10: Se completa la caravana

Me costó mucho dormirme anoche. Estuve dando vueltas en la cama, enroscándome en las sábanas, pensando en el comienzo de clases. Faltan menos de dos semanas. No estoy lista. Jamás estuve menos lista que ahora.

Corro al baño y me lavo la cara con mucha agua. Con la mano toco mi frente, esperando que esté caliente como el aliento de Norbert, pero está normal. De todas formas, la mano no es el mejor termómetro; esta vez me gustaría una madre que me tome la temperatura al darme un beso en la frente.

Pero como no hay madres aquí, saco mi varita y la pongo bajo mi brazo, tal como vi que hizo Hermione con su termómetro, una vez en Hogwarts. Tal vez la varita sea multifunción y sí tenga un termómetro incorporado. Espero que Francesca no esté enferma y que por eso me sienta así de mal. ¿Cómo curas algo que se encuentra tan dentro de ti?

Luego de un rato, lo único que tengo es una varita transpirada. La guardo nuevamente, salgo del baño y me encuentro a Harry en el pasillo. Como me dormí vestida, me salvé de salir en pijama al mundo exterior.

—¿Vamos a desayunar?

Al bajar las escaleras, la baranda es mi mejor amiga. Me aferro a ella como un viejo a su bastón. No dan ganas de caer rodando en un día así; parecería una gran pelota rodando colina abajo.

Tom está contento, y hasta sorprendido, de que hayamos aparecido a tiempo. Sobre la mesa hay tostadas, jugo de calabaza, huevos fritos y porotos en salsa. Tomo mucho jugo y pruebo un poco los porotos. Harry se ve tan contento comiendo que me olvido de todas las barreras que tengo con la comida y me sirvo un poco de todo. Al terminar me siento mejor. Quizás mi estómago se había enojado por haber dejado de comer como siempre.

Una de las viejas que siempre merodean por este lugar le comenta a un gato algo sobre la comida que le comprará en Hogsmeade, que es mucho mejor que la que venden aquí en el Emporio de la Lechuza. Recordando la historia de Harry, caigo en un punto muy importante:

—¿Entonces no te han firmado la autorización para ir a Hogsmeade?

Harry sacude la cabeza.

—Incluso le pedí luego a Fudge que me la firmara —dice—, pero dijo otra vez que lo mejor es estar en el castillo. Estoy perdiendo la esperanza.

Yo estoy perdiendo la cabeza. Poco a poco. Desde hace años.

—¿No crees que McGonagall hará una excepción? —le pregunto.

—Si le pasara a Hermione, quizás lo consideraría, pero creo que piensa que lo único que causo son problemas, en general. Ella no querría que armara conflicto en Hogsmeade también. ¿Y a ti te la han firmado?

—Sí... Mi padre lo hizo.

—Vaya, lo has hecho bien. Pensé que nunca conseguías nada de tu familia.

Cuando vuelvo a decir "mi padre", abro bien los ojos y pongo una cara que debe asustar. Todo por resaltar las palabras. Harry también abre los ojos hasta que parecen los de un elfo doméstico.

—Ah, ya. Sigue sonando extraño. ¿Tuviste que escribirle para pedírselo? ¿Tienes su dirección?

—Si un alumno tuviera su dirección, todos le enviarían bombas fétidas. Él es más inteligente que eso. Me mandó una lechuza con el papel firmado.

El Caldero Chorreante está excepcionalmente lleno esta mañana, pero aún sobre el murmullo de la gente oímos la puerta de entrada abrirse. Hermione Granger entra acompañada de dos adultos que deben ser sus padres. Están vestidos como muggles (nosotros los magos nos vestimos con prendas muggles, sobre todo los adolescentes, pero siempre tenemos un toque mágico que nos diferencia), y sus caras son de asombro.

—Detrás está el patio donde se encuentra la pared mágica —explica Hermione a sus padres, aún sin vernos—. Los que saben cuáles ladrillos tocar (con su varita, por su puesto) pueden acceder al Callejón Diagon.

—Es asombroso cada vez que lo cuentas —dice su padre.

