17. Amor, amor, amor - II - [Editado]
Madam Pomfrey acaba de darle el alta a Neville, y yo creo que es porque llamábamos mucho la atención allí, y no tanto porque se haya recuperado. Su muñeca sigue vendada y le duele cuando se roza contra algo. De todos modos, comprendo que no conviene que haya una muchedumbre en la enfermería por el bien de los pacientes, y seguramente la enfermera temía que me pusiera a besar a todos y me contagiara una gripe.
Ahora Neville y yo estamos caminando de la mano hacia el Gran Salón. Madam Hooch pasa por un costado y, por alguna razón, no me reprende por haberme ido de su clase. Probablemente ni siquiera haya notado que yo faltaba. O directamente estaba aliviada de que no estuviera yo para hacer más problemas.
Cuando entramos al Gran Salón, Hermione aparece frente a mí con cara de gran preocupación. Claramente su asunto es serio, porque ni siquiera repara en el hecho de que Neville y yo estamos de la mano.
—Urgente —dice—. Necesito ayuda con... con M. —"M" es su forma de llamar al sexo masculino. Creo que necesita ayuda más que urgentemente.
De todos modos, me fastidia tener que cortar mi tiempo con Neville.
—¿Tiene que ser ahora?
Lo miro a él para ver qué piensa. Neville asiente de inmediato porque no quiere obligarme a nada. Es tan dulce. Sonrío y le digo que puede ir a sentarse mientras yo hablo con Hermione, y que estaré muy pronto de vuelta con él.
—Bien —me dice ella—, escucha, necesito un poco de interacción con los chicos.
—Espera, ¿no me quieres matar por haberme ido de la clase de Quidditch?
—Oh, es verdad. Leyla, ¡fue muy irresponsable de tu parte irte de ese modo! Además de que te llamé varias veces. Pero a ti no te importó, no, claro; la señorita debe ir corriendo detrás de Harry Potter. Menos mal que Madam Hooch no reparó en ello, porque yo estaba a cargo...
—Muy bien, suficiente. Si sabía que harías esto ni siquiera tocaba el tema.
—Lo siento, trataré de estar más... eh... relajada. —Inhala, exhala, cierra los ojos y vuelve a abrirlos, ahora más tranquila—. Pero, de todos modos, pudiste meterte en graves líos.
—Ya, pero no sucedió nada. Ahora, ¿quieres mi ayuda o no?
—¡Por supuesto!
—Perfecto. Mira, allí están los chicos. Hay un lugar al lado de Seamus.
Pone cara de desesperación, por lo que le pregunto qué diablos le sucede.
—¿Es que no ves? Está Ron —explica.
—Pff. ¿Eso es lo que tanto te preocupa? ¿Ron Weasley?
—¡Sí! Le caigo mal. Y no me gusta para nada cuando se pone de mal humor.
—Entonces vamos a superar tus temores.
Esta vez no es necesario arrastrarla hasta la mesa para que se siente al lado de los chicos; al parecer ya aprendió que es preferible ir por las buenas. Si hay algo que Hermione sabe hacer, es aprender las lecciones.
—¡Harry! —digo—. ¿Cómo estás? ¿McGonagall te pegó duro? —pregunto al sentarme al lado de Dean Thomas. Varios de los chicos ríen.
—No... Bueno, sí me retó.
—Pero al parecer fue leve; pensé que te expulsarían. Y no tienes otra cicatriz en la frente, así que por mí estás bien.
Más risas.
—Sí, bueno, creo que tuve suerte —dice Harry, rascándose la cabeza y mirando a lo lejos—. De todos modos, dejó bien claro que no quiere que haga más cosas así en clase.
Hermione se sienta al lado de Seamus y, por lo tanto, en frente de Ron. Esta chica sí que aprende rápido.
—Igual, ¡fue genial lo que hiciste! —exclamo con entusiasmo—. Digo, yo apenas puedo montarme a la escoba, y tú, tú hiciste todo eso de una sola vez. ¡En la primera clase!
