9. Por derecho
Para algunos, un beso es solo un beso.
Para otros, cada beso es el beso.
Ben sabe, como era de esperarse, a Gatorade. A la azul, lo que me recuerda que no sé qué sabor se supone que es ese.
Ahueco su nuca y lo atraigo hasta que ya no es más físicamente posible que nos acerquemos. Abre su boca para mí y sus manos se sincronizan; una acaricia mi mejilla y la otra se desliza por mi muslo. Cuando me separo por una bocana de aire, él no se detiene. Me regala un corto beso más antes de que sus labios se vayan a explorar por ahí. Su aliento me hace cosquillas y las yemas de mis dedos serpentean por sus omóplatos hasta que siento que mi piel es succionada con delicadeza. Me rio y él hace lo mismo contra mi cuello.
Sin embargo, no lo detengo.
Tampoco me detiene a mí después.
—¿Por qué te gusto? —pregunta mientras deposito un beso en su hombro, minutos más tarde.
—¿Por qué no me gustarías?
—Harriet, por favor, solo responde de una vez.
Tomo distancia para que pueda verme a la ojos. Inflo el pecho de la misma forma en que lo hago cuando estoy por dar una exposición.
—Me gustas porque eres una combinación única de gustos, opiniones, sueños, miedos, valores, historias, manías e imperfecciones que se complementan y contrastan con las mías. En resumen, me gustas porque eres tú. ¿Satisfecho?
Su sonrisa responde por él.
—¿Quieres saber por qué me gustas? —indaga, pero niego con la cabeza.
—Sería una tentación a romper mis reglas. No quiero que me importe lo que digas y empiece a actuar como una tonta, y si abres la boca, lo haré. Así que prefiero la ignorancia.
—¿Y si te animo y ayudo a romper las reglas?
—Serías cómplice de un delito Harrietniano. Irías a la cárcel.
Juntas las muñecas y las extiende para mí con fingida seriedad.
—Espósame ahora entonces, porque voy a decirte.
Le doy un empujoncito fuera de la cama.
—Adiós, Benjamín.
—Necesito una abogada si iré a prisión, debe ser la mejor, y esa eres tú —dice a pesar de estar caminando en reversa hacia la puerta—. No me eches.
—Por derecho, la corte te asignará un abogado. No me necesitas.
—¿Y tú qué sabes sobre lo que necesito? —espeta ya en la puerta, con una sonrisa burlona.
Ni siquiera le contesto. Me acuesto de espaldas a él para que no vea lo sonriente que estoy.
—Eso creí —se jacta antes de dar las buenas noches y bajar las escaleras silbando como si nada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top