24. Leones vs. Serpientes (y un murciélago que interfiere)

Capítulo veinticuatro

Leones vs. Serpientes (y un murciélago que interfiere)

El sol que entra por las ventanas de la Torre me despierta. Siento mis pies calientes, y noto que alguien me puso medias por la noche. Supongo que habrá sido Hermione, que siempre se preocupa por mí, y me recuerdo de agradecerle más tarde. Decido que hoy nada me preocupará y simplemente me dedicaré a disfrutar el día.

Bueno, dudo mucho que eso suceda, pero al menos me pongo metas. Bajo al Gran Salón en medias y con el cabello despeinado, de lo cual me doy cuenta tarde, y agradezco no haber resbalado por la escalera. Hoy hasta la comida es de fiesta: salchichas fritas y jugo de uva. Todo el mundo aquí conversa animadamente, pero yo simplemente me deslizo entre Dean y un chico de otro curso y como mi comida.

—Eh, Potter —dice una voz que conozco bien—. Estaremos con un colchón debajo de ti, por si te caes.

—¡Draco!

—No te metas en esto —dice Pansy Parkinson. Al parecer hoy ni se molesta en fingir.

—Cállate, que lo conozco mejor que tú —replico, y esta vez mantiene el pico cerrado. Perdón, el hocico, porque es una perra—. Draco, ¿por qué no te vas a molestar a otra mesa?

—Sólo venía a saludar a mi buen amigo Potter, y a desearle suerte. Toda nuestra casa tiene una sorpresita preparada para él.

Esto suena horrible. Harry, sentado entre Ron y Hermione, aprieta los puños, pero logra mantener el control. Después de un rato de que nadie le preste atención, mi primo se va, enfadado, hacia otra parte.

—Harry.

Me doy vuelta, cosa que siempre hago cuando alguien llama a un amigo mío. No sé de dónde sale esa reacción, supongo que es sobreprotección o algo así. Como sea, eso es lo que menos importa en este momento, ahora que los gemelos están detrás de mí, llamando a Harry para que vaya con ellos a cambiarse ya.

No puedo estar enojada con George, simplemente me resulta imposible. Además, él no tiene la culpa de que yo me haya enamorado de él… Bueno, en realidad sí la tiene, porque es su responsabilidad lo guapo que se ve, y lo gracioso que es, y…

No, no, no. Vamos a sacarle la telaraña a ese cerebrito, Leyla, que parece que hace mucho que no lo usas.

La voz tiene razón, debo empezar a ser más consciente de lo que pienso, debo aprender a controlarme, debo…

—Hola.

No puedo explicar el susto que me acaban de dar aquellos dos pelirrojos. Los miro y saludo con la mano, en estado de shock y dura como una tabla, y vuelvo rápidamente a terminar mi comida. Escucho que se van, acompañados por Harry, y no vuelvo a respirar con normalidad hasta que estoy segura de que salieron del salón.

Uh, sí que estoy mal.

—¿Ya acabaste?

Hermione y Ron están esperándome, así que tomo con la mano las salchichas que quedan y les indico que ya podemos ir a la pista de Quidditch.

—Perdón que te lo diga, pero eso es asqueroso —opina Hermione, mientras que Ron me quita las salchichas de la mano y comienza a comerlas.

—¿Esto? —pregunta con la boca llena. Ella nos mira con cara de asco.

—Sí, eso.

—Hermione, tú no sabes comer —digo, y luego me vuelvo hacia Ron—. ¡Dame al menos una, no te comas todo!

Luego de una última cara de asco, Hermione se resigna a ser la única “normal” de los tres. Un montón de gente se nos une en el camino a la pista, así que apuramos el paso para poder conseguir un buen lugar. Nos sentamos en quinta fila, bastante arriba, por lo que desde aquí supongo que se verá bien. Los profesores ya están acomodándose, y veo la tensión que hay entre McGonagall, que quiere la Copa con desesperación, y Snape… que, bueno, es Snape. Al lado del profesor de Pociones está Quirrell, luego la profesora Sprout y… bah, es demasiado aburrido observar al resto.

