De cuando lo sigues

((¿Pensaron que llegaría a 40 capítulos y que a esto le falte un último arco? Yo para nada me lo imaginaba al principio, solo dije "Durará lo que tenga que durar". Pase usted al capítulo +18. Por alguien que nunca antes ha escrito escenas eróticas :P))


Todos dormimos de más, llegamos medio crudos al puente después de desayunar.


-¿Qué haremos ahora?- preguntó Jax, entusiasmado.

-Tenemos que hablar con ustedes- empezó Rip, recargándose en el panel -. Lex y yo, lo habíamos hablado, y vamos a...

-¡¿Van a casarse?!- exclamó Ray, emocionado -Es eso, ¿verdad? ¿Cuándo se lo pediste? ¿Puedo ser el padrino?

-No, Ray- sonreí, apenada -. No vamos a casarnos. ¿Recuerdas... Camelot? ¿La torre?


-Oh...- se le borró la sonrisa y nos miró con decepción.

-¿Qué torre?- preguntó Stein.

-Se irán- musitó.


-Pero Rip, este es tu equipo, es tu nave- dijo Sara, consternada.

-Sara, me di cuenta de que ya no tengo nada que enseñarte, tengo que buscar otras cosas.

-Y por supuesto, tienes que llevarte a Lexell contigo- reprochó Nate.


-Nate, amigo- me acerqué -. Lamento la manera en que me conociste, lamento que no hayas conocido la mejor versión de mi, y que hayamos tenido tantas diferencias por estar en mis peores días. Pero tú seguirías a Amaya, tu lugar es con ella, ¿no es así?

Asintió, abrazándome.

-Cuídate, Niño Bonito. Y si se porta mal, tienes mi permiso para golpearlo, Amaya.


-¿Se irán ya?- preguntó Jax, con lo ojos llorosos.

-No tiene caso alargar más la despedida, Jefferson- sonrió Rip -... Jax. La Webrider estará en buenas manos.

-¿Saben que siempre estaremos esperando por si desean visitarnos?- se acercó Stein tímidamente -¿O quedarse... una temporada?

-Lo sé, Martin- susurré abrazándolo.


-Bueno, pues feliz viaje- sonrió Mick-. La mexicana y el inglés, ¿quién iba a decirlo?

-Mick- me acerqué, pero él me detuvo sosteniéndome la cabeza con su brazo extendido al máximo.

-Ep... sin abrazos, mata velocistas-sonrió, despeinándome.


Escuché un sollozo corto.

-Ray- sonreí, corriendo a abrazarlo -. Gracias por todo, empecé esta aventura contigo, y jamás dejaste de darme ánimos.

-Tienes que ser muy feliz, amiga-alcanzó a decir.


-¡Ve tras tus sueños, chicaaaa!-sonrió Sara, chocamos puños - Aunque tu sueño sea este desastre ex maestro del tiempo y que ahora ha decidido ser ex Leyenda.

-Sara...- lo regañó Rip.

-Oye, pero al menos no nos está dejando de improviso, es un gran avance.

-¿Permiso para partir, Capitana Lance?- preguntó Rip solemne.

-Permiso concedido.


Caminamos hacia la habitación, ya habíamos preparado nuestras cosas en bolsas de viaje... aunque mis cosas eran pocas.

Seguí a Rip hasta la Zona de Carga, donde ahora había una esfera transparente, con dos asientos.

-¿Qué es esto?- pregunté.

-Te presento la Cápsula del Tiempo-sonrió -. Pude recuperarla, de las manos de cierta... Legión del Mal.


Me reí -¿Puedes creer que me imaginaba a Thawne cargando a los demás para viajar en el tiempo?

-Es usted muy creativa, señorita Cassini- escuché la voz de Gideon, desde la cápsula.

Miré sorprendida a Rip, había pasado gran parte del tiempo pensando cómo nos despediríamos de Gideon, y ahora -¿Vendrá con nosotros?- pregunté, ilusionada.

-Sí, instalé una extensión independiente- sonrió Rip.


-¿No es genial carecer de cuerpo y estar en dos lugares a la vez?- dijo orgullosa la IA, mientras se abría la escotilla de la cápsula.

