I. Bad Moon Rising


CAPÍTULO UNO
MALA LUNA CRECIENTE

"Now I'm not loosing you, so I'm loosing myself. I don't want to give this to anybody else. Give me time to give up, but I'm not gonna stop, all your kindness never brought me any luck. I'll take the blame, I'll leave in shame. Baby, I'm a gambler and you're the ace of spades"


Durante los primeros meses desde la marcha de Hope de Nueva Orleans, las cosas no mejoraban para la familia Mikaelson. Mientras Elijah se hacia cargo de averiguar todo lo que podía del estado de la ciudad, que ahora gobernaban los hombres lobo Guerrera. Hayley se pasaba los días en el pantano, la mayor parte del tiempo en su forma de lobo, intentando evadirse del hecho de que su manada se hubiera dispersado y desaparecido, y de que su mejor amiga Arielle ya no hablara con ella.

Y es que, como era de esperar, la situación era peor para Klaus y Arielle. Ambos habían perdido a su hija y cada uno lo llevaba a su manera. Klaus intentaba entretenerse con sus pinturas y estrategias, sin salir del complejo para no mostrar a sus enemigos que las piedras de luna que Genevieve había creado le debilitaban cada luna llena. Y Arielle viajaba entre las afueras de Mystic Falls y Nueva Orleans con el único propósito de encontrar una forma de traer a su hermano Damon de la muerte.

Cada uno estaba tan metido en su propia cabeza que apenas se veían. Y es que mirar a los ojos del otro solo les recordaba lo que habían perdido. Lo que ambos compartían y ya no estaba con ellos.

—Te he mandado información por correo—declara Ric a través del teléfono—

—Genial, gracias—suspira Arielle, abriendo su portátil—

La chica Salvatore estaba feliz de que Alaric hubiese vuelto a la vida. Stefan le había contado cómo había sido posible. Pero, aún así, la felicidad por la vuelta de su amigo se veía opacada por la tristeza de la muerte de Damon y Bonnie, además de la marcha de su hija.

—¿Ya te has leído todos los libros que te envié?—cuestiona su amigo, interesado—

—De cabo a rabo. Y ni una mención a cómo anular una fuerza antimagia—responde con frustración—Caroline tenía razón. Tú continúa dándole libros. No para de atosigarme con que Stefan no responde a sus llamadas y con que parece estar sola con lo del hechizo de los viajeros.

—Lo pilló. Vale, bien—suspira Alaric—

—Y... ¿cómo está Stefan?—cuestiona ella entonces, tras unos segundos de silencio—

—Está bien.

—¿Y hablas con él a menudo?—inquiere, intentando ocultar el hecho de que no podía llamarle ella misma por la ocultación de su hija—

—Un par de veces por semana—responde Ric—Está investigando la otra mitad de las pistas que tengo sobre cómo traer a Damon de vuelta.

—Ah, genial—murmura con incomodidad—

—Voy a jugármela—suspira Ric—Vamos a ver, Arielle. ¿Estás molesta por algo?

—No, no. Es solo que no me llama. Y todo esto de Damon...—habla de forma nerviosa—Oye, Ric, da igual, ¿vale? Tengo que colgar.

—Espera, Elle...

Sin dejarle terminar la frase, Arielle cuelga la llamada. Un suspiro de frustración abandona sus labios mientras comienza a mirar su correo electrónico para mirar la información que Alaric le había enviado.

Klaus no tenía un estado de ánimo mejor que el suyo, de echo parecía peor. Tal vez era porque él lo expresaba con ira y Arielle prefería guardárselo para ella misma. Ninguna de las dos estrategias parecía la correcta a ojos de Elijah. Especialmente aquella mañana.

—Podríamos llamar a esto tu periodo blanco—comenta el noble, agarrando uno de los lienzos rotos que su hermano lanzaba a través del estudio—

—Necesito un color crucial en mi paleta—declara el hibrido, girándose hacia él—El de la sangre de mis enemigos.

—Prueba el rojo veneciano con un toque de óxido.

