1: Trece años
-¡Feliz cumpleaños!
La señora Weasley tiene un gran pastel en las manos, y todos los Weasley aplauden cuando bajo la escalera mientras agradezco a Francesca por haberme recordado que me pusiera ropa antes de bajar. Me imagino que de otro modo los aplausos hubiesen sido más estruendosos.
Los gemelos corren a mí y me dan un fuerte abrazo mientras me despeinan el cabello, que ya está bastante feo, dado que me acabo de levantar. Al parecer Francesca no puede ocuparse de todo. Quizás esté celosa porque es mi cumpleaños. ¿Cumplirá ella el mismo día que yo o habrá nacido otro día?
Cumplo el quince de septiembre, Leyla, dice Francesca, siempre solícita.
Oh. Gracias, digo. Ahora vete. Shu. Estoy teniendo un momento especial.
-¿Qué dices? -pregunta George.
-Ah... eh... nada.
-Algo de shuuu -me imita Fred.
-Es la emoción de volverme vieja.
-Es verdad, ¿no es genial? Ya tienes trece.
-¡Sí! Ahora ya puedo hacer... lo mismo que hacía cuando tenía doce.
-No es verdad. Este año puedes ir a Hogsmeade... y con autorización -agrega más por lo bajo.
No puedo evitar ponerme roja. Recuerdo la vez que fui con él a Hogsmeade, en primer año y a escondidas. Nos besamos en el túnel, huyendo de McGonagall y Filch. Difícil de olvidar, y por varios motivos.
-Felicidades -dice Ginny con una amplia sonrisa. Me alegra verla tan bien luego de lo que sucedió hace tan solo unas semanas en la Cámara Secreta. Aún me da escalofríos-. ¿Te gusta la torta de chocolate?
-A Percy le fascina -señala George-. Incluso cambiaría a su linda Penelope por un buen pedazo de torta.
Y todos vemos que, en efecto, él ya se sirvió una porción.
-Tonterías -dice Percy ofendido, y se levanta de la mesa para irse (pero nótese que no olvida su porción).
-Percy, puedes quedarte con nosotros -dice la señora Weasley.
-No, no. De todos modos, ya me iba. Tengo cosas importantes que hacer.
El Sr. Prefecto Ofendido se va con su comida al piso de arriba, mientras que le hago una mueca a sus espaldas. Los gemelos tratan de ocultar la risa.
-Y ustedes dos, dejen en paz a su hermano -dice su madre-. Ahora sí, Leyla, ¡muy feliz cumpleaños, tesoro! -Me da un beso en la frente y un abrazo muy tibio-. Siéntate, por favor, hay lugar al lado de Ron. ¿Quieres torta?
-Sírvale primero a Ron, que se le hace agua la boca. -Me siento a su lado y le doy un abrazo de costado.
-Oh, Leyla, lo siento. Estaba pensando... Ten un feliz cumpleaños.
Le doy su porción y pronto cada Weasley tiene su pedazo de delicia de chocolate.
-¿En qué piensas tanto como para dejar de lado la comida? -le pregunto con la boca un tanto llena-. Señora Weasley, este pastel está excelente.
-Gracias, tesoro.
-Es Scabbers -dice Ron hundiendo la cuchara en su porción, aún sin comer-. No está bien.
Fred y George se miran.
-¿Qué le hicieron? -dice Ron con mirada acusadora.
Los gemelos levantan las manos en alto.
-Tranquilo, hermanito, nosotros no le hicimos nada.
-Pero debes admitir que Scabbers está un poco viejo, ¿no crees?
Ron resopla y se cruza de brazos.
-No está más viejo que hace unas semanas -replica él.
-¿Crees que haya sido mi olor a pata? -pregunto-. El olor a roquefort, que no es cualquier queso, es fuerte hasta para las ratas.
Fred y George estallan en carcajadas, y la señora Weasley sacude la cabeza en reprobación aunque sin poder reprimir una sonrisa.
-Ginny -dice ella-, cuando quieras, ven a ayudarme con la ropa.
Todos sabemos muy bien que "cuando quieras" significa "Ginevra Weasley, tienes cinco minutos para cargar la canasta". La señora Weasley puede ser muy dulce y hacer las mejores tortas de cumpleaños de todo el mundo, pero cuando te ordena algo, mejor lo haces. Ginny lo sabe muy bien y no tarda seguirla hacia el jardín.
-Y nosotros tenemos que ir a conseguir las escobas -dice Fred-. Cuando quieras, George.
-Me da miedo cuando mamá dice eso -comenta Ron.
-¿Entonces Quidditch por la tarde?
Ron y yo levantamos los pulgares y hasta me dan ganas de aplaudir, aunque tantas ridiculeces juntas no me lo perdonaría ni siquiera en mi día de cumpleaños. Los chicos se van y Ron y yo quedamos solos.
-En serio espero que lo de Scabbers no sea grave -digo-. ¿Dónde está ahora?
