18: El compartimiento más poblado


En el compartimiento nos encontramos a un hombre de cerca de treinta años durmiendo en uno de los asientos.

—¿Profesor? —dice Hermione—. Disculpe... ¿Me oye, profesor?

—No creo que se despierte —digo—, parece que está en un sueño muy profundo. Créanme que sé del tema, pasé como tres días sin despertar en el verano.

—Eso no es bueno —susurra Hermione.

—¿Pero quién es él?

Dejamos los baúles debajo del asiento y Hermione nos dice con tranquilidad que él se llama R.J. Lupin y que es el nuevo profesor de Defensa.

—¿Cómo sabes eso? ¿Por qué siempre sabes todo? —pregunta Ron con fastidio y se deja caer en el asiento.

—Si hablas tan fuerte, lo despertarás. Lo sé porque es el único puesto vacante en Hogwarts, y su nombre lo sé porque simplemente leí su bolso, ¿lo ven? R. J. Lupin.

Señala un bolso en el portaequipaje, hecho de cuero que ya se ha gastado y con una placa con su nombre. Ningún detalle se le escapa a Hermione.

Los cuatro nos sentamos apretados en un mismo asiento largo para dejarle su espacio al Bello Durmiente.

—Lupin. Qué apellido más curioso —comento—. Me suena a una lupa pequeña, ¿a ustedes no?

Harry y Ron niegan con la cabeza.

—Ustedes no saben lo que es tener un oído poético —digo, dándome importancia, y Ron se ríe tanto que Hermione tiene que pedirle que pare. El vidrio de la puerta está lleno de caras curiosas mirando hacia adentro. Pero cuando ven que se trata de los perdedores del peor vagón del tren, nos dejan solos.

Luego alguien golpea en el vidrio y aparece Ginny.

—Harry, mi papá necesita hablar contigo —dice con apuro. Harry, extrañado, se levanta y le damos cada uno una palmada en la espalda.

—Entonces iré a consultar el horario de partida —dice Hermione, mirando el reloj de Ron con preocupación—. Está tardando mucho, y no quiero que Harry se quede abajo del tren. Ven, Ron.

Ron rezonga y la sigue fuera del compartimiento. Ahora que lo pienso, debería ir al baño a atender a mi querido Andrés. Echo un último vistazo al compartimiento y espero que no entre ningún loco a robarnos nada, ni que nos ocupen los lugares mientras está solo el profesor Lupin. Cuando regreso estoy con el ánimo por las nubes, sintiéndome ahora crecida y madura, y en mi alegría me asomo a la ventana y veo a la señora Weasley, que está impacientada porque no halla a su esposo. Quizás el señor Weasley quiere decirle a Harry algo que a ella no le gusta. ¿Algo sobre Sirius Black?

Más allá veo que tía Cissy está hablando con tío Lucius y mira a la señora Weasley con poca simpatía. ¿Pero qué mal les ha hecho ella? Cuando quito la vista de ellos, siento la vista de mi madre clavada en mí, caminando con paso decidido hasta aquí.

—¿Leyla? —Más de una persona se da vuelta a verla. Tía Cissy la observa desde su lugar, y su esposo le pone la mano en la cintura para que quede a su lado—. ¿Leyla, qué es lo que te han dicho?

Me quedo congelada en el lugar, sin palabras. La última vez que hablé con mi madre fue hace más de un año, y en ese entonces no sabía la verdad. Y ahora la veo otra vez, con el cabello teñido de negro para mantener la farsa de que mi color viene de los Black, y tengo ganas de cerrar la ventana de un golpe. Ahora que me han revelado el secreto, ¿me habla de ello como si jamás lo hubiera guardado para sí misma?

La gente de la estación ya nos ha dejado de prestar atención y están de vuelta con sus vidas normales. Mientras tanto, en el loquero...

—¿Ahora quieres hablar de eso? —le pregunto con enojo—. ¿Justo ahora y justo aquí?

—No, ahora dejaremos el tema. Pero habla con él cuando estés allí. Leyla, no es lo que tú crees. No se lo puedes contar a nadie.

—No voy a cometer tu error otra vez. Estas cosas no se guardan en secreto.

—¡Leyla!

—¡Me lo ocultaste toda mi vida!

—¿Y qué harás? ¿Gritarlo en un pasillo?

—Tal vez. O desde aquí.

Ella levanta una ceja.

—Dudo que te atrevas. Sé que te da vergüenza.

Aprieto los dientes porque tiene razón.

—Pero eso no me impide contárselo a la gente, de a poco. De boca en boca, todo el mundo se entera.

—Escúchame, Leyla...

—Deja de llamarme así.

—Pero es tu nombre.

—¿Tú me vienes a hablar de nombres? ¿Y si me mentiste sobre eso también? ¿No me llamo Lily, quizás?