—¡Han pasado meses!—se queja Klaus con frustración—He cumplido con nuestro plan de no mover un dedo, de vender nuestro dolor. Y mi hija sigue lejos, oculta. Y dentro de poco habrá otra luna llena. Otra noche de patética debilidad, porque los anillos de luna me desarman. La inercia me mata. Necesito hacer algo. Ne... necesito derramar sangre.

—En ese caso, te complacerá que haya localizado el último de los doce anillos forjados con tu sangre—le informa Elijah, tras recoger algunos de los pinceles esparcidos por el suelo—

—Ya podemos...

—Aún es pronto—le interrumpe Elijah—Estoy preocupado por Arielle y Hayley.

—Parecen estar bien—declara, dándose la vuelta con incomodidad—

—Arielle no está mucho mejor que tú, hermano—le asegura—Si os hubierais tratado como algo más que meros conocidos...

—Cuentan con tu apoyo—señala Klaus, volviendo a mirarle—Y Arielle también cuenta con sus amigos de Mystic Falls.

—El caso es que, al igual que el padre de su hija, prefiere enfrentarse sola a sus demonios y dejar de lado a las personas que de verdad podrían ayudarla.

Elijah tenía razón. Arielle había dejado a Hayley de lado. La chica había tenido que lidiar sola con su transformación a híbrido y con la dispersión de los medialuna. Y por otro lado, aunque Arielle hablaba con Alaric y Caroline, solo lo hacía por la información que compartían para deshacer el hechizo antimagia de Mystic Falls y la posibilidad de traer a Damon y Bonnie de vuelta al mundo de los vivos. Pero ninguna de sus conversaciones giraban en torno a la marcha de su hija o a sus sentimientos sobre la pérdida de ella y su hermano mayor. Se lo guardaba todo. Y estaba claro que en algún momento eso iba a explotar.


Era la primera vez en meses que Arielle se atrevía a adentrarse en su antigua habitación, aquella que antes compartía con Klaus. La pequeña habitación preparada para su hija estaba allí, y Arielle no había querido verla desde que se habían despedido. Esa noche se encontró con Elijah, recogiendo las cosas de Hope.

—¿Qué crees que estás haciendo, Elijah?—cuestiona, molesta—

—Bienvenida—la saluda, recogiendo la cuna—¿Es la tercera noche esta semana?

—No necesito que me cuiden—asegura, cruzándose de brazos—¿Qué estás haciendo, Elijah?

—Sabes que no podemos permitirnos ningún fallo. Han pasado meses. Ha llegado el momento.

—¿Y qué está previsto en tu lista? ¿Klaus y yo con las cabezas bien altas intentándolo otra vez?—cuestiona, incrédula—

—Entiendo que es difícil para ti—asegura él, dándose la vuelta para mirarla—

—Lo peor de todo es saber que Francesca Guerrera sigue viva después de haberse unido a las brujas para matar a mi hija—señala, frustrada—

—Tendrás tu venganza. Te lo prometo, Arielle.

—Está bien—acepta, quitándole las piezas de la cuna de sus manos—Hasta entonces, es mi habitación. Y yo diré cuando es el momento de limpiarla.

Se hace a un lado para dejarle espacio para que abandone la habitación. Elijah la observa atentamente, dudando en si decir algo más antes de dejarla a solas. Se iba a ir sin decir nada, pero al llegar a la puerta decide volver a hablar.

—No quiero añadir más problemas. Pero creo que deberías hablar con Hayley—declara, antes de irse definitivamente de la habitación—

Cerró la puerta tras él, soltando un pequeño suspiro mientras su mirada observaba el silencioso y vacío patio inferior a través de la barandilla.

—Has sido un poco brusco, ¿no crees?—una voz habla a su lado—

Olivia llevaba los últimos meses viviendo con ellos, pero la bruja era muy silenciosa. Pocas eran las veces en las que se cruzaban. Él estaba muy centrado en averiguar quién tenía los anillos de luna y ella estaba enfrascada en la búsqueda de su hermana.