—Espero que Harry halle la Snitch antes que quien sea que sea buscador de Slytherin —dice Hermione—. Estuve leyendo las reglas, y miraré bien que las cumplan todas. No confío para nada en esas serpientes.

—Y nosotros somos leones —digo, y rujo como un león.

Primero pienso que quedé como una tonta, pero veo que varios se ríen y también rugen con ánimo. Pronto estamos todos los de Gryffindor haciendo de leones, y hasta creo ver a McGonagall sonriendo.

Ya son las once, según anuncia Lee Jordan, que es comentarista. Muero por escuchar sus observaciones, y tengo la sospecha de que, aunque el partido salga mal para nuestro equipo, Slytherin quedará humillado de algún modo.

Y por Slytherin me refiero principalmente a Draco y a Parkinson.

Y a Snape.

Oh, bueno, digamos que ninguno me cae especialmente bien.

Seamus y Dean se unen a nosotros, y Dean, que dibuja muy bien, se ofrece a pintarme la cara de dorado y escarlata, los colores de nuestra casa. Yo dejo que lo haga, y poco tiempo después todo el mundo quiere estar adornado. La sesión de maquillaje, como lo llamaría mi hermana Selene, termina cuando se ve interrumpida por una llamada de Lee Jordan anunciando la proximidad del inicio del partido. Entonces Dean saca una bandera dibujada por él, que contiene nuestro animal representativo, acompañado por un enorme “Potter para presidente”.

—Aquí tenemos a nuestro árbitro, ¡Madam Hooch! —anuncia Lee, y todos aplaudimos al verla entrar a la cancha, escoba en mano y cabello despeinado, como siempre. Los dos equipos se alinean, Gryffindor en frente de Slytherin, con ella en el medio—. Quiero un juego limpio, muchachos —dice ella, deteniendo la vista un poco más en los de Slytherin, que juegan de verde. Los nuestros están de rojo—. Ahora, monten sus escobas.

Harry debe sentir el peso de nuestras miradas mientras se sube a su maravillosa Nimbus 2000. El silbato suena, y las escobas se elevan en el aire. Los jugadores también, claro, ya que nadie vuela tan mal como yo.

—¡Y Angelina Johnson toma inmediatamente la Quaffle! —anuncia Lee—. Qué excelente cazadora que es esta jovencita de Gryffindor, y por cierto, también es muy atractiva…

—¡Jordan!

—Lo siento, profesora McGonagall. Guau, miren cómo golpea. Buen pase a Alicia Spinett, una buena incorporación que ha decidido Oliver Wood… De vuelta a Johnson, Spinett, Johnson, y… No, Slytherin ha tomado esta vez la Quaffle… Marcus Flint, el capitán, vuela veloz por la cancha… Qué animal.

—Jordan…

—Está bien, está bien, me guardo los comentarios.

—Por dios, ¡eres el comentarista! ¡No puedes guardarte los comentarios! —chilla una chica al lado del amplificador que usa Lee.

—Bueno, continuamos —dice él—. Wood detiene la Quaffle, pase a Katie Bell, la cazadora, quien también es muy… no, nada, no importa… La Quaffle ahora está en poder de Slytherin, el enorme Adrian Pucey toma velocidad hacia los postes para hacer un tanto, pero, ¿ésa es una Bludger? Sí, señor, una Bludger enviada con excelente puntería por Fred o George Weasley, no puedo saber cuál de los dos es…

—¿Y él se hace llamar su mejor amigo? Pff, es obvio que es Fred, George tiene una marca en el cuello. Dame los binoculares —le pido a Hermione, quien me mira con el rostro consternado—. Dije todo eso en voz alta, ¿cierto?

—Sí.