—¿Por qué Lily?

—Mi padre me llamó Lily en un momento.

Ella abre los ojos y se tapa la boca con la mano.

—Debes olvidar todo esto y actuar normal.

—¿Y qué consideras que es actuar normal, mamá? ¿Hay algo en mí que sea normal? ¿Quieres que haga de cuenta que todo está bien y que somos una familia feliz y que compartimos los veranos juntos?

Creo que es la primera vez que la llamo mamá casi desde que entré a Hogwarts. Tengo lágrimas en los ojos y quiero cerrar la ventana de un golpe. Un guarda se acerca y nos indica que bajemos la voz para no perturbar a los otros pasajeros. ¿La señora Weasley estará viendo esto? ¿Y mis tíos? ¿Fred y George?

Mi mamá respira profundamente y dice en voz baja:

—Leyla, jamás planeé esto así...

—No pensabas decírmelo.

—...pero ya pasó. En las vacaciones de invierno vendrás a casa y pensaremos la manera de...

—No, no iré. No me puedes pedir que vaya.

—Por supuesto que puedo.

—No, mamá. Me quedaré en el castillo. No quiero estar contigo y tus lavados de cerebro.

—¿Y qué quieres? ¿Quedarte sola con un par de huérfanos y tu padre en Hogwarts?

—¡Sí! Sabes, eso es exactamente lo que quiero. Es lo que he estado haciendo los últimos años. Estoy fantástica sin ti. Adiós.

Cierro el vidrio de una vez y vuelvo al asiento frente al profesor Lupin, que espero que esté dormido realmente y no haya escuchado nada. Estoy temblando. Ron y Hermione vuelven con un horario en la mano y me miran con perplejidad.

—¿Pasó algo? —pregunta Hermione. Abro la boca pero no sé qué contestar.

—Alguien golpea la ventana —dice Harry, que acaba de llegar.

—Ay, no —digo.

—Señora —dice el guarda desde afuera—, compórtese. Aléjese del tren.

—Leyla, sal a la ventana —ordena mi madre. Resoplo y me levanto. Su enojo sigue viéndose en su cara; patea el piso pero me saluda con la mano—. Ten un buen año —dice mirándome un segundo a los ojos y luego desviando la vista.

Es su manera de pedir disculpas. Mi manera de aceptarlas es alzar la nariz y alejarme de la ventana. Harry vuelve al compartimiento y el tren se pone en marcha. Miro por última vez hacia la plataforma 9 3/4 y veo a casi todas las mujeres que de alguna manera u otra ocuparon el papel de madre en mi vida. Cuando vuelvo a sentarme, tengo una mínima sonrisa en el rostro, aunque no podría explicar mi pizca de felicidad en un momento así.

—¿Se supone que tenemos que entender lo que acaba de suceder? —pregunta Ron una vez que estamos todos sentados y el tren está llegando a campo abierto.

Yo sacudo la cabeza.

—¿Esa era tu mamá?

Asiento.

—Es parecida a ti. Tenía la misma cara de enojada que tú tienes ahora.

—Ja ja.

—Sigues con la misma cara.

—Pero te deseó un buen año, ¿no? Eso fue lindo. Pensé que no se hablaban mucho —dice Hermione.

—No lo hacemos —contesto—. No piso la casa desde hace más de un año. Y no pienso ir con ella en las vacaciones de Navidad.

—Bueno, entonces podremos ir a Hogsmeade, ¿no? —dice Hermione con una sonrisa—. Dicen que hay una librería aún mejor que Flourish & Blotts, no puedo aguantar a preguntarle a McGonagall recomendaciones de libros. ¿Saben que es la única comunidad enteramente mágica en prácticamente todo el Reino Unido?

—Y allí está la Casa de los Gritos. Dicen que está embrujada, hace décadas empezaron a oír gritos espantosos. ¿Creen que haya fantasmas?

—No me parece posible. Los fantasmas en Hogwarts no se comportan así. Harry, ¿qué sucede?

La cara de Harry es más lánguida que la de un sabueso viejo. Cuando le cuenta sobre su autorización sin firmar, Hermione dice que después de todo, Hogsmeade no está tan bueno, y que hasta sería mejor pasar las tardes en el castillo mientras los otros pierden su tiempo en el pueblo, ¿no?

—No —dice Harry—. Te agradezco que lo intentes, pero nadie puede convencerme de que Hogsmeade no es una de las mejores cosas que hay para hacer.

—Ahora que lo pienso, supongo que tú tampoco vas, ¿no? —me pregunta Hermione.

—Sí irá, su padre le firmó la autorización —dice Ron—. No te ofendas, Leyla, pero aún me sorprende que lo hayas logrado.

