33. Desastrosa clase de Pociones

--Para @TheBlackLi, que se merece más que una dedicatoria. Me gané una lectora incomparable.--

Capítulo treinta y tres

Desastrosa clase de Pociones

  

Las clases comienzan, y extraño todo el tiempo libre que tenía durante las vacaciones. Ahora tengo que hacer un trabajo tras otro, ya que se suman los nuevos con los que no hice durante diciembre. Además, estoy también ocupada en los recreos, ya que Hermione nos lleva a los tres a la biblioteca para seguir investigando, por más que le digamos una y mil veces que allí no está Flamel.

Harry está aún más ajustado con los tiempos que yo, ya que Wood lo hace practicar casi a diario para el próximo partido de Quidditch. George también debe entrenar, así que no logramos pensar en nada bueno antes de la clase de Snape. Mientras esperamos en el pasillo de las mazmorras y nos congelamos de frío, trato de pensar una táctica de último minuto. ¿Y adivinen qué? Nada se me ocurre. Snape llega antes de que logre pensar siquiera dónde me conviene sentarme, por lo que tengo que retomar mi asiento anterior, bastante al frente de la clase, junto a Neville y Hermione. Snape dicta las actividades del día, y yo ni siquiera presto atención. Hermione me codea un par de veces, pero yo insisto en mirar al suelo. Recién levanto la vista cuando huelo algo quemándose en el caldero y, alarmada porque Neville es mi compañero, hago desaparecer la poción, igual que en la clase pasada. Al mirar al frente veo al profesor por primera vez, y me llevo una gran sorpresa.

Está más delgado, tiene menos cabello (aunque igual de grasiento que siempre) y su color de piel, normalmente lechoso, es ahora verde oliva. Se extendió el rumor de que estuvo internado todas las vacaciones en el Hospital San Mungo, pero eso no es posible, ya que lo vi aquí hace menos de una semana, mientras Harry, Dumbledore y yo estábamos frente al espejo. Esto solo crea más misterio para la ya extraña figura del profesor de Pociones.

Mientras lo observo, él levanta la vista y ocurre lo que no debía pasar bajo ningún concepto: nuestras miradas conectan. Absolutamente todas mis voces interiores chillan desesperadamente que mire hacia otro lado, que voltee la vista, que haga cualquier cosa menos esto. Pero yo no puedo moverme, me quedo paralizada con los ojos bien abiertos. Los ojos son la ventana al alma, dicen, y si puede ver mi alma también puede leer mi mente. Legeremancia fácil; hasta un principiante podría utilizarla en mí.

Y, sin embargo, al mirar sus ojos negros no veo invasión ni odio, sino algo que me indica que mi mirada debe estar en ellos. Mi deber es mirarlo, escrutar sus ojos, descifrar lo que quiere decir… Me pierdo en los dos puntos negros, aunque no de la forma en que me pierdo en los ojos de George, no. Esto… esto es distinto. En los de George me sumerjo, como buceando, mientras que en los de Snape siento que me ahogo, como si me hubieran lanzado al Lago Negro… y me hubieran dado la habilidad de respirar bajo el agua, también. Siento que, a pesar de sentir que me ahogo, puedo sobrevivir así. Tengo que estar así.

—Te has quedado tildada —dice Ron, volviéndome a la realidad.

—¿Eh? —Sacudo la cabeza y me tapo la cara con ambas manos. Mis palmas están empapadas con sudor frío. Restriego ambas manos por mi rostro y luego miro hacia el techo. Cualquier lado está bien mientras no vuelva a ver a Snape. No puedo permitir que vuelva a pasar. Y, sin embargo, también tengo curiosidad por saber qué sucedería si volviera a hacer contacto visual con él.

—¿Viste? Estaban conectados —comentan detrás de mí.

—Creo que Blair le echó una maldición, ¿no te parece?

—Esa maldita se enamora hasta de Snape —dice Lavender con malicia dos filas más atrás.

Pero pronto dejo de escuchar los absurdos comentarios de mis compañeros y trato de buscar una solución, aunque sé que me es imposible. Ni siquiera sé bien cuál es mi problema. Estoy casi completamente segura de que fue Snape el que me mandó las dos notas, o al menos es el sospechoso número uno, del que más sentido tiene recelar. Debo evitar la conexión que surgió entre nosotros… ¿o debo reforzarla? Quizás yo misma logre entrar en su mente, ver más allá de aquella máscara de indiferencia y poder indagar más profundamente…

—Leyla, ayúdame un poco, ¿quieres? —dice Neville. En su voz se nota el esfuerzo que está haciendo. Lo miro, y veo que tiene las manos ocupadas con frascos e ingredientes—. Tenemos que hacer la poción de nuevo.