Juliette se había ido con Hope, pero Amelia continuaba desaparecida. Olivia hacía todo lo posible por ayudar a Hayley con su transición y pasaba tiempo con Marcel, aprendiendo sobre la primera lucha contra los lobos Guerrera que él mismo había liderado. Quería ayudar, pero era complicado. Incluso intentó ayudar a Arielle, pero ella la rechazo. Todo lo que hacía era leer libros, buscar hechizos, todo en vano. Se sentía inútil, especialmente sabiendo que se encontraba más débil que nunca. Su magia la abandonaba poco a poco y los ancestros en la ciudad no la ayudaban. Ellos la odiaban. Y que estuviera así de débil les venía muy bien.

—¿Quieres algo, Olivia?—Elijah se gira hacia ella, entrecerrando sus ojos—

—Has encontrado todos los anillos—señala. El original asiente levemente—Entonces, ¿vamos a matarles?

—Nosotros no vamos a hacer nada—niega, señalándola—

—Oh, venga ya. Puedo pelear—le asegura, siguiendo sus pasos hacia el estudio—

Elijah frena sus pasos de golpe, tomándola por sorpresa. Se voltea hacia ella, obligándola a dar un paso atrás al notar su mirada sobre ella.

—¿Tengo que recordarte lo que Francesca y sus hermanos te hicieron la última vez que te enfrentaste a ellos?

Olivia suelta un bufido.

—No es justo—se queja, alejando su mirada de él—Y fueron las brujas, no los Guerrera.

—Es lo más justo que puedo ser ahora—asegura él—Niklaus ha ido a hablar con Marcel. Haz tu trabajo y encuentra a mi madre para que podamos terminar con esto de una vez.

—Genial. Encontrar un espíritu. Será muy fácil—suspira sarcásticamente, rodando los ojos—

Elijah sonríe levemente, alejándose de ella.


Arielle sabía que Elijah tenía razón. Se sentía mal, muy mal por la marcha de Hope y la muerte de Damon. Se estaba encerrando en si misma, eso era algo muy claro para los demás. Sin embrago, para ella había sido difícil darse cuenta de aquella realidad. Este era uno de los momentos más duros de su vida. Si no fuera porque necesitaba estar presente para su hija, Arielle estaba segura de que habría apagado su humanidad. El mundo se derrumbaba a su alrededor y para ella el tiempo pasaba de forma ahogantemente lenta.

Se quedó en la habitación de Hope durante una hora más, perdida en sus pensamientos, intentando calmar sus nervios y asumiendo lo mala amiga que había sido últimamente.

Por eso decidió viajar hasta el pantano. El lugar se encontraba especialmente vacío desde la marcha de los lobos Medialuna, aún así Hayley se pasaba el día allí, en su forma de lobo. La vio acercarse entre los árboles. Era como ver a un perro deprimido, pero Arielle sabía que era su amiga. Su corazón se encogió en su pecho al darse cuenta de lo mal que se encontraba.

Decidió sentarse en las escaleras de la entrada de la cabaña del pantano mientras Hayley volvía a su forma humana y se vestía con la ropa que había dejado preparada en el tendedero. La castaña estaba claramente confusa de ver a su amiga allí. Aún así se sentó a su lado, observando el bosque frente a ellas en silencio.

—Lo siento.

Arielle rompe el silencio. Hayley se gira para mirarla.

—Debi ayudarte a pasar por la transición. Sé lo duro que es. No puedo imaginarme lo...

—Está bien—interrumpe Hayley—Lo entiendo.

Hayley se había sentido muy sola los últimos meses, pero no podía enfadarse con Arielle. No teniendo en cuenta las circunstancias. No podía imaginarse el dolor por el que estaba pasando. Por mucho que ella echara de menos a Hope, no podía compararse con lo que Arielle sentía con su ausencia.

—¿Has averiguado algo sobre tu hermano?—inquiere entonces, agarrando una hoja seca del suelo para comenzar a jugar con ella de forma distraída—

—No—admite Arielle con frustración—Y lo peor de todo es que no puedo llamar a Stefan.

Hayley asiente de forma pensativa, sin saber que responder.