Hermione me mira con curiosidad.

—¿Ahora también te hablas con tu padre?

—Sobre eso —digo— hay algo que no les he dicho.

—¿Falsificaste la firma? —Hermione lo pregunta tan indignada como si de verdad lo hubiera hecho.

—No, apenas sé hacer una firma propia. Y no pensaba ir, porque no quería hablar con mi madre. Ni siquiera volví a casa en el verano. Pero... —Miro hacia afuera, pero no hay nadie ya en el pasillo—. Escuchen... No, mejor, vean esto.

Voy a mi baúl y saco la autorización. Hermione y Ron la miran con curiosidad.

—¿Qué es esto? —pregunta Hermione—. ¿Por qué Snape...?

Se lleva una mano a la boca y Ron escupe un caramelo que estaba masticando.

—¡Snape! —grita él.

—Baja la voz —le dice Hermione.

—¿Snape es tu padre? —susurra.

Asiento con lágrimas en los ojos y me siento al lado de Harry a llorar en su hombro.

—Lo es, lo es... —digo entre sollozos—. Soy su hija.

—¿Pero no vienes de los Blair...?

—Mentiras, puras mentiras...

—¿Y nunca nos dijiste?

—No lo sabía... Yo...

Me dejan llorar en silencio unos segundos antes de seguir preguntando.

—¿Tus hermanas?

Tomo aire y me seco las lágrimas con la manga de la camiseta.

—Todos son hijos de Joseph Blair. La única de Snape soy yo. Y me enteré al final del curso pasado. Harry estaba conmigo cuando Tom Riddle me lo dijo.

R.J. Lupin se retuerce en su asiento y abre sus ojos unos momentos antes de volver a dormir.

—No lo despertemos —pido—. No necesito que un extraño también se entere. Se los cuento porque no puedo seguir escondiéndolo, espero que... que no les dé asco.

—Por favor —dice Harry—. Cuando yo lo supe, no cambió nada en mi forma de verte. Y yo tengo una relación especial con Snape.

—Y tú no tienes la culpa de nada —dice Ron—. Admito que es bizarro. Pero uno termina acostumbrándose, ¿verdad?

—¿No creen que soy impura? ¿Que traigo mala suerte?

Ron se ríe.

—Sé que es duro para ti, pero ya lo has aceptado, ¿no?

—Supongo...

—Entonces nosotros también lo haremos —dice Hermione.

—Ahora que lo hablé con ustedes —digo—, ya no me come por dentro. Eso es lo que volvió locas a las lechuzas. Mi madre me estaba hablando de eso hace un rato. Está aterrorizada de que lo cuente.

—Yo también tendría miedo que el mundo supiera de... No te ofendas, Leyla, pero Snape no es exactamente el esposo ideal —dice Ron con una mueca.

—Ey, un poco de respeto. —Trato de sonar seria pero se me escapa una risa.

Ron mira a Hermione y pronto los tres se paran y me abrazan y me aplastan. Al poco tiempo ya me están despeinando. Como si me hubiera peinado hoy...

—Te queremos, Leyla, y esto no cambia nada.

—Lo único que podrías hacer es decirle a tu papá que me apruebe de vez en cuando, ¿no?

—¡Ron!

—No puedes culparme, es mi instinto de supervivencia hablando por mí.

Con un golpe la puerta se abre y vemos a mi primo en el umbral, con aires de superioridad y flanqueado por sus gorilas de siempre.

—Oh, miren esto, abrazo entre tontos. Weasley, ¿ya volviste de tu viaje regalado? —se ríe Draco—. Supongo que tuvieron que vender ese auto ilegal para pagar el viaje completo.

Ron se pone rojo hasta las orejas y cierra las manos en puños. Hermione se muerde el labio con nerviosismo y me mira inquieta.

—Draco, es mejor que te vayas —le digo.

—¿No puedo divertirme?

—No, está muy bien —dice Harry—, pero la próxima vez dilo un poco más fuerte. Creo que él no escuchó.

Draco y los gorilas reparan en la presencia del bello durmiente y se ponen pálidos. Sí, Draco está aún más pálido que de costumbre. En un segundo se han ido cual cobardes.

—Ni siquiera Scabbers es tan rata como para huir así —me río.

—Oh, no, ¿vieron a Scabbers? —pregunta Ron tanteando todos sus bolsillos—. Estaba aquí conmigo. Hermione, debes controlar a tu gato.

—Crookshanks está en su jaula y no se ha movido de ella en todo el via... ¡Aaaaay!

El tren se detiene de golpe, las luces se apagan y la oscuridad nos traga. Tanteo un asiento a ciegas y me dejo caer sobre él.

—¿Qué pasó? —dice Harry—. ¿Siguen aquí?

