El Susurrar Del Viento

   Camino despreocupada por una de las pasarelas del puerto de Bermeo, un pequeño pueblo de la costa vasca, perdido entre montes y bañado por las olas del mar cantábrico. Un bello paraíso de intensas tonalidades verdes y azules, paisajes a enmarcar.

   Me detengo momentáneamente a contemplar la famosa escultura de Nestor Basterretxea, forjada a partir de un metal roñoso. Representa una gran ola que se alza unos diez metros sobre mi cabeza y sobre unos cubos que a su lado no parecen más que unos dados, los bloques de hormigón del rompeolas. Continuo mi paseo hasta llegar a un grupo de bancos de piedra cuyos asientos se abren en forma de abanico. Me siento en el banquillo con las mejores vistas al mar y al final de la pasarela del otro lado del puerto, separado por las aguas que abren el camino mar adentro. Una figura de mujer desnuda, con una cola en lugar de piernas que se alza en el extremo más alejado de la pasarela. Es una sirena, o como las llaman aquí, una lamia -a la que todos llaman Xixili-. Me pregunto por qué la pondrían precisamente allí. Perdida entre pensamientos, ausente de la realidad de mi entorno, me sobresalto al percibir cómo un ligero soplo de viento agita mi pelo. Inspiro el salado aroma del mar que sopla en mi cara y escucho hechizada la historia que susurra en mi oído.

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