-Sí, amiga, eres genial- corrí emocionada a subirme primero, me senté en el asiento y miré a Rip, expectante.

Él me sonrió, y fue a sentarse junto a mi -Vámonos.

-¿A dónde, Capitán Hunter?


~.~.~


Los paseantes por Central Park miraron a una joven que aspiró profundamente, y dió unos giros de contenta, mientras un hombre la miraba con ternura sentado en el pasto, con los restos de un picnic frente a él.


-¡Amo Nueva York!- exclamó, mientras él reía.

-Lo sé, por eso pasaremos aquí unos días- sonrió, viendo como la chica bajaba al pasto y se sentaba frente a él.

-¡Te amo más a ti, Rip Hunter!-exclamó ella, lanzándose sobre él y derribándolo en el pasto, mientras reían.

-Yo también te amo, Lexell Cassini-acarició su cabello.

-Si me trajiste aquí, con todo lo que quiero hacer, no me queda duda- la joven se quitó de encima de él, pero no se levantó. Se quedó sosteniéndose a unos centímetros de su rostro con las manos a sus costados.

-¿Entonces qué quieres hacer primero?- preguntó él, sintiendo que la sangre se le iba al rostro.

-Te quiero a ti, Cielo- susurró, acercándose, y le dió un beso.


Entre risas dieron un par de tumbos en el pasto, hasta que se levantaron y torpemente metieron la basura a la canasta de picnic y salieron del parque tomados del brazo.


Rip Hunter suspiró, mirando por la ventana del departamento que habían rentado. Con vista a la zona de Times Square. Su novia estaba recargada en su espalda, abrazándole el torso. Estaba tratando de calmarse, de respirar al mismo ritmo que ella.


Aunque habían dormido juntos desde que había regresado a la nave, después de la pesadilla de estar con la Legión, no había tenido ánimos de nada más que abrazarse y besarse. Pero había decidido pasar un par de semanas en Nueva York, como una pareja normal, y eso implicaba relacionarse como una pareja adulta normal.


Se giró, ella lo miró con cierta preocupación.


-No tienes qué hacerlo hoy, no hay prisa- la escuchó musitar, rodeando su cuello con los brazos. Él sonrió, no dejaba de sorprenderle que insistiera en ese gesto aún cuando tenía que estirarse, con su diferencia de alturas.

Había sido tan paciente con él, y estaba dispuesta a seguir siéndolo. Pero él había sentido los últimos días crecer entre el amor y la necesidad de sentirse confortado, las punzadas inconfundibles del deseo.


Y ahora, con sus brazos en su cuello y su respiración cerca, miró el par de senos de la joven apretándose por tener los brazos cruzados en alto, y sus manos se dirigieron instintivamente a su cadera, bajando por sus muslos. Sonrió, al verla sonrojarse.


La besó, y como tantas veces la levantó en brazos para llevarla a la habitación, auqnue ya no era de una nave metálica y fría, y ella rió, como cada una de esas veces.


Sintió cómo le acariciaba el cabello, de una manera mucho menos delicada de lo usual, después de sentarla en la cama y mirarla.

-¿Sabías que antes pensaban que los pelirrojos eran del diablo?- preguntó traviesa, hundiendo sus dedos en el pelo de ese color.

Asintió, mirando sus labios con deseo -Y aquí estás, a merced de uno- Se inclinó a probar sus labios, los mordió un poco, robándole el primer suspiro a su chica. Se adueñó del resto de su boca, mientras ella se dejó caer sobre el colchón, y él la tomó por los muslos para subirla poco a poco hasta que ambos estaban sobre la cama, con sus respiraciones acelerándose y sus cuerpos empezando a buscarse entre la ropa.


Se sentó a horcajadas sobre ella, y la contempló. La falda de su vestido ya estaba hasta su cintura, dejando asomarse entre los pliegues una pantaleta de encaje blanco.

-¿Porqué no te quitaste esto?-preguntó, con una sonrisa pícara. Lo que sí se había quitado al entrar era el sujetador, y alcanzaba a distinguir debajo de la tela que sus pezones ya se habían levantado. Acercó sus dedos a la prenda inferior, pero ella los retiró.

