V. Arms Of A Stranger


CAPÍTULO CINCO
LOS BRAZOS DE UN EXTRAÑO

"Everybody wanna steal my girl, everybody wanna take her heart away. Couple billion in the whole wide world. Find another one 'cause she belongs to me"


Después de ducharse y acompañar a Hayley y a Jackson a su nueva casa en el edifico situado frente al complejo, Arielle decidió apoyarse en el balcón de su habitación para admirar la ciudad. Era extraño cómo veía el mundo ahora que volvía a tener su humanidad. Era como si todo fuera más brillante, más bonito y a la vez más doloroso. Se sentía frágil.

Unos pasos acercándose a ella provocaron que soltara un pequeño suspiro. Damon colocándose a su lado segundos después.

—Te echaba de menos—admite, sus ojos admirando la ciudad—

—Te mentiría si dijera que yo a ti también—admite en un pequeño suspiro—Aún así, ahora me alegro de que estés aquí a mi lado.

—Debi quedarme—admite, posando su mirada en el perfil de su hermana—No debi irme a Europa.

—Ric te necesitaba.

—Y tú—recuerda con frustración—

—Stefan y Enzo estaban aquí—señala, girándose para mirarle—Lo que me recuerda que debería disculparme por lo que les he hecho pasar. Enzo me ha seguido por todo el país.

—No le digas esto, pero lo ha hecho bien. Y se lo agradezco—admite Damon. Arielle sonríe levemente ante su confesión—A hecho de tu hermano mayor cuando yo no podía.

—Tarde para no contármelo, te he escuchado—anuncia Enzo, adentrándose en la habitación y llamando la atención de ambos hermanos—

Dándose la vuelta, Damon y Arielle le observan acercarse al balcón junto con Stefan.

—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas—comenta Arielle con diversión—

Enzo posa su mirada en ella, sonriendo al ver el característico brillo en sus ojos que le confirmaba que la Arielle a la que tanto apreciaba y quería había vuelto.

—He dormido a Hope—informa Stefan entonces, acercándose a su hermana para abrazarla—

—Gracias—responde, correspondiendo su abrazo—He visto que mis cosas están aquí.

—Es una larga historia—suspira, separándose de ella—Ya te iras enterando de todo lo que ha pasado en Mystic Falls.

—Sobre eso... Tened cuidado con Lily, ¿vale?—les pide—Los tres.

—Nos vendría bien tu ayuda—admite Damon—Pero tienes cosas que resolver aquí.

Arielle asiente, dedicándoles una leve sonrisa agradecida a los tres.

—Gracias por estar aquí. Por no haberos rendido y por traerme de vuelta.

—No fuimos nosotros—corrige Stefan, entrecerrando sus ojos—

—No. Lo sé. Ha sido Davina. Pero...—suspira, bajando la mirada al suelo durante unos segundos—Nunca he dicho esto en voz alta, creo que no me había dado cuenta hasta hoy. Pero... Cuando apague mi humanidad, tras la boda de Ric y hace más de un siglo atrás, fue porque me sentía sola.

Stefan la observa con tristeza, acercándose a ella y posando su mano en su mejilla.

—Nunca estarás sola—le asegura, dedicándole una leve sonrisa—

—Si. Tendrás que aguantarnos toda una eternidad, hermanita—asegura Damon—Una eternidad de miseria.

Arielle ríe levemente ante su comentario.

—Os quiero mucho—admite entonces—Y siento todo lo que he hecho estos meses.

—Está bien, Lizzie—asegura Enzo—No eras tú.


Arielle no estaba aún al tanto de lo ocurrido los últimos meses en Nueva Orleans. Pero había oído a Elijah admitir su preocupación por algo que Lucien Castel, el amigo de Klaus, le había dicho.

—Si bebiste de esa bruja adivina, su sangre seguirá en tu cuerpo—explica Freya mientras Klaus llena un bol con su sangre—Si existe un arma que pueda mataros, lo averiguaremos.

Confusa y curiosa, Arielle baja las escaleras para reunirse con ellos en la sala de baile. Sus ojos fijándose en cómo Freya encendía unas velas y colocaba los nombres de Elijah, Klaus y Rebekah en el centro de ellas.

