bolso unos paquetes rectangulares que a mi estómago le dan una buena impresión y los deja sobre el asiento cuando ve a Harry en el suelo. Todos nos ponemos cerca de él y vemos que respira, pero sus ojos están cerrados y no parece oírnos. ¿Qué le sucedió? ¿Sintió que se ahogaba como yo?
—Harry —dice Lupin—. Harry, despierta.
Ron lo sacude un poco del brazo y Harry abre los ojos. Miro a Ginny y la veo acurrucada en un rincón, temblando.
—Hay que ayudar a la mujer —es lo primero que dice Harry, con los ojos muy abiertos y la respiración agitada. Trata de levantarse pero vuelve a caer al suelo—. ¿No escucharon sus gritos?
—El único que gritaba eras tú, Harry —dice Hermione.
—Siéntate aquí, Harry —dice Lupin como si lo conociera. Quizás no estaba tan dormido, después de todo, y oyó todo lo que dijimos. Aquella posibilidad me hace temblar.
Fred pide perdón en general por todos los accidentados en su entrada, y Neville también balbucea unas disculpas. Harry se sienta al lado de Lupin, quien nos ofrece el chocolate que está dentro de los paquetes, pero Harry se queda mirando sin probar bocado.
—No está envenenado —dice Lupin con una sonrisa—, aunque no haces mal al dudar. Has pasado mucho.
Harry acepta el chocolate y lo come sin decir nada. Cuando todos terminamos con nuestra porción, Ron pregunta qué fue lo que entró al compartimiento.
—Un Dementor —dice Lupin, y Hermione abre los ojos y salta en su lugar.
—Los Dementores, claro¿Cómo no pensé en ellos?
—¿Eso también lo sabías, Hermione? —se fastidia Ron.
—Los Dementores son los guardias de Azkaban —explica ella sin inmutarse—, pero jamás pensé que los vería aquí. Son seres terribles, se alimentan de tu felicidad y afloran tus peores recuerdos. ¿No es así, profesor?
—Sí, Hermione —dice él—. Disculpen que los llame por los nombres, los estoy escuchando hace rato. En fin, supongo que los Dementores estaban aquí para buscar a Black. Como si lo fueran a encontrar en el tren —dice con una risa amarga.
—¿Y ninguno de ustedes se desmayó? —pregunta Harry. Todos negamos con la cabeza. Lo que me pasó a mí estaba muy lejos de ser un desmayo, y Ginny ya se ha vuelto a sentar, aunque está tán pálida que las pecas de su rostro resaltan como si fueran una erupción de varicela.
Harry mira al suelo.
—¿Y la mujer que gritaba?
Nadie puede responder.
Cuando llegamos a la estación de Hogsmeade, George y Fred, los más altos, nos ayudan a bajar los baúles (aunque Ron ya les hace competencia con la altura). Estamos dando una última inspección al compartimiento cuando Lupin me hace un gesto para que me acerque. Ron y Harry son los únicos que quedan adentro.
—Creo que perdiste esto durante el viaje. Yo en tu lugar lo guardaría mejor. —Me da la autorización de Hogsmeade firmada por Snape. Me pongo roja cuando lo veo, pero para él es todo muy natural. Claro, es una simple autorización. Ahora dudo que haya escuchado esa parte del viaje—. Nadie quiere perder su permiso para viajar, ¿no?
—Tiene razón, gracias —digo y aferro fuertemente el permiso.
—¿Prefieres que yo lo sepa o que no lo sepa?
Y yo que me creí que estaba a salvo.
—No, está bien. No sé por qué, pero confío en usted. Tiene algo que lo hace pacífico y pensativo y, no sé, confiable. Hasta parece razonable.
Lupin sonríe un poco.
—Pero no creo que le caiga muy bien a mi padre que los otros profesores se enteren, no sé si me entiende
—Lo sé. No lo mencionaré. Especialmente le molestaría saber que yo lo sé.
Esto último no tiene mucho sentido, pero de todos modos sonrío y le agradezco.
En la estación nos encontramos a Hagrid, que llama a los gritos a todos los alumnos de primer año para que vayan al colegio con los botes. Este año parece que están más dormidos que nunca, porque muchos lo escuchan sin reaccionar. Este año no tengo hermanas (o medio-hermanas) en primer año, lo que es un alivio, porque ya me cansé de que haya cada vez más gente de mi familia en Hogwarts. Ahora falta que descubran que Harry Potter es mi hermano perdido y ya se completa la fiesta.
Leon terminó la escuela el año pasado, y este es el último año de Thais. Ellos dos son de los más neutros, los que menos conflicto me hacen. Lamentablemente, seguiré viendo a Selene por unos años más. Y cuando ella se haya ido, los gemelos tampoco estarán más en Hogwarts.
Con el ánimo un poco bajo después de ese pensamiento, guardo cuidadosamente en el baúl la autorización de Hogsmeade, que pienso entregar de inmediato para no dar lugar a más momentos incómodos. En un carruaje se suben Harry, Ron y Hermione, y de inmediato se mete Colin Creevey a saludar a Harry. No hay más lugar para mí.
