– ¿Segura que quieres hacerlo?

– Si Levi, sé que esto es muy importante para ti.

– Solo no quiero que te arrepientas luego.

– No te preocupes, no lo haré.

– Hagámoslo.

Él se acercó a ti, levantando su pierna en tu dirección mientras tú hacías lo mismo.

– Oye, ¿no se supone que yo iba a ir arriba? – preguntaste.

– ¿Eh? Claro que no, tú no lo haces bien.

– Levi, tú pesas mucho, yo no puedo alzarte. Te prometo que no dejaré nada de polvo en esa repisa.

Él se quedó callado, pensando en que hacer. Siempre podía torturar a los cadetes para que le dijeran dónde estaba la escalera y poder limpiar él mismo la zona a la que no podía llegar por su altura, pero eso lastimaría su orgullo. Finalmente se rindió, y acunó sus manos sobre su pierna, dejando las palmas hacia fuera para ser el soporte de tus pies. Te subiste y con dificultad trataste de mantener el equilibrio mientras limpiabas.

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– Te pregunté si estabas segura – te dijo Levi muy serio.

– Debiste haberme cargado en tus hombros – respondiste con molestia.

Al final el show que armaron fue en vano porque terminaste cayendo al piso antes de poder limpiar todo. Él había intentado atraparte, pero la gravedad hizo lo suyo y caíste de forma estrepitosa. Ahora estabas echada en tu cama, boca abajo. El azabache te sobaba la espalda con una pomada para aminorar tu dolor, aunque no perdió la oportunidad para regañarte por no poder mantener el equilibrio y acceder a hacer algo que te superaba.

– Igual podías pedirle a alguien alto que limpiara esa cosa, no tenía caso que nos metiéramos ahí – reprochaste.

– Nadie puede limpiar como yo – espetó.

– ¿Pero si confiaste en que yo podría hacerlo bien? – inquiriste sintiéndote genuinamente conmovida.

– Tch, cállate. Hice mal en pensar eso.

– No lo estas negando – comentaste alegre, cuando lo miraste viste una ligera sonrisa en su rostro.

Cortito, pero quería escribirlo de todas formas