9 Cómo perder la virginidad de forma maravillosa

Recuerden las reglas de la trivia: yo menciono una cosa que amo del melizabeth, y los cocofans tienen que mencionar una escena del anime o manga acorde a esa idea (entre más exacta sea, mejor) ^u^

1 - Confiar en el otro por encima de cualquier duda.

Fueron los mejores amigos durante su viaje de tres mil años, y pese a que intentaron ponerlos en contra muchas veces, ellos siempre confiaron en el otro con fe absoluta TuT. ¡Enamórenme con un recuerdo que hable sobre esto! ¡Puntos extra si es de mis obras! XD

***

Meliodas miraba hacia el bellísimo paisaje nocturno de la ciudad mientras el viento helado hacía ondear su gabardina sin poder enfriar su corazón. No era exactamente la situación que se había imaginado cuando visualizó aquel lugar para su cita. La doctora Liones se le había declarado... aunque no, no exactamente.

Después de que él terminó de escupir todo su té sobre la mesa, la médico le explicó mejor su propuesta. No es que quisiera una relación más cercana con él, en absoluto. Simplemente era un experimento cuyos resultados podrían ayudarles a cumplir sus metas rápidamente. No había nada mejor, más efectivo y más rápido al momento de aprender a hacer algo, que realizar la actividad sobre la cual se investiga. El "método empírico", había dicho ella.

Sé que serían unas sesiones de consulta... bueno, muy poco ortodoxas. Podría pensar en ellas como una terapia intensiva, o un curso exprés con la misma efectividad que meses de lecciones teóricas. No hay mejor forma de escribir certeramente sobre algo que viviéndolo personalmente.

Él estaba de acuerdo, más o menos, pero le parecía algo muy extremo cuando se trataba de escribir sobre sexo. Al pensar en esa palabra le entró el pánico, y ya estaba considerando seriamente arrojarse por la terraza, cuando recordó la otra razón que le había dado ella.

De esa forma, usted podría ayudarme a poner fin a los acosos del señor Goddess. Si él sabe que estoy en una relación, deberá dejarme en paz o afrontar otro tipo de consecuencias.

A él siempre le había caído bien Mael. Era por eso precisamente que se le hacía extraño sentir tanto odio por una persona con su misma cara. Pero no, no era odio: eran celos. No soportaba la idea de aquel sujeto tratando de intimar con Elizabeth.

Elizabeth. —Pensó con una ferocidad de la cual él mismo se sorprendió. La idea de poder salvar a la doctora de Estarossa Goddess le complacía mucho más de lo que se permitía admitir.

Agendaremos estas sesiones de la misma forma que sus consultas pasadas, con los mismos honorarios, y con la mayor privacidad y discreción posible.

Ella no quería tener nada real con él. Eso le dolió bastante, pero le había dejado muy en claro que eran solo amigos, y que todo aquel plan no era más que un experimento, un proyecto estructurado dentro de los límites más profesionales, y que tendría su fin cuando él terminara su novela erótica y ella hubiera alejado definitivamente a Estarossa Goddess. ¿Y si él lo tomaba como tal? ¿Una simple investigación de campo, una forma de acelerar su proceso de escritura, un favor que le hacía a una amiga? Además, ¿no es algo que él en el fondo también deseaba con desesperación? Se apartó un poco del barandal, regresó hasta un sitio desde donde podía ver su mesa con la doctora aún sentada esperándolo, y al ver que el peliplateado se reía y se ponía de pie para ir hacia ella... tomó una decisión. Se acomodó la corbata, limpió una última vez su sudor con una toallita desinfectante, y salió con paso firme de nuevo a su mesa.

—Doctora, ya lo pensé —dijo tomando asiento mientras se deleitaba con la expresión de confusión que hacía su rival en la mesa vip—. A... acepto su propuesta. Al fin y al cabo, esto sigue siendo una investigación dentro de los límites. Y es un favor para una amiga así que yo... yo... —La hermosa albina le sonrió agradecida, tomó su mano, y le dio un beso en la mejilla para la estupefacción del rubio.

—Muchas gracias, señor Demon. Me ha salvado la vida.

—Y... y usted a mi el trabajo, doctora. Bueno, ¿qué tengo que hacer para...?

