XIII. Dead Girl Walking
CAPÍTULO TRECE
UNA CHICA MUERTA CAMINANDO
"If I die young bury me in satin, lay me down on a bed of roses, sink me in the river at dawn, send me away with the words of a love song"
—Los italianos las llaman "strega". En el África Occidental, los yoruba las llaman "aje", que significa madre. En la tierra de mi madre, las llamaban "hexa". Y aquí las llamamos "brujas"—explica Elijah, observando el dibujo que Davina había hecho. Se trataba de un retrato de uno de los antiguos amores del original—A lo largo de los siglos, los vampiros han luchado con ellas y contra ellas. Han compartido lecho y las han quemado. Adversarias o aliadas, siempre han sido dignas de respeto. Su magia ancestral ancla esta ciudad. Nunca había habido una bruja todopoderosa, hasta Davina.
—Que ahora está escondida, sana y salva al final del pasillo bajo mi protección—declara Klaus, adentrándose en la sala, reuniéndose con ellos—Tu Céleste era una mujer hermosa. Y también un presagio del mal, según nuestra volátil artista residente.
—Dirás una de ellas—le corrige Arielle desde el sofá—Yo también soy una volátil artista que reside aquí.
Klaus posa su mirada en ella, dedicándole una sonrisa.
—Si, tal vez Davina confunda lo que ella llama el mal con el poder—señala Elijah, sin apartar su mirada del retrato—Céleste era muy poderosa en su día. Pero lleva muerta más de 200 años. No entiendo a que vienen ahora estos bocetos.
—A las brujas no hay quien las entienda—suspira Klaus, sentándose al lado de su novia—
En ese instante varios golpes provenientes de la habitación de Davina llaman su atención.
—Bueno, la cosa va bien—comenta Klaus con sarcasmo—
—Si pretendías ganarte su confianza, envenenar al chico que quería no creo que fuera una buena idea—señala Arielle, levantándose del sofá—
—Lo siento, mi amor. ¿Hay alguna otra muerte inoportuna que quieras hacharme en cara?
—Déjame hablar con tus hermanos y un mes de tiempo. Te haré una lista—declara, dedicándole una sonrisa sarcástica—
Varios golpes más resuenan por el complejo.
—Jóvenes, viejas, vivas o muertas, las brujas son un incordio—se queja Klaus, poniéndose en pie y abandonado la sala. Arielle no duda en seguirle—
Un bufido de frustración abandona los labios de la chica Salvatore al ver como Klaus se dirigía a la habitación de Davina. Por supuesto, ella no duda en seguirle, preocupada por la chica.
—¿Qué es este alboroto?—se queja el hibrido al abrir la puerta—
Sin embrago, tanto él como Arielle se llevan una sorpresa al ver a Davina toser tierra bajo la preocupada mirada de Marcel.
—Madre mía—murmura Arielle con preocupación—
—Maldita sea—se queja Klaus a su lado—
En ese instante la tierra bajo sus pies comienza a moverse, como si de un terremoto se tratara.
Marcel y Klaus abandonan la habitación con confusión mientras que Davina levanta su mirada hacia Arielle, quien no puede evitar ver el miedo reflejado en sus ojos.
—¿Qué está pasando?—inquiere Rebekah desde el patio principal del complejo—
—Davina—murmura Klaus con molestia, dándose la vuelta para entrar de nuevo en la habitación—
—¡No!—Arielle se coloca en la puerta, impidiendo que tanto él como Marcel puedan entrar—¡Largo de aquí! ¡Dejadla en paz! Está asustada, es una niña. ¡Largo!
Klaus aprieta su mandíbula, observándola con molestia durante unos segundos antes de alejarse de la habitación. Marcel por su parte insiste en intentar entrar, pero Arielle coloca una mano sobre su pecho, empujándole. Marcel suspira de forma derrotista.
—Cuida de ella—le pide entonces—Por favor.
Arielle asiente.
—Tranquilo—le dice, cerrando la puerta de la habitación—
Suspira con frustración y se da la vuelta para encontrase de nuevo con la mirada asustada de Davina.
—¿Vas a explicarme lo que acaba de pasar?—Arielle se cruza de brazos, observándola con expectación—
—No lo he hecho yo—le asegura, refiriéndose al terremoto—Al menos no a propósito. No sé... No sé que me está pasando.
Decía la verdad, Arielle podía verlo en su mirada. Davina no quería hacer daño a nadie, solo era una niña con mucho poder, asustada y a la que habían hecho mucho daño.
