Experimento ruso del sueño


Se ha escuchado decir que dormir es necesario porque el cuerpo se beneficia durante el sueño, sin embargo no siempre es posible cuando se presenta el insomnio, y pese que en algunos casos las solución esta con la medicación, no siempre se logra descansar adecuadamente.

¿Qué le pasaría al cuerpo si no le damos este respiro, cuántos días podríamos durar, como sería el estado mental, emocional y físico?

Esta leyenda responde a esos interrogantes, muestra como las habilidades cognitivas y sensoriales se ven afectadas mediante un experimento cruel y oscuro realizado durante la guerra fría. Este consistió en la creación de un gas con el poder de eliminar la necesidad de dormir, como todo experimento fue necesario hacer pruebas en humanos, para lograrlo se les prometió a cinco prisioneros políticos que pasados 30 días, si lograban aguantar, se les otorgaría la libertad; lo único que debían hacer era convivir en la base durante ese período de tiempo mientras se les introducía en la cámara el gas psicoactivo que les impediría dormir.

Se mantuvieron a estos cinco personajes encerrados en una habitación llena de libros, somieres sin ropa de cama, agua, un baño, comida ahumada, y micrófonos escondidos, los cuales grabaron los escalofriantes resultados.


A los 5 días: Los individuos hablaron entre ellos, sus conversaciones fueron insignificantes. Solo que a partir de ese día, los temas se volvieron más oscuros y comenzaron a quejarse, mostrando signos de demencia. A partir de entonces los sujetos comenzaron a ser reservados, a no hablar entre ellos, y a actuar de manera muy extraña cuando contaban los delitos que habían cometido, y detalles personales de los otros individuos como si fuese una manera de intimidación. En ese momento los investigadores consideraron que esas respuestas en su comportamiento se debían a la exposición del gas experimental.

A los 10 días: Uno de los sujetos empezó a gritar como por tres horas, pasado este tiempo repentinamente todo quedó en silencio, solo se alcanzó a percibir extraños sonidos, ruidos guturales. Los investigadores quisieron saber lo que estaba pasando en ese momento y fueron a descubrirlo, la escena que vieron los dejó horrorizados. El sujeto que había gritado ya no podía hacerlo porque con sus propias manos se arrancó las cuerdas vocales. Pero lo sorprendente fue que los otros compañeros no fueron conscientes de esa atrocidad, ninguno reaccionó, solo continuaron con sus paranoias personales hasta que uno de ellos comenzó a gritar como su compañero. Los demás desinteresadamente, optaron por coger los libros de la habitación, abrirlos y defecarse en ellos, arrancando páginas y pegándolas por las paredes, usando el excremento como si de masilla o pegamento se tratase.

A los 13 días: Los sujetos permanecieron en un tétrico silencio, ningún ruido venía de la habitación. Ante la duda de lo que podía estar pasando y viendo las acciones tan espeluznantes cometidas en tan solo dos semanas, el grupo de científicos decidió abrir la estancia. Así que por medio de los altavoces anunciaron que abrirían el cubículo y, para salvaguardarse de cualquier agresión de los sujetos, aclararon que dispararían a cualquiera que intentara algo. También informaron que si obedecían las órdenes, uno de los reclusos sería liberado; los investigadores se prepararon para todo menos para escuchar la respuesta que recibirían por parte de uno de los sujetos, quien con voz calmada, les dijo que ya no deseaban ser liberados.

A los 15 días: Los investigadores decididos abrieron la puerta en compañía de un grupo de soldados, al entrar a la habitación de nuevo el terror los sorprendió. Los sujetos vociferaban desesperados, ya solo cuatro de ellos seguían con vida. La comida estaba sin probar, encontraron pedazos de carne de las costillas y pantorrillas de un sujeto muerto colocados dentro del drenaje bloqueándolo, permitiendo que el agua se acumulara en el piso. Los otros cuatro tenían pedazos de piel y carne arrancada de sus cuerpos, los órganos detrás de las costillas se veían removidos, el corazón, los pulmones y el diafragma seguían en su lugar, la piel y gran parte de la musculatura pegadas a las costillas también fueron arrancadas, exponiendo los pulmones, su tracto digestivo podía verse trabajar cuando digerían su propia carne.

Intentaron sacarlos de la habitación, pero los sujetos se negaron y violentamente pedían más de ese gas experimental, tanto así que terminaron atacando y matando a varios soldados. Uno fue mordido en el cuello, otro fue gravemente herido en la arteria femoral y los testículos. Durante esa lucha uno de los sujetos resultó gravemente herido del bazo, logró ser intervenido sin sedación alguna ya que su cuerpo resistió la dosis de morfina, pues esta fue diez veces más alta de lo normal. El sujeto siguió gritando por más, llegó a lesionar gravemente al médico que lo atendía, después se desangró y murió.

Los tres que quedaron fueron trasladados a instalaciones médicas. Dos de ellos seguían demandando el gas, sonreían siniestramente mientras imploraban por mantenerse despiertos. Uno de ellos, mientras se le reimplantaba los órganos, logró comunicarse; sin el efecto de la anestesia él gritó que siguieran cortando. Los otros dos, en plena cirugía, reían sin poder parar, solo seguían pidiendo el gas.

Ante el fracaso del experimento, los investigadores se preguntaron qué hacer con ellos. Un oficial sugirió comprobar qué sucedería si se les volvía a administrar el gas. Así, los sujetos volvieron a recibirlo, y rápidamente se calmaron. Para sorpresa de todos, sus cerebros parecían morir y revivir cada cierto tiempo. Uno de ellos se tumbó en una de las camas, cerró los ojos y murió al instante.

Solo quedaron dos, y cuando los investigadores entraron de nuevo a la habitación, uno de ellos al intentar atacar fue abatido por un disparo y murió. Al último sobreviviente le preguntaron: 

—¿Qué eres?

El sujeto sonrió de manera escalofriante.

—¿Tan fácilmente te has olvidado de mí? Somos ustedes, somos la locura que circula en sus cuerpos, esa que ruega por ser liberada de lo profundidad de la mente animal. Somos lo que se esconde cuando se meten en la cama cada noche. Somos lo que callan y lo que paraliza cuando se suman en la profundidad de la noche —Le respondió.

El investigador petrificado le disparó directamente en el corazón. Él, agonizando, solo dijo: 

—Casi... libre.


Esta leyenda urbana sigue siendo popular, lleva veinte años provocando estremecimientos, fue inspiración para una novela, un cortometraje y un thriller psicológico. Su publicación fue hecha alrededor del 2010, su autoría original se desconoce. Y por más que no hay mucho que garantice su veracidad, esta nos hace navegar a través de la historia, justo en la segunda guerra mundial, donde los nazis hicieron miles de experimentos en los campos de concentración. Los más conocidos estaban relacionados con heridas en la cabeza, ellos martillaban para calcular cuántos golpes podía aguantar el cráneo, otro era el congelamiento, donde sumergían a los prisioneros en un tanque con agua congelada por más de tres horas, o hasta la muerte con la finalidad de estudiar la hipotermia.

Gracias a esta leyenda también se ha dado pie para tratar los problemas del cuerpo humano por la falta de sueño. Entre estos esta la ansiedad y depresión, poco rendimiento físico e intelectual, y un mayor riesgo de sufrir obesidad y diabetes.




¿Conocías esta leyenda? Déjanos tus impresiones en la caja de comentarios.

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