—¡Y luego hizo el descenso!
—Eso fue increíble.
—Eso fue suicida. —Bam. Comentario de Hermione. Tengo que aprender a hacer un hechizo silenciador para callarla hasta que aprenda a no arruinar conversaciones con chicos. Supongo que esa será la siguiente lección luego de que supere la etapa de "Sentarse al lado de un chico".
—Pero salió genial —dice Seamus.
—Yo no sé nada de Quidditch, pero admito que sí, que fue impresionante —comenta Dean. Su padre es muggle, y supone que su madre, de identidad desconocida, era bruja. Tal vez pueda tener cosas en común con Hermione.
Agregado a la lista de Personas Que Posiblemente Soporten Intercambiar Diez Palabras Seguidas Con Hermione Granger.
Siempre amé ponerle mayúsculas a los títulos, incluso en mi cabeza.
—¿Tienen planeado algo para la noche? —pregunta Dean. Miro a Hermione, que, por su cara, parece que la hubieran insultado o le hubieran escupido un ojo. Le hago un gesto exagerado con las manos para llamar su atención, y cuando me ve enarca las cejas y, por suerte, logra cambiar su expresión.
—Eh... Lo que sucede —explica— es que es noche de estudios.
—¿En serio? Pero...
—Ya, déjala, Dean —dice Seamus, viendo que no hay oportunidad—. Vamos a preguntarles a Lavender y a Parvati.
Seamus y Dean nos saludan escuetamente y se van a la otra punta de la mesa, donde están las chicas más chillonas y sociables. Ahora quedamos solas con Harry y Ron. Codeo a Hermione en las costillas.
—Ah, ¡hola! —suelta ella en un graznido por apurarse a hablar. Veo que su cara está roja.
—¿Entonces McGonagall te dejó libre? —pregunto para distraerlos de la cara de tomate de Hermione.
Ron hace una mueca.
—Chicas, ¿nos pueden dejar hablar un rato? —pide. Miro a Hermione y asiento.
—Por supuesto. Vamos.
En cuanto nos alejamos, veo que ambos acercan las cabezas para hablar.
—Nos odian —dice Hermione.
—No sé qué les pasa, pero me parece muy horrible que nos echen así —le digo al salir del Gran Salón. Nos apuramos para llegar a la escalera y subimos los escalones de a dos, o de a tres, ya que hay varios que son falsos y en verdad no quiero romperme la pierna otra vez—. De todos modos, ¿noche de estudios? ¿En serio?
—Claro. Vamos a estudiar; ya se acercan las evaluaciones de octubre y estás muy mal en Historia de la Magia.
—Bien —resoplo—. Diablos, ni siquiera pude comer —me quejo cuando ya estamos en el cuarto piso. Nuestro método de subir escaleras es muy rápido.
—Eso no será problema —escucho que dicen atrás. Nos damos vuelta y vemos a los gemelos Weasley con las manos cargadas, pero no veo de qué debido a la oscuridad del pasillo.
—Sí, tenemos provisiones. Ah, hola, Hermione.
—¿Eso es comida robada?
—No exactamente.
—¿Eso quiere decir que no es exactamente robada, o que no es exactamente comida? —pregunto, y George ríe.
—Adivina.
—Vengan, les diremos arriba en la Torre.
Una vez en el séptimo piso pasamos por el agujero del retrato de la dama gorda y entramos a la sala común. Allí están algunos de sexto estudiando para los exámenes, lo cual ayuda a que Hermione insista aún más en repasar para Historia de la Magia.
—Está bien —le digo—, trae tus cosas y yo te espero en los sillones.
Me siento, y Fred y George me acompañan. Armamos una especie de campamento, poniéndonos alrededor de la comida de modo protector, y empezamos a tomar un poco de cada cosa: papas, carne, gelatina, spaghetti y nadie sabe cuántas cosas más, pues dejo de contar a partir del quinto bocado.