—Elijah me ha dicho que ha encontrado los anillos de luna—habla tras unos segundos—¿Vamos a actuar hoy?

—¿Nos ayudarás?—inquiere Arielle, posando su mirada en ella—

—Por supuesto—asegura—Eres mi amiga, Elle. A pesar de lo que ha pasado estos meses, te ayudaré en todo lo que tenga que ver con tu hija. Sabes que la siento como si fuera de mi propia sangre. Esa niña es de mi manada.

Una sonrisa triste se hace presente en los labios de Arielle. De verdad necesitaba oír aquellas palabras. Así que se acercó a ella y la envolvió en un abrazo.

—Hoy es el día, Hayley—asegura, separándose del abrazo—Hoy acabaremos con los Guerrera.


—Tenemos a los Guerrera donde queríamos, esperando, preocupados y ahora sabemos que son indefensos frente a un original—declara Klaus con firmeza—

—No lo sabes seguro—señala su hermano—

—Apuesto a que si.

—Es muy arriesgado. La estaca no ha desaparecido, alguien la tiene.

—Acabaremos, de uno en uno, con todos nuestros enemigos—señala Klaus, sentándose en una de las sillas del comedor cuando su cuerpo comienza a debilitarse—Esta noche solo hemos de plantar las semillas adecuadas y necesitamos ayuda. El vampiro dueño de la tienda de discos es amigo de Marcel. Ambos ayudarán. Pero nos faltan aliados.

—Estoy segura de que Cami nos ayudará si se lo pedimos. Y Hayley también—declara Arielle, adentrándose en la sala—

Klaus levanta su mirada hacia ella. Era la primera vez que hablaban o se reunían en una habitación desde hacía dos semana. Y también era la primera vez que tantas palabras salían de la boca de Arielle, al menos que fueran dirigidas hacia él, desde la marcha de Hope y la muerte de Damon.

Con algo de miedo e inseguridad, Arielle consigue mirarle directamente a los ojos, cruzándose de brazos como un acto inútil de protegerse. Hayley entra en la sala entonces, apoyando sus manos sobre el respaldo de una silla mientras su ojos se posan en Elijah. La tensión entre Arielle y Klaus era palpable y eso solo ponía más incómodos a los otros dos presentes.

—Estamos reuniendo los doce anillos—habla Elijah entonces, atrayendo las miradas de los tres—Cuatro en manos de los hermanos Guerrera. Oliver tiene uno y Francesca otro. Tres, sus guardaespaldas, y el resto, algunos de sus lacayos. Distinguiréis los anillos por sus acabados. Toscos como los que los llevan.

—Si creen que pueden conseguir la estaca, vendrán a mi cuando esté débil—señala Klaus—Cada anillo que recuperemos me hará más fuerte, pero seguiré en desventaja.

—Es decir, cualquier esperanza de éxito depende de que trabajemos juntos—declara Elijah, posando su mirada en Hayley y Arielle—No os podéis permitir retiraros a esquinas diferentes.

—Por mi no hay problema—asegura Hayley—

Klaus y Arielle miran a Elijah con incomodidad antes de soltar un suspiro de frustración. Klaus se levanta con dificultad y clava su mirada en los brillantes ojos azules de Arielle.

—Está en nuestra lucha—declara con seriedad—¿Estás preparada, Arielle?

—Prométeme que Francesca no saldrá de esta con vida—pide ella con firmeza—

—Te haré llegar su cabeza en bandeja de plata.

Arielle asiente, manteniendo sus miradas conectadas.

—Me encargare de la última pieza—declara Elijah, abandonado la sala—

Fue entonces cuando volvió a encontrase con Olivia. La rubia le esperaba en la entrada del complejo, un libro en sus manos mientras su pierna se movía de forma nerviosa.

—Ya hablamos de esto—se queja el vampiro al llegar frente a ella—

—No. Tú hablaste—corrige, entregándole un papel—Yo... he hecho otra cosa.

—¿La casa Guerrera es propiedad pública?—inquiere, leyendo aquel papel con confusión—

—Hay que proteger el patrimonio cultural—señala, encogiéndose de hombros—Ayudaré a Cami con su parte del plan. Creo que tú tienes lobos a los que matar.