Resoplo.

—Como sea, dame esos binoculares, tengo cosas que mirar.

—Angelina se zambulle… El guardián trata de alcanzarla, de bloquear el lanzamiento, pero no podrá… no, no… ¡TANTO PARA GRYFFINDOR!

Todos saltamos en el lugar (bueno, todos los de Gryffindor, al menos) y festejamos la anotación. Estoy abrazando a Seamus con alegría cuando escucho varios quejidos detrás de nosotros. Hagrid está abriéndose paso entre la muchedumbre, y todos nos apretamos para hacerle un lugar en la banca.

—Hola, chicos. Estaba mirando desde mi cabaña, pero no es lo mismo que estar en la tribuna con la gente…

—Disculpe, señor, pero no veo —dice una alumna sentada detrás de Hagrid.

—Todavía no hubo señales de la Snitch, ¿no? —dice él sin oírla. La chica resopla y se sienta arriba de su amiga para ver el partido.

—No, y aún Harry no ha sufrido ninguna lesión —digo.

Hagrid deja sus enormes binoculares y me mira.

—Lily, ¿no? Lily Black.

—Casi. Leyla Blair-Black, en realidad —digo. Ya me han llamado Lily otras veces.

—Eres más simpática que tus hermanas.

—Por suerte… —digo—. Oh, miren, allí está Harry… Se lo ve muy concentrado —comento para cambiar de tema.

Todos miran inmediatamente hacia arriba, al puntito difuso que es Harry, y lo observan con sus binoculares.

—Wood le pidió que atrapara rápido la Snitch, supongo que para evitarle lesiones en su primer partido —comenta Ron.

—Los buscadores siempre reciben más ataques que el resto de los jugadores —nos cuenta Hermione, quien seguro lo leyó en el libro de Quidditch.

—Entonces más le vale hallarla rápido.

—Slytherin toma posesión… El cazador Pucey avanza como una bestia, ya lo he dicho…

McGonagall tiene una expresión de incomodidad en el rostro, y no me sorprendería ver a otro comentador en el próximo partido.

—Esperen un momento —dice Lee Jordan, y todos lo miramos con interés—. ¿No es esa la Snitch?

Un gran murmullo se enciende por las gradas, y, en efecto, vemos un destello dorado muy abajo, a pocos metros del suelo. Ambos equipos se han detenido por completo, olvidando por un instante sus puestos, todos pendientes de la Snitch. Harry se afirma en su escoba y comienza la carrera hacia abajo, ganándole a Terence Higgs, el buscador del equipo contrario.

El estadio completo está pendiente de sus movimientos, se siente la tensión en el aire, ya nadie respira… Harry aumenta la velocidad, descendiendo como una bala, hasta que…

¡PUM!

El ruido resuena por todo el estadio: Marcus Flint, el capitán de Slytherin, le cerró el paso a Harry, quien apenas logró aferrarse a la escoba para no caer.

—¡Falta! —gritamos todos los leones.

Madam Hooch asiente, y hace sonar su silbato, indicando tiro libre desde los postes. Se hace justicia, sí, pero con tanto lío perdimos de vista a la Snitch.

—¡Hay que expulsarlo! ¡Madam Hooch, esto es tarjeta roja!

—Dean, eso no es fútbol —le recuerda Hermione—. No se expulsan a los jugadores en Quidditch.

—¿Qué es tarjeta roja? —pregunta Ron.

—Entonces, después de esa obvia y desagradable trampa, digna de un apestoso…

—Jordan…

—Quiero decir, luego de esa evidente y asquerosa falta…

—Jordan, te estoy avisando…

—De acuerdo, de acuerdo. Flint, el ángel del purísimo cielo, con alas blancas y suaves como el algodón, casi mata a nuestro buscador, cosa que puede sucederle a cualquiera. Como sea, ¡penal para Gryffindor! Johnson, Spinett, la Quaffle va de nuevo a Johnson… esquiva… Gryffindor sigue en posesión de la pelota… Oh, no, parece que Potter está teniendo más problemas.

