Objetos Malditos

1-El Jarrón Bassano

Considerado como uno de los objetos más legítimamente malditos del mundo, las personas que han poseído el jarrón han muerto en cuestión de semana.

Su ubicación actual sigue siendo un misterio, pero se cree que la policía italiana sellaron el objeto en una caja de plomo y lo enterraron en un lugar secreto. Esperemos que a nadie se le ocurra cavar el lugar.

Hecho en el siglo XV, fue un regalo de bodas que recibió la novia un día antes del enlace matrimonial que se iba a celebrar cerca de Nápoles en Italia. Lamentablemente, a boda nunca se llegó a celebrar porque la novia fue asesinada la noche antes y en el momento de su muerte ella tenía el jarrón entre sus manos. En este momento comienza la maldición de este objeto. El jarrón se quedó en el seno de la familia, y cada familiar que poseía este jarrón poco tiempo después moría. Después de incontables muertes, la familia se deshizo del jarrón enterrándolo.

Pero en 1.988 un hombre excavando en los alrededores de su patio descubre un jarrón y en su interior había una nota que decía: “Ten cuidado … este jarrón trae la muerte“. Este hombre en vez de dejar en el mismo sitio el objeto y enterrarlo de nuevo no tuvo otra cosa mejor que hacer que tirar la nota que contenía y lo llevó a una casa de subastas.

El jarrón se subastó por 2.250 dólares y su primer propietario fue un farmacéutico que murió 3 meses después de tenerlo en su poder.

El segundo propietario fue un cirujano de 37 años que compró el jarrón y murió dos meses más tarde.

El tercer propietario murió dos meses después. Y el cuarto y último murió al mes.

Según algunos periódicos italianos, la policía confiscó el jarrón y lo enterró de nuevo en una caja de plomo en un lugar desconocido y hasta hoy no se ha vuelto a saber nada del jarrón maldito.

2-El Diamante de la Esperanza

Esta joya que ahora reside en el Smithsonian se estima en un valor de 200-250 millones de dólares.

Algunos dicen que se paga con la vida, sin embargo. Los que han poseído o custodiado la gema se han enfrentado a la tortura, la decapitación, el suicidio, el encarcelamiento y la vergüenza. Ese es el alto precio a pagar por este piedra.





El diamante Hope o diamante de la Esperanza es un diamante de color azul marino con un peso superior a 45 quilates. Robado al joyero francés Jean Baptiste Tabernier en 1642,  fue envuelto en una legendaria y supuesta maldición que perseguía a sus respectivos poseedores.

La gran disputa del diamante de la Esperanza, siguió un rastro de muerte y desgracia a sus propietarios desde el primer momento que fue robada a Tabernier. El diamante perteneció a la estatua de la Diosa Deidad Sita, situada en la mina de Golconda Kollur en la India.

Inmediatamente después de la venta de Luis XVI, Tabernier se reunió con su trágico final en su siguiente viaje a la India, donde unos perros salvajes acabaron con su vida. Heredado de nuevo por Luis XVI y su reina Maria Antonieta, el diamante recibió el título real de Diamante azul de la Corona. Queriendo dar otro aire más romántico para el gusto de Maria Antonieta, el diamante se convirtió en una piedra en forma de corazón, reduciendo su peso a 67 quilates.

Pero la desgracia del diamante de la Esperanza golpeó de nuevo. Después de un inquietante y inestable reinado fueron decapitados durante la Revolución Francesa de 1789. Durante la crisis política fueron depositadas en las Reales Joyerías de Garde Meublè, donde fueron robadas en varias ocasiones. Con el tiempo fueron recuperando parte de las joyas, pero el famoso diamante azul desapareció por un largo periodo de tiempo.

Antes de que fuera visto de nuevo en Londrés el diamante probablemente estuvo en posesión de la reina Maria Luisa en 1800. Posteriormente el diamente fue comprado por Henry Philip Hope en 1813 llamando desde entonces el Diamante Hope. Éste le dejó una estela de desgracias familiares y quiebras en sus negocios que le impidieron su prosperidad.

