15: Las lechuzas saben
Luego de una noche de sueño profundo, me visto más rápido de lo que acostumbro y verifico que nada tenga una mancha. Descubrí que puedo pasar cerca de tres horas sin supervisión del tema del querido Andrés, así que no dudo ni un instante cuando Harry me invita al Emporio de la Lechuza a comprar un tónico para Scabbers.
—Necesito solo un minuto —le digo. Él se va a desayunar con Ron. Hermione se queda atrás y me pregunta si todo está bien—. De maravillas —le respondo.
Sola en el baño, veo que la odiosa panza está más chata. Aunque no soy nada como Lavender o Hermione, ya no me siento como un globo, y ahora sospecho que tanto esto como mi cabello tienen que ver con mi querido Andrés. El mechón del lado derecho sigue mostrándose en su delator color rojo, y espero que esto no se repita todos los meses, o pronto todo Hogwarts sabrá exactamente en qué días me viene.
Abajo me uno a Hermione, Harry y Ron, y juntos salimos a través de la pared encantada del patio trasero al Callejón Diagon. Allí vemos fugazmente a Neville Longbottom (que espero que no vea que su nombre ya está anotado en el Caldero Chorreante), pero está discutiendo con su abuela y preferimos darles privacidad. Ya lo veremos el lunes en el expreso de Hogwarts. Falta tan poco para regresar al castillo, a las clases, a los tiempos libres con mis amigos... Por primera vez en semanas tengo ganas de empezar.
—Uf, se nota que es sábado —le digo a Hermione mientras nos abrimos paso entre dos señoras cargadas de bolsas, y lo hacemos con el método de los famosos codazos de Leyla. Siempre funcionan. Lo malo son las miradas de odio que vienen más tarde, pero una aprende a ignorarlas y a caminar ligero—. No entiendo por qué todos van a comprar a último minuto. No es más barato que la semana anterior, y está lleno de gente.
—Miren, en el Emporio de la Lechuza casi no hay nadie —dice Harry—. Vamos ahora antes de que todos cambien de negocio.
Soy la primera en entrar, o más bien, la primera en poner un pie dentro y quedar quieta como una estatua; Ron se choca conmigo al querer pasar, y pronto la reacción en cadena deja a todos un poco aturdidos por golpearse entre sí.
—Lo siento —digo, sacudiendo la cabeza—. Creí ver algo...
—¿El Grim? —pregunta Harry, tenso.
—Por favor —resopla Hermione—, no empiecen con eso.
—¿Te asustaron las lechuzas, chica? —pregunta la vendedora del otro lado del mostrador, acariciando un gato naranja muy peludo—. Creí que los jóvenes estaban acostumbrados a verlas por todos lados en el colegio.
—¿Son lechuzas normales? —pregunto con poco tacto, y la vendedora frunce el ceño.
—Claro que son normales —dice entre dientes—. ¿Qué es lo que necesitan?
La mujer tiene los brazos en jarra y el gato, que ha dejado de ser mimado, hace un ruido de queja y salta a una de las repisas más altas del lugar.
—Yo necesito algo para curar una rata enferma —dice Ron. Mientras él explica el deplorable estado de salud de Scabbers, Harry y yo nos vamos a un rincón del negocio y él pide que le cuente qué sucedió con las lechuzas.
—No estoy segura, pero me estaban mirando de una manera... Se supone que a esta hora del día duermen o están muy bobas, pero te juro que parecían endemoniadas. ¿No las viste?
Harry mira a las lechuzas de la pared de enfrente y se rasca la cabeza.
—Se ven como siempre.
—Parece esas veces que le cuentas algo a la gente y nadie te cree —suspiro.
—Como el pastorcito que decía que venía el lobo a llevarse las ovejas, ¿recuerdas la historia?
—No sé de qué me hablas —admito—. Pero conozco la historia del cuidador de peces de oro que decía que el monstruo del Lago Ness venía, cuando no era cierto, y al final no le creyeron cuando sí vino. Se comió todos los peces y el cuidador se quedó sin nada.
—Es básicamente lo mismo.
—Pues hubieras empezado por ahí.
