La apuesta del cementerio
Una joven tímida e insegura llegó nueva a una escuela totalmente desconocida. Era de pocos amigos, porque cada cierto tiempo ella y su familia cambiaban de ciudad por cuestiones del trabajo de su padre.
Motivada a encajar en el nuevo ambiente escolar, se acercó a un grupo de jóvenes que la retó a una prueba de valentía: debía ir de noche al cementerio y clavar una nota en la última tumba del camposanto en la que dijera "Yo estuve aquí".
Aquel escalofriante desafío era el requisito para poder aceptarla en su círculo, y ella, ansiosa por ser una más e integrarse rápidamente al grupo, aceptó el reto y esa misma noche se dispuso a cumplir su tenebrosa misión.
Cuando la luna reinó sobre los cielos, la joven llegó a las afueras del cementerio. El corazón le latía al millón por lo que haría, y muy en sus adentros algo la incitaba a salir corriendo y abandonar el juego, pero ella, armándose de valor, saltó la valla y se internó en el siniestro jardín de reposo.
El frío la envolvía de pies a cabeza y le erizaba uno a uno los vellos del cuerpo. Caminar entre el mármol y la pradera, rodeada de oscuridad, no hacía satisfactoria la velada. Mucho menos las sombras de los ramos de flores posados encima de las tumbas, que creaban sombras extrañas.
Cuando por fin llegó a la última tumba, sus ojos estaban empañados de lágrimas y sus manos temblaban por el miedo contenido.
Temerosa, clavó con una chincheta la nota en la que demostraba su valentía, sin embargo, al levantarse para salir corriendo, una mano emergió de la tierra y la tomó de la falda, el tironazo fue tan fuerte que la envió al suelo.
La mañana siguiente, al no tener noticias de la joven, el grupo de chicos se dirigió al camposanto. Allí encontraron su cuerpo inerte, con la falda de su vestido clavada con una chincheta a la última tumba del cementerio, junto a una nota teñida de sangre: "Yo estuve aquí".
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