—De momento, comenzaremos con algo muy sencillo. Tuvimos una sesión práctica la última vez que estuve en su casa, ¿lo recuerda?

—¿Eh? ¿Se refiere al be...? ¿Be...? —La respiración se le cortó. Se le secó la boca. Se le puso la mente en blanco. Y después, devolvió el apretón de manos con fuerza para evitar que estas le temblaran.

—No se preocupe. Si gusta que me desinfecte los labios antes, no tendría ningún inconveniente.

Ese no era realmente el problema, pensó. Pero la doctora ya se estaba pasando una toallita higiénica por la cara, y cuando además se puso un gloss brillante, él supo que lo que estaba por pasar era inevitable.

—Muy bien, ¿recuerda cómo eran los pasos que le recomendé? —El tono profesional de la peliplateada había vuelto, y él logró tragar saliva antes de recitar lo que aprendió.

—Pri... primero, cercanía y contacto físico.

—Así es. —dijo ella mientras subía una delicada mano para posarla suavemente sobre su mejilla—. ¿Y luego?

—Inclinar... ehm, inclinar la cabeza. Elegir uno de los labios —El pánico creció mientras sus rostros se acercaban—. Ir despacio...

—Y disfrutarlo. Muchas gracias por aceptar mi propuesta, señor Meliodas. —Cuando sus bocas por fin se tocaron, todo lo demás desapareció.

Cerró los ojos. Saboreo aquellos labios suaves y deliciosos. Chupó con un poco más de fuerza mientras ladeaba el cuello y se inclinaba hacia ella. El beso se fue intensificando a la vez que él comenzaba a ondular su cuerpo ligeramente, de forma inconsciente. Un pequeño gemido se le escapó cuando la albina tomó su rostro entre sus manos para atraerlo más, y cuando abrió la boca para respirar, ella le metió la lengua de forma gentil para explorarlo. Tenía el sabor de su postre, tarta de cereza, fresa y frambuesa. El sonido de "chiu" era cada vez más audible, y el rubio no supo cuando, pero sus manos habían viajado hasta la cintura de la doctora, sujetándola con timidez. Estaba muy ruborizado, acalorado, emocionado, pero igual descubrió que ya no podía detenerse. Cuando por fin se les acabó el aire, ambos se separaron con un sonido de chupón... ella alzó la mano llamando al mesero.

—Por favor la cuenta, rápido. —Él aún estaba mareado por aquel arranque, pero tan feliz que no podía borrar la sonrisa pacífica y dormilona que se extendió por su rostro.

—¿Ya nos vamos? Sí, tiene razón. Fue una buena forma de comenzar con la investigación, tal vez la próxima vez...

—¿La próxima? Pero señor, nuestra sesión de hoy no ha terminado. Simplemente cambiaremos el entorno del experimento. ¿Le parecería apropiado que sea yo la que lo invite al Hotel Royal? En vista de que usted pagó la cena y esta velada tan magnífica.

—¿Eh? —Fue un alivio que en ese momento llegara el mesero para cobrar, porque de otro modo tal vez habría salido gritando. Tecleó el nip de la tarjeta con dedos temblorosos, se puso de pie tambaleante, y permitió que ella lo tomara del brazo para evitar que pareciera que estaba a punto de desmayarse. Antes de dejar definitivamente el restaurante, Meliodas giró la cabeza para ver la mesa de los gemelos Goddess... y vio con gran satisfacción que el menor tenía la boca abierta en una expresión de incredulidad.

Te lo mereces. —Pensó un poco vengativo. Y luego se dejó guiar por su doctora hacia el sitio donde perdería su virginidad.

*

—¡Carajo Gowther! ¿Por qué no contestas? —El "bip" de su celular al cortar la llamada inundó sus oídos antes de reiniciar su nerviosa caminata en el balcón de la habitación del hotel.

Su amigo siempre había estado inmiscuyéndose en sus asuntos, molestando con sus cosas pervertidas, bromeando con él a costa de su virginidad y su TOC. Y ahora, cuando más lo necesitaba, cuando en verdad quería de él un consejo sobre qué hacer en esa situación, estaba desaparecido. La doctora Liones quería tener sexo con él.

—No... no puede ser. Debo estar soñando. —Pero no era así. Se dio un fuerte pellizco en la muñeca, dejando la tercera marca roja de esa noche en la piel, pero si el dolor no le había comprobado que aquello era real, la voz de su médico en el otro cuarto se lo corroboró.