Tiene razón: una Bludger acaba de pasarle pegada a la oreja, y, luego de esquivarla, sigue teniendo problemas para estabilizar a la escoba, que se sacude como un caballo nervioso.

—Esto no tiene que estar pasando. Una escoba no intenta tirar al jugador, y menos si es una Nimbus 2000.

Pronto pierde el control de la escoba por completo, y comienza a zarandearse sin poder detenerla. Va en zigzag, se zambulle y se eleva arbitrariamente, y sigue dando sacudidas que amenazan con derribarlo de la escoba.

—Slytherin en posesión de la Quaffle, la tiene Flint… Intercepta Spinett, pase a Katie Bell… Una furiosa Bludger golpea a Flint en la cara, espero que le rompa la nariz… Era una broma, profesora, calma… De vuelta Slytherin y… Oh, no, Slytherin anota un tanto.

Las serpientes verdes están festejando en la otra punta del estadio, moviéndose bajo el sol, lo que hace que parezcan escamas de una piel de serpiente, reflejando de a uno los rayos.

Vamos, Lee, mira a Harry, ¡se caerá en cualquier momento!, chilla desesperadamente mi voz interior.

—No sé qué le sucede —dice Hagrid, leyéndome el pensamiento.

Pronto, por fin, la gente comienza a señalar a Harry, quien por fortuna aún no se ha caído. De un momento a otro, tras una extraña sacudida de la escoba, Harry queda colgando de un solo brazo de la escoba, suspendido muchos metros por arriba del pasto. Demasiados metros.

—¿Habrá sido Flint? —pregunta Seamus.

—No es posible —dice Hagrid, y suena preocupado—, eso sólo puede lograrse con… No, pero no puede ser. Lo único capaz de interferir con la magia de una escoba es… magia negra. Pero ningún chico puede hacer eso, y menos a una Nimbus 2000.

Miro a Hermione con preocupación, y ella me devuelve una mirada igualmente intranquila.

—Hagrid, préstame tus binoculares un momento.

Lo extraño es que, en lugar de mirar hacia donde está Harry, ella dirige la vista al más allá… Ah, claro, allí están los de Slytherin. No sé cómo no sospeché de ellos antes.

—Lo sabía —dice ella con tono de satisfacción, y por primera vez me alegro de escucharla hablar así.

—¿Qué? ¿Ya viste quién es?

—Es Snape, mira —dice, ahora consternada, y me pasa los binoculares.

Snape se encuentra exactamente delante de nosotros, aunque a muchos metros de distancia, y Harry actúa como punto intermedio entre nosotros y él. Tiene los ojos clavados en Harry, como si fuera a morir si dejara de mirarlo.

—Está murmurando algo… largo —comento. Sus labios no dejan de moverse.

—¡Está hechizando la escoba! —susurra Hermione.

—¿Y qué hacemos? —pregunta Ron.

—Déjenme a mí —dice, dándose importancia. Se levanta, y al segundo ya está abriéndose camino hacia la otra parte de la tribuna.

Creo que jamás estuve tan nerviosa y preocupada por alguien. Harry, por milagro, sigue colgando de la escoba, que vibra sin parar. Los gemelos Weasley están rondando cerca, alejando las Bludgers y vigilando por si se llega a soltar. No pueden acercarse demasiado a Harry, porque su escoba pega saltos cada vez que lo hacen. Flint, aprovechando, se adueña de la Quaffle y marca cinco tantos, aunque nadie le presta atención; todas las miradas siguen en el pobre Harry.

Vamos, Hermione, apresúrate…

Veo que mi amiga ya ha alcanzado la fila debajo de la de Snape, y ahora trata de pasar desapercibida por entre los alumnos. Para que quede clara la urgencia de la situación, ni siquiera se detuvo a disculparse con el profesor Quirrell cuando lo atropelló, haciéndolo caer y aplastar a la profesora Vector.

