━━━Capítulo 03 | El Dolor del Alfa
El sonido del teclado siendo presionado llenaba la oficina de Choi Soobin, pero no era suficiente para acallar el silencio que lo rodeaba. Sentado en su amplia silla de cuero, con la vista fija en la pantalla de su computadora, Soobin intentaba concentrarse en los correos electrónicos, en los informes, en cualquier cosa que lo alejara de la realidad que lo consumía. Pero no importaba cuánto lo intentara, su mente siempre regresaba a lo mismo: Minjoon.
Minjoon, su compañero de vida, su amor, su omega. El hombre que había prometido proteger y cuidar, y que ahora se desvanecía lentamente delante de sus ojos. Le habían dicho que solo le quedaban seis meses, seis malditos meses. Y aunque Minjoon intentaba mantener una sonrisa en su rostro, Soobin sabía que detrás de esa fachada, había miedo, dolor, y una resignación que lo destrozaba.
Soobin dejó escapar un suspiro tembloroso, inclinando la cabeza mientras apretaba el puente de su nariz. No podía permitirse quebrarse en casa. Delante de Minjoon, debía ser fuerte, optimista. Debía ser el pilar que su familia necesitaba. Pero ahí, en la soledad de su oficina, era diferente. Ahí, podía permitirse sentir el dolor que lo carcomía por dentro.
—Señor Choi, el director del proyecto de expansión está esperando en la sala de conferencias —anunció su asistente, asomándose por la puerta entreabierta.
Soobin asintió lentamente, pero no levantó la cabeza.
—Dígale que lo atenderé en unos minutos —respondió, su voz más áspera de lo habitual.
Cuando la puerta se cerró, Soobin soltó el aire que no se había dado cuenta que estaba conteniendo. Se levantó de su silla y caminó hacia la ventana de su oficina, observando la ciudad que se extendía a sus pies. Desde allí, todo parecía en calma, ordenado. Pero en su mundo personal, todo estaba cayendo a pedazos.
Apoyó una mano en el cristal frío, su mente regresando a la imagen de Minjoon sentado en la sala de quimioterapia, tratando de animar a los demás pacientes con su sentido del humor. Minjoon siempre había sido así: fuerte, optimista, a pesar de todo.
Pero Soobin sabía que esa fortaleza tenía un límite, y le aterraba el día en que Minjoon ya no pudiera más.
Volvió a su escritorio, sus ojos recorriendo los papeles desordenados, los contratos sin firmar, los documentos que esperaban su revisión. ¿Cómo podía preocuparse por todo esto cuando su mundo se estaba desmoronando? ¿Cómo podía pensar en negocios, en crecimiento, en ganancias, cuando lo único que quería era estar al lado de Minjoon, asegurándose de que cada segundo que le quedaba fuera lo más feliz posible?
Soobin se dejó caer en su silla, sintiendo el peso de la responsabilidad aplastándolo. Sus ojos fijos en una fotografía enmarcada en su escritorio. Era de hace apenas un año: Minjoon, con su sonrisa radiante, rodeado por Yejun y Junhyun, ambos riendo, mientras Soobin los abrazaba a todos. La felicidad en esa imagen contrastaba dolorosamente con la realidad que ahora enfrentaban.
Había dejado de lado su trabajo, poco a poco. No podía concentrarse, no podía dedicarle el mismo empeño que antes. Su empresa, una vez su mayor orgullo, ahora no era más que una sombra, un recordatorio de la vida que una vez tuvo. Una vida en la que Minjoon estaba sano, en la que sus hijos no tenían que preocuparse por perder a uno de sus padres.
Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más, mientras sus pensamientos volvían a Minjoon. Cada día era más difícil ocultar su dolor, su miedo. Cada día, sonreír delante de él se convertía en un desafío más grande. Sabía que Minjoon lo notaba, aunque no dijera nada. Sabía que su esposo se daba cuenta de cómo su humor cambiaba cuando pensaba que no lo miraba.
El nudo en su garganta creció, y aunque intentó tragarlo, las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Lloró en silencio, su cuerpo temblando mientras su mente repetía una y otra vez la misma pregunta: ¿Cómo podría seguir adelante sin él? ¿Cómo podría ver a sus hijos crecer sin Minjoon a su lado?
De repente, una sensación extraña lo recorrió. Era su lobo interior, agitado, inquieto, sintiendo la conexión con Minjoon a través del vínculo que compartían. Se secó rápidamente las lágrimas, tratando de calmar su respiración. Minjoon lo estaba sintiendo, lo sabía.
—Tengo que ser fuerte… por él, por los niños —murmuró para sí mismo, como un mantra.
Pero, ¿cómo ser fuerte cuando la persona que más amas se está apagando lentamente, y no puedes hacer nada para detenerlo? ¿Cómo encontrar fuerzas cuando cada día que pasa es un paso más hacia el final?
El teléfono en su escritorio vibró, y al mirar la pantalla, vio el nombre de Minjoon. Soobin cerró los ojos un momento antes de contestar, tratando de recuperar la compostura.
—Hola, mi amor —dijo, esforzándose por sonar relajado.
Del otro lado de la línea, la voz de Minjoon era suave, pero cargada de una preocupación que Soobin intentaba ocultar.
—Soobin… ¿estás bien? Puedo sentir a tu lobo… está inquieto. ¿Qué pasa?
Soobin tomó una respiración profunda, intentando calmar el vínculo. No quería preocupar a Minjoon más de lo que ya estaba.
—Estoy bien, Minjoon. Solo… un poco estresado en la oficina, nada de qué preocuparse. ¿Cómo te sientes tú?
Hubo un breve silencio, y Soobin imaginó a Minjoon mordiendo suavemente su labio, un hábito que tenía cuando sabía que le ocultaban algo. Pero Minjoon no insistió.
—Estoy bien. La quimioterapia fue dura, pero los médicos dicen que los efectos secundarios son normales. He estado descansando mucho.
—Eso es lo más importante —dijo Soobin, sintiendo un poco de alivio al escuchar que Minjoon estaba descansando. Pero el nudo en su garganta seguía allí, opresivo—. Si necesitas algo, solo tienes que decirlo, ¿de acuerdo? Saldré de aquí lo más pronto posible.
—Lo sé. Y también sé que algo te está molestando, Soobin. No tienes que enfrentarlo solo. Te tengo a ti, y tú me tienes a mí. Recuerda eso.
Las palabras de Minjoon llegaron directamente a su corazón, y por un momento, Soobin tuvo que morderse el labio para no romper a llorar de nuevo.
—Lo sé, Minjoon. Gracias… por todo.
—Estamos en esto juntos, Soobin. No lo olvides.
—No lo olvidaré —prometió Soobin, su voz temblando ligeramente—. Te amo.
—Yo también te amo —respondió Minjoon suavemente—. Nos vemos pronto, ¿sí?
—Sí, en un rato estaré en casa.
Cuando colgó, Soobin se quedó mirando la pantalla del teléfono por un largo tiempo. Sabía que debía ser fuerte, pero las lágrimas volvieron a sus ojos mientras pensaba en lo difícil que sería vivir sin el amor de su vida.
En la oficina, donde nadie podía verlo, Soobin dejó que su dolor saliera libremente, pero sabía que pronto tendría que volver a ponerse la máscara de fortaleza por Minjoon, por sus cachorros, y por el poco tiempo que les quedaba juntos.
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