2. La herencia de Bellatrix
--Dedicado a , en honor a su maravillosa historia "La hija de Voldemort". Ya me ha encantado desde el comienzo--
Capítulo dos
La herencia de Bellatrix
Los Malfoy pasaron a rescatarme de la casa del infierno ayer a la mañana. Viajamos con los polvos Flu y llegamos a la Mansión Malfoy en cuestión de segundos, y gané una nueva experiencia... no muy agradable. Me sentí asfixiada durante ese rato, y luego aspiré mucha ceniza.
Pasé la noche tosiendo, pero ahora ya estoy bien. Dobby, el elfo doméstico, es muy amigable, pero parece aterrado por mis tíos. Me pregunto si lo torturarán mucho...
Es la hora del desayuno, así que me levanto de mi mullida cama –tengo una habitación propia en la casa- y me estiro un rato antes de cambiarme y salir del cuarto. En las escaleras tropiezo con un escalón y ruedo hasta la planta baja para aterrizar precisamente en el comedor. Quedo tendida sobre el suelo con un tremendo dolor de espalda. Escucho sillas arrastrarse sobre el lustrado piso y pies acercándose.
—¡Leyla!
—Lo siento, tía Cissy —digo desde los cero metros sobre el nivel del mar—. Y lo siento también por ti, Dobby, tendrás que limpiar la sangre.
Draco aguanta la risa tapándose la boca con la mano. Me siento y masajeo mi cabeza, comprobando que no está abollada, a pesar de que así se siente. Me levanto con poca gracia y me siento en la silla contigua a la de mi primo. Él me sirve jugo de calabaza y tostadas con mermelada de uva. Engullo todo rápidamente y mi tío se asquea.
—Querida... —dice mi tía—. Tal vez... podrías intentar ser más femenina.
—¿De qué hablas? Soy toda una dama —le digo, y para demostrarlo intento agarrar mi taza con el meñique levantado, creyendo que contiene jugo. Por desgracia no tengo práctica en esto y no tiene jugo, sino té. Al quemarme, dejo caer la taza. Luego de lo que parece un clavado perfecto se estrella contra el piso y derrama todo el líquido—. Oh, Dobby, en serio lo lamento, soy un desastre... Déjame, lo limpiaré yo —le digo con una sonrisa, pero mi tío me interrumpe con su voz imponente.
—No. Dobby está aquí para algo, no le quites su razón de vivir.
Miro a Draco, quien sorprendentemente asiente, estando completamente de acuerdo. Refunfuño y termino mis tostadas rápidamente para volver a mi cuarto. ¿Desde cuándo tía Cissy, tío Lucius y Draco son tan... así? Se comportan como unos odiosos engreídos.
No me resbalo en la escalera, y tampoco tropiezo. Creo que he mejorado notablemente en estos últimos minutos. Ya saben, la práctica hace la perfección, y yo aprendo de mis errores... o digamos que esta vez es una excepción por parte mía el no haber demostrado mi torpeza. Abro la puerta de mi habitación de un golpe y me tiro sobre la cama a leer por quincuagésima vez un viejo libro de pociones que pertenecía a Natalie. Trato de olvidar que era de mi hermana y disfrutar del libro, pero ya me lo conozco de memoria y estoy cansada de leer la fórmula para el Veritaserum, una poción incolora e inodora y bla bla bla. De repente recuerdo una biblioteca que vi un rato atrás por una de las salas de la mansión, así que comienzo a explorar.
Abro cada puerta destrabada del primer piso y miro adentro. En la cuarta descubro la sala de estudio y entro. Está todo muy bonito, sobre todo por la inmensa cantidad de libros que hay en la biblioteca, que ocupa una pared entera. No corro para no tropezar y llamar la atención de mis tíos, quienes probablemente no me permitan estar aquí por algún ridículo e inamovible motivo, como de costumbre. Acaricio los lomos viejos de los libros y trato de descifrar los títulos, escritos en dorado sobre marrón, y más que muy polvorientos. Comienzo a toser y me tapo la boca inmediatamente, así que prácticamente me ahogo con mi propio aire.
¡Pociones avanzadas nivel MHB! Según me dijo Draco, ésas son las Matrículas de Honor en Brujería que rindes en quinto año. Saco el libro con alegría –y un poco de brutalidad por la emoción— y con mi torpeza tiro la mayoría de los libros del estante al suelo, que caen con estrépito sobre la alfombra. ¡Y yo que quería ser silenciosa! Se levanta una nube de polvo y empiezo a toser.
Siento que alguien se acerca, así que comienzo a ordenar los libros, que para colmo son muy pesados. Trato de no enojarme para que no salten chispas, pues no quiero, además, incendiar la biblioteca. Hasta tal vez nadie me vea detrás de esta neblina polvorienta. Los apoyo desordenadamente sobre el estante y, entre el montón que aún queda en el piso, encuentro una cajita larga y estrecha, de color negro. Como mis tíos aún no han llegado a la sala y probablemente crean que fue Dobby el que hizo el escándalo, detengo mi tarea de arreglar mis desastres y abro el estuche.
¡Y vaya sorpresa! Dentro hay una varita larga y fina, algo torcida pero realmente elegante. La agarro y la balanceo, moviéndola de aquí para allá, sintiendo cómo la magia corre por mis venas con intensidad. Siento un remolino a mi alrededor, y yo estoy en el ojo del cono de viento.
Oh, no, el viento es en serio. Los libros se están volando, algunos quedan abiertos y sus hojas se desprenden y huyen. Las luces titilan y la araña del techo se sacude. Me aferro a la varita y apunto con ella a las luces, pero éstas estallan. Las lágrimas quieren escaparse de mis ojos. ¿Qué he hecho?
