de Leyla en Hogwarts 1: La piedra filosofal

(Recordando cómo inició la serie de libros, cuando empezamos a amar a Leyla):

Tener once años y seguir esperando tu carta de Hogwarts significa una de las siguientes cosas:

a. te tocó la peor lechuza del universo porque tu suerte siempre te acompaña (lo cual podría aplicar a mí sin problemas);

b. eres squib;

c. eres squib y no quieres admitirlo, y ahora ves que toda tu familia tenía razón, pero sigues numerando opciones para no caer en la inevitable categoría.

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Regla número uno al hablar con Leyla: No mencionar a Selene. 

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Justo cuando encuentro un interesantísimo escarabajo caminando cerca de los zapatos de Ron, alguien me toca el hombro.

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—Y Slytherin... —Pongo cara de asqueada.

—Sentimiento mutuo.

Si tan solo todos los sentimientos fueran mutuos...

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Como sé que la cena se aproxima, y no quiero estar en sociedad para ese momento, decidoir a ver si ya hay algo para comer.

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Mis días en Hogwarts ahora se tratan básicamente de controlar la puerta de Fluffy regularmente, hacer las cosas bien en Pociones (sin destacar) mientras vigilo a Snape, evitar a George y Angelina bajo todo concepto, admirar a Cedric a la distancia (o quizás no tan distante...) y estudiar. Oh, y comer. Muy importante.

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—Ya, sí, fui yo la que le quitó doscientos puntos a Gryffindor. ¿Feliz?

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Harry, que era el héroe por haber ascendido a Gryffindor, ahora cayó en picada en popularidad. Hermione tiene suerte, ya que siempre la han visto como basura, así que nada ha cambiado.

¿Pero qué estoy diciendo? ¿Quién tendría suerte por ser basura?

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—¿Cómo te ha ido? —le pregunto.

—Normal. O sea: mal.

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Cedric se recuesta a mi lado y puedo sentir su hermoso perfume. Mmmmm.

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—Oh, ese Binns no es exactamente el alma de las fiestas.

—Es el espíritu del colegio. Literalmente, es un espíritu.

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—Oye, ¿te das cuenta que cuando hablas en frente de chicos te pones nerviosa y tu voz suena como un pito?

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—Vamos, Leyla, todos sabemos que Cedric es —se besa los dedos como si tuviera un delicioso chocolate en ellos— el bombón.

—Ajá.

—Y Draco Malfoy también está muy bien. ¿Cómo haces para hablarte con ellos, eh?

—Draco es mi primo. 

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¿Si le pego me castigarán mucho?

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Si tan solo recordara los pasos que seguí la otra vez para inundar la casa con mis manos, ahora podría mandar a Selene bien lejos. Debo anotarlos la próxima vez.

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Envío mi respuesta confirmando que iré, y uso esta vez la lechuza de Natalie. Suspiro mientras la veo irse, alejándose en el cielo hasta convertirse en un puntito.

Momento melancólico.

Ah, no, un segundo, ¡fin del momento melancólico! Un punto gemelo aparece en el cielo, solo que se hace más y más grande, acercándose. Una lechuza parda, tan majestuosa como un águila, vuela hacia mí y se posa en el alféizar de la ventana. Y lo más hermoso es el sobre escrito con tinta esmeralda que lleva atado a la pata.

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Oh, Merlín, sosténme porque me caigo.  

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De Leyla y la Cámara Secreta: 

Estoy conociendo demasiados suegros este mes.

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La señora Weasley se quedará pelada como su marido si sigue tirándose así de los cabellos.

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—Gracias —le digo a Cedric—. Dicen que es doloroso que un tren te aplaste, y no quería comprobarlo.

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¡Mi hermana! La pequeña Abby se dirige confiada al taburete.

"Que sea Gryffindor, que sea Gryffindor... O lo que sea. Todo menos Ravenclaw..."

—¡Hufflepuff!

"Oh, no, ahora ellas se comerán todo. Mal hecho, Sombrero".

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Estuvimos replantando mandrágoras y transformando botones en escarabajos, así que estoy un poco agotada.

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—Me imagino —digo con una sonrisa, y espero no tener comida entre los dientes. 

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—Maddy. ¿Por qué? ¿Qué sucede con ella? Por favor, dime, aunque sea algo malo. Son las únicas hermanas que tengo.

—No es verdad —interrumpe Ron—, tienes doce hermanas y un hermano... ¡Au, Hermione! Me pegaste una patada... ¡Au! ¿Otra vez? ¡AUUUU! Creo que ya entendí, tranquila.

—No, la última vez fui yo —admito. Por fin se queda callado.

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Me guiña un ojo (y yo no suspiro, obviamente, porque siempre conservo mi dignidad...).

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—Hermione... —Quiero hablar, pero solamente me sale croar como un sapo.

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Entran riendo, aunque la risa de él parece bastante forzada. Mi risa es de maniática, así que no puedo criticar mucho, pero al menos siempre es sincera. 

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—¿Vamos a hacer algo sobre el periódico o no? Empecemos. Cho.

Cho me mira con los ojos muy abiertos, sorprendida.

—Eh —dice ella—. Bueno... creo que deberíamos decidir el tamaño del papel.

La idea de aplaudir su propuesta es tentadora, pero prefiero no ganarme enemigos tan rápido.

—Claaaaaro —digo, fracasando en usar un tono neutro, y Cedric sonríe—. Entonces creo que deberíamos votar por... esto, el tamaño del papel.

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Estoy débil en cuanto a lo que puedo hacer con mis poderes, ya que tomo regularmente la poción, así que estoy más de una hora tratando de mover la maldita nube, que llega de una vez por todas a su lugar. Entonces comienza a llover única y exclusivamente sobre las calabazas de Hagrid, que salta sorprendido por las gotas, viendo que a pocos metros todo sigue seco. Tendré que explicarle un par de cosas si no quiero que enloquezca.

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Suspiro y veo que empañé la ventana con mi aliento. Dibujo un corazón en el vidrio con mi dedo, y Cedric me mira, levantando las cejas.

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—Uf. Parece que se enteró de que Oliver Wood está saliendo con mi hermana y cambió de víctima.

—¿Víctima?

—Perdón, quise decir "objetivo". 

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—¿Y me dejarán incluir la columna de "Harry Potter"? —dice con un brillo en los ojos.

Mentira, ¿dije brillo? Parece tener toda una constelación de estrellas iluminando sus pupilas. Espero que este chico jamás conozca el café.

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Maldades Para Hacer: "aprovechar a escupir el ojo de Cho en lugar de hablarle normalmente, ya que me odiará de todos modos".

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La bibliotecaria gruñe, pero nos deja en paz. Si McGonagall y Filch no fueran amantes, yo diría que ella sería su alma gemela (la de Filch, claro. Y Hermione la de McGonagall).

Seguiré subiendo en nuevas secciones a medida que encuentre frases curiosas, graciosas o ridículas. (¡Leyla sí que era pesada en el segundo libro!)

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