Ambos nos acercamos a las jaulas y vemos cómo todas cambian su foco de atención: en lugar de mirar adormiladas alrededor o hacia el techo, todas tuercen sus cuellos hacia mí. Doy media vuelta para no verlas, y miro a Harry, que está quieto por precaución. Siento los millones de ojos en mi nuca. La tensión en el aire podría empaquetarse y venderse en cantidades industriales, como hacen mis tíos con la comida para Hogwarts.
Ya es tarde cuando noto que me acerqué demasiado a una jaula; una lechuza da un picotazo en mi brazo y pego un grito. Las demás lechuzas se unen con sus chillidos y corro a la otra punta del negocio, donde hay... ¡más lechuzas!
—¡Basta, basta! —pido—. ¡Piedad! ¡Alguien mate a esas lechuzas!
Todos nos tapamos los oídos y nos doblamos, esperando a que los gritos endemoniados se callen. La vendedora saca su varita y veo que sus labios se mueven, aunque no puedo escuchar el hechizo que lanza. El silencio reina nuevamente. Los animales endemoniados tienen ahora las plumas infladas pero parecen más tranquilos.
—¿A ti te hicieron todo ese escándalo? —me pregunta la vendedora, y yo asiento. Siento los latidos furiosos en mis oídos. Ella, lejos de estar impactada por el escándalo reciente, se ríe fuertemente—. Bueno, ya sabes lo que dicen: a las lechuzas no les gustan los que guardan secretos.
Hermione, Ron y Harry me miran con curiosidad.
—Yo creo que querían comerse mi brazo y ya.
La mujer se encoge de hombros.
—Creí que yo era la experta en los animales de este negocio —dice—. Mira, si no vas a confesar tus secretos ya mismo, mejor te vas. No alteres más a los animales —ladra—. ¿Qué me decías, muchacho?
—Me había preguntado la edad de la rata. En realidad no estoy seguro, pero deben ser más de diez años... Era de mi hermano antes, y ya era vieja cuando entró a la familia.
—Sin duda tiene más de una década encima. ¿Y qué poderes tiene?
—Buenoooo...
—¿No quieres una rata nueva? Están a muy buen precio. —De atrás del mostrador saca una jaula con varias ratas de pelaje brillante, pero Ron solamente hace una mueca.
—¿No tiene algún remedio para mi mascota?
—Si estás tan decidido a quedártela, tengo un tónico en la parte de atrás del negocio que te puede servir. Ya vuelvo. Niña, ¿aún sigues aquí? No rompas nada.
Me guardo para mí las ganas de sacarle la lengua. Ahora que estamos solos, Hermione me toma de la mano y me pregunta por lo bajo qué es lo que sucedió.
—Realmente no sé más de lo que dije.
—Yo también leí que las lechuzas sienten cuando alguien guarda un secreto. Está en los libros de magia antigua. Las usaban como detectoras de mentiras en juicios y otras situaciones importantes.
—Sí, ¿pero qué secreto puede ser? No creo que San Andrés, que viene una vez al mes, altere así a las lechuzas.
—No, con algo así no reaccionan de esa manera. Pero si hubieras matado a alguien y lo guardaras en secreto, con todas tus fuerzas, ellas lo sabrían.
—Quizás soy sonámbula y fui a estrangular a la vieja de al lado que no para de roncar por las noches. Es más, creo que ya no la oigo roncar. ¿Crees que la maté?
Hermione resopla y dice que era un ejemplo.
—Además, no cuenta si lo hiciste sonámbula, porque no lo sabrías. Lo notan cuando eres muy consciente de algo y lo guardas con recelo.
—Mmm... No se me ocurre nada.
La vendedora vuelve y deja el tónico sobre la mesa.
—Espero que funcione —dice Ron.
—Mi compañera de trabajo está atrás con la radio encendida —cuenta la mujer— y acaban de decir que Black ha sido visto en los suburbios, pero no recuerdo la zona.
—¿Han visto a Sirius Black? —dice Harry, dejando escapar su nerviosismo en la voz.
Scabbers resbala sobre la mesa y el gran gato naranja, hasta ahora muy discreto, se lanza sobre él desde las alturas. El ruido del gato y la rata es casi peor que el de las lechuzas.
—¡Scabbers! ¡SCABBERS! ¡NOOOO!