La puerta se abre de un golpe y entra tía Cissy. Se la ve preocupada, y con razón. Saca su varita y con un movimiento detiene todo. Luego camina hacia mí y me ayuda a mantenerme en pie.
—¡Leyla! ¿Qué demonios ha pasado aquí?
—¡No tengo idea! —es lo único que puedo decir. Tengo tierra en los ojos, quizás ya sea barro por mis lágrimas, y estoy temblando. Tía Cissy examina todo con cara de horror. Ya me veo un enorme castigo avecinándose, pero esta vez bien merecido.
Tía Cissy da un respiro profundo y no sé cómo no se ahoga en el polvo que quedó flotando en el aire.
—Bueno, supongo que no se puede evitar el destino.
¿Qué? ¿Cuál es el destino? ¿Derrumbar bibliotecas y crear nubes de polvo?
—Leyla, parece ser cierto lo que dice Ollivander sobre las varitas. Ésta pertenecía a tu tía Bella.
—Ooooh.... —digo a falta de palabras.
—Mira, tú siempre te pasabas el día entero en la casa Black, ¿lo recuerdas?
—Sí...
—Y la abuela Druella te quería mucho a pesar de ser hija de... tu madre —dice con un dejo de asco—. Tu tía Bella también te quería, y muchísimo. Ella veía potencial en ti.
Me quiere, la corrijo mentalmente. Pero no me animo a contarle que me escribo cartas con ella, así que me quedo callada.
—Y a ella le hubiera encantado tenerte como hija, y... —Se nota que comienza a escoger bien las palabras— antes de... irse... a donde sea que esté ahora... dijo que todas sus pertenencias te quedarían a ti. Por supuesto, consiguió otra varita, así que dejó esta para ti y... bueno, parece que la varita encontró a su nueva dueña.
No puedo dejar de sonreír al contemplar lo que tengo en mis manos. ¡Esto perteneció a tía Bella! ¡Y ahora es mío! Es como tener una parte de ella conmigo, me hace sentir que no estoy tan sola y que tengo algo más que las cartas para probar que ella me quiere. Para probarme a mí misma, porque nuestro contacto es un secreto.
A partir de ese momento me paso el día entero agitando la varita y admirándola. Sé que no debo hacer magia fuera de la escuela, pero aún no comencé a ir a Hogwarts, así que el Ministerio de Magia no se me echará encima por hacer unas chispas. Draco estaba muy interesado e incluso algo celoso –aunque jamás lo admitiría- de mi varita, pero no duró mucho. Pronto tía Cissy lo llevó al Callejón Diagon y le compró una propia, además de todos los libros que ambos necesitaremos. Yo estaba dormida cuando fueron, así que tendré que esperar al año que viene para ir.
—A que no sabes —me dice Draco en cuanto llega, dándome mi túnica nueva. Yo me la pruebo—. En Madame Malkin's...
—¿Qué es eso?
—La tienda de túnicas. Allí encontré a un chico que asistirá a Hogwarts con nosotros.
—¿Ah sí? —digo con genuino interés. Siempre soñé con llegar al colegio y tener una idea de cómo serían mis compañeros. Al menos tengo a Draco, pero no me vendría mal saber cómo son los magos afuera de mi familia.
—Sí. No me cayó particularmente mal, pero llevaba anteojos. Eso no me gustó.
—Oye, no puedes culparlo por tener mala vista.
—Hablamos de las casas.
O sea, Draco parloteó durante un rato largo sin dejar hablar al pobre chico.
—Estoy seguro de que estaré en Slytherin. Digo, ¡es obvio! —dice vanidoso como siempre, sacando su varita y lustrándola con mi túnica—. Soy hijo de un Malfoy y una Black, ¿qué otra cosa puede esperarse? Soy completamente sangre pura, lo más apreciado en Slytherin... y en toda la Comunidad Mágica, obviamente.
Me parece estar escuchando las palabras de tía Bella resonando en mi cabeza. Sólo que con la voz que yo imagino que tiene suena mucho mejor que cuando lo dice mi primo.
—¿Crees que yo estaré en Slytherin?
—Claro. Eres una Black, al fin y al cabo. Tal vez la familia de tu padre no sea tan prestigiosa como los Malfoy, pero de todos modos tienes sangre Black en tus...
—Qué cosas tan bonitas me dices —digo con sarcasmo. Draco siempre tiene que ser mejor, y quiere asegurarse de que todos lo noten—. Pero no creo salir Slytherin. Digo, mi madre era Ravenclaw, y ella es Black.
—Sí, pero tu madre es una inútil.
No me opongo esta vez.
—Tú eres mucho mejor que eso.
—Sí, igual no me molestaría ser Ravenclaw si no fuera porque todos mis hermanos y mis padres salieron para esa casa. Y no quiero ser Hufflepuff, dicen que es para tontos, y no veo qué valoran de ti. Gryffindor quizás no esté tan mal, pero no estoy segura... Oh, diablos, creo que soy mala para todas las casas.
—Tú tranquila. Confía en nuestra sangre.
Oh, bien, al menos ahora Draco se rebajó al nivel de decir "nuestra". No sé si lo haya notado, probablemente se le haya escapado de esa lengua afilada que tiene.
Pero, a pesar de todo, es mi primo. ¿Qué le voy a hacer?
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Foto en multimedia: un hermoso fanart que me hizo @becaastrid .
Hola, gracias por leerme. Espero que les esté gustando la historia. Por favor, voten y comenten, es lo único que pido a cambio de mi trabajo. :)
Saludos,
Madame Weasley.
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