Cuando Klaus terminó de llenar el bol con su sangre, se lo entregó a su hermana, quien rápidamente metió sus manos en él, cerrando su ojos para murmurar un hechizo que Olivia le había dado. Los cuatro la observaron con atención, viendo como Freya comenzaba a temblar mientras continuaba pronunciando el hechizo.

—¿Freya?—Elijah se acerca a ella, preocupado—¡Para!

Freya le ignora, pronunciando el hechizo cada vez más rápido. Entonces los papeles con los nombres de los tres Originales escritos en ellos estallan en llamas. Pero estás se apagan al instante cuando Freya abre sus ojos de nuevo.

—Es verdad—anuncia, asustada—Os acecha una sombra terrible. A Rebekah también. Si se cumple esta profecía, caeréis todos. Uno por un amigo, otro por un enemigo y el último... por la familia.

Las palabras de Freya hacen que Elijah y Klaus compartan una mirada de preocupación.


La investigación por los extraños asesinatos en el barrio continuaba, y el inspector al mando del caso, William Kinney, tenía a su mayor sospechoso en la sala de interrogatorios de la comisaría. Lucien Castel le esperaba allí, una sonrisa en su rostro al verle entrar con la carpeta del caso en sus manos.

—Señor Castle, quizá quiera ver esto—comenta el inspector, depositando las fotos de los asesinatos sobre la mesa que les separaba—

El vampiro le dedica una rápida mirada antes de poner toda su atención en las fotos.

—Si, ya me he enterado—suspira—Pobres tipos. Aunque eran cualquier cosa menos pobres. Gemelos de oro macizo, relojes caros. Está claro que tal ostentación de riqueza llamó la atención de algún criminal despiadado.

—Veo que conoce el caso—observa Kinney—¿Interés morboso?

Lucien sonríe levemente.

—Fíjese en mi reloj, señor Kinney, en mis gemelos—señala, mostrándole sus muñecas—Por un capricho del destino no aparezco en esas fotos.

—Parece asustarle esa posibilidad—comenta el inspector—Sé por experiencia que la gente como usted no cree en el destino. Crean su propia suerte. Ya sea buena o mala.

—Bueno, entonces ¿qué hago aquí?—inquiere, confuso—La gente como yo tiene abogados fantásticos que les sacan de líos como este. Pero mientras esté aquí, a usted le convendría saber que odio que me aburran. Y usted me aburre.

Se pone en pie, mirándole a los ojos para usar la compulsión.

—Sé que detrás de ese espejo está Cami O'Connell—señala el cristal de la sala—Y sé que ella es amiga de Arielle Salvatore. Me gustaría mucho que la llamara para poder hablar con ella. A solas.

Con un simple asentimiento como respuesta, Kinney se pone en pie, abandonado la sala. Lucien sonríe con arrogancia, saludando hacia el cristal. Vincent y Camille comparten una mirada confusa, por la mención de Arielle en aquella conversación y el interés de Lucien en ella.

Aún así, para obtener respuestas sobre los crímenes, Camille decidió hacer caso a las peticiones del vampiro, mandándole un mensaje a la que era su amiga. Arielle no tardó en entrar en la comisaría tras haber dejado a Hope bajo el cuidado de Freya.

Estaba feliz por ver a Cami, pero no tan feliz por el motivo por el que la había citado.

—¿Qué ocurre?—cuestiona, confundida—

—Él quiere hablar contigo—le responde Camille, guiándola hacia la sala al otro lado del espejo de la sala de interrogatorios—

—¿Él? ¿Quién?—Arielle frunce el ceño, siguiendo sus pasos—

Entonces sus ojos se encuentran con Lucien, quien volvió a saludar hacia la sala tras haberla oído llegar.

—Tiene que ser una broma—murmura para si misma, rodando los ojos—

—¿Tienes idea de por qué?—le pregunta Camille—

—No. Apenas le conozco. Solo lo he visto una vez en mi vida, en la galería de Klaus la otra noche—explica, cruzándose de brazos—

—Es amigo de Klaus. Esa será la razón—señala Vincent—

—¿Por qué siempre estoy metida en sus problemas?—se queja la chica Salvatore—

—Porque tuviste una hija con él—responde Camille con obviedad—

Arielle suspira, dedicándole una mala mirada.

