━━━Capítulo 02 | La primera Quimioterapia

Minjoon se sentó a la mesa del desayuno con una expresión serena en el rostro, aunque sus ojos reflejaban una tristeza que no podía esconder. El sol de la mañana entraba a raudales por la ventana, bañando la cocina con una luz cálida y dorada. Soobin, su esposo, preparaba el café mientras los dos pequeños, Yejun y Junhyun, se sentaban a la mesa con una energía inagotable.

—Mamá, ¿puedo llevar mi nuevo libro a la escuela? —preguntó Yejun mientras tomaba un bocado de pan.

—Claro, cariño, —respondió Minjoon con una sonrisa, tratando de mantener un tono alegre—. Pero recuerda no olvidarlo en la escuela, ¿sí?

Junhyun, que estaba ocupado derramando jugo en su vaso, levantó la vista.

—¿Vamos al parque después de la escuela, mamá?

Minjoon sintió un nudo en el estómago, pero asintió con firmeza.

—Por supuesto, lo haremos. Solo asegúrate de hacer bien tu tarea primero, ¿entendido?

Soobin, que había estado observando en silencio, dejó el café en la mesa y se sentó junto a Minjoon.

—Minjoon, tenemos que hablar sobre algo, —dijo, sus palabras cargadas de preocupación.

Minjoon se giró hacia Soobin, con una leve expresión de resignación.

—Sí, sé que es importante. Pero déjame disfrutar de este momento con los niños primero.

El desayuno transcurrió con charlas sobre los planes del día. Los niños, ajenos a la gravedad de la conversación, se prepararon para ir a la escuela. Minjoon y Soobin ayudaron a colocar las mochilas y se aseguraron de que todo estuviera en orden.

Finalmente, llegó el momento de decir adiós. Minjoon se arrodilló para estar a la altura de sus hijos, abrazándolos con ternura.

—Nos vemos después de la escuela, ¿vale? Cuídense mucho, —dijo Minjoon con una sonrisa que intentaba ocultar su dolor.

—Te queremos, mamá, a tí también papá, —dijeron los niños al unísono, devolviéndole los abrazos con cariño.

Soobin les dio un beso en la frente y les indicó que se dirigieran al coche. Cuando los niños se fueron con el chófer, Minjoon y Soobin se quedaron solos en la cocina.

Minjoon tomó una respiración profunda antes de hablar.

—Soobin, sé que estos seis meses no serán fáciles. Pero quiero que sepamos qué hacer en el tiempo que me queda.

Soobin asintió lentamente.

—¿Qué tienes en mente?

Minjoon tomó una taza de té y la sostuvo con ambas manos.

—Quiero hacer cosas que realmente importen. Llevar a los niños a sus lugares favoritos, hacer álbumes de fotos con ellos, y enseñarles cosas que les ayuden a recordar los buenos momentos. También quiero que tú tengas tiempo para ti, para que no te sientas atrapado en mi enfermedad.

Soobin tragó saliva, luchando contra las lágrimas.

—¿No quieres hacer algo para ti mismo también? ¿Algo que te haga feliz a ti?

Minjoon sonrió débilmente.

—Quiero ver a mis hijos crecer felices, y verte a ti sonreír. Eso me hará más feliz que cualquier cosa que pueda hacer por mí mismo ahora.

Soobin se acercó a Minjoon y lo abrazó con fuerza.

—Te amo, Minjoon. No sé cómo enfrentaré esto, pero estaré aquí contigo, en cada momento.

Minjoon se apoyó en el abrazo de Soobin, sintiendo el consuelo de su amor.

—Te amo también, Soobin —el omega miró a su alfa—. Hoy es mi primera quimioterapia.

—Lo sé, y estaré ahí para tí.

En ese momento, mientras la luz del sol seguía bañando la cocina, Minjoon y Soobin encontraron un pequeño respiro de esperanza en medio de la tristeza. Sabían que el camino por delante sería difícil, pero su amor y la promesa de vivir cada momento con plenitud les daba la fortaleza para enfrentar lo que viniera.

El viento frío de la media mañana soplaba con fuerza mientras Minjoon y Soobin llegaban al hospital. Minjoon, envuelto en una bufanda gruesa y un abrigo abotonado hasta el cuello, se aferraba a Soobin, buscando el calor de su presencia. El frío se sentía aún más intenso en su piel frágil, y cada vez que Minjoon se encogía, Soobin lo abrazaba con más fuerza.