—Por supuesto —digo, acomodándome en la silla y sentándome derecha—. ¿Tienes el libro?

—Sí, está por allí —Me indica con la cabeza hacia la izquierda. Me levanto y miro por encima del caldero. El libro está del otro lado, apoyado sobre la mesa.

—No me lo puedes pasar, ¿verdad?

—Estoy un poco ocupado…

—Está bien, pero déjame salir entonces.

Por suerte, en las mazmorras hay bancos en lugar de sillas, así que no hay respaldos incómodos que no me dejen pasar. Solamente tengo que encontrar el modo de pasar lejos de Neville en este espacio reducido. Me aprieto contra su espalda, con los pies sobre el suelo y las rodillas chocando contra el banco, y logro pasar sin derribar con el trasero el caldero de la mesa de atrás. También temía incendiarme las nalgas.

Tomo el libro y rezongo.

—¿Ahora tengo que volver?

—No, espera, te doy mi lugar —me dice y, con todo aún en las manos, comienza a desplazarse como un cangrejo hacia la derecha para sentarse en donde estaba yo. Entrecierro los ojos mientras lo hace, temiendo que ocurra una catástrofe. Cuando está terminando de pasar, sin querer derriba un pergamino que cae al suelo, y lo pisa. Esto lo hace perder el equilibrio y resbalar. Neville cae sentado en el banco, pero todos los frascos se elevan en el aire y van a estrellarse contra el suelo.

Rápidamente me lanzo sobre el banco y extiendo los brazos hacia delante, como si así pudiera atajar todo, y cierro los ojos fuertemente.

Se escucha un murmullo que rápidamente comienza a extenderse por toda el aula, pero no logro comprender una sola palabra. Algo tapa las voces, las apaga. Sé cómo suena una aspiradora cuando la enciendes, ya que las pocas veces que mi padre me llevó al Ministerio me dejó en la sala de objetos muggles confiscados, y una de esas veces estaban probando una aspiradora para comprobar si estaba hechizada. El ruido del ventilador era aturdidor, igual que lo que se oye ahora, aunque dudo mucho que lo que se haya encendido aquí sea una aspiradora. No hay electricidad en Hogwarts. Pero, ¿qué más podría estar causando esta revuelta en el aire?

Abro los ojos, aún con los brazos extendidos y las palmas hacia arriba, y veo que un pequeño ciclón está delante de mí, girando sin cesar, moviendo todo el aire y sosteniendo todos los frascos e ingredientes flotando en el aire, circulando. También se levantaron algunos pedazos de pergamino y un par de plumas. Miro a ambos lados, y veo que todos están cuchicheando, susurrando cosas sobre mí. Todos me observan. Rápidamente separo los brazos, haciendo que el diámetro del ciclón se agrande, pero que quede a la altura de la mesa y ya no por el techo. Transformo mis manos en puños y todo el aire se queda quieto, dejando caer lo que flotaba. Los frascos se estrellan contra el piso, haciéndose añicos, o contra la mesa, esparciendo todo su contenido sobre la madera. Algunos pedazos caen en el caldero, que comienza a burbujear.

Siento a Neville temblando en su asiento a mi lado. Debe estar sudándose la vida, ya que todos sabemos que de un modo u otro él también saldrá castigado.

Ahora que no hay nada en frente de mí y puedo ver el frente de la clase perfectamente, noto que Snape me mira con perplejidad. Sus ojos vuelven a estar clavados en mí, y yo evito el contacto visual. No estoy lista para esto. Siento la tensión en el aire, cómo va creciendo, y también la furia aparece. No mía, claro, sino de Snape. Es obvio que en cualquier momento me lanzará por la ventana y caeré sobre mi trasero, lista para volver a mi odiosa casa en el expreso de Hogwarts.

¡Chu, chuuu! Chaca chaca chaca, ¡chuuu, chuuuu! Chaca chaca chaca…

Genial. Lo último que necesitaba era que mi juiciosa y responsable voz interior, que siempre me da sabios consejos, comenzara a imitar el sonido del tren. ¡Pero hela aquí! Ojalá pudiera despedirla.

Cuando Snape abre la boca para decir algo de una vez por todas, se escucha el sonido de la puerta abriéndose. Todos nos damos vuelta a ver quién está en el umbral.