—Escúchame, Davina—le pide, sentándose en la cama a su lado—Sé que piensas que por ser la novia embarazada de Klaus yo soy como él, pero no es así. No estoy de acuerdo con lo que te hizo a ti y a tu amigo Timothy. Ojalá hubiese estado aquí para impedírselo, pero ahora eso ya no importa. Solo importas tú. Yo quiero ayudarte. ¿Me dejarás?
Con los últimos acontecimientos, Davina no sabía en quién confiar. Pero Arielle parecía honesta con sus palabras. Asustada, y aún algo desconfiada, la joven bruja asiente.
—Bien—suspira Arielle, poniéndose en pie—Primero voy a quitar la tierra de tu cama para que te puedas tumbar y descansar. Te traeré comida. Y luego iré con los demás para descubrir una forma de arreglar todo esto.
—Gracias—murmura Davina, observando como Arielle agarra una papelera y con su mano comienza a empujar la tierra hacia ella para tirarla—Te llamas Arielle, ¿cierto?
—Arielle Salvatore, si—afirma con una sonrisa amigable—Pero por ser tú, puedes llamarme Elle. Mis amigos y hermanos me llaman así. Ari también me sirve.
—Me gusta Elle—admite, tumbándose en la cama—
Arielle sonríe, depositando la papelera en su sitio antes de abandonar la habitación, dejándola a solas.
—Has robado los restos de alguien que Davina lleva dibujando hace meses—señala Elijah, observando a Sophie Deveraux con molestia—¿Nos explicas esta sorprendente coincidencia?
—No puedo—responde, mirando el dibujo—Ni sabía quién era Céleste Debois hasta que...
Un grito de Davina y otro terremoto la interrumpen, asustándola.
—¿A sido Davina?—inquiere, confusa—
—Una adorable costumbre que tiene ahora—sonríe Klaus—
—¿Y el temblor de hoy?
—También Davina—le responde Arielle—Y ha empezado a vomitar tierra.
—Cielos—murmura Sophie, asustada—Pues tenemos un problema. Creía que había más tiempo, pero hay que completar la Cosecha cuanto antes.
—Dijo casualmente la bruja desesperada—comenta Klaus con molestia antes de beber un trago de su copa de bourbon—
—Va en serio. Ese temblor que acabáis de notar es un avance de los desastres que están apunto de llegar.
—¿Por qué deberíamos creerte?—inquiere Elijah—
—Conocéis a Davina. Ya sabéis su historia. Lleva meses reteniendo el poder de las tres chicas sacrificadas en el ritual de la Cosecha. Esa fuerza está destinada a fluir a través de ella y volver a la tierra. Ninguna persona sola podría soportar ese poder. La está destrozando por dentro y nos acabará arrastrado con ella.
—Pues yo todo esto no me lo creo—se queja Arielle con frustración—No vas a matarla. Es solo una niña.
—Escúchame, Arielle. Yo no quiero hacerle daño a Davina, pero si no completamos la cosecha ella acabará con El Barrio Francés—le insiste—No solo son los temblores. Esto es solo la primera fase. Pasara por cuatro fases distintas conectadas a los cuatro elementos de la cosecha. La tierra, el aire, el agua y el fuego. Cada etapa es más fuerte. El fuego es la última, así que será con diferencia la peor. Acabará incendiando El Barrio o peor, la ciudad.
—Bueno, un barrio menos en el mundo—Arielle se encoge de hombros—Ya ves qué problema.
—Arielle...—Klaus se pone en pie—
—Resucitará—asegura Sophie—Cuando se complete la Cosecha, ella y las otras chicas resucitarán y todo esto se habrá solucionado.
Tras recibir varias llamadas de Marcel, Juliette no tuvo más remedio que reunirse con él a las afueras de la ciudad. Ninguno de ellos quería que nadie les viera juntos, y Juliette no estaba dispuesta a dejarle entrar a su casa. Para su suerte, sus dos hermanas mayores dormían plácidamente cuando abandonó el lugar.
—Llevo 15 minutos esperándote—se queja la pelirroja al notar la presencia del vampiro tras ella—Sabes que estoy sin fuerzas, ¿no? Como los humanos cuando se enferman, necesito descansar.
—Si quieres una disculpa no la conseguirás—le asegura Marcel, colocándose a su lado—
Juliette suspira, volteándose hasta quedar frente a él.
—¿Qué quieres?
—Es Davina—le informa—El terremoto...