—Creo que quedó algo para ti —le digo a Hermione en cuanto vuelve, libros en mano y ceño fruncido—. Mira, allí sobraron papas. Son hervidas, las fritas se acabaron al principio.
Deposita los pesados libros sobre la mesa ratona que había delante del sillón y se sienta en una esquina.
—¿Ellos se quedarán? —pregunta.
—Sí.
—Entonces más te vale no distraerte. Si no, se tendrán que ir, y también nos sentaremos en otro lado.
—¿Por qué? ¿Es demasiado cómodo el sillón como para estudiar? No respondas —me apuro a decir y extiendo el brazo para que me pase uno de sus libros. Lo abro en una página cualquiera—. 'Las invasiones de duendes de 1563'. Aburrido. ¿No hay nada interesante?
—Esto es interesante. Puedes usar mis apuntes, están ahí, sobre el libro de...
—¡Quidditch a través de los tiempos! —exclama Fred.
—Es genial —dice George y se estira a agarrarlo. Lo abre en la primera página con delicadeza, adorándolo como si fuera una reliquia—. Este libro lo tiene todo sobre el Quidditch.
—¿A ustedes les gusta? —pregunto.
—¿Gustarnos? Ja, ¡es lo mejor! Estamos en el equipo de Gryffindor.
—Somos golpeadores.
—Los mejores.
—No lo dudo —digo con una sonrisa—. A ver, pásamelo.
—Leyla, a ti no te gusta el Quidditch... —comienza a decir Hermione.
—¡Shh! —la callo—. Jamás jugué, pero hoy tuve una experiencia encantadora con la escoba y me surgió el interés —miento descaradamente.
Como era de esperar, mi amiga termina echando a los gemelos, quienes se marchan con Lee Jordan a la habitación con un pergamino que se veía muy viejo. Luego de tres horas intensas de estudio, con gente sumándose a la sala común o yéndose directamente a los dormitorios, levanto la vista del libro para bostezar, porque juro que no hay nada más aburrido que Gregoris el Oloroso, y veo a Neville observándome desde lejos. De repente, todo se siente caliente, y me revuelvo incómoda en el sillón. Ya no estoy como para estudiar.
Al final convenzo a Hermione de que ya fue suficiente estudio por hoy y, cuando se marcha, le indico a Neville que venga a sentarse conmigo. Ya queda poca gente en la sala, así que a ninguno de los dos nos avergüenza estar tan juntos. Él toma mi mano y comenzamos a charlar.
Nos quedamos así por mucho tiempo hasta que en un momento caigo dormida sobre él. Siento sus caricias en mi brazo mientras sueño, pero hay algo que me preocupa. Sé que estoy con Neville, estoy consciente de ello, pero mi sueño se trata de George. Santo cielo, se ve tan hermoso... Me toma en sus brazos, me besa, me habla sobre un castillo sin estudiantes ni profesores donde podremos estar tranquilos y planear cómo terminar con Filch y su gata...
BAM.
Me despierto sobresaltada, y no solo por el ruido que acaba de hacer el dormitorio de los chicos. No soy la novia de Neville, ni nada por el estilo, somos... algo. Una cosa indefinida, una junta de dos torpes. Pero de todos modos me siento culpable por tener fantasías con George. Digo, ¡yo me enojaría si Neville soñara con Lavender!
—¿Escuchaste eso? —me pregunta Neville aterrado. Yo también tiemblo, pero no exactamente por miedo. Sigo perturbada por lo que pasa en mi cabeza.
—Sí... —respondo, tratando de distinguir entre la oscuridad qué sucede.
Veo dos figuras bajando por la escalera. De repente siento una fuerza interior que me impulsa hacia delante, tal vez se deba al enojo que me dan mis fantasías, tal vez sea por lo mal que me siento... Sea cual sea la razón, me levanto y corro hacia las dos personas que tratan de escabullirse entre las sombras hacia el agujero del retrato.
—¡Quietos ahí!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top