—Hey, no es culpa mía—se defiende, levantando sus manos en son de paz—Solo apunto tus errores, como buena terapeuta que soy.

—Muy graciosa—responde, sarcásticamente. Camille sonríe—Esta bien. Hablaré con él.

—No. No vas a entrar ahí.

La negación de Vincent confunde a ambas chicas.

—¿Y para que me habéis llamado si no?—cuestiona Arielle, entrecerrando sus ojos—No hará nada dentro de una comisaría de policía—le asegura, abandonado la sala para dirigirse a la puerta de la sala d e interrogatorios—

Allí, Lucien la recibe con una sonrisa.

—Querías hablar conmigo, así que aquí estoy, dispuesta a escuchar—suspira Arielle, sentándose frente a él—Aunque, sinceramente, es más de lo que te merece por lo que me han contado.

—Creía que en Nueva Orleans tenían las mismas leyes que en otras colonias—comenta él, apoyando sus codos sobre la mesa—¿Cómo era eso? Ah si, se le llama presunción de inocencia.

—Me han dicho que los asesinatos empezaron el día que llegaste aquí. Y todas las víctimas pertenecían al mismo perfil de riqueza que perteneces. Por no hablar de que sé lo que eres.

—Querida Arielle, no seas tan seria—le pide, formando una sonrisa en sus labios—Tutéame, por favor. Los amigos de Nik son mis amigos. Y volviendo al tema, si, soy un asesino despiadado, sanguinario e imparable, cierto. Pero eso no quiere decir que tenga algo que ver en esto. Ni mucho menos. Deberías entenderme, también te culparon por ellos. Empezaron el día que tú y yo llegamos a la ciudad.

—Si, pero yo no soy una asesina—asegura, cruzándose de brazos—

—Pero lo eras cuando llegaste—señala—Tu humanidad ha vuelto, enhorabuena. Aunque soy muy fan de las chicas a las que no les importa nada y son frías y calculadoras.

—Que bien que no me importe tu opinión entonces—declara, dedicándole una falsa sonrisa—¿Por qué te molestas en negarlo si es lo que dices ser?

—Ari, no me conoces—se queja, mirándola con detenimiento—Si lo hicieras, verías que somos iguales. Dos almas atrapadas en la órbita de la familia Mikaelson, que han conseguido sobrevivir para contarlo. Aunque cada uno tiene sus cicatrices. Estos asesinatos son un intento de desprestigiar mi buen nombre, difamarme y poner en mi contra a la persona a que he venido a proteger, el propio Niklaus. Y si alguien quiere debilitar mi capacidad para proteger a Niklaus, quizá sea porque ese alguien quiere verle muerto.

Arielle no sabía si creer sus palabras. No le conocía, pero había tratado con personas como él. Narcisistas y manipuladoras.

Mientras ella intentaba descifrar a Lucien en aquella comisaría de policía, Elijah y Klaus se habían adentrado en el Penthouse del vampiro. Allí se habían encontrado con la vidente que le había enseñado a Klaus su profecía. Exigiendo más respuestas, ella decidió dejar que ambos se alimentaran de ella para mostrarles más de aquellas visiones.

Estas resultaron mucho más claras que las primeras que Klaus había visto. Fueron tan claras que Klaus supo que debía acudir a la comisaría para alejar a Lucien de la que era su prometida y madre de su hija.

Elijah por otra parte había sacado otras conclusiones. Debía buscar a Marcel y asegurarse de que la lealtad del vampiro al que consideraban familia y amigo, residía en ellos. Aunque eso le llevó a toparse con antiguos amigos.

Amigos que formaban parte de la historia que Lucien le estaba contando a Arielle en esos mismos momentos.

—¿Por qué querías hablar conmigo?—inquiere la chica Salvatore volviendo a apoyar sus brazos sobre la mesa—¿Por qué me has contado tu historia? ¿Porque conozco a Klaus? Una parte de ti sigue culpándole, ¿buscas hacerle quedar mal ante mi?

Sus palabras provocan que Lucien suelte una carcajada.