—Ha sido ella—completa la pelirroja. Marcel asiente—Ya. Tenéis que completar la Cosecha si queréis que pare. El viento, el agua y el fuego no tardarán en llegar.
—Sabes lo que completar la Cosecha supone. Davina morirá—señala Marcel, frustrado—
—Si, y resucitará en la Siega—señala ella con obviedad—¿Por qué si no crees que no frené la Cosecha cuando las brujas la escogieron como una de las cuatro? El ritual funciona, pero tú decidiste interrumpirlo y utilizarla.
—Son niñas. No les iba a dejar matarlas.
—Vaya, un vampiro con remordimientos. Eso es nuevo.
Marcel rueda los ojos.
—¿Entonces estás de acuerdo con Sophie?—inquiere—La Cosecha debe llevarse a cabo.
Juliette asiente, soltando un pequeño suspiro.
—Es la única opción—le asegura—Davina estará bien, lo prometo. Sabes que no dejaría que esto pasara si no fuera cierto. Le prometí a su padre que la cuidaría, y pienso cumplirlo.
Cuando un fuerte viento comenzó a azotar la ciudad de Nueva Orleans, y en específico el complejo de los Mikaelson, Arielle corrió a la habitación de Davina, preocupada por la joven. Allí se encontró con Rebekah, quien parecía estar inyectándole algo a la bruja.
Arielle no tardó en actuar de forma protectora. Usando su velocidad y fuerza sobrenatural, aparató a la original de la chica, sujetándola del cuello contra la pared.
—No vuelvas a tocarla—ordena con firmeza—
Rebekah la observa, sorprendida por su reacción.
—Arielle, sé que la chica te importa. A mi también, créeme, pero es la única solución.
Arielle niega, mirando a Davina de reojo, viendo como había caído inconsciente sobre la cama.
—¿Qué le has inyectado?—inquiere, volviendo su mirada a Rebekah—
—Solo un tranquilizante—declara, dirigiendo su mirada hacia la ventana al notar como el viento comienza a amainar—
Arielle suspira con frustración, soltando a la rubia para poder sentarse al lado de Davina. Rebekah la observa con atención. No esperaba que Arielle le hubiera cogido tanto cariño a la joven tras tan poco tiempo, pero a la vez no le sorprendía. Arielle siempre tenía ese instinto a la hora de proteger a aquellos más débiles. Y aunque Davina era actualmente la bruja más poderosa de Nueva Orleans, era tan solo una niña asustada.
Las voces de Elijah y Klaus hacen que ambas rubias compartan una mirada antes de abandonar la habitación para asomarse por la barandilla del segundo piso y ver a los hermanos entrar al patio principal del complejo.
—Si con sedantes está así, imagínate sin ellos—señala Klaus, recogiendo alguna de las sillas que se habían caído a causa del viento—Ya está claro que debe ser sacrificada. No veo por qué esperar a que vuele nuestro tejado.
—Ni hablar—declara Marcel, bajando al patio inferir de un salto—¡No vas a tocarla!
Se coloca frente a Klaus y le pega un fuerte puñetazo en la cara. Arielle abre los ojos con sorpresa, bajando las escaleras hasta llegar junto a ellos, viendo como Elijah frena a Marcel antes de que éste haga algo más.
—Bueno, esta te la voy a pasar—comenta Klaus con molestia—
—Marcel, soy el primero que no quiere que Davina sufra—asegura Elijah, su mano sobre el hombro del moreno—Pero por mucho que esperemos, no hay forma de evitarlo. Ella morirá.
—¿Por qué? ¿Por qué lo dice Sophie? La estupida bruja que nos engañó a todos—inquiere Arielle con frustración—
Las miradas de los tres se posan en ella.
—El ritual estaba siendo efectivo—señala Elijah—Si una no creyente como Sophie Deveraux tiene fe en que esas chicas resucitarán, entonces, yo también lo creo.
Marcel le empuja hacia un lado para acercarse de nuevo a Klaus.
—Salvé a Davina de la Cosecha ¿y ahora crees que se la entregaré sin mas?—cuestiona, incrédulo—
—¿Crees que a mi me gusta esto más que a ti?—inquiere el hibrido—Si las brujas completan la Cosecha recuperarán su poder y no podremos controlarlas. Estaba dispuesto a creer que el temblor era una coincidencia. Pero, ¿estos vientos? Sí no es sacrificada, cada metro de tierra que ha sacudido, todo lo que ahora está volando acabará inundado por el agua y consumido por el fuego.