-Lo traeré puesto mientras tú no te deshagas de esa camisa- lo provocó, jugueteando con un botón.

Dejó que las manos de su novia abrieran la prenda, y se mordió el labio al mirar el deseo con el que ella observó su pecho y su abdomen, pasando sus manos por las costillas. Sintió como si fuera la primera vez que rozaba esa parte de su piel y no pudo evitar temblar.


-¿Estás bien?

Asintió, y no pudo oponer resistencia a que ella se pusiera cómoda y empezara a recorrer su cuello con su lengua, bajando por su torso hasta la línea del pantalón.

-Quítamelo- pidió, la presión ya empezaba a dolerle. Se dejó caer de espaldas y ella se sentó como hasta hace un momento estaba él mismo, se levantó el vestido para quitárselo y sus pechos se vieron liberados, miró embelesado como se inclinaban cerca de su rostro, mientras ella se agachaba a desabrocharle el pantalón. Apenas sintió sus caderas subir para que terminara de quitárselos, y se quedaron mirando unos segundos, en silencio, comprendiendo que se tenían desnudos uno al otro de nuevo.


Ella se inclinó para besarlo, él serió al llevar las manos a su trasero y encontrar que aún no se había quitado esa pequeña prenda -Tramposa, yo ya no tengo nada encima- se quejó, mientras ella reía nerviosamente al sentir que le quitaban las bragas, dejándola totalmente expuesta.


La última línea de defensa había caído, y el pulso que le recorrió el cuerpo al sentir que le apretaban con firmeza el trasero la dejó indefensa para terminar de nuevo debajo. Levantó las manos para acariciar su pecho y siguió hasta su espalda, acercándolo. Él empezó a besarle la clavícula, y su lengua no tardó en rodear sus pechos, un gemido de placer fue la clara consecuencia de que había atrapado un pezón con sus labios.


Sonrió, sintiendo el sabor de esa redondez poco a poco, sosteniéndola con una mano y probándola con la lengua, sus labios, un poco con los dientes. La respiración de la chica bajo él se aceleró, entre un par de jadeos.


Regresó a su boca, siendo recibido con ansia, mientras las manos en su espalda bajaban hasta su trasero. Dejó a su lengua recorrer hasta el estómago de la chica, rodeó el ombligo, y bajó un poco más, causando un profundo suspiro cuando su nariz tocó el pliegue donde empezaban sus muslos. Quiso hacerla esperar un poco más, levantando sus piernas y besando la parte interior, hasta sus pies.


-No, los pies no- suplicó, entre risas por las cosquillas. Él lo sabía, pero no podía evitar jugar un poco con esa reacción para hacerla reír. Regresó con su lengua hacia sus pantorrillas, para volver a relajarla, y reposando su mejilla en el firme muslo levantado la miró aspirar fuertemente, mientras su dedo rozaba la entrada a su sexo.


-Siéntate- pidió, y ella obedientemente se levantó para quedar recargada en el respaldo de la cama, se acercó a besarla y no pudo evitar temblar cuando ella tomó en su mano el miembro endurecido por primera vez después de tanto tiempo. -No, espera- indicó, separándose y acostándose boca abajo, acomodando su rostro entre las piernas torneadas de su novia, y el calor de sus muslos sonrojados se juntó con el de su lengua, que empezó a probar sus labios... los labios de su entrepierna, aún más suaves que su boca.


La escuchó gemir una vez tras otra, la sintió apretar sus hombros, y sujetar su cabello, mientras su lengua exploraba, acariciaba y se adueñaba de la aterciopelada cavidad. Después de todo lo que la había hecho pasar, brindarle placer lo llenaba de satisfacción. El deseo erótico se mezclaba con paz, al saber que a pesar de todo ella se estaba entregando como antes, como siempre: amorosa, completa, vulnerable.


-Rip- pronunció entre jadeos, algunos minutos después -¡Rip, para! ¡Me vas a hacer terminar y no quiero sin haberte sentido dentro!