Tras la muerte de Henry, se le asignó a su nieto Francisco Esperanza quien intentó en numerosas ocasiones obtener el permiso de la corte para venderlo. En 1901 cuando había llegado a su peor etapa de quiebra fue finalmente concedida su solicitud.

Continuando con su camino de desgracias, fue vendido al principe ruso Kanitowski que tras conocer su legendaria maldición lo vendió rápidamente al actor francés Ladue Lorens a quien mataron a tiros en una representación en el escenario. Su nuevo propietario, un griego llamado Simon Montharides murió con su familia tras caer con su automóvil por un precipicio. El diamante de la Esperanza cumplía con su historia. Incluso el sultán turco Abdul Hamid II tras poseer el diamante, fue destronado por un corto periodo de tiempo en 1909.

El diamante Hope viajó a los Estados Unidos con el joyero Simon Frankel, éste se dirigió de nuevo a Paris al encuentro del joyero Pierre Cartier que buscaba un comprador.

De vacaciones en París en 1911, Evalyn Ned y su esposo estaban hospedados en el hotel Bristol cuando recibieron la visita de Cartier. Su busqueda terminó con el rico y excéntrico matrimonio quienes estuvieron de acuerdo en comprarlo tras escuchar la curiosa maldición que legaba el diamante. Dicidieron  convertirlo en un encanto de buena suerte.

Pero de nuevo la tragedia surcaba los poseedores del diamante. Su hijo murió extrañamente en un accidente de automóvil y su hija se suicidó de forma incomprensible. Mientras el marido de Evalyn Ned tras el terríble dolor acabó enloquecido en los confines de un hospital psquiátrico. Después de la muerte de Evalyn,  fue puesto a la venta en 1949 para ser adquirido por un joyero de New York llamado Harry Winston.

Winston, afectado quizás por la maldición decidió donar el diamante al Museo de Historia Natural del Smithsonian en Washington que es su actual destino.

Se dice que la maldición del diamante de Hoop era tan fuerte, que cuando fue entregado al museo en una caja por el cartero James Todd, éste tuvo algunas lesiones en una pierna al ser atropellado por un camión. Su esposa falleció de un paro cardiaco, su perro murió estrangulado por su correa y por último su casa sufrió un incendio. Realidad o fantasía? Cada cual…

A partir de entonces se ha vuelto legendario por la supuesta maldición que alcanza a sus poseedores. Desde el año 1958, es una de las joyas más visitadas en el Museo Nacional de Historia Natural de Washington DC.

(Dato curioso: ese diamante es el que se ve en la película del Titanic y lo llaman como el corazón del mar)

3-La Mujer de Lemb

Conocida como La Diosa de la Muerte, la pequeña estatua de piedra caliza hecha a mano alrededor del año 3500 a.C, ha llevado a la muerte a familias enteras.

Después de que fuera descubierta en Europa del Este en 1878, Lord Elphont se convirtió en el primer propietario de la estatua. En pocos años, toda su familia murió.

La siguiente familia del dueño tuvo la misma suerte. Después de haber sido vinculada con la muerte de varias más familias, Sir Alan Biverbrook finalmente donó el artefacto al museo Royal Escocés después de que su esposa y sus dos hijas murieran.

Y a mí parecer el más interesante de todos:

4- Otzi el Hombre de Hielo

Desde el desentierro de Otzi en 1989, varios de los científicos e investigadores que han tenido contacto con Otzi, han muerto bajo circunstancias inusuales.


