4. Neville Longbottom
Dedicado a mi querida Nai Philpotts, que escribe como los dioses.
Capítulo cuatro
Neville Longbottom
La plataforma nueve y tres cuartos. Vaya, aquí sí que me siento menos fuera de lugar.
Está completamente abarrotado de magos, todos vestidos de forma tan estrafalaria que ninguno destaca. Es más, los estudiantes, que saben más sobre la moda muggle que sus padres, son los que más llamaban la atención, vestidos de colores tan apagados.
Veo nuevamente a la familia de pelirrojos, ahora subiendo al tren, y a su madre hablando con ellos, probablemente dándoles indicaciones. La hija menor le da la mano a la mujer, y aquello me está dando ganas de llorar. Mi madre nunca me llevó al Callejón Diagon ni me trajo a esta plataforma para despedir a mis hermanos cada año. Yo siempre quise venir para conocer el lugar, claro, no es que mis hermanos me interesaran. Pero jamás quiso traerme.
-Eh, Leyla, ¿piensas venir con nosotros o prefieres seguir perdiéndote? -pregunta Draco desde algún lugar lejano. Doy una vuelta, tratando de encontrarlo, pero no está por ninguna parte. Comienzo a saltar para ver entre la multitud y veo como Barbas de Merlín sale volando de mi bolsillo, disparada hacia la gente.
Dejo mi carro y salgo corriendo tras ella, pero es muy pequeña y no logro abrirme paso a su velocidad.
-¡Mira eso! -oigo que alguien dice.
-¡Es genial! -grita otro.
-¡Ahhhh! ¡Mike, aléjate de esa cosa!
-Mamá, es una lag...
-¡LAGARTIJA!
Veo a Barbas de Merlín escabullirse entre donde deben estar los pies de la señora con el vestido de enorme enagua, y desaparece tras esos kilómetros de tela rosa.
-¡AHHHHH! ¡HAY ALGO EN MI ROPA INTERIOR!
Empujo entre la gente y llego a ver cómo la mujer de rosa pega un salto y cae al suelo como una morsa enorme y colorida. Todos comienzan a agruparse alrededor en un círculo y no puedo salir hasta que les clavo los codos a todos.
Un chico de cara redonda y cabello negro se me acerca.
-Lo siento, no tengo tiempo, tengo que encontrar algo -le digo antes de que me hable o me pregunte qué ha pasado.
-¿Tu lagartija? -me pregunta, abriendo las manos y mostrándome a aquel reptil azul.
-¡Barbas! -le grito-. Eres mala, mala -Luego me dirijo al chico-. Gracias... eh... tú... chico...
-Me llamo Neville Longbottom.
-Leyla. Leyla Blair-Black. Gracias, Neville. Me la regalaron hace un rato y todavía no logro domarla -le explico, riendo, como si no supiera que más de la mitad de la gente en la plataforma me está odiando en este mismo instante.
Me doy vuelta, para ver cuánta gente hay con las antorchas y los tridentes, y veo que todos están ocupados levantando y atendiendo a la mujer de rosa y... mirando el techo.
También en esta plataforma oculta hay un tragaluz en el techo, y todos lo están mirando extrañados. Y cómo no, si está lloviendo en sus propias cabezas dentro de la estación mientras fuera brilla el sol.
-No le eches la culpa a tu lagartija, Leyla -me dice Neville, y aprovecho que el chico no está espantado de mí para no ver el desastre que causé-. Creo que quería venir con Trevor -explica, mostrándome un bolsillo... vacío-. Oh, no puede ser. No otra vez.
-¿Es invisible? -digo sin pensar-. Lo siento, no tiene gracia.
-Luego de perderlo tantas veces uno se acostumbra -me cuenta, quitándole importancia al asunto.
-Bueno, yo te ayudo.
-¿De verdad?
-Claro. Te debo una, de todos modos.
Una anciana vestida de verde con un sombrero ridículo se acerca a nosotros y apoya una mano sobre el hombro de Neville.
-Oh, veo que te has hecho una amiga. Muy bien, Neville, dentro de poco podrías invitarla a salir... ¿Pero qué veo? ¿Está lloviendo aquí dentro?