—Puedes venir con nosotros —dice Neville, abriéndome la puerta de su carruaje. Me siento a su lado. Dos chicas de segundo año se suben y ocupan los lugares vaciós. Las muchachas no dejan sus dedos quietos y miran de un lado a otro.
—¿Se sienten bien? —les pregunto.
—¿Qué es este carruaje? ¿Nos llevará al colegio?
Claro, ellas nunca viajaron por este medio. Les explico que sí, que desde segundo hasta séptimo año se viaja en los carruajes hasta el castillo, y que estamos siempre listos antes en el Gran Salón para que los de primero pasen por la Selección. Pero algo en sus ojos las sigue inquietando. Pasa un rato largo hasta que se animan a decirlo.
—¿Pero qué cosa tira del carruaje?
Me da la impresión de que son ambas nacidas de muggles, porque nadie que haya crecido entre magos cuestionaría algo así. Primero me río, luego me callo unos instantes y pienso.
—En realidad no tengo ni la menor idea. ¿Tú sabes, Neville?
Neville sacude la cabeza de inmediato sin mirarnos. Debe estar pensando en algo hace mucho. Ponemos fin a la conversación diciendo que probablemente el carruaje se mueva solo, o que tal vez haya un espíritu de los carruajes que los empuje y que pueda hacerse invisible como Peeves.
Cuando llegamos al castillo, McGonagall nos recibe y nos llama a Harry, Hermione y a mí. No hay caso, siempre terminamos en problemas sin intentarlo.
—Vengan a mi despacho. No hay mucho tiempo, tengo que llevar a los de primero a la Selección. Weasley, tú ve con el resto al comedor.
La seguimos rápidamente por las escaleras hasta su oficina. Allí cierra la puerta y se sienta, mostrándonos las sillas al otro lado del escritorio. Una vez sentados, el silencio es insoportable.
—¿Qué hicimos esta vez? —pregunto yo.
—Esta vez, señorita, no están aquí por meterse en problemas. Potter, el profesor Lupin me comunicó que te descompusiste en el tren.
—No me descom
Alguien llama a la puerta y, cuando McGonagall abre, entra rápidamente Madam Pomfrey y pone sus manos sobre la frente de Harry.
—Estoy bien —dice él de inmediato.
—Tenías que ser tú, como siempre —dice ella, tocándole el cuello con la varita—. Siempre andas metido en cosas raras. ¿Y tú, Blair? ¿Te golpeaste la cabeza otra vez? —Ahora sus manos están sobre mi cabeza y su varita inspecciona los lugares más insólitos—. ¿Te pintaste el cabello o te sangró la frente con el golpe?
—Yo estoy bien, Madam Pomfrey —digo, tratando de quitármela de encima.
—La señorita está bien —dice McGonagall—, y lo que le pasó a Potter fue que un Dementor se metió en su compartimiento en el tren.
Madam Pomfrey abre la boca con horror y al fin nos suelta a los dos. Luego sacude la cabeza y pone los brazos en jarra.
—Poner Dementores en un colegio De verdad no sé qué estaban pensando. Tendré un año agitado. El efecto que tienen en la gente que ya de por sí es delicada
—¡No soy delicado! —protesta Harry.
—Claro que no, cariño —dice Madam Pomfrey, secándole el sudor a Harry con una toalla.
—¿Cree que debe pasar la noche en la enfermería? —pregunta McGonagall y Harry rezonga.
—Por favor, no me pasó nada.
—Al menos come un poco de chocolate.
—Ya comí, me lo dio el profesor Lupin. Nos dio a todos.
Hermione y yo asentimos.
—Al fin tenemos un buen profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, alguien que sabe cómo actuar —dice la enfermera.
—¿Estás seguro de que te sientes bien, Potter?
—Sí.
—Entonces haz el favor de aguardar afuera mientras hablo con tus compañeras. Será breve.
Cuando Harry se ha ido, la profesora me mira a mí.
—¿Recibiste la autorización para ir a Hogsmeade?
—Sí, profesora Gracias por adjuntarla.
—Era mi trabajo. En realidad te llamé porque el profesor Snape quiere hablar contigo y te espera en su despacho cuando termine el banquete de bienvenida.
Me pongo roja hasta las orejas y siento cada latido como un paso de elefante. Asiento con seriedad y McGonagall parece un poco nerviosa, pero con dos golpecitos que da a su escritorio vuelve a ser la misma mujer inalterable de siempre.
—Muy bien, eso es todo. Ahora te puedes retirar, tengo que hablar con Granger sobre unas materias.
Cuando salgo y cierro la puerta detrás de mí, aún con el rostro colorado, me detengo a respirar un poco. Y es entonces cuando pasa Draco con sus gorilas y sonríe maliciosamente.
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¡Buenaaaas! Espero que les haya gustado, casi no llego a publicarlo a la mañana de acá.
Gracias por sus comentarios y votos, y nos vemos el próximo viernes.
BMW.
Como había prometido, aquí les traigo a Van Gogh. Estoy leyendo un libro de su vida y es muy interesante y muy triste. La próxima vez les traigo otro cuadro. :)
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