Por mucho que nos empeñemos en decir que miramos hacia el futuro, tenemos una tendencia a volver la vista atrás que difícilmente podemos resistir o controlar. Nos cuesta mucho aceptar que haya cosas sin respuesta o que desconocemos y eso hace que queramos resolver cualquier misterio que se nos ponga por delante. Cuando el hombre de la Edad de Cobre, que sería rebautizado como Ötzi 5.300 años después de su muerte, fue encontrado en los Alpes italianos en un estado de momificación provocado por el frío, no se imaginaba los titulares y la atención que atraería. Eso ocurrió en 1991, momento en que el azar quiso dar un buen susto a unos alpinistas alemanes al hacer que encontraran un cadáver prehistórico entre la nieve y el hielo del macizo de Otztal. Desde entonces, científicos de todo el mundo han sentido una atracción irrefrenable por conocer qué le pasó a este hombre de otro tiempo. No solo se trata de la momia natural mejor conservada jamás encontrada, sino que además fueron surgiendo incógnitas sobre quién era, cómo había llegado allí y qué podría enseñarnos sobre esos lejanos momentos del ser humano. Reconstrucción de su aspecto, análisis de sus posibles comportamientos y costumbres, estudio en profundidad del cadáver e incluso exhaustiva investigación forense sobre las causas de su muerte;  esto y más se le ha hecho al desconcertado Ötzi. Precisamente esa necesidad por resolver los misterios y saber de dónde venimos es la que ha hecho que el hombre de hielo tenga su propio museo y sea internacionalmente conocido y estudiado. Saber qué hizo, cómo vivió y quién era no cambiará nuestro mundo actual pero sí permitirá saber un poco más acerca de nosotros, de por qué somos como somos. En los fríos ojos vacíos de Ötzi, antaño de un intenso tono marrón, sigue estando el mismo sentimiento curioso y el alma de cualquier ser humano.

Sin embargo a pesar de esto
Otzi a traído la muerte a varios investigadores o personas que hayan tenido contacto con el.
Fueron muertes extrañas, a menudo accidentales, de gente que había estado en estrecho contacto con el cadáver congelado, apodado Oetzi. Se habló de una maldición.

Se reveló que Oetzi (hallado en los Alpes Oetzal) se había cobrado su séptima víctima, un científico residente en Australia, Tom Loy, que realizó innovadores análisis de ADN al cadáver. Sus colegas están horrorizados, su familia desconsolada. Incluso quienes menosprecian las maldiciones como tonterías supersticiosas quizá estén experimentando algún que otro escalofrío.

Simon, de 67 años, conoció un final sorprendentemente similar al del hombre con el que se encontró por casualidad en una helada tumba al norte de Italia
Antes de Loy, la 'víctima' más reciente fue Konrad Spindler, un arqueólogo austriaco que se mofaba de las insinuaciones de una maldición
Loy, de 63 años, era un biólogo molecular nacido en California que se incorporó a la Universidad de Queensland hace una década, después de obtener un doctorado de la Universidad Nacional Australiana, en Canberra. Dirigía un equipo que estudió minuciosamente a Oetzi, además de sus herramientas y armas prehistóricas.

Aficionados
Helmut y Erika Simon, una pareja alemana aficionada al montañismo, se habían topado con el cadáver, perfectamente conservado y con una capa de hierba tejida, mallas de piel de cabra y un sombrero de piel de oso. Cerca de él se encontraban un arco y unas flechas, un cuchillo con punta de piedra, una herramienta de asta para despellejar y un hacha con hoja de cobre. Estaba claro que Oetzi había muerto mientras cazaba. Las primeras teorías apuntaban a que había perecido solo, después de un accidente.

La investigación de Loy pronto echó por tierra esa idea. En la ropa y herramientas de Oetzi, él y su equipo identificaron cuatro clases distintas de sangre. Loy conjeturó que el Hombre de Hielo estaba con un compañero, y que había fallecido tras una batalla territorial contra rivales. Posiblemente había trasladado a un compañero herido durante un trecho, antes de depositar sus herramientas y armas y tumbarse para morir.