Tengo que entrecerrar los ojos para ver cómo sigue su maniobra: una vez que está bajo el asiento de Snape, quien por suerte (o quizás no tanta suerte) está concentrado en Harry, saca su varita y murmura un hechizo corto. Las llamas azules del otro día aparecen al pie de la túnica de Snape, quien no se percata de ello hasta que la profesora Sprout chilla que hay un incendio. En ese momento, mientras Snape da un salto de sorpresa, Hermione saca un frasco y guarda la llama dentro, bien segura. Snape jamás sabrá qué sucedió.

Esos momentos de distracción fueron suficientes; Harry está de nuevo seguro en su escoba, bien aferrado, aunque temblando aún.

—Neville, ya puedes mirar —dice Ron, y el corazón se me encoge al recordar en la situación en la que quedamos Neville y yo la última vez. Lo escucho gemir por una última vez, y luego da un suspiro de alivio.

—Menos mal… —dice.

Las miradas siguen en Harry, quien desciende a toda velocidad tras lo que supongo que es la Snitch dorada. Luego, frena súbitamente y se lleva una mano a la boca.

—¡Va a vomitar!

Vemos que algo sale de su boca, algo pequeño, dorado… y con alas.

—¡Tengo la Snitch! —grita, mostrando la pequeña pelota alta sobre su cabeza. El silbato suena, indicando el fin del partido, y todos tardamos un rato en comprender que…

—¡GANAMOS!

Toda la tribuna de Gryffindor, más unos cuantos de Hufflepuff y Ravenclaw, saltamos de las gradas y comenzamos a cantar victoria. Logro colarme en la cancha, donde están todos los jugadores que descienden de sus escobas, y escucho cómo Flint protesta.

—No atrapó la Snitch, Madam Hooch, ¡se la tragó! ¡Eso no está en el reglamento!

—Cállate, mal perdedor —le digo, y huyo antes de que se de vuelta a ver quién soy. Pronto encuentro a Harry y me lanzo a abrazarlo—. ¡El mejor buscador, sin duda!

Harry me abraza, también, y varios jugadores de nuestro equipo se unen, de modo que termina siendo un enorme abrazo grupal con mucho olor a sudor y otras cosas poco agradables. ¡Pero a quién le importa, si somos ganadores! ¡Les ganamos a las serpientes!

—Ciento setenta puntos a sesenta, eh —dice Angelina—. Nada mal.

El gigantesco abrazo ya se diluyó, y ahora estamos todos separados en pequeños grupos, algunos festejando y otros tragándose las lágrimas. Ron está charlando con Harry, de modo que me doy vuelta para observar al resto y veo otro de aquellos besos de Dala y George. Creí que me había recuperado de esto, y que lo superaría algún día, pero claramente no podré.

—Mi ganador —dice ella apasionadamente, y se vuelven a besar.

No puedo quitarles la vista de encima, por más que quiera. Estoy sintiendo las lágrimas en mis ojos cuando alguien me toca la espalda.

—¿No me vas a felicitar?

Me sorprendo al ver que no es otro que George el que me vino a hablar.

—Sí, yo también lloraría por la emoción, te entiendo —se ríe.

—Pero… tú… él… ella… —balbuceo, señalando hacia atrás.

—Oh, veo que Fred y Dala van muy bien —dice con una sonrisa—. Está bien, no pido nada así de tu parte, pero al menos esperaba una felicitación…

Me cuelgo de su cuello, tal vez demasiado impulsiva, y lo abrazo.

—Bien hecho —le digo, apenas pudiendo contener la emoción de estar tan pegada a él—. Y gracias por cuidar de Harry.

—Fue toda una estrella. Eh, Fred, deja de comerle la boca a tu chica y ven a socializar con el resto del mundo.

