Inseguridades
No era un buen día, estaba muy lejos de serlo. En realidad, no era culpa de nadie más que tú misma. Y eso era lo peor. Nunca fuiste una persona particularmente segura de sí misma, especialmente en lo físico. Lo cual no era un problema muy grande, pues en el mundo en el que vivías era más importante el sobrevivir. Aun así, siempre había días en los que sentías inconforme con tu aspecto. Y últimamente, esos días se habían hecho mucho más frecuentes y mucho peores.
Llegaste a tu habitación, sintiéndote asqueada contigo misma. Tratabas intensamente de restarle importancia a esa sensación, pero, la verdad, no podías. No podías escapar de tu peor crítico, tú. Aún con los insistentes pensamientos negativos que se aferraban a ti, empezaste a desvestirte, con la esperanza de que un buen baño podría limpiarte de toda impureza.
Estabas en ropa interior dirigiéndote al baño cuando la puerta de tu habitación se abrió de golpe. Sentiste tu corazón detenerse cuando viste a Levi asomándose en el umbral. Él te vio por unos segundos hasta que pareció entender la situación, sus mejillas tornándose rojas. Cerró la puerta con rapidez y quedó dentro de la habitación mirando hacia la puerta.
– Lo siento, te estaba buscando porque no apareciste en la cena. Habíamos quedado en cenar juntos, ¿no? – dijo con un tono nervioso.
Tú seguías congelada, las lágrimas se asomaron sin que lo notaras. Te sentías terrible, habías intentado por todos los medios que tu novio nunca te viera de esa forma. Sentías que te dejaría apenas viera tus desperfectos. Era irracional, lo sabías, pero no lo comprendías realmente.
Al escuchar tus sollozos Levi se tensó, había sido imprudente, pero eso no bastaba para explicar el que lloraras. Se giró lentamente y la imagen que vio lanzó un pinchazo en su pecho. Con cuidado e incomodidad trató de acercarse, realmente no sabía cómo actuar.
– Oye – habló, con la voz menos intimidante posible para él. – ¿Por qué lloras?
– No me veas, por favor – susurraste, imaginando lo peor.
– No lo haré si tú no quieres. Pero quiero entender por qué actúas así – estaba tratando de ser paciente todo lo que podía.
– Solo no quiero que me veas – sentiste sus brazos rodear con delicadeza tu cuerpo. Era un gesto impropio de él, aun con casi dos años de relación. Y aunque siempre apreciabas sus muestras de afecto, esta vez no te sentiste segura como antes. Solo pensabas en cómo él debía estar sintiendo la flacidez de tu cuerpo. Él pareció percatarse de tu incomodidad.
– Esta bien, toma una ducha. Te esperaré afuera para hablar de esto – intentó no sonar intimidante y falló en ello, te sentías asustada.
Se retiró y te dejó ahí. Tratando de calmar tu respiración te levantaste para bañarte. Las manos temblaban de una forma que solo te hacía sentir más molesta contigo misma. Te sentías tan ridícula como avergonzada. Los peores escenarios posibles inundaban tu cabeza. Te cambiaste evitando mirar tu propio cuerpo y luego de haber recuperado algo de calma dejaste al azabache pasar de nuevo.
– Bien, ahora dime qué te pasa – increpó con seriedad. Tomaste aire ruidosamente.
– No me siento bien conmigo misma – dijiste empezando a temblar nuevamente.
– ¿Por qué? – estaba usando un tono que de alguna forma te obligaba a decir lo que pensabas.
– Porque estoy llena de imperfecciones.
– ¿Y quién te ha dicho que tienes que ser perfecta? – él no pretendía ser duro, pero inconscientemente lo estaba siendo.
– N-adi-ie – intentabas controlar el llanto que tu cuerpo traicionero se empeñaba en sacar.
– ¿Entonces?
– Yo-o solo... mi cuerpo... yo no...
– ¿Qué?
– No me gusta cómo me veo – respondiste con rabia.
Él se quedó en silencio y te miró sorprendido mientras que tú sollozabas desconsolada. Nada de eso hacía sentido para Levi, no comprendía cómo podías decir eso.
– ¿Qué le falta a tu cuerpo? Yo te veo entera – su pregunta era genuina y eso casi te saca una risa.
– No e-es eso, yo-o no me veo bien. No-o tengo curvas en los lugares co-orrectos y todo el entre-enamiento no cambia eso.
– Mírame – Levi acunó tu rostro entre sus manos con suavidad. - ¿Es que acaso eres un pedazo de carne y huesos? ¿Tu cuerpo es lo único que eres?
Lo miraste confundida y moviste tu cabeza en negación.
– Escúchame bien, probablemente no pueda decir esto otra vez así que presta atención – prosiguió. – Cada vez que te veo, no veo un saco de huesos y carne. Te veo a ti, a toda ti. Sin un cuerpo que contenga a la persona que eres no sería capaz de percibirte. No vería la persona amable, valiente e inteligente que eres, no vería a la persona que amo. Piénsalo así, tus labios me dejan ver la felicidad que puedes sentir y que se contagia en mí cada que la noto, por eso los amo – dio un pequeño beso en ellos. – Amo tus manos porque me dejan sentir que siempre estas cerca – besó en el dorso de las mismas. – Amo tus piernas, porque pueden dar patadas bastante fuertes y me hacen sentir que estás segura por tu cuenta – juntó sus labios con tu muslo. – Amo tus brazos porque cada vez que me abrazas me transmite calidez – repitió la acción con ellos. – Amo tu abdomen porque ahí recibes la comida que te hace feliz – besó el área. – Amo tu pecho porque guarda dentro una de las cosas más preciadas para mí, tu corazón – dejó otro beso ahí y te miró a los ojos. – Cuando veo tu cuerpo, no solo veo un recipiente de ti, te veo a toda ti. Veo a la persona que amo.
Soltaste un suspiro cuando juntó sus labios con los tuyos, transmitía en sus movimientos todo el amor que profesó hace unos segundos. Su gesto fue tan maravilloso, que te sentiste segura de nuevo.
– Te amo – dijo él una vez que se separaron – a toda ti. Y quiero que puedas hacer lo mismo.
Y sin más, se echaron juntos en la cama. En muestra de su amor, Levi te abrazó cálidamente y besó tu rostro hasta caer dormido.
Not me aplicando la teoría que vi en filosofía para tener una razón para no acomplejarme físicamente y metiéndola en el diálogo de Levi.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top