—Hola, profe.

Muy bien, esto es totalmente inesperado. ¿Qué hace Selene aquí? Lleva la túnica por arriba de las rodillas, el cabello rubio en un rodete despeinado y tiene la varita en la mano, aunque también la muerde, usándola como si fuera uno de esos pastos largos que se pone la gente entre los dientes.

Varios de Slytherin la miran con admiración. Selene siempre se llevó la atención de los chicos de su curso (supongo que esto incluye a Fred y a George), pero nunca hubiera imaginado que también mis compañeros de curso estarían interesados en ella. Al parecer, hay atractivos universales para todos los chicos… y algunas chicas, también. Millicent Bulstrode, de Slytherin, la mira con tanta pasión que no sé cómo no salen corazoncitos volando a su alrededor.

Selene avanza por el pasillo cual vulgar modelo muggle, bamboleando su cuerpo de un lado al otro. Yo me tapo la cara, sintiéndome más avergonzada de ella que del desastre que causé hace pocos minutos.

—¿Es tu hermana? —me pregunta Ron. Yo asiento, y veo que unas filas más atrás Lavender la mira con odio. Creo que es lo único bueno que puedo sacar de Selene, aunque sospecho que pronto Lavender se vendrá con alguna venganza extra por tener una hermana que llama la atención de sus intereses amorosos. Y Selene estará encantada de que yo la pase mal por su culpa.

—Tengo que admitir que sí —digo, reforzando mi afirmación—, es hermana mía. Somos la misma sangre, por mucho que esto sorprenda.

—Son parecidas —dice Neville, que ya dejó de temblar por el susto del ciclón que se desató frente a su nariz—, pero hay algo en tu cara que ella no tiene.

—Creo que tu nariz es más grande, sin ofender —observa Hermione—. Y, bueno, también tienes cabello y ojos negros…

—Me parece que sé como luzco, muchas gracias —digo con los dientes apretados y un poco irritada. ¡Siempre tiene que meterse ella a comentar!

—No, en serio lo digo —sigue ella, observándonos a las dos—. Tus ojos también están inclinados un poco hacia…

—¡En serio, ya basta!

Toda el aula me mira con curiosidad. Yo me encojo de hombros y me siento encorvada en mi porción del banco. Siempre me comparé internamente con Selene, aunque jamás lo admitiría, y menos en frente de ella. Toda mi vida me pregunté por qué yo salí así mientras que todos mis hermanos son mucho más atractivos. A primera vista, la única diferencia es el cabello y los ojos, pero luego te das cuenta de que mi rostro es mucho más tosco que el de ellos. Los otros tienen una expresión y forma de la cara más delicadas. No sé por qué los genes se portaron mal conmigo, pero siempre me sentí como un experimento fallido que olvidaron desechar.

—¿Qué sucede? —pregunta Snape, que ya se recuperó del asombro. O del enojo. O de lo que sea que le haya ocupado la mente durante los últimos minutos—. ¿Qué es tan importante como para interrumpir mi clase así? Un punto menos para Ravenclaw —sentencia con voz monótona.

Genial, si era alguien de Gryffindor seguramente nos sacaba al menos cinco puntos. In-jus-ti-cia.

Selene enreda un mechón de su cabello dorado alrededor de un dedo y lo mira, desafiante.

—Oliver Wood está buscando a Harry Potter.

Snape se vuelve inmediatamente hacia Harry, quien traga saliva nerviosamente. ¿No podía ser en la clase de Encantamientos, con Flitwick? Tenía que ser en Pociones. Ahora sí que nos quitarán cinco puntos.

—Así que Potter necesita mensajeros. Claro, al ser una celebridad tiene que tener trato especial, ¿no es así? —se burla.

Selene mira a Harry y le indica que vaya con ella con gesto aburrido. Él se levanta de su asiento y la espera en el pasillo entre las filas de las mesas, prefiriendo quedarse ahí y no acercarse a Snape.

—Dime, Blair —dice Snape, y temo que me diga algo o me castigue, pero luego veo que le sigue hablando a mi hermana—, ¿qué tienes que ver con el equipo de Quidditch de Gryffindor?

—Absolutamente nada —responde ella inmediatamente. Snape no logra intimidarla en lo más mínimo. Nada lo hace, en realidad—. Simplemente Wood pasó por el corredor en el que estaba y hablamos un rato y me mencionó que buscaba a Harry para arreglar unas cosas sobre Quidditch con McGonagall.