Los ojos de Elijah se elevan de nuevo hacia ella, observándola con asombro.


Escondidas en el complejo, aprovechándose de la oscuridad de la noche, Arielle y Hayley comparten una mirada al ver a los lobos con anillos de luna llegar al complejo. Esa era su señal para dividirse por el lugar. Hayley se encargaría de la entrada mientras Arielle se hacía cargo de los pasillos que llevan al estudio de arte, lugar donde se encontraba Klaus.

Al ver a dos lobos disponerse a subir las escaleras Arielle usa su velocidad vampírica para romperles el cuello de un solo movimiento. Sus ojos viajan hacia sus manos, quitándoles los anillos con rapidez.

Otro lobo se acerca a ella por su espalda con la intención de morderla, pero ella es más rápida, se da la vuelta, hunde su mano en su pecho y le arranca el corazón de un solo movimiento antes de quitarle el anillo de sus dedos.

Es entonces cuando otros dos lobos la rodean.

—Me parece que aún no os he dicho que he pasado un par de meses horribles—declara, lanzándose contra uno de ellos—

No es mucho el tiempo que le lleva a Arielle acabar con ellos y quitarles los anillos. Pero en ese momento de distracción, Oliver camina hacia ella. Es entonces cuando Hayley aparece, usando su velocidad vampírica para acorralarle contra una columna.

—¿Te crees fuerte por llevar ese anillo?—cuestiona, incrédula—No eres nada. Nosotros éramos parte de una manada y lo has estropeado todo.

Le quita el anillo de un tirón, mirándole con ira.

—Si te vuelvo a ver con uno de estos, te mataré yo misma—declara con firmeza—


Klaus usaba la sangre de los dos lobos a los que él mismo había matado durante su ataque al complejo para pintar en un lienzo en blanco. Estaba muy centrado en su pintura, pero aún así pudo oír como su hermano se adentró en el estudio.

—No estoy lo bastante fuerte—se queja Klaus—¿Cuántos anillos faltan todavía?

—Solo uno—responde Elijah—Debo decir que los hermanos han sido muy valientes hasta que ella ha escapado.

Klaus deja de pintar, dándose la vuelta para mirarle.

—La has dejado escapar—señala, molesto—

—No exactamente.

A las afueras de la ciudad, en una solitaria carretera, Francesca Guerrera intentaba abandonar Nueva Orleans sin acabar herida o muerta. Pero no sabía con quien se estaba metiendo.

Una figura apareció delante de su coche, obligándola a frenar. El vehículo paró a pocos centímetros de las rodillas de Arielle Salvatore, quien se había mantenido firme. Francesca había cerrado los ojos al pisar el freno del vehículo y al volver a abrirlos la confusión la invadió. No había nadie delante de ella. La figura había desaparecido.

Fue entonces cuando la puerta a su izquierda se abrió. Arielle sonrío sin emoción, agarrándola del brazo para sacarla del vehículo a la fuerza. No había nadie allí para salvar a Francesca y la desventaja de la loba era muy evidente. Podía sentir la fuerza con la que Arielle la sujetaba del cuello, las venas bajo sus ojos haciéndose presentes mientras la observaba con odio.

Raras y contadas eran las veces en las que Arielle mataba a alguien a sangre fría. Y aún más raras eran las que lo hacía con odio. Genevieve había sido la última a la que había matado de esa forma, pero en aquel momento Arielle acababa de salvar a su hija, Hope aún estaba a su lado. Y durante esos meses su odio por Francesca solo había crecido. Estaba enfadada, triste y frustrada.

Cuando volvió al complejo, cubierta de sangre, lo hizo en silencio. Nadie se habría dado cuenta de su presencia si no fuera por los golpes que comenzaron a salir de la habitación de Hope. Elijah fue el primero en adentrarse en la habitación, encontrándose con la chica Salvatore desmontando la cuna de su hija a la fuerza, desesperación y rabia.

—¡Arielle!—exclama Elijah, sujetándola de los brazos—¡Arielle, por favor!