Fred y Dala vienen hacia nosotros, y no puedo creer que lo haya podido confundir antes. Tanta amargura por nada… No sé cómo no me fijé antes en que no tiene la marca en el cuello.

Lo que hacen los celos…

—Oh, Lily, ¿cierto? —me dice Dala con una sonrisa y su típico tono de simpatía.

—Leyla —corrijo, pero esta vez no me importa—. ¿Cómo estás?

—Genial —dice. Aún tiene las mejillas encendidas y el cabello un poco alborotado.

—¿Ya se conocían? —preguntan Fred y George a la vez.

—Sí, aunque no te molestaste en presentármela antes. Ni siquiera me dijiste que tenías novia.

—Es que ella es la señora Weasley.

—Uh, me haces sonar tan vieja —ríe Dala—. De todos modos, yo tampoco sabía que George tenía novia.

Por un momento mi cabeza comienza a humear (espero que no literalmente, porque todo es posible con estas cosas raras que hago con el viento y todo eso), pero luego caigo en que está hablando de mí.

—Oh, no, yo no…

—Solamente somos amigos —dice George. Es lo que hubiera dicho yo, pero duele más al oírlo de su boca—. Como sea, avisen cuando sea la boda —dice, guiñando un ojo a la pareja, que ya está de nuevo sumida en un beso.

—Estos jóvenes enamorados… —digo yo para que no se note cuánto me chocaron sus palabras.

Él asiente, y me indica que lo acompañe para caminar. Noto que camina más despacio para acompasar mi ritmo, que es más lento y torpe que el suyo.

—¿Cuándo es el próximo partido?

—Aún no lo sabemos, pero será pronto —dice—. Wood nos tiene que confirmar.

—Oh, claro…

—Bonita decoración —dice él, señalando mi cara, y recién ahora recuerdo que estoy pintada de Gryffindor. Qué vergüenza. Por suerte eso impide que vea lo roja que estoy naturalmente—. ¿Quién te lo hizo?

—Dean.

Él entrecierra los ojos, escrutando mi mirada. No sé a qué se deba esto, pero aprovecho a mirar sus ojos color chocolate. Son tan lindos…

—¡Leyla! —exclama alguien desde las gradas, aunque apenas soy consciente de ello—. ¡Leyla!

—Eh… Me parece que alguien te está llamando.

—¿Qué? Ah, sí, cierto.

Sacudo la cabeza. ¡Me quedé perdida en sus ojos! Diablos, qué incómodo, y qué inoportuno que es el que me llama. Miro hacia la tribuna y veo a Hermione, saltando para llamar mi atención. Estaba tan distraída que no había notado que era una chica la que me llamaba.

—Bueno… Me tengo que ir, supongo —digo—. ¿Nos vemos luego?

—Claro. Cuidado, que no te contagie su hiperactividad.

Me alejo de él, no sin mirar sobre el hombro para verlo una vez más, y en ese momento me choco contra alguien. Es Flint, el enorme Flint, y parece muy molesto.

—Ah, eres tú. Escúchame bien, enanita —me dice—, mejor dile a tu amiguito Potter que se cuide la espalda, porque no dejaré que esto suceda de nuevo.

—¿De nuevo? ¿Eso quiere decir que sigues en el equipo? Pensé que te sacarían el puesto, ya sabes, por ser tan terrible capitán. Digo, ¿quién pierde tan horriblemente? Claramente estaba mal dirigido, ¿o son en serio tan malos jugadores?

Flint levanta el puño, y yo cierro los ojos, lista para afrontar lo que siga. Supongo que me lo merezco. Y quizás un buen golpe me acomode las neuronas, de una buena vez.

--------------------------

Sí, sí, ya sé que me aman por actualizar seguido <3 Gracias por votar y comentar. Si me demuestran que les gusta este nuevo ritmo de publicación, podré mantenerlo por más tiempo.

Un saludo,

MW

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top