Snape fulmina a Harry con la mirada y, luego de restarnos nada menos que siete puntos, les indica a ambos que se marchen inmediatamente. Cuando se van y cierran la puerta detrás, dice:

—Avísenle a Potter que tiene que entregarme mañana un ensayo de un pergamino entero sobre la poción de hoy.

Hermione inmediatamente se lo anota en su agenda.

—¿Yo también puedo entregar uno?

—Creo que sacaremos otros cinco puntos de Gryffindor por su manera de meterse en lo que no le interesa, señorita Granger.

Draco ríe por lo bajo y susurra algo para sus amigos los gorilas. Es obvio que se está burlando de Hermione. Yo me quejo de ella, normalmente solo en mi cabeza, y a veces la chica me desespera, pero yo la respeto al menos. Me levanto ruidosamente de mi asiento y me paro derecha.

—Draco, di en voz alta tu graciosísimo chiste —digo. Él me mira con los ojos abiertos de sorpresa y horror—. Comparte algo con nosotros.

—No es necesario… —me dice Hermione por lo bajo.

—No, sí es necesario —insisto sin bajar el tono de voz—. Draco, si tienes algo para decirle a Hermione, díselo en la cara. Sé hombre y asume las consecuencias de lo que haces, o quédate como un cobarde y cierra la boca de una vez.

Sorprendentemente, Snape no me hace callar ni me indica que me siente. Tampoco defiende a Draco. Su posición es neutra, simplemente se queda detrás de su pupitre y nos observa.

Mi primo, como muy pocas veces en su vida, no sabe qué decir. Lo he pillado. Está boquiabierto y mudo, con la mente en blanco y la cara transfigurada por lo inesperado de la situación.

—Sabía que preferirías ser cobarde —digo con satisfacción y me siento de nuevo, cruzando los brazos sobre mi pecho. No vuelvo a levantar la vista durante el resto de la clase, que consiste en todos apurándose a terminar las pociones antes de que toque el timbre y Snape pase a juntarlas. Dejo que Neville se encargue de la nuestra, y si no lo hace aceptaré el cero que me merezco.

Hoy me siento distinta, como si nada realmente me importara, aunque a la vez me interesan varias cosas. Una de ellas es saber finalmente la verdad. La adrenalina corre por mis venas, la siento, y estoy decidida.

—Muy buen trabajo, Weasley —dice irónicamente Snape cuando observa el caldero de Ron luego de que suene la campana del fin de la clase—. Cero. —Snape sigue avanzando y llega a nuestro caldero. Levanto la vista, aceptando lo que tenga que suceder, y lo miro mientras contempla nuestro lastimoso caldero. —Longbottom —dice con odio en cada letra—, ¿qué…?

—Profesor Snape —digo con voz fuerte y clara, aunque lo suficientemente bajo como para que el resto de mis compañeros no escuche. De todos modos, ellos ya se están yendo, y el ruido de los bancos arrastrándose por el piso también tapa mi voz—. Tengo que hablar con usted en cuanto tenga un minuto libre.

Jamás pensé que sería capaz de poner nervioso a Snape, pero ya lo hice. Es muy bueno ocultando sus emociones, pero noté un cambio en los músculos de su cara. Tensión, eso es lo que sucedió en su rostro.

—De acuerdo —dice fríamente, aún mirando el caldero—, mañana puede venir a verme luego de mi clase con tercer año.

—Pero… debe ser hoy.

—Dije que mañana —Su decisión es final, cortante, indiscutible. Mañana será—. Longbottom, esto es un verdadero desastre. A su abuela no le gustará oír sobre esto, ¿verdad? —comenta con una pequeña sonrisa escalofriante.

Bastante furiosa por la posposición de la “cita” (me da asco pensar que tengo una cita con Snape) y por el modo en que trata a Neville, meto todas mis cosas en mi bolso bruscamente y me voy del aula dando zancadas. Aún así, puedo sentir los ojos del profesor clavados en mi nuca.

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Hola, ¿cómo andan? Sí me acordé de actualizar :) ¿Qué les pareció el capítulo? ¿A dónde creen que irá la cosa? No olviden dejar sus comentarios y votos.

Aparte, para los lectores de @RipleyWylde / Jenny, ¡hoy es su cumpleaños! Les aviso por si no lo sabían, aún están a tiempo de desearle un día especial.

Sin otro particular, me despido atentamente.

MadameWeasley

(Nótese la formalidad).

PD: ¡Los amo! Gracias por apoyar esta historia.

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