—Oh, ahora te importa la ciudad—observa, incrédulo—
—Debe importarnos—interviene Elijah—La construimos.
—Y los tres la hemos visto ya en llamas. Dos veces—recuerda Klaus—No dejaré que vuelva a ocurrir. ¿Queda suficientemente claro?
Marcel le observa durante unos segundos.
—Si—responde entonces, separándose de él para volver con Davina—
En ese instante Klaus se gira hacia Arielle. Quien, con sus brazos cruzados y su mirada perdida, asimilaba todas las palabras intercambiadas en esa conversación. Tal vez Klaus y Elijah tuvieran razón y Davina debía morir.
—Lo tuyo no es el don de gentes, Niklaus—la voz de Elijah la saca de sus pensamientos—
—Qué dices. Se me da bien—asegura él en respuesta—Voy a poner sobre aviso a algunos poderosos por si el tiempo se nos echa encima. Si te consideras más diplomático que yo puedes acompañarme. Tú también, Arielle.
Sus ojos azules viajan hasta él, negando.
—Yo vuelvo con Davina, señor Buen Don de Gentes—le informa, subiendo de nuevo las escaleras—
Lo que Arielle no se esperaba al volver a la habitación de Davina era encontrarse con los dos vampiros a cargo de su protección siendo neutralizados por Marcel. Éste les había roto el cuello y ahora sujetaba a la joven entre sus brazos.
Klaus, Elijah y Rebekah acababan de abandonar el complejo, así que allí no había nadie más que ella para impedirle que se llevara a la bruja.
—Marcel—inclina su cabeza, observándole de forma pensativa—
—Voy ha sacarla de aquí—le informa, mirándola con atención—¿Vas a impedírmelo?
Con un leve movimiento de cabeza, Arielle niega, haciéndose a lado para dejarle salir de la habitación con Davina en sus brazos.
De nuevo en el patio inferior, Arielle pudo oír los sollozos de Hayley a pocos metros de ella, alarmándola. La loba se encontraba preparando unas provisiones mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
—Oye—Arielle apoya una mano sobre su hombro, observándola con preocupación—¿Estás bien?
Hayley se gira hacia ella, limpiándose las lágrimas con el dorso de su mano.
—Es por lo de Céleste y Elijah—le explica—Le dije a Sophie donde encontrar los restos de Céleste y creo que ahora me odia.
—No creo que Elijah sea capaz de odiarte—le asegura, frotando su brazo en señal de apoyo—Te ayudaré con esto.
Señala las provisiones. Hayley asiente, dedicándole una leve sonrisa.
—Gracias—murmura, limpiándose el resto de lágrimas—
—¿Qué estáis haciendo?—la voz de Klaus a sus espaldas llama la atención de ambas, obligándolas a darse la vuelta—
—Ibamos a llevar esto al...
—Si dices "pantano", buscaré un calabozo y os encerraré a las dos en él—la interrumpe, acercándose a ellas—No es la noche ideal para andar por ahí fuera.
—Ni nosotras, ni nadie—señala Arielle, defendiendo a Hayley—Pero no todo el mundo tiene elección.
Klaus observa como ambas continúan preparando las provisiones. Un suspiro abandona sus labios al agacharse para agarra dos de las cajas llenas de latas entre sus manos. Arielle le observa confusa.
—Cierto. Coged esas latas y venid conmigo—les pide, dirigiéndose a la salida del complejo—
Tras compartir una mirada llena de confusión, Hayley y Arielle no dudan en hacerle caso. Ambas agarran el resto de cajas llenas de provisiones y siguen sus pasos por las calles de Nueva Orleans hasta llegar a una iglesia llena de gente refugiada. Allí, el padre Kieran les recibe.
—Aún no se nos ha terminado lo que nos trajiste, Klaus—habla, agarrando las cajas que ellos le entregan—
—Bueno, esto último no es mío—señala el hibrido—
—Ah—murmura, depositando las cajas sobre un banco. Su mirada viaja hasta ambas chicas—Que amable por vuestra parte...
—Arielle y Hayley—le responde la rubia—¿Y estas personas son...?
—Le pedí al padre Kieran que les diera refugio—explica Klaus—Tiene un deseo incesante de hacer el bien.
Hayley asiente, sorprendida por aquello.
Agarrando una caja de las que habían traído, la loba camina hacia un grupo de personas para entregarles comida mientras Klaus y Arielle hablan con Kieran.