Loy humanizó a nuestro antiguo ancestro, le dotó de personalidad y detalló los últimos momentos antes de su muerte. El californiano se ganó el aplauso internacional por su trabajo, que fue objeto de varios documentales televisivos. Hace tres semanas fue hallado muerto en su casa de Brisbane. La noticia no trascendió hasta el día antes de celebrarse el funeral.

Su hermano Gareth, que ha viajado a Australia para asistir a la misa, declaró al periódico The Australian que la autopsia había resultado inconcluyente. El juez de instrucción descartó el crimen y afirmó que había muerto por causas naturales, accidente, o ambas cosas.

Sin embargo, Gareth Loy manifestó que su hermano no había gozado de buena salud. Hace 12 años, justo después de comenzar a trabajar en el proyecto de Oetzi, se le había diagnosticado una afección hereditaria que le provocaba coágulos. Cuando le preguntaron por el asunto de la maldición, Loy respondió que jamás había sido un tema de conversación entre ellos.

Los académicos, como es lógico, desdeñan semejantes ideas. Los compañeros de Tom Loy en el Instituto de Biociencia Molecular rehusaron hablar. Pero una fuente universitaria declaraba que la plantilla está profundamente afectada, no sólo por su muerte, sino por todas las especulaciones sobre una maldición. "Consideran que trivializa su muerte y que no hace justicia a su vida y a su trabajo", afirmó la fuente. "Era un académico brillante, y así es como sus colegas desean recordarlo".

Vinculación irresistible
Pero, para otros, la vinculación entre la muerte de Loy y la de otros hombres relacionados con Oetzi es irresistible. Simon, de 67 años, conoció un final sorprendentemente similar al del hombre con el que se encontró por casualidad en una helada tumba al norte de Italia, cerca de la frontera austriaca. Este conserje jubilado de Núremberg se encontraba de excursión por la nieve con su esposa cuando realizaron el histórico descubrimiento, en septiembre de 1991. Pero aquel acontecimiento llegó a obsesionar a la pareja, ya que les amargaba el hecho de que el mundo no reconociera el papel que habían desempeñado y les recompensara económicamente.

En octubre del año pasado, Simon paseaba en Austria, apenas a 160 kilómetros del lugar donde encontró a Oetzi. No regresó, y fue hallado muerto ocho días más tarde; al parecer había caído desde una altura de 240 metros durante una inesperada tormenta de nieve. Una hora después del funeral de Simon, Dieter Warnecke, director del equipo de rescate de montaña al que fue encomendada su búsqueda, falleció de un infarto. Warnecke tenía 45 años y, según su familia, estaba en plena forma.

No obstante, la primera víctima de la maldición fue Rainer Henn, de 64 años y patólogo forense, que recogió el cuerpo con las manos desnudas y lo guardó en la bolsa para cadáveres. Henn murió en una colisión frontal en 1992, mientras se dirigía a una conferencia en la que iba a presentar nuevos descubrimientos sobre los restos.

Poco después, Kurz Fritz, un montañero que había guiado a Henn hasta el Hombre de Hielo y una de las primeras personas que contempló su rostro, moría en una avalancha. Fritz, un experimentado escalador que conocía a fondo la región, fue el único miembro de su grupo al que alcanzaron las rocas que cayeron.

Rainer Hölz, un periodista austriaco de 47 años, filmó en exclusiva la extracción del cuerpo de su capullo de hielo y rodó un documental que se proyectó en todo el mundo. Unos meses después fallecía de un tumor cerebral.

Antes de Loy, la víctima más reciente fue Konrad Spindler, un arqueólogo austriaco y destacado experto en el Hombre de Hielo. Spindler se mofaba de las insinuaciones de una maldición y había declarado: "Me parece una chorrada. Es todo un bombo mediático. Lo próximo que dirán es que yo seré el siguiente". Murió el pasado abril, a los 66 años, por complicaciones de una esclerosis múltiple.

(Lo último extraído de un periódico del 2005)

Hay más información sobre Otzi y su historia que es bastante interesante pero ya será si lo quieres buscar por ti mismo.

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