—Sí, lamentablemente. Bienvenidos al tren fantasma —digo con voz de ultratumba, y puedo sentir a Hermione poniendo los ojos en blanco incluso en medio de esta oscuridad.

—Au, Neville, cuidado —se escucha la voz de Ginny en el pasillo—. ¿Chicos? ¿Chicos, están aquí? ¿Ron?

—Estamos adentro —dice Harry. Por suerte está oscuro y nadie ve lo sonrojada que debe estar Ginny.

Esto de la oscuridad me hace muy intuitiva. Lo tendré en cuenta para problemas futuros.

—¿Qué puede haber pasado? ¡Ay, cuidado con mi pie!

—Lo siento, Hermione —dice Neville—. Solo quiero...

—Au, sal de mi mano —dice Ron—. Me estás pisando...

Se oyen un par de golpes (¿la cabeza de Neville contra una pared?) y Neville cae sobre mí en el asiento.

—Sé que soy mullida como un sofá, pero debajo oculto una persona con una dignidad que mantener —digo entre risas, y Neville me pide un millón de disculpas mientras intenta incorporarse y cae un par de veces antes de lograrlo.

—¿Ya están todos acomodados? ¿Puedo volver a respirar?

—Creo —dice Harry—. ¿Pero qué pasó?

Neville y yo estamos cerca de la ventana y miramos hacia afuera, donde la luz no es mucha más que adentro. El cielo está gris y parece que nos detuvimos en un puente. Quito mis ojos de esa espantosa vista. Creo que prefiero la oscuridad.

Las puertas de los compartimientos cercanos dan un golpe seco al abrirse. Nuestra puerta también se abre y siento un frío glacial que inunda el lugar. En la penumbra veo el contorno de una figura alta y encapuchada que se mete dentro del compartimiento y con una mano deforme intenta alcanzarnos. El aire está helado y pútrido y me duelen los oídos de solamente escuchar su profunda respiración, como si se tratara de una aspiradora muggle poseída por el demonio. Temblando en mi lugar, cierro los ojos con fuerza y aparece un ruido a olas del mar. El compartimiento se mueve como un barco en medio de la tormenta, el agua comienza a filtrarse, el aire se acaba...

Alguien cae al suelo con estrépito y parece que un baúl también cae. Harry grita y el bello durmiente salta de su lugar.

—¿Qué pasó...? —dice Lupin. El ruido ha disminuido y puedo oírlo claramente cuando murmura lumos. Se enciende una luz potente en la punta de su varita que ilumina su cara cansada. La figura retrocede, pero Lupin la ve con claridad y suspira con paciencia—. Parece que han entrado al tren.

La figura hace un ruido más sonoro que la primera vez y vuelvo a escuchar el ruido del mar, con un gemido de Harry al fondo. Pero veo que no hay agua en el compartimiento, y que los únicos que se mueven son Lupin y la figura. Una luz blanca sale de la varita de Lupin y aleja al encapuchado, que desaparece de nuestra vista. El ruido ha terminado. Ahora solamente oigo la sangre circulando en mis oídos, golpeando como un tambor furioso.

—¿Cuántos alumnos hay aquí dentro? —pregunta Lupin.

Veo con ayuda del halo de luz que Hermione levanta la mano y luego la baja antes de decir:

—Seis. Somos tres chicas y tres chicos.

—Eso no suena bien, Hermione —dice George desde afuera, aunque su voz no se oye como siempre. ¿O me parece a mí porque me sentí encerrada otra vez en aquel armario de las mazmorras, ahogándome en aquella inundación que yo misma causé? George me salvó de ahogarme aquella vez, y es hasta el día de hoy que siento que no puedo compensar ese favor.

—Es mejor cinco chicos —dice Fred.

—Y un profesor, recuérdenlo —dice Lupin. Los gemelos no contestan y se sientan donde pueden. Creo que Fred se sentó en mi pie, pero no digo nada para no seguir con este juego de caídas en dominó. Todavía estoy aturdida por el ruido que sentí en mi cabeza, pero al menos todo lo otro está quieto—. Iré a hablar con el maquinista. Mantengan la puerta cerrada y no intenten salir.

Todos nos quedamos en silencio en medio de la oscuridad y esperamos el regreso de nuestro héroe Lupin. Solamente espero que esa cosa encapuchada no regrese nunca nunca nunca más.


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Tardé un poquito en subir, pero quería que el capítulo estuviera bien editado. Ojalá les haya gustado, y espero leer sus comentarios :)

La próxima actualización será el viernes 13 (¡mala suerte para Leyla, otra vez!)

BMW.


Parece sacado de una novela de Jane Austen, ¿no? Es un cuadro de Monet. La próxima les traigo uno de Van Gogh :)


¡Besos otra vez!

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