Cap. II

Una semana después

El decir que nunca te van a encontrar sería un eufemismo; porque de algo si estaba clara Isla, es que en cualquier momento eso sucedería por más que lo retrase, deberá enfrentarse con su pasado y las personas que estuvieron involucrados. Ahora ella; se encontraba en su oficina personal, era amplia la hizo decorar en colores negro y morado dejando en las paredes pinturas rupestres; así como su Padre le gustaba, no quiso dejar la esencia era como decir que estaba a su lado, la mirada de ella estaba en un solo punto, en los papeles que tiene en su escritorio.

Llevaba días averiguando nuevos escapes, como también trabajos de ejecución; dónde iban sus soldados sin problemas hacer lo conveniente; era cautelosa de guardar su perfil aún teniendo ese chip debe cuidarse porque eso pondría en evidencia, lo que ha trabajado con mucho esfuerzo, sin darse cuenta recibe un toque a su puerta da un pase cosa que lo hacen y un hombre se para delante de su escritorio listo para hablar.


— Belicosa le traigo estos documentos, son del señor Flavio. — Comunico la voz grave de Robert un ruso pelirrojo.


La aludida elevo la mirada de forma sutil, para encararlo y tomar los documentos; donde los fue detallando de a poco; sin perder detalle de nada, le tomo alrededor de quince minutos ver los archivos, enseguida miro a uno de sus soldados más importante, que se ganó su confianza al sacarlo de la calle sin rumbo ni dirección, eso lo descubrió en su viaje para buscar a su clan siendo ahora una columna fuerte.

Dejo los archivos en su gaveta personal a un lado de ella, la abrió y cerro con su llave, la puso en su bolsillo de sus pantalones negros ajustables, se volvió a sentar y juntó sus manos para comenzar hablar.


— ¡Robert! Necesito que vigiles a Omar, se que está trabajando con nosotros, pero es posible que esté pensando en una vía de escape y no quiero que eso suceda. — Puntualizó con seriedad, mientras el pelirrojo asintió inclinándose con respecto.


— Así será Belicosa. — hablo de forma segura, girando su cuerpo para ir a la puerta.

Pero antes de irse, ella vuelve agregar otra orden.


— Ve a Jalisco allí te esperan Robert; tienes solo cinco horas y regresas a la base. — Puntualizó y el mismo hombre estuvo de acuerdo por lo que salió de la oficina.

Nuevamente quedó sola en ese espacio, volvió a ver los documentos descubriendo como su gran tío Atticus está buscándola arduamente, sonrió de lado como el mundo puede ser tan pequeño, suspiro por lo bajo viniendo un recuerdo que su mente rememoraba.



Recuerdo...

Estando en la vía de esa carretera, dónde Flavio la llevaba a un lugar para ser curada de su herida en su costado, nunca pensó que Santino Rizzo tuviera gran puntería, dejo ese pensamiento de lado al conocer el lugar en que era llevada, miro a su compañero relajado en su asiento, en poco tiempo se detuvo el auto y ambos descendieron sin problemas ella caminaba con algo de debilidad, hasta que ingresaron a una casa de color blanco y rejas en negro que la protegían a su alrededor.

Sin pensarlo, el tocó el timbre que sobresalía del marco que era una puerta, en dos segundos, salió una persona mayor con canas que resaltaban su rostro tenía una mirada fuerte, entonces al verlos los invito a pasar sin decir nada.

Para cuándo; ellos estuvieron dentro el ambiente era hogareño, que al entrar en una habitación tenía su consultorio con todo lo necesario, ambos volvieron a ingresar, mientras ella fue mandada a sentar en una camilla lo cual no dudo en hacerlo, le rompieron la blusa antes se había quitado chaleco con las armas; dejando solo una blusa negra que la cubría.

Sin dudar se calmo, cuando detallo que iban a atenderla cerro sus ojos aguantando su dolor y más al extraer la bala de plata en forma puntiaguda la sacaron, gruño por el dolor mas solo mordió su puño para tener el control, le tomo alrededor de una hora su cura; le suturaron tres puntos. Por lo que al ponerse de pie, con extremo cuidado Flavio la ayudo cosa que no se impuso, era un soldado fiel y más que su tranquilidad la podía apreciar al verlo en sus ojos.

La señora mayor le hizo un estudio y le dio los medicamentos necesarios, para llevar el tratamiento por un mes; ya que la bala era extraña; según su parecer, al terminar le dio todo a Flavio, pero la miro a ella con detenimiento mirando sus ojos buscando la forma de saber más.


Ya dígalo señora. ¿Por qué seguro me va a decir algo? — le dijo, ya cansada de su inspección.


¡Sabes bien! Que no necesitas consejo eres adulta; pero piensa bien en tener un camino bueno, porque sino tu vida será corta. — le aconsejo, cosa que Isla rodo los ojos ante su insignificantes palabras.


No necesito sus palabras, pero gracias de todas formas. — dijo simple, al salir de ese pequeño consultorio.

