11. Mis profesores hacen cosillas en el tercer piso
Capítulo once
Mis profesores hacen cosillas en el tercer piso
-Bueno, el castigo podría haber sido peor -comento, dejando el trapeador en el balde-. Al menos no nos hace limpiar con la lengua.
-Aún -dice George-. Filch está obsesionado con los castigos. Y a Fred y a mí no nos tiene precisamente mucho cariño.
Mojo el trapeador y sigo limpiando el suelo de piedra del tercer piso.
-Al menos tú mañana ya estás libre. Yo tengo que hacer esto durante toda la semana.
-Sí, estoy libre hasta que me castiguen de vuelta -me dice-. No te preocupes, ya te acostumbrarás.
-Oh, no, espero no acostumbrarme. Espero que limpiar el piso sea solo esta semana.
-Quién sabe, quizás nos coincidan más castigos. ¿Sabes?, se hacen más divertidos si estoy contigo.
-Yo tampoco sobreviviría sin ti, George. Uy, ¿esto es un... chicle? Mira, allí alguien derramó jugo de calabaza. -Rezongo. -Ése es súper pegajoso. Anda, limpia el chicle y yo me encargo de eso.
-Como tú digas. Si quieres encargarte de las chanchadas te dejo vía libre.
Agarro el trapeador y me acerco al enorme charco naranja, que está dejando el piso dulce y pegajoso. Parece la vez en que el caldero se me volcó y empapé toda mi habitación con la poción. Para colmo, no era sólo mío el cuarto, sino que lo compartía con Selene. Aún recuerdo dónde fue la cachetada.
Resoplo. Sé que estaré un buen rato hasta limpiar esto. ¿Y cómo es que Filch no castigó al que dejó el jugo de calabaza, y a mí sí por traer una tostada? Empiezo a limpiar, y veo cómo el trapeador se traba con lo pegajoso que está el piso.
-Ugh -me quejo. Noto que la mancha se extiende como el mismísimo lago negro hasta allá, bien lejos, en otra parte del pasillo. Mojo el trapeador y voy siguiendo el recorrido del jugo para ver hasta dónde llega. Metros y metros de sustancia pegajosa, ¡qué asco!
Sigo avanzando hasta que llego a una parte más oscura del corredor. Estoy del lado izquierdo, donde suele haber menos antorchas. Cuando creo que encontré el final de la mancha siento unos pies apurados detrás de mí. Me pongo nerviosa, causando una ventisca en el pasillo. El viento hace que las antorchas se apaguen, y oigo un gemido.
Ahora segura en la oscuridad, me doy vuelta y veo a un hombre tirado sobre el suelo. Está temblando, y parece que su cabeza está tan hinchada como un globo gigantesco.
El hombre repentinamente se levanta, casi haciéndome caer del susto. Esto parece un subibaja, yo bajo cuando él... Bueno, creo que se entendió. Me apoyo en la pared para sostenerme y lo observo; es alto y delgado. Detrás de él aparece una figura que tapa la poca luz que entra por la pequeña ventana que está detrás ambos. Me tapo la boca para no gritarle una advertencia, prefiero no delatar mi escondite.
-Quirrell... -oigo que dice la figura. Así que el cabezón es Quirrell. ¡Claro! El globo ese debe su turbante. Llego a notar que la cabeza del dueño de la figura está cubierta de cabello negro... y grasoso. Seguramente es el profesor de Pociones, ese que nunca se baña.
Así que mis profesores vienen a hacer cosillas al tercer piso. Interesante.
-Te dije que no vinieras -dice el profesor de Pociones, Severus Snape. Eso me pone nerviosa; mi corazón late a toda velocidad, y no sé cómo no lo oyen galopar como cien caballos-. Es...
No llego a oír el resto de la frase, ya que es interrumpida por otra voz.
-¿Leyla?
Diablos, es George. Veo que está en la otra punta del pasillo, cerca de donde estábamos limpiando hace unos minutos. Espero que se quede allí, que sea prudente. Mientras tanto, yo tengo un buen problema por aquí.
-¿Quién anda ahí? -oigo que dice Snape con tono autoritario. Doy dos pasos y me encuentro entre dos opciones: quedarme ahí, con la mínima posibilidad de que no me vean... o salir corriendo.
Opto por la segunda, y creo que todo el castillo se entera de ello. Mis piernas me empujan hacia el lado incorrecto, y termino estrellándome contra ambos profesores. Quirrell grita como un gato estrangulado, y Snape... Bueno, creo que mi trasero está aplastando sus pulmones, así que no creo que pueda decir mucho.
Ruedo hacia un costado y caigo de cabeza al piso de piedra. ¡Ay! Me agarro la cabeza con las dos manos y siento el espesor de la sangre que me empapa la cara. ¡Diablos! Seguramente tengo un tajo en la frente. Uno bien profundo. Sea lo que sea, ¡me duele como los mil demonios!
No sé cómo hacen las heroínas de los libros para seguir adelante, como si nada, tras cada golpe. ¡Duele horrores! ¡AU!
Escritores mentirosos, ¡esto es insoportable! Auuuuu.
Oh, ahora ya parezco un hombre lobo.
Lo peor de todo es que mañana tendré que limpiar todo esto del suelo. Sigue siendo el tercer piso, y mi castigo dura una semana.
¿Pero qué dices?
¡No quiero trapear!, me contesto.
Lo peor es que acabas de noquear a tu profesor de Pociones. Y Quirrell se ha hecho pis encima del miedo.
Oh, con razón el olor.
¡Cómo me gustaría que mis voces interiores se callaran de una maldita vez! Oh, qué horror, la cabeza me retumba con cada latido, como si fuera un concierto de rock -si hay algo que sé de los muggles, es que tocan instrumentos a un volumen tan alto que te explota la cabeza con cada nota del bajo.
Escucho unos gemidos a mi lado, probablemente sean de Quirrell. Mi cabeza sigue latiendo y tengo la boca llena de sangre. Me arrastro como una babosa por unos metros y luego veo que George corre a mi rescate. Debo estar tremendamente asquerosa, completamente roja y pegajosa, con un olor a sangre que hasta a mí me da ganas de vomitar...
Mi cabeza sigue latiendo como la vena palpitante del tío de Harry -me contó que Vernon Dursley tiene la vena del cuello que más late en todo Surrey-. Siento que George me carga en sus brazos, como si fuera un paquete, y avanzamos. Sólo logro mantenerme consciente el tiempo necesario para oír a George preguntándome cómo estoy.
Leyla, me dice mi voz interior número uno. Te dije que tenías que tener cuidado.
¡Mentira! Solamente dijiste que Quirrell se había orinado...
Luego todo se pone aún más negro y siento que mi alma abandona mi cuerpo.
Estás en problemas.
-----
Hola, soy yo otra vez. Gracias a todos por leerme, y también por comentar y votar.
Los amo, mis lectores.
Saludos,
Madame Weasley.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top