La Mona

Leyenda de Costa Rica y otros países

La Mona, también conocida como Mona Bruja, Mico Brujo y Bruja Enana, es un personaje de una leyenda centroamericana de origen chorotega. Según esta leyenda, las monas eran brujas que, mediante oraciones indígenas ancestrales, se les desprendía la piel y les crecía el pelo, se les alargaban las manos y los pies, transformándose en un ser similar a un mono monstruoso de gran tamaño. Las monas podían desplazarse a gran velocidad a través de los árboles, generalmente para hacerle daño a sus enemigos en forma sorpresiva. Lo hacían en medio de carcajadas escalofriantes y alaridos espantosos que helaban la sangre de sus víctimas, dejándoles atontados o sin habla para el resto de la vida.

La única manera de librarse de estas entidades era cuando la víctima dominaba su miedo y decía oraciones cristianas de contra, clavaba una cruceta (un machete en forma de cruz) en el suelo, arrojaba un puño de maíz, de semillas de mostaza o de sal, y tiraba el sombrero boca arriba, de modo que hacía que la Mona amaneciese recogiendo los granos, sin soltarla hasta que se arrepintiera de sus sortilegios y jurara no volver a molestar a nadie en toda la comarca.

El mito de la bruja que se transforma en mona recibe otros nombres, siendo el más frecuente el de Mico Brujo, popular en Guatemala y El Salvador. En Nicaragua, son muy comunes las leyendas de brujas que se transforman en micos brujos (o monas brujas), ceguas (la que me traumó de niño) y cerdos («chanchas»). Las monas usualmente son mujeres despechadas que se transforman para ir en busca de los hombres que las abandonaron. Dice la leyenda que las mujeres van al árbol de chilamate, toman una de sus flores que brota exactamente a media noche y dicen el conjuro para transformarse. Las ancianas de los pueblos pequeños aconsejaban a los hombres que salieran con la ropa interior al revés para ahuyentarla.

En Costa Rica (mi país) el término de «Mona» a secas es más frecuente en la costa del Pacífico, en las provincias de Guanacaste y Puntarenas, ya que en algunas versiones más arraigadas al Valle Central se le llama «La Chancha» (se transforma en cerdo o danta), y además, existe la leyenda de otro espectro similar, el Micomalo, el cual, se supone que no es una bruja con forma de mona, sino el mismo Diablo en persona

Ahora un pequeño relato de Costa Rica que encontré en Reddit titulado:

La cocinera del fraile

Dicen contaba el ciego Otoniel Torres, que hace muchos, pero muchos años, vivió en Nicoya un fraile doctrinero que era atendido solícitamente por una cocinera indita, mujer menudita que todos los días le daba carne fresca diciendo siempre que era carne de venado.

En los primeros días el fraile no reparó ni puso cuidado a la cuestión, pero con el tiempo, viendo que en el pueblo no habían carnicerías que mataran reses muy perdidamente y que las monterías de venados eran solo de cazadores muy avezados, se puso maldito a ver cómo era la cuestión de la carne fresca todos los días. El asunto fue que una noche, después de las oraciones finales en su cuarto, el fraile oyó un ruido en unas arboledas de la sacristía. Cuando llegó al sitio alcanzó a ver a la cocinera que, diciendo unas oraciones viejas, se sacó el alma del cuerpo, la que se convirtió en una mona coloradeja que, sin percatarse del cura, se perdió en las oscuridades brincando entre las arboledas cercanas.

Ya en la pura madrugada regresó La Mona cargando un niño en unos sacos de manta. Viendo el fraile que era carne humana la que estaba comiendo todas las mañanas, quien sabe cómo le hizo para no dejar a La Mona unirse al cuerpo, y ella le suplicaba que la dejara porque sino se moría, él accedió, pero le dijo que primero fuera a devolver al niño y confesara lo que ella había hecho. Así sucedió, y después la cocinera, transformándose de nuevo en la indita, recibió los regaños escandalizados del fraile. En la confesión le dijo al doctrinero que ella hacía eso porque quería que los españoles también comieran carne humana, como lo hacían ellos en las antiguas fiestas del sol y del maíz, costumbre que los españoles quitaron groseramente, haciendo una gran iglesia de adobes encima de las teyopas y los templos sagrados de los Chorotegas. Ella no perdonaba que las cosas y las costumbres de sus ancestros y de sus antepasados estuvieran perdidas en el olvido del tiempo.

El fraile la maldijo, pero la mujer siguió en sus correrías nocturnas, y dicen unos que un cazador, conocedor también de secretos viejos, un día la tiró en un oscuro espavelar usando tiros en cruz bañados en agua bendita, dicen otros que la quemaron en una plaza.

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