—¿Cómo te sientes, amor? —preguntó Soobin, su voz llena de preocupación mientras guiaba a Minjoon hacia la entrada del hospital.

—Como si me estuvieran congelando desde dentro —respondió Minjoon, forzando una sonrisa—. Pero al menos estás aquí.

Soobin le dio un apretón en el brazo y le sonrió con ternura.

—Siempre estaré aquí —aseguró Soobin—. Vamos, ya casi estamos allí.

Entraron al hospital, el calor de los pasillos contrastaba con el frío exterior. Se dirigieron a la sala de quimioterapia, donde Minjoon se sentó en una de las sillas reclinables, con Soobin a su lado. Los tubos y cables de la máquina de quimioterapia se conectaron a Minjoon, que trató de relajarse mientras la enfermera le explicaba el proceso.

—La quimioterapia está diseñada para destruir las células cancerosas en tu cuerpo —dijo la enfermera—. Sentirás náuseas, cansancio y otros efectos secundarios, pero todo es parte del proceso.

Minjoon asintió, intentando parecer más fuerte de lo que realmente se sentía. Pronto, la primera infusión comenzó, y las náuseas se hicieron sentir con fuerza. Minjoon se inclinó hacia adelante, una mueca de incomodidad en su rostro.

—Creo que voy a vomitarte —bromeó Minjoon, tratando de mantener el ánimo.

Soobin soltó una risa suave, aunque su rostro estaba lleno de preocupación.

—¿Recuerdas cuando estabas preñado de Yejun y vomitaste sobre mí? —dijo, intentando aliviar la tensión con un recuerdo compartido.

—Sí, fue un espectáculo digno de un capítulo de comedia —respondió Minjoon, riendo débilmente—. Pero ahora estoy en el lado opuesto del escenario.

—Bueno, ya sabes que te perdoné por vomitar encima mío.

Minjoon se rió, pero luego su expresión se endureció cuando la segunda dosis de quimioterapia empezó a hacer efecto. Sentía el mareo y las náuseas instalándose, pero trató de restarle importancia.

—Me siento como un tanque que ha sido atropellado por un tren —dijo Minjoon, intentando desviar la atención de la incomodidad que estaba sintiendo.

Soobin lo miró con ternura, pasando una mano por su cabello.

—No tienes que ser fuerte todo el tiempo. Estoy aquí para ti.

La enfermera comenzó el proceso de infusión de quimioterapia, un procedimiento meticuloso que involucraba la inserción de una aguja en una vena para administrar el medicamento. Minjoon trató de relajarse, aunque cada parte del proceso parecía una tortura lenta.

—Recuerda respirar profundamente —dijo Soobin, guiando a Minjoon a través de respiraciones lentas.

Minjoon hizo lo que pudo para seguir el consejo, pero el dolor y la náusea eran difíciles de ignorar. Mientras tanto, dentro del vínculo entre ellos, sus lobos internos comenzaron a manifestarse. El lobo de Minjoon, agotado y débil, se acurrucó en su interior, buscando consuelo. El lobo alfa de Soobin, sensible al sufrimiento de su compañero, se acercó y comenzó a lamer suavemente el hocico del lobo de Minjoon. Este gesto de conexión era una forma primitiva de ofrecer consuelo y apoyo, una pequeña muestra de que, a pesar de todo, no estaban solos en esta batalla.

Minjoon sintió el alivio del vínculo y miró a Soobin con ojos húmedos.

—Gracias por estar aquí conmigo. No sé qué haría sin ti.

Soobin apretó la mano de Minjoon con fuerza.

—Nunca tendrás que averiguarlo. Vamos a atravesar esto juntos, cada día.

La sesión de quimioterapia continuó, y aunque Minjoon trataba de mantenerse positivo, cada minuto era un recordatorio doloroso de su situación. Sin embargo, con Soobin a su lado y el apoyo silencioso de sus lobos, encontró un pequeño respiro en medio de la tormenta.

Mientras la sala se llenaba del sonido de las máquinas y el murmullo distante de otros pacientes, Minjoon se apoyó en el abrazo cálido de su esposo, sintiendo una mezcla de dolor y amor que, aunque no podía borrar su angustia, le ofrecía un rayo de esperanza en sus momentos más oscuros.

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