Ron, la vendedora y el gato forcejean un largo rato hasta que la bola de pelos naranja se queda inmovilizada dentro de una caja.
—Pobrecito —dice Hermione—, no debería quedarse encerrado allí por mucho tiempo.
Ron abre la boca espantado.
—Hermione, esa cosa peluda casi se come a Scabbers, ¿y tú lo llamas pobrecito?
—Solo míralo, apenas entra en la caja...
—Lo sé, pero no puedo sacar a Crookshanks si la rata vieja sigue aquí —dice la vendedora.
Ron, Harry y yo salimos del local con Scabbers, para alivio de todos. Afuera es de día y no hay lechuzas cerca. Tampoco hay mucha gente en la calle.
—Realmente los animales están locos allí dentro —dice Ron—. Si no fuera porque conseguí el tónico para Scabbers, odiaría este día tan inútil.
—Eh... Ron... —le digo—. No quiero arruinar tu espléndido humor, pero creo que te dejaste el tónico en el mostrador.
—Maldita sea, hasta pagué por él. No me importa. No volveré a entrar.
—Si tan solo Hermione saliera, nos podríamos ir de una vez—dice Harry—. No puedo estar afuera a las dos de la tarde, casi ni hay gente ahora.
—¿Por qué? —dice Ron mientras se guarda a Scabbers en el bolsillo de su camisa por décima vez.
—Porque la gente duerme la siesta a esta hora —explico.
—Y Fudge está nervioso por Black. Está paranoico. Cree que va a salir de cada tacho de basura y que cualquier lado es peligroso. No puedo estar solo en una calle así.
—Scabbers, quieto.
—Está contentísimo con que no vayas a Hogsmeade, ¿no? —le digo.
—¿No irás a Hogsmeade, Harry? —pregunta Ron—. ¿Tus tíos otra vez?
—Sí. No pude convencerlos de firmar.
—Me imagino que tú tampoco vas, Leyla, ¿no?
—¡Qué poca fe me tienes, Ron Weasley! Claro que voy.
—¿Tus padres te firmaron el permiso?
—Sí, logró que su padre la firmara —dice Harry en mi lugar.
Snape Snape Snape Snape Snape Snape. Snape es mi padre. SNAPE ES MI PADRE.
¿Dónde meto estas ganas de gritar?
—Tuviste suerte —sigue Ron, totalmente fuera de mi globo de pensamiento—. Pensé que jamás te harían un favor. O que tus tíos, los Malfoy, terminarían firmándolo.
—No son mis tutores legales —respondo con una calma increíble.
—He oído que Lucius Malfoy está por encima de la ley —escupe Ron.
Hermione sale del negocio con el tónico de Ron bajo un brazo... y con el gato naranja bajo el otro.
—No traigas esa cosa cerca de Scabbers —dice él, arrebatándole el tónico.
—Esa cosa que tu dices se llama Crookshanks. Me sobraba dinero de mi cumpleaños y lo compré.
Gron ruñe... eh... Ron gruñe. Ambos discuten durante todo el camino al Caldero Chorreante. El sol del mediodía nos quema la cabeza y no podemos pensar claramente. Y en lo único que puedo ocupar mi cabeza es en Snape, en que ese es el secreto hirviente que las lechuzas sintieron. No es raro que pasara, ya las lechuzas en lo de mis tíos me atacaban. Me tengo que cuidar en Hogwarts si no quiero que todo el mundo se entere de que guardo algo. Ya me imagino cuando me vean toda roja y sudorosa en la primera clase de Pociones...
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Espero que les haya gustado :)
Queridos lectores, gracias por seguirme todo este tiempo, significan mucho para mí. ¡Y sus dibujos son lo mejor que hay! Tendré que agregar una sección nueva de fanart porque no puedo cargar tantos en un solo capítulo. Si quieren verlos, están en "Leyla Blair: datos revelados".
Si quieren, dejen sus comentarios y sus votos, que ayudan a que la historia crezca y que sea más vista.
Respondo a casi todos los que me hablan en Twitter (soy @MiChiamanoLucia, pueden ir directo desde mi perfil), y allí también aviso sobre las actualizaciones y pongo cuánto escribí cada día. A veces comparto cosas graciosas.
¡Tengan un lindo fin de semana! Que Leyla los acompañe.
BMW.
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