Cierro los ojos y me concentro.
Para la lluvia, Leyla. Detenla.
Miro de nuevo y... nada. Otra vez.
Vamos, no quieres más problemas, chica.
A la cuarta vez funciona y las gotas cesan, dejando húmedo el aire y empapado el piso, sin hablar de toda la gente.
-Y ahora se detuvo... Vaya, hace más de treinta años que no veía algo así -comenta la anciana-. ¿Quién será el clímago? -pregunta al aire, observando a la gente, como si una flecha luminosa fuera a aparecer arriba del... ¿clímago había dicho?
No estoy segura de si se refiere a mí o está hablando de algo más, y no tengo idea de qué es un clímago, así que tal vez esta vez no me vaya tan mal y nadie note que todo el desastre es culpa mía.
-Bueno, ya nos enteraremos. Tal vez sea así todos los años, Neville, pero como nosotros recién venimos hoy para traerte... No, ya deberían habérmelo comentado. Luego hablaré con la señora Hannagan. Hennegan. No, Hannagan, era Hannagan, estoy segura...
-Leyla, ella es mi abuela -la presenta Neville, un tanto avergonzado.
-Augusta Longbottom, ése es mi nombre -dice ella, de repente dentro de la conversación-. ¿Y tú cómo te llamas, querida?
-Leyla Blair-Black...
-Ah, eres hija de Alesia Black, ¿no es así?
-Sí...
-¿Cuál de todas?
-Leyla, ya le dije.
-No, no eso. ¿Eres la cuarta o la quinta?
-La novena, contando a mi hermano.
-No entiendo por qué tantos hijos...
Augusta Longbottom se pierde en sus pensamientos en voz alta, así que Neville y yo aprovechamos para seguir buscando y alejarnos de ella.
-Lamento lo que dijo -se disculpa en cuanto nos alejamos de su zona de audición, la cual no debe ser muy amplia-. A veces es un poco...
-Honesta. Sí, a veces la gente honesta molesta bastante. Mejor todos mentimos y somos felices, ¿cierto? Vamos, Neville, no me afecta. Y tampoco es que yo sepa por qué tantos hermanos, si ninguno me sirve.
-Vaya, a mí sí que me gustaría tener hermanos. Al menos uno, así no me sentiría tan solo.
-Yo me siento sola con trece hermanos, así que no importa cuántos tengas, o si no tienes ninguno. Puedes tener amigos en su lugar, que probablemente sean mejores. Al menos los puedes elegir. De paso, ¿qué estamos buscando? Supongo que una lechuza no entra en un bolsillo, así que Trevor debe ser otra cosa...
-Cierto. Trevor es un sapo.
-Es bueno saberlo.
Él sonríe. Parece que es algo que no suele hacer, porque se ve extraño en su cara.
-¿Y como se llama tu... lagartija?
-Barbas de Merlín.
-Oh.
-Vamos, ríete.
-No quiero que...
-¡Sí, es gracioso! Si algo es gracioso debes reírte. Especialmente si una lagartija azul se llama Barbas de Merlín.
Escucho que deja escapar una débil risa.
-Creo que deberías enseñarme a nombrar mascotas. Ahora, encontremos a Trevor como tú encontraste a Barbas.
Al cabo de unos minutos lo encontramos. Barbas quiere acercársele, y dejo que lo haga sin soltarla, así no sale corriendo.
Vuelvo para buscar mi baúl, que está tirado sobre el piso como lo dejé cuando salí tras mi mascota, y tengo que juntar algunas cosas que se salieron.
-Aquí estás, Leyla, te estuvimos buscando -dice Draco, y al ver a Neville pone la misma cara que puso tía Cissy al ver a mi lagartija. Parece que el gesto se hereda.
-Vamos, deben subir al tren -apremia tía Cissy sin ver a mi nuevo amigo. Mis tíos nos saludan a Draco y a mí y nos desean un buen año. Luego de que la abuela de Neville le de un beso sonoro en la mejilla y él se ponga colorado, todos los alumnos que quedamos abajo subimos al Expreso de Hogwarts.
Finalmente.
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