La visita guiada de los Granger termina exactamente en nuestra mesa.

—¡Hola! —dice Hermione con sorpresa—. No esperaba verlos aquí hasta la semana que viene. ¿Cómo están?

La invitamos a sentarse con nosotros y los padres anuncian que se irán a otra mesa, lo suficientemente lejos como para no molestar, y lo suficientemente cerca como para no perder a su hija. Porque, si no, ellos mismos se perderían.

Harry vuelve a narrar sus desventuras veraniegas en la casa de sus tíos, y Hermione hace tantas expresiones faciales de horror, sorpresa e incredulidad que termino creyendo que la cara se le caerá por demasiado esfuerzo. Pero al final del relato vuelve a su estado original y todo ha pasado.

—Fue una muy mala idea huir de casa así, Harry —dice como conclusión de su reacción—, y creo que Fudge debería haberte castigado. Pero al fin y al cabo estás bien, y claramente no se repetirá.

Harry se rasca un poco la cabeza y dice algo para terminar con la conversación.

Mientras Hermione hace las compras con sus padres, Harry y yo volvemos a nuestras habitaciones. Estaré aquí los días suficientes como para usar casi toda mi ropa, por lo que la guardo en los armarios del cuarto. Cuando estoy por los últimos pantalones, Hermione ya ha terminado las compras y tiene la noticia de que se quedará en el Caldero Chorreante hasta el fin de las vacaciones.

—De todos modos, mis padres tienen muchísimos pacientes estos días. Todos quieren controlarse los dientes antes de la escuela, y resulta bastante aburrido estar en el consultorio escuchando hablar a todas las madres y abuelas que llevan a los chicos. Una no puede leer nada en esas condiciones.

...

Es lindo tener a Hermione de vuelta. Antes me quejaba mucho de ella, pero veo que es una amiga excelente. Y no es por aprovecharme de nadie, pero a nadie le viene mal que su amiga sea una sabelotodo. Puede responder casi cualquier pregunta que tengas sobre magia o sobre las clases, siempre tiene la tarea hecha, ¡y hasta sabe las fechas de los exámenes! Si tan solo Francesca fuera la mitad de útil que Hermione...

¡Ey! Yo sé bloquear tu mente. Canto tres veces "lalala" y nadie puede entrar a tus pensamientos.

O quizás es que no puedo pensar si cantas, y entonces no hay nada que alguien pueda leer ahí dentro.

Grrrrrr.

Era chiste, era chiste.

No conviene tener enemigos invisibles que te sigan por todos lados. Sobre todo si ellos sí leen tus pensamientos.

...

Antes del mediodía llevamos a Hermione a lo de Florean Fortescue a tomar un helado. Esta vez me siento bien y no lloro ni un poquito, y saboreo hasta el cono de galletita que la gente suele tirar a la basura. Cuando terminamos, después de que Harry y Hermione tiren su cono a la basura (qué les dije...), Harry nos lleva al negocio de escobas del Callejón Diagon. Hay un montón de gente agolpada frente a la vidriera, como sucede en la sala común de Gryffindor cada vez que hay un anuncio en la cartelera. Tenemos práctica y pronto nos hacemos un lugar en el frente.

Una escoba que hasta yo sé que es de lujo está exhibida, y debajo hay un cartel que explica todas sus maravillas. Se llama Saeta de Fuego, eso lo veo, pero está incómodo para leer y dejo que Hermione nos cuente:

—"Este ultimísimo modelo de escoba de carrera dispone de un palo de fresno ultrafino y aerodinámico, tratado con una cera durísima, y está numerado a mano con su propia matrícula. Cada una de las ramitas de abedul de la cola ha sido especialmente seleccionada y afilada hasta conseguir la perfección aerodinámica. Todo ello otorga a la Saeta de Fuego un equilibrio insuperable y una precisión milimétrica. La Saeta de Fuego tiene una aceleración de 0 a 240 kilómetros por hora en diez segundos, e incorpora un sistema indestructible de frenado por encantamiento. Preguntar precio."