La obedeció, besando sus muslos antes de enderezarse y besar su boca, sintiendo que ella dejaba entrar su lengua -¿Me quieres dentro?- la tentó, frotando su cadera entre sus piernas, mientras se miraban a los ojos.

-Sí... lo extraño tanto... que seas parte de mi.

-¿Parte de ti?- preguntó tomándola por la cintura y acostándola, besó sus pechos y metió un dedo entre sus piernas para revisar que pudiera entrar sin lastimarla, recibido con un profundo gemido de placer.


-¿No crees que es eso?- ella sonrió, acariciándole el rostro mientras se acomodaba sobre ella -Te vuelves parte de mi, y yo de ti.

-Tiene todo el sentido del mundo-sonrió él también, acercando su cadera a su entrepierna, balanceándola un poco para frotarse por encima y aumentar la expectación. Ella estiró la mano para ayudarlo a acomodarse, y lo dejó entrar.


Un gruñido ronco salió de su pecho, al mismo tiempo que un gemido agudo del de ella. Se miraron sin moverse, recordando, entendiendo: sí, estaba dentro de ella, era parte de ella. Empezó a moverse, sus respiraciones profundas se acompasaron con el ir y venir de su cadera, mientras ella se aferraba a su espalda y su trasero, clavando las llemas de sus dedos cuando empezó a entrar más profundo, más fuerte.


Él apoyó las manos sobre el colchón para enderezarse un poco y que pudieran mirarse, sus senos subían y bajaban rítmicamente, en ligeros rebotes siguiendo sus embestidas. Ella acarició su rostro, sintió sus manos calientes y húmedas, igual que toda ella.

Sus jadeos eran cada vez más profundos, los gemidos de ella cada vez más largos.

-No quiero que este momento termine- la escuchó suplicar, se inclinó para besarla y recargar su frente en la suya.

-Tendremos muchos momentos así, amor- susurró, con la respiración entrecortada -. El resto de nuestras vidas.


Ella lo abrazó fuertemente, empezando a mover su cadera debajo de él, intensificando la sensación al máximo con los dos embistiendo desde puntos opuestos.

Sabía que si él terminaba primero bajaría el ritmo, y quería priorizar su placer -No puedo... aguantar mucho más, amor...


Ella lo separó un poco y besó sus labios, mirándolo con deseo y apretando sus muslos, aumentó un poco más el ritmo con que subía y bajaba sus caderas. Él la rodeó con sus brazos y la estrechó lo más que pudo, escuchando cómo dejaba a su orgasmo avanzar hasta hacerla ahogar un grito mientras todo su cuerpo temblaba incontrolablemente. La sensación de que ella apretara más su interior con el clímax le arrancó un par de gemidos que ella respondió mordiéndole la oreja que tenía al alcance de su boca.


-Termina cuando quieras, Cielo- susurró como el más seductor de los seres del universo, lo que le provocó una oleada de placer que le recorrió todo el cuerpo, causando que expulsara una parte de sí dentro de ella, entre gemidos y suaves gruñidos.


-¿Qué me hiciste, para volverme tan loco?- susurró tras dejar que su cuerpo se soltara, sobre la joven bajo ella, que acarició su nuca y su espalda, besando el hueco de su cuello que había quedado junto a su barbilla.

-No sé- suspiró -... ¿chilaquiles?

Él soltó una risa agotada, se giró con cuidado para quedar acostado boca arriba, invitándola con la mirada. Ella sonrió y sin dudarlo se enderezó un poco, solo para acomodarse sobre su pecho, escuchar su corazón, y sentir sus brazos rodeándola, protegiéndola. El círculo que se formaba cuando se rodeaban con los brazos era su lugar, donde podían estar seguros, felices y plenos.


En esa cama que había quedado algo revuelta, mientras sus respiraciones se normalizaban y sus sentidos se aletargaban, empezó una nueva vida para ellos, mientras se adentraban abrazados en el mundo de los sueños.


Sueños tranquilos, por primera vez en meses.

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¿Hace calor aquí, o solo soy yo? Pues level up, gente: primer escena erótica en mi historia como escritora.



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