—Oh, ahora entiendo por qué Nik está tan enamorado de ti—comenta, estirando su mano hasta alcanzar la suya—Tu adorable mente necesita darle sentido a cada momento de tu vida—sonríe, acariciando el dorso de su mano bajo la atenta mirada de la rubia—Lo cierto es que sé que Klaus te hará caso a ti y... necesito que él confíe en mi. En cuanto a lo de que le culpo por mis antiguas heridas, bueno, el tiempo lo cura todo y mis heridas ya se curaron hace mil años.

—Espera, no me lo digas—le pide, apartando su mano de él—Sangre de vampiro y una muerte épica.

—Lista, me gusta—sonríe Lucien, conectando sus miradas—Seguro que eso también fue lo que le llamó la atención a Nik. Pero tienes toda la razón. Por ese entonces Klaus no sabía lo que su sangre podía hacer. Fue un accidente que me la diera, y yo pensé que después de curarme me había convertido en lo mismo que él. No fue así, por supuesto. Pero no me importaba, solo quería venganza. Así que acabe con una espada clavada en mi pecho. Morí, aunque por poco tiempo. Fue un trauma. No por las propias heridas, ni siquiera por la ejecución, sino por la humillación de ser juzgado por un supuesto superior. Nunca volveré a permitir que nadie me juzgue—su mandíbula se aprieta con enfado, pero su sonrisa no tarda en volver a hacerse presente en su rostros—Aunque para ti, Arielle, me declararé inocente con mucho gusto. De hecho, puedo demostrarlo.

—¿Ah sí? ¿Cómo?

—Si no tengo otra opción, tal vez con la lógica—señala, apoyándose en el respaldo de la silla—¿Por qué pondría en peligro mi propia seguridad dejando un rastro de cádaveres? ¿Y por qué aventurarme con asesinatos absurdos? A diferencia de mis enemigos, yo no gano nada con esto.

—¿Tus enemigos? ¿De verdad crees que alguien intenta incriminarte?

—La pregunta que debemos hacernos es ¿quién?—corrige—Y por suerte puedo responder.

Antes de que Arielle pueda preguntar, la puerta de la sala se abre, revelando a Klaus.

—Pensaba que pasar tiempo conmigo te habría ayudado a escoger mejor las compañías—comenta el hibrido, mirando a Arielle con molestia—

La chica no tarda en ponerse en pie, acercándose a él.

—Nos vamos—ordena, sujetándola del brazo—

—Relájate, ¿vale?—le pide, soltándose de su agarre—

—Klaus—Camille aparece a su lado junto a Vincent—Dice que sabe quién es el asesino.

Señala a Lucien.

—Sea lo que sea que haya dicho, sin duda es mentira—declara Klaus con firmeza, sus ojos puestos en Arielle—

—¡Venga ya, Nik!—se queja Lucien—¿Por qué iba a mentir?

—Por la misma razón que mentiste al ocultar la mordedura de hombre lobo que Elijah vio con sus propios ojos—responde, dándose la vuelta para mirarle—Se acabó.

—Le estás dando a Tristan la victoria que busca—se queja Lucien—Él es el culpable.

Su respuesta molesta a un más al hibrido.

—Necesitaría hablar con Lucien en privado—pide entonces, posando su mirada en Arielle, Camille y Vincent—

A pesar de sus dudas, los tres acepta su petición, abandonado la sala de interrogatorios.

—Sea cual sea el papel de Tristan en esta farsa, no te quepa duda de que lo descubriré—declara Klaus, poniendo toda su atención en Lucien—Empiezo a estar un poco harto de tus juegos. Ahora voy a hacerte algunas preguntas. Y cuando hayas respondido, si me pillas sentimental, puede que te conceda una muerte sin dolor.

—Por favor, déjate de monsergas—se queja Lucien con frustración—Pregúntame lo que quieras. Como he dicho, solo estoy aquí para protegerte.

—Me mentiste sobre la mordedura de hombre lobo, ¿por qué?

—¡Simplemente no quería molestarte!—exclama—¿No tienes mayores preocupaciones que un pequeño mordisco que puedo curarme yo mismo?

A pesar de la sorpresa por su respuesta, Klaus no es capaz de preguntarle cómo era posible que se hubiera curado sin su ayuda, pues Lucien continúa hablando.