Cuando termina de leer, no vuela una mosca por el aire. Toda la multitud estuvo oyendo a Hermione durante su lectura, y ahora estamos todos boquiabiertos (por eso es bueno que no vuelen moscas).

—Es... es perfecta —dice Harry con una sonrisa.

—Sí, creo que no es mala —dice Hermione, escéptica.

—No te gustan las grandes apariencias —le digo.

—No.

—Después de lo que sucedió con Lockhart...

Hermione entrecierra los ojos, pero no me dice nada. A cambio de esto, aceptamos ir a Flourish & Blotts, donde Hermione vuelve a sonreír al mirar todos los libros.

—Mis papás no me dejaron mucho tiempo aquí cuando compramos los materiales. Solamente estuvimos en la sección de Defensa Contra las Artes Oscuras y Encantamientos. Oh, tan sólo miren esto...

En sus manos sostiene delicadamente un tomo de mil páginas como si fuera un recién nacido. Harry y yo suspiramos y nos miramos como si fuéramos los padres de una hija incomprendida. Pero esto aún es normal. Las cosas comienzan a ponerse extrañas cuando veo a Harry, inmóvil, frente a un libro en exhibición. Ni siquiera parece respirar. Me acerco cautelosamente y miro sobre su hombro la portada, donde está dibujado un perro enorme, negro, que te mira como a punto de atacar.

Su título es Presagios de Muerte: Qué hacer cuando se sabe que lo peor está cerca.

—Eso da miedito —comento, pero Harry tiene más que miedito.

—¿Tú también ves el perro?

—Claro que sí. No todos necesitamos anteojos para ver, Harry.

—Es extraño.

—No en realidad. Lo normal es ver sin anteojos. Algunas personas tienen algún problema en los ojos que no les permite ver claramente y por eso usan... Ah, tú no hablabas de eso, ¿verdad?

Harry niega con la cabeza.

—¿Qué pasa? —pregunta Hermione, bajando el libraco.

—Es igual al perro que vi cuando me escapé de la casa de los Dursley.

—Déjenme ver... Es solamente un libro de adivinación. No se preocupen por eso, son puras tonterías.

Abro la boca como un hipopótamo.

—¿Eres tú, Hermione?

Ella sonríe con autosuficiencia.

—La profesora McGonagall dice que es la rama más incierta de la magia. Ya lo dije antes cuando Firenze y los centauros leían las estrellas en el Bosque Prohibido. No hay nada completamente cierto en esa especialidad.

—Bueno, yo me anoté en Adivinación, creí que habíamos quedado en eso —digo.

—Sí, yo también —dice Harry.

—Claro que estoy anotada en Adivinación —dice Hermione—, no me perdería la oportunidad por nada.

—¿Están viendo ese libro, chicos? —pregunta el vendedor, saliendo de atrás de una gran pila de libros—. Yo no leería eso si fuera ustedes. La gente no deja de ver augurios por todos lados una vez que ha leído unas páginas.

Harry y yo decidimos abandonar el tema y salir rápido de la librería. Esperamos a Hermione afuera, mientras ella sigue mirando los libros. Harry está un tanto nervioso y cambia su peso de una pierna a la otra.

—Violetta e Isabella son muy buenas en Adivinación —le cuento a Harry—. Siempre que las oí hablar, estaban diciendo algo que habían visto en la bola mágica de la profesora, o contaban qué bien les había ido en el examen, o cuánto las había alabado algún tonto en clase.

—Nunca me habías contado nada de tus hermanas.

—Sí, trato de no pensar en ellas, en realidad —digo, encogiéndome de hombros.

Hermione sale con una pila de libros bajo el brazo y una sonrisa en la cara. Cuando volvemos al Caldero Chorreante, vamos los tres a su habitación y la ayudamos a guardar los materiales que compró hoy. Se me cruzan los ojos al ver la cantidad de libros de clase: El monstruoso libro de los monstruos junto a Disipar las nieblas del futuro, arriba de El mundo de los muggles, cerca del Diccionario de Runas Antiguas, primer nivel...

—¿En cuántas materias piensas anotarte, Herms?