Al encontrarse afuera, se recostó en el capo del auto esperando a Flavio que en dos minutos llegó y se puso delante de ella, viéndola atentamente cosa que Isla lo miro con su semblante duro como serio, elevo su ceja buscando a qué hablé, entendiendo el hombre su indirecta soltó el aire retenido para comenzar.


Isla debes tener en cuenta, que la señora de allá dentro te dio un consejo de buena fe, nunca en toda mi vida que la he conocido le ha dado palabras a alguien; tú eres la primera y eso dice mucho. — comento, pero ella negó ante eso.


¡Me importa una mierda! Lo que diga esa vieja Flavio, no necesito consejo de nadie solo de mi familia y ellos están muertos. — soltó tajante, dejando un silencio a su alrededor y la brisa pasando por sus cuerpos y haciendo que sus cabellos revoloteen.


Eso ví y más por lo poco que me has contado, no sé nada de tú vida; pero si te digo debes dejarlo ir, sino te destruirás por dentro pero también arrastraras a los demás contigo. — fue claro y tosco al separarse de ella e ingresar al auto.

En ese momento, en ella se abrió la duda de muchos cambios, que va a tener y que al buscar a Omar; piensa dejar ir todo su pasado solo que en este no va a fallar, esa fue una promesa que ella se hizo y no había duda de ello, así que camino poco pasos para entrar, al área de copiloto y comenzar su labor además de sacar al novio de su boda, sonrió por dentro entendiendo todo.

Fin del recuerdo


Volvió a respirar hondo, conociendo todo lo que hubo ese día y más al como comenzar su curación; después reclutar y de último tener a Omar junto a ella, nada se hizo en un día todo fue llevado con tiempo, se puso de pie en búsqueda de salir para entrenar necesitaba desahogarse y solo había un lugar el gimnasio, así que al salir de la oficina, fue directo a su dormitorio, en el camino sus soldados le daban respeto al pasar, eso se lo ganó y más en darle un lugar de trabajo como comida eso la hizo sentir orgullosa.

En poco tiempo, llego abrió su puerta, al estar ahí fue directo a cambiarse usando una licra en gris, con su sostén deportivo en color negro y zapatos blancos, logro verse en el espejo a un lado de la puerta se puso una cola alta, el fleco de su frente necesitaba un corte después le diría a uno de sus soldados que es peluquero para tenerlo perfecto. Asimismo; no perdió más tiempo y con sus cintas blancas de boxeo en sus manos emprendió la marcha al gimnasio; dónde sus pasos la llevaron a ese lugar, todo lo observó impecable era inmenso no tenía pisos, pero era ancho con todo lo necesario y bien distribuido.

Al ver el saco de boxeo junto a dos más, se fue directo a ese lugar, estiró su cuerpo antes, empezando con los brazos, piernas para después bajar su torso por completo hacia atrás, siendo una especie de arco que la dejaba en una posición, donde podían ver sus pechos llamando la atención de cinco hombres que estaban allí, de igual forma ejercitándose; pero la mente de ella estaba en otro lugar, tratando de conocer las palabras de su abuelo y lo poco que pudieron compartir.

En el área de comando estaba Omar, observando el trabajo de tres hombres que sabían de tecnología, incluyendo al asiático de cabello gris que estaba con un caramelo en su boca todo el tiempo, lo pudo detallar durante las tres semanas que lleva confinado allí, junto a Isla y su estupidez de tenerlo cautivó, debía protegerla lo requería, pero también su corazón se sentía agobiado por no estar con Teressa el rostro que puso, al no estar a su lado nunca lo va a olvidar, es seguro que jamás lo perdone y más teniendo sexo con Isla, siendo su amante o como dice ella su pareja cosa que niega nuevamente, reconociendo que el amor de ellos fue fugaz nunca tuvo vida; lo pudo entender al darse esa despedida al ser adolescentes, pero para la mente de la pelinegra es todo lo contrario.

Muy en el fondo, siente pesar por ella la quiere; pero nunca la va amar así le ponga una pistola en al cabeza forzándolo, no podrá negar el amor que siente por su prometida, bajo la cabeza tocando su nuca; que sin darse cuenta oye unas voces de hombres que lo alertan enseguida al igual que el equipo de comando, cosa que sale hacía donde se encuentra el alboroto.

Las voces las pudo oír hacia el gimnasio, así que al llegar se encontró con una escena que lo dejo sorprendido y más al ver a Isla en posición de ataque; pero dos hombres en el suelo muy heridos en sus genitales estaban tocándose en esa área, la mirada que portaba la pelinegra era de extrema fuerza y sin miedo a matar a cualquiera, negó ante eso yendo a su lado cosa que ella lo miro y bajo la guardia de inmediato.


— ¿Qué ha sucedido aquí? — pregunto de forma severa; al verla a ella buscar su toalla y secarse el sudor de su frente.