—Ahora necesito que me seas útil—señala Klaus, mirando al humano—Marcel y Davina han desaparecido. Por tu mirada de sorpresa, deduzco que no se han refugiado en el desván.
—Esa etapa ya pasó—le asegura él—
—Pues echa mano de todos tus recursos. No hace falta que te diga lo importante que es encontrarles.
Kieran asiente, alejándose de ellos.
Una vez a solas, Arielle se gira para mirar a Klaus.
—Estos refugiados son hombres lobo—señala Arielle, notando el olor—Y el padre a dicho que les trajiste provisiones. ¿Ayudas a la gente de Hayley?
—No son sus hombres lobo. Son mi clan, desde hace mucho—le explica, mirándola a los ojos mientras Hayley les escucha desde la distancia—Lo están pasando mal. Y sus problemas despiertan al filántropo que llevo dentro. Ya ves. Será tu influencia y la de Elijah.
Sonríe, pasando por su lado para dirigirse a la salida.
—¿Cómo que son tu clan?—inquiere Arielle, agarrándole la muñeca para frenar sus paso—
—Por sus venas corre la misma sangre que por las mias—le explica. Su mirada vuelve a encontrarse con la suya—Y las de nuestro hijo.
—Esta familia cada vez es más complicada.
Klaus la observa con diversión ante su comentario. Una leve sonrisa aparece en sus labios, dejando que Arielle le suelte la muñeca para poder abandonar la Iglesia.
Entonces Hayley se acerca a ella.
—Me quedaré aquí—informa la loba—
Arielle asiente.
—De acuerdo. Llámame si me necesitas.
—Claro.
Por alguna extraña razón que ninguno de ellos comprendía aún, los huesos de Céleste no tenían nada de magia en ellos. Sophie no podía obtener su poder para llevar a cabo la Cosecha. Para su suerte, en Nueva Orleans había otra bruja muerta cuyos huesos nunca habían sido consagrados.
—Has tardado mil años, pero por fin te has vuelto loco. ¿Nuestra madre?—cuestiona Rebekah con incredulidad tras oír la idea de su hermano mayor—
—Si, nuestra querida madre—afirma Elijah—A la que Niklaus conserva en un ataúd en el sótano. No tiene daga, pero está muerta.
—Bueno, intentó matarnos a todos—señala el hibrido, encogiéndose de hombros—
—Sugiero que la utilicemos y le demos descanso eterno. Si le damos sepultura en la propiedad de uno de sus descendientes será una bruja de Nueva Orleans. Y nosotros, como su familia, compartiremos su magia.
—Somos vampiros, Elijah—señala Rebekah con obviedad—No podemos practicar magia ni tampoco tener propiedades.
—En cuanto a lo de practicar magia. Ahí es donde entra Sophie. Después de enterrarla le canalizaremos la magia a ella. La única pega es que debemos participar en la Cosecha—explica, sacando un papel del interior de su americana—Y en cuanto a las propiedades, nuestra madre aún tiene un descendiente vivo.
—El bebé—murmura Klaus al darse cuenta—
—El bebé—afirma Elijah, entregándole el papel a su hermano—La oficina del asesor fiscal está a solo unos pasos del barrio. Arielle es ahora titular de la plantación. Si la enteramos allí y consagramos el terreno se podrá completar el ritual de la Cosecha.
—Eres como un genio loco, Elijah—sonríe Klaus—Cuenta conmigo.
—¿Soy la única que piensa?—cuestiona Rebekah al ver como su hermano se pone en pie, dispuesto a ir en busca del cuerpo de su madre—Nuestra madre fue la bruja más poderosa de la historia. Al enterrarla su poder pasará a nuestros enemigos. Que podrán usarlo en contra nuestra.
—Dadás las circunstancias, no tenemos elección, Rebekah—señala Elijah—
—No sé por qué me molesto. Igualmente haréis lo que os plazca.
—No. La decisión ha ser unánime.
—Esto no es una democracia—se queja Klaus—
—Tienes razón—afirma Elijah—Es una familia.
Un trueno interrumpe sus palabras, haciendo que su mirada se dirigía a la ventana, viendo como la lluvia comenzaba a caer.
—Agua—observa—La siguiente señal. ¿Rebekah?
Su mirada vuelve a posarse en hermana, de forma expectante.
—Mata a un demonio y te acechará el diablo—murmura la rubia—Acepto.
—Bueno, en esta reunión familiar falta la madre—señala Klaus—Voy a por ella.