—Oh, sólo unas cuántas —dice sin levantar la vista de su baúl, donde está doblando su ropa.

—No te alcanzará la vida.

—No es para tanto —dice ella, pero Harry la mira con incredulidad—. En todo caso, es problema mío, y es un problema que ya resolví. Hablé con McGonagall y me dio permiso para anotarme en Estudios Muggle, Runas Antiguas, Aritmancia, Cuidado de Criaturas Mágicas, Adivinación... De verdad, no se preocupen.

—Si tú lo dices...

A la noche nos despedimos y cada uno va a su habitación. Hermione tiene la 20, está un poco más lejos de la mía y la de Harry. En la otra habitación vecina a la mía hay una vieja que ronca muchísimo, y me mantiene despierta bastante tiempo. Espero que no sea la vieja del gato, porque eso significaría que ni de día hace silencio. Pero de todos modos, gracias a que estoy despierta puedo escuchar que cerca de las diez de la noche aparecen muchos pasos en la escalera, como de una familia numerosa... preferentemente de pelirrojos. Al menos es así en el sueño que sigue a aquel ruido, ya que la vieja dejó de roncar cuando escuchó los pasos y me dejó dormir al fin. Espero que el gato no maúlle.

A la mañana siguiente alguien golpea la puerta. Es Ginny. Luego de saludarnos con muchísima emoción la invito a pasar, pero cierro rápidamente la puerta detrás de ella. Esta vez sí estoy en pijama y no quisiera que la gente me viera así, sea George o Tom o la vieja y su gato.

A ambas nos ha hecho bien el último mes de vacaciones. A pesar de que todavía no consigo bajar de peso, al estar con Ginny me olvido de mi problema y puedo estar bien, y ella parece estar mejor de sus pesadillas sobre la Cámara Secreta. No menciono nada sobre el tema.

—Qué bien que les haya gustado Egipto —digo cuando termina de contarme sobre el viaje. Estamos ambas sobre mi cama desarmada, hablando como en una pijamada... en la que solamente una persona usa pijama—. No te estoy echando, pero... ¿qué haces aquí tan temprano?

—Dormí anoche en la habitación de mamá y papá, para no despertarte, pero me dijeron que probablemente debía dormir aquí.

—Creo que compartir habitación es nuestro destino —me río—. Trae tus cosas cuando quieras. Cuando me haya cambiado vamos a ver a Hermione.

—De acuerdo.

Tom trae una cama más. Una vez que se concreta la mudanza y ya estoy vestida, le doy otro abrazo a Ginny. Estoy más contenta que nunca, aunque no puedo razonarlo. Ginny me ha contado que anduvieron en una caravana de camellos. Ahora simplemente estallo de felicidad porque se ha completado la caravana Hogwarts.


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¡Espero que les haya gustado el capítulo! Esta vez fue bastante largo.

A partir de ahora, según el decreto 12345 de la Gran Inquisidora de Hogwarts, las actualizaciones serán los viernes. Me gusta ese día porque sé que siempre es un día de festejos porque acaba la semana, y tienen tiempo para leer el capítulo más tarde o en el fin de semana. Como hay lectores de todas partes del mundo (lo veo en mis "stats" de Wattpad, es increíble...), lo haré lo más temprano que pueda para que lo tengan desde el principio del día.

En otras noticias, es primero de abril, lo que significa... ¡que Camp NaNoWriMo comienza hoy! ¿Alguno de ustedes participa? Para los que no lo conocen, es un mes en el que cada uno se propone escribir una novela. La versión tradicional se llama simplemente NaNoWriMo (National Novel Writing Month), es en noviembre y la idea es escribir 50.000 palabras en el mes. Pero "Camp" NaNo es en abril y julio y es más relajado, cada uno elige cuántas palabras escribir. Les dejo la página a los curiosos: http://campnanowrimo.org/

Mi proyecto para Camp NaNo es Leyla y el prisionero de Azkaban. Me encantaría terminar la novela en este mes, o al menos avanzar bastante.

Espero sus comentarios de siempre. :)

Los quiere,

Madame Weasley.

(Sí, también BMW, eso nunca falta) 

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