Miro a los hombres aún heridos y quejándose, mientras que otros tres hombres estaban casi cerca de ellos, viendo la escena y sonriendo a la par los unos a los otros, pero la voz de Isla lo hace volver su atención en su rostro.


— Nada. Solo que estos idiotas pensaban tocar mi cuerpo, sin mi consentimiento así que recibieron una probada de mi mano y les quedó claro. ¡Cierto! — gritó lo último, haciendo que los hombres en el suelo respondieran un (sí) agudo.


— Con que fue eso. — sopeso molesto, al ir por uno de ellos, el de cabello castaño lo tomo de su cuello apretando esa área.


— Suélteme...

La voz del hombre no le importaba, cosa que fue directo a dejarlo sin oxígeno odiaba como hombres pueden buscar la forma de herir a una mujer y más estando sola; sin darse cuenta apretó con toda su fuerza que un grito de Isla lo hizo salir del trance de ejecución.


— ¡Ya basta! — grito audiblemente, cosa que él aludido lo soltó de inmediato.


Isla fue a su encuentro, el hombre que ahorcaba lo dejo tosiendo por mucho tiempo mando a llamar a uno de los soldados que lo llevarán a enfermería junto con dos que se sumaron lo cargaron a ese lugar; pero al ver el rostro de Omar se preocupo, solo se acercó a él que estaba mirando sus manos y la respiración agitada de la fuerza que hizo.

No dudo en hablarle, pero antes miro a todos a su alrededor y pidió estar solos, cosa que se fueron sin objetar nada, dejando el gimnasio sin nadie. Lo volvió a ver, le tocó su rostro para hacerlo que la viese y lo obtuvo.


— ¡Omar Topal! Estoy bien, casi matas a ese hombre. Debes controlar eso. — le susurró, para que entendiera y su mirada estaba sobre ella.


— Él iba a...


— Eso jamás lo iba a permitir Omar, soy una guerrera, nací como soldado y no moriré sin antes dar batalla. — le interrumpió, para que entendiera sus palabras.

Hubo un momento de silencio entre ambos, cosa que ella le sonrió de forma dulce y acortó la distancia para besar sus labios suavemente; solo un poco, para así ver cómo su rostro cambio de forma imperceptible. Esa actitud, hizo que el hombre le tocará la mejilla de forma dócil y se acercó para besar su frente de forma cariñosa, eso le sorprendió tanto que lo abrazo para respirar su aroma varonil, que tanto le gustaba y jamás quería separarse de ese olor.


— Te amo Teressa. — al decir eso, algo en ella se activo empujándolo de forma rápida dejando un espacio entre ambos.


— ¡Soy Isla no Teressa! Cometiste un error Omar y créeme lo vas a pagar. — hablo contundente, llena de tanta rabia y mas por lo que dijo.

Lo vio por un momento, tocar su frente era increíble que soltará eso, allí la detallo mejor, viendo bien a la mujer delante de él, se tocó la nuca con algo de vergüenza que suspiro por lo bajo.


— Lo siento Isla; no volverá a pasar solo ten presente que mí...


— No lo digas. — lo volvió a interrumpir, apretando sus puños con fuerza.


— Pues tendrás que oírlo, yo la amo a ella y eso nunca lo cambiarás ni siquiera en la cama. — Aclaró de forma tajante, para darse media vuelta y dejarla sola.


— Eso lo veremos Omar. — sentenció, al no verlo más.

La impotencia que sentía dentro de su mente, como cuerpo era otro nivel; así que sin perder tiempo se aproximó, al saco de boxeo en color rojo y le comenzó a dar golpes sin detenerse uno tras otro, para sacar su furia emprendía la fuerza en cada toque, hasta que sus nudillos los sintió doler; solo así se detuvo de su proceder soltó el aire comprimido y miro hacia el techo buscando en su mente entender la revolución de sentimientos que posee su cabeza como su corazón o eso siente.

Al bajar su mirada, se topa con el soldado japonés, que la mira y le sonríe metiendo en su boca un caramelo; de lo que parece es menta por lo blanco que detallo, lo ve elevando una ceja buscando que hablé.


— ¡Habla! — le ordenó y el chico de cabello gris, se acerca a ella.


— Tenemos un problema y su nombre es Atticus Cruz. — al pronunciar ese nombre, su rostro cambio a uno más fuerte estando alerta.


— No te guardes nada Zoku; pero esto lo hablaremos en privado. — le respondió, pasándole a un lado cosa que él hombre la siguió.

Durante el recorrido a su despacho un nudo nada agradable se abría en su estómago, eso no eran buenos indicios, sino lo contrario habría problemas y ella deberá encargarse junto a sus soldados, que al tocar su brazo derecho dio una señal a los dos hombres de más confianza. Logro llegar a su despacho, se fue a sentar y en un minuto se abrió la puerta ingresando Mike y Robert con sus rostros serios, esperaron de pie junto a Zoku que estaba esperando las órdenes de su líder.


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