—Vamos a hablar de estas muertes absurdas—pide, abriendo la carpeta que contenía el informe del caso y las fotos de los asesinatos—Si fuera verdad que he estado dejando cadáveres por ahí y cortando caras, sería comprensible que pensaras que estoy desequilibrado. Que no lo estoy, por cierto. Pero ¿a quién le convendría que sospecharas de mi? A parte de a Tristan. Porque sino confías en mi, si me matas y entonces te quedas solo, ¿no le beneficiaría?

—Es una teoría muy interesante—admite Klaus—Pero... no necesito tu protección. Soy capaz de protegerme yo solo.

—De eso no me cabe duda—asegura, colocándose frente a él—¿Pero quién cuidara de tu familia? ¿De tus amigos? De Arielle, por ejemplo. Relaciones como esa te hacen vulnerable, y por eso me necesitas.

La puerta de la sala vuelve a abrirse, esta vez por el inspector Kinney.

—¿Qué está haciendo aquí?—cuestiona el humano, posando su mirada en Klaus—

—Soy el asesor legal de señor Castle—explica el hibrido, acercándose a él para mirarle a los ojos y usar la compulsión—Quiero asegurarme de que se hace justicia.

—No va a necesitar sus servicios—declara el inspector—Hay otra víctima. Es muy reciente. No ha podido ser él. Puede irse, señor Castle. No deje la ciudad.

Lucien sonríe victorioso, mientras Klaus deja que Kinney abandone la sala, reuniéndose con Camille y Vincent. Arielle se acerca a él, apoyándose en el umbral al de la puerta. Sus brazos cruzados y su mirada puesta en el padre de su hija.

—Y como un ave phoenix, resurjo—anuncia Lucien con felicidad—Piensa en lo que te he dicho, Nik.

Haciéndose a un lado, Arielle deja que el vampiro abandone la sala de interrogatorios. Una vez a solas, Klaus y ella comparten una mirada. Toda aquella situación no olía bien y ambos lo sabían.


Marcel había tenido un día un tanto extraño. Una mujer se había presentado en su casa, se había enfrentado a sus vampiros, le había envenenado y le había llevado a una elegante mansión para ofrecerle ayuda a recuperar Nueva Orleans y convertirse de nuevo en el rey de la ciudad. Elijah se había presentado allí poco después, tratándole como a un niño al que no quería metido en medio de una discusión entre sus padres. Eso le cabreo.

Así que cuando escucho unos tacones hacer eco en su loft, el vampiro no dudo en hacer el primer movimiento, usando su velocidad vampírica para retener a la intrusa contra una de las paredes. Su mano en su cuello, usando toda su fuerza.

La chica sonríe ante el gesto.

—Tienes mala cara—observa divertida—

Su mano agarra la muñeca de Marcel, rompiéndosela con facilidad. Marcel se habría enfadado más con ella si no la conociera. Estaba cansado de que vampiros más viejos que él fueran capaces de superarle en fuerza, pero con ella era diferente.

—Daphne—la saluda, formando una mueca de dolor en su rostro al recolocarse la muñeca—

—No mentiré, creía que estarías más feliz de verme—comenta la chica, observando el loft—Este sitio es muy diferente a la casa donde vivías la última vez que nos vimos.

—¿Has estado allí?

—No. No soy tonta. Oí que los Mikaelson recuperaron el control de la ciudad y su complejo. Y no me fue difícil encontrarte. Tu amigo Josh a sido muy amable conmigo.

Marcel entrecierra sus ojos, observándola con detenimiento.

—¿Qué haces aquí?—cuestiona, confuso—

—Creo que has conocido a Aya.

—Así es. Por favor, no me digas que es tu amiga.

—Oh, no. No podría ser su amiga. Aunque ella cree que si—admite en un suspiro—

—Así que vienes con ellos—asume. Daphne suspira un asentimiento, cruzándose de brazos—Los amigos de Elijah.

—Es complicado. Pero no estoy aquí para discutir sus intereses. Estoy aquí para ver a un viejo amigo—sonríe, acercándose a la mesa de licores para servirse una copa de bourbon—Y echaba de menos la ciudad.

Marcel sonríe levemente ante su respuesta.

—Bueno, estoy feliz de verte de nuevo—admite, ganándose una leve sonrisa por parte de la chica—




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