Esther Mikaelson yacía en un ataúd en el jardín de la mansión de la plantación donde los tres originales, Hayley y Arielle habían estando viviendo tras llega a la ciudad. Bajo los paraguas que les cubrían de las grandes lluvias que agitaban la ciudad, el padre Kieran comenzó con el ritual de consagración.
—¿Les has encontrado?—le pregunta Klaus a su hermana—¿Van a venir?
—Si, vendrán—asegura Rebekah—
—¿Estáis preparados?—inquiere Kieran, llamando su atención—
Los tres originales y Arielle asienten. En ese instante Klaus saca un cuchillo de su chaqueta y se corta la palma para dejar caer varias gotas de su sangre sobre el ataúd de su madre.
—Por y para siempre—comenta, entregándole el cuchillo a Rebekah—
Ella, como él, corta la palma de su mano antes de entregarle el cuchillo a Elijah, quien hace lo mismo. Arielle es la siguiente, dejando caer tanto su sangre como la de su bebé, la cual compartían.
Al terminar, Kieran se acerca a ella y agarra el cuchillo para después tirarlo encima del ataúd.
—Está hecho—declara entonces—
Tras el ritual de consagración de Esther ya sólo quedaba llevar a cabo la Cosecha. Así que en cuanto Kieran les informó de que ya habían terminado, los cuatro vampiros usaron su velocidad vampírica para llegar al cementerio de Nueva Orleans lo antes posible.
Allí les esperaba Sophie, preparándose para el ritual junto a los cuerpos de las otras tres chicas de la Cosecha.
—Fuego—observa la bruja al ver las llamas encenderse—
En ese instante Marcel aparece allí, cargando a la joven Davina en sus brazos.
Al posar sus pies en el suelo, la joven observa a todos los presentes, pero su mirada triste se posa en Arielle. Al notar el miedo en su mirada, Arielle no puede evitar entrelazar mano con la de Klaus.
—¿Tienes fe en la Cosecha?—inquiere Sophie, colocándose frente a Davina—
—Si, tengo fe—afirma—
Sophie asiente, tomando una bocanada de aire. Entonces le coloca le cuchillo en el cuello para cortárselo en un rápido movimiento. Davina cae sin vida sobre los brazos de Marcel, haciendo que Arielle aparte su mirada con rapidez.
A pesar de haber visto muchas muertes en su vida, incluso haberlas provocado, la muerte de Davina no era algo que Arielle quisiera ver. Tal vez era el instinto maternal que se había hecho presente en ella tras saber sobre su embarazo o que Davina en cierta parte le recordaba a ella. De cualquier forma, Arielle decidió esconder su rostro en el hueco entre el pecho y el cuello de Klaus, quien al notar su respiración irregular coloca una mano sobre su cabeza para atraerla hacia él, usando su otra mano para rodear su cintura.
Klaus también se sentía mal por dejar que Davina muriera, pero él esperaba que lo de la resurrección diera resultado.
En ese instante la lluvia cesa, el fuego se apaga y el viento se calma. La magia en el cuerpo de Davina viaja hacia la tierra en el momento en el que Marcel la coloca junto al resto de las chicas de la Cosecha.
—Después de la Cosecha viene la Siega—habla Sophie, continuando con el ritual—Con los sacrificios hechos y aceptados. Invocamos a nuestras ancianas para resucitar a las elegidas.
Arielle decide apartarse de Klaus y mirar hacia ella, esperando que las jóvenes despertaran. Pero ninguna lo hace.
—Invocamos a nuestras ancianas para resucitar a las elegidas—repite Sophie, obteniendo el mismo resultado—Resucitar a las elegidas. Por favor. Lo suplico.
Al ver que nada ocurre, Sophie comienza a sollozar por la pérdida de su sobrina. Cayendo de rodillas junto a su cuerpo, comienza a llorar, mientras que Marcel se limita a mirar a Klaus enfado. Entonces, usando su velocidad, Marcel desaparece del cementerio, siendo rápidamente seguido por Klaus.
Arielle se limpia las lágrimas en sus mejillas, volteándose hacia Elijah y Rebekah. Esta última no tarda en desaparecer también del cementerio. Elijah sin embrago se acerca a la chica Salvatore. Su mano rodea su muñeca, atrayéndola hacia su cuerpo en un abrazo. Y es que la mirada triste de la chica había hecho que el corazón de Elijah se estremeciera.
Arielle no duda en aceptar su gesto, agradeciendo internamente que Elijah intentara proporcionarle algo de confort.
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