-Estuvo los últimos días en la habitación de Percy. No puedo verlo mucho, porque él siempre está ocupado con no sé cuál asunto del ministerio, y si le preguntas solo se hará el importante. Así que entro a ver a Scabbers cuando el aburrido se va al baño o al frente de la casa para asegurarse de que nadie intercepte su lechuza de alta prioridad del ministerio.
-Por eso corría ayer como loco por toda la casa... -Rasco mi cabeza mientras pienso. No me gusta ocupar mis pensamientos con Percy-. Qué raro que el ministro acepte la ayuda lejana de alguien que no se ha graduado de Hogwarts, ¿no crees?, aunque no está mal lo de la distancia: nadie quiere trabajar cerca de Percy. -Ron sonríe de lado-. Como sea, ¿has hablado con Harry de casualidad?
-No -dice-, pero sé que igual tardaría en recibir noticias. ¿Qué día es hoy?
Me llevo una mano a la frente, simulando estar muy ofendida.
-Jamás lavarás esta infame mancha de nuestra amistad, Ronald Weasley.
-Ah, lo siento, es tu cumpleaños, no debí olvidarlo. Eh... estamos a... ¿23 de junio?
-24 de junio. Agradece que hoy soy niña buena, sino te daría una buena bofetada. Como sea, ¿dices que es muy temprano para escribirle a Harry?
-Sí, las clases terminaron hace menos de dos semanas; generalmente las lechuzas tardan unos largos días en llegar, y Harry no siempre recibe sus cartas. No sé qué hacen esos muggles, pero debe ser horrible vivir con ellos.
-¿Y si llamas por tefelófono?
-Se dice fetélono. Y, no, el año pasado no me fue muy bien. Luego tuve pesadillas con el tío de Harry por tres noches seguidas.
Ambos nos estremecemos. Cuando termino de comer mi parte, miro fijamente el plato de Ron.
-Si no la vas a comer... -digo, cortando un bocado de su porción.
-No seas gorda, Leyla.
Mi cara se alarga. Intento reír ante su comentario, pero me a la vez trago una pesadez horrible que no baja, que se queda estancada. El dolor queda en mi pecho. Lo que no entiendo es por qué me afecta tanto. ¿No he aceptado ya muchas veces todos mis defectos? Mi corta altura, mis aburridos ojos oscuros, mi olor a pata que enferma a Scabbers... Sé que tengo modales casi nulos y la gracia de un elefante en patines. Y también sé que la lista es interminable. Pero esto es distinto; acaba de tocar un punto débil en mí, y no me gusta nada, no me pone bien saber cuánto me derrumba esa palabra.
-Oye, ¿por qué esa cara? -dice Ron-. Está bien, ten la mitad. Esta vez me convenciste, pero para la próxima ensaya un mejor rostro de perrito triste.
-No, no, está bien. Ojalá el chocolate te levante el ánimo.
Poco después, Fred y George regresan con las escobas y el clima lúgubre acaba, aunque estoy todo el camino hacia afuera pensando en mi postura y fijándome si la túnica me hace ver gorda. Me muero de vergüenza cuando tropiezo y Ginny me sostiene por la cintura para que no me caiga. Debo estar roja, siento la garganta rígida en un esfuerzo por no llorar. Todos deben haberlo notado.
Intento seguir la alegría de todos y el juego de Quidditch no sale nada mal, pero no me atrevo a hacer movimientos muy pronunciados en caso de que pase algo parecido, que la túnica quede de manera rara, que alguien note algo que no quiero.
En la cena siento que todos me miran y cada bocado me duele. No es la manera más feliz de terminar tu cumpleaños, y siento que sería más hermoso quedarme con doce años, tal como ayer, y dejar de sentirme perseguida, con todas las miradas en mis imperfecciones.
El señor y la señora Weasley se quedan hasta tarde hablando sobre una noticia que llegó del trabajo, y como no parece ser grave, los chicos nos retiramos a la sala de estar, pero no aguanto mucho tiempo allí. Siento que me sobrecargué hoy, que ya no puedo sentir nada más. Me voy a dormir y todos me desean buenas noches y un buen fin del cumpleaños. Pero yo solamente pienso en poder irme a un lugar, sola, a volver a respirar.
La mañana amanece hermosa y la opresión en mi pecho ya no está. Camino por la casa y no me siento tan acomplejada, pero aún me escondo al cambiarme el pijama aunque en la habitación solo duerma Ginny.
Oh, qué feliz era antes. Tener trece años es lo peor. Creo que no puedo aguantar a los catorce para que esto se vaya.
Sabes que no funciona así, dice Francesca, y lo único que consigue es ponerme más ansiosa.
Maldición.
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Espero que les haya gustado.
Dejen sus votos y comentarios, y no olviden que no habrá un ritmo establecido
de publicación. Subiré cuando pueda, hayan pasado dos días o dos meses desde el
capítulo anterior. Sepan que hago lo mejor que puedo.
Los amo.
BMW.
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