Arielle se zafa de su agarre, separándose de él para mírale a los ojos.

—La he matado—admite ella entonces, recordando como le había arrancado el corazón a Francesca Guerrera—Francesca me miro a los ojos y me suplicó por su vida mientras la estaba matando—las lágrimas comienzan a bajar por sus mejillas y su voz se quiebra—Pero no me siento mejor. No siento paz. ¡No siento nada de nada!

—Es normal, teniendo en cuenta por lo que has pasado—asegura él—

—¡Nada de esto es normal!—exclama, frustrada—

—Ya sabes que como vampiro todos tus sentimientos se ven intensificados. Y lo que estás pasando es algo que a cualquiera le haría desmoronarse.

—He perdido a mi hermano—solloza—A la persona más importante de mi vida hasta la llegada de Hope. A la que también he perdido porque no está aquí. Y no puedo hablar con Stefan. Es... es como si hubiese perdido a toda mi familia.

—Nos tienes a nosotros—declara, mirándola a los ojos—

—¿De verdad? Porque Klaus apenas me mira. Y cuando lo hace...

—Arielle, su mirada hacia ti sigue siendo la misma—asegura, dando un paso hacia ella—Solamente ha cambiado tu perspectiva.

Arielle no estaba segura de creer sus palabras. No hasta que a la mañana siguiente Klaus se adentró en su habitación. Ella continuaba tumbada en su cama, no había encontrado las fuerzas para ponerse en pie aún.

—Te vas a sentir mejor—su voz rompe el silencio de la habitación, obligándola a abrir los ojos—

El hibrido se encontraba agachado junto a su cama, mirándola con atención. Sus ojos parecían distintos esa mañana. Fue ahí cuando Arielle se dio cuanta de que tal vez Elijah tenía razón. Klaus la miraba con cariño y amor.

—¿Cuándo?—cuestiona en un murmullo—Soy inmortal. No puedo soportarlo ni un día, ¿cómo lo soportaré una eternidad?

Klaus suspira, acariciando su pelo.

—Con el paso de los años he tenido muchos amigos, enemigos, amantes, derrotas y triunfos—admite, mirándola a los ojos—Con el tiempo, se van quedando atrás. Pero te darás cuenta de que los momentos que importan te hacen vibrar. El resto desaparecen. Tu dolor también lo hará.

—No, no hasta que vuelva a tener a nuestra hija en brazos—niega, retorciéndose en la cama con incomodidad—

Klaus se incorpora, sentándose a su lado y agarrando una de sus manos entre las suyas.

—Y la tendrás, Arielle—asegura con firmeza—Pero para conseguirlo, debemos recuperar el control de la ciudad. Hemos trabajado por separado para proteger a nuestra hija, trabajemos juntos para hacerlo otra vez. No tenemos por qué seguir evitándonos.

—Es más complicado que solo Hope.

—Lo sé—asiente—Debes hallar la forma de traer a tu hermano de vuelta. Y sabes que lo apoyo. Por eso necesitamos ayuda, alguien que vuelva a unir a los lobos. Alguien a quien respeten.

—Hayley—declara Arielle, recibiendo un asentimiento por su parte—Ella es su reina. Puede unirlos de nuevo.

—Y tú y yo podemos recuperar a nuestra hija—asegura, acariciando el dorso de su mano—Porque somos los reyes de esta ciudad. Y, amor, por muchas amantes que haya tenido, tu eres la única que me hace vibrar y la única que me importa de verdad.

Arielle le observa con atención, una pequeña sonrisa llena de cariño asomándose por sus labios.

—Aún tenemos otros enemigos—recuerda ella entonces—Las brujas no dejan de conspirar, ni después de muertas.

—Vencimos a mi madre y a sus brujas porque permanecimos unidos—le recuerda, sentándose a su lado—Así es cómo venceremos a nuestros enemigos. Como una familia.

—Por y para siempre—murmura, entrelazando sus dedos con los suyos—

Klaus asiente, inclinándose hacia ella para depositar un beso en su frente.




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top