—Señor Demon, ¿está bien?

—S... ¡sí! Todo está bien doctora, solo... esto... voy en un momento.

Ahora sí que estaba metido en un buen lío. Había aceptado, y definitivamente no había marcha atrás. Pero su mente seguía analizando el asunto, evadiéndose, y aunque esa era la séptima vez que lo hacía, volvió a revisar todas las variables. ¡¿Cómo se le había ocurrido aceptar con el TOC que tenía?! Toda la suciedad, fluidos, bacterias... Mentira. En el fondo sabía que eso ya no le importaba, aunque igual, la doctora había sido increíblemente atenta y estaba tomado un baño como preparación a su encuentro. ¿Miedo a que lo toquen? No. En realidad, se moría porque su terapeuta lo tocara, que no usara los guantes de látex, sino que deslizara las manos por todo su cuerpo, incluso por sitios que ni él mismo hubiera tocado. Si lo físico ya no era un problema, entonces, ¿cúal era?

Esta mal una relación de sexo sin amor. —Sí, él solía pensar eso firmemente. Pero, ¿y si esa era su única oportunidad para poder tocar a la doctora? Ella ya había dejado claro que todo era parte de su asesoría. Además, parecía que no le importaba su inexperiencia, ¿cuándo se iba a repetir la oportunidad con otra mujer tan inteligente, tolerante y comprensiva?

—Todo listo señor. Puede venir cuando se sienta preparado.

¡AAAAAAAAHHHHHHHHHH! —Su grito mental contrastó con el tímido "ya voy" que salió de sus labios, y antes de ser consciente de eso, sus pies ya estaban dando pasos rumbo a su habitación. Entonces recordó el único argumento que no había considerado, el único válido para atreverse a ir sin miedo ni vergüenza—. A mí todavía me gusta. Yo... estoy enamorado de ella. Y si alguna vez en mi vida tuve la oportunidad de elegir quien me quite la virginidad, en definitiva quiero que sea ella. —Y entonces, entró.

Se le cortó el aire con lo que vio. El cuarto estaba a media luz, con las cálidas lámparas color amarillo de la cabecera apuntando hacia el techo y proyectando bellas formas sobre la cama. Había un aroma fresco y dulce en el aire, algo entre floral y frutal. Le costó un segundo más darse cuenta de que se trataba del perfume de la doctora. Había una charola con dulces a un lado de la cama, él se preguntó de dónde la habría sacado. Una sensual música de saxofón en volumen bajo salía del celular rosa de la médico. Y al centro todo, por supuesto, estaba la divina diosa en una postura realmente sensual con una bata ligeramente entreabierta y el pelo suelto desparramado sobre la colcha.

—Yo... yo... —Ella pestañeo con coquetería, sonrió, y se levantó de la cama para acercarse a él con una expresión tierna y comprensiva.

—Se que la propuesta de hoy fue algo inesperado. Pero eso no quiere decir que yo pase por alto lo importante que es para usted. Considero un gran honor que tenga suficiente confianza en mí como para entregarme su virginidad. Es algo un tanto improvisado, pero trataré de hacer que esta experiencia sea especial para usted —Él no pudo hablar, solo asintió con la cabeza, y miró al piso antes de cerrar los ojos con fuerza. Ella logró que volviera a abrirlos al tocar su barbilla y levantar su rostro—. ¿Está listo?

—Lo... lo estoy. —Le sorprendió comprobar que en verdad lo estaba. Ella sonrió aún más, tomó una de sus manos, y empezó a desabrocharle las mancuernillas mientras seguía hablando.

—Bien, pues empecemos. ¿Recuerda lo que habíamos estudiado sobre "crear el ambiente"?

—Sí... esto, ¿lo de darle gusto a los sentidos?

—Exacto. ¿Quiere citar lo aprendido?

—Vista, olor, gusto, oído... —Decía esto al tiempo que sus ojos se posaban en todos los detalles que la bella peliplateada había preparado, y cuando llegó al último, tuvo que tragar saliva para hablar—. Tac... tacto.

—Correcto. Ahora, ¿cómo se sentiría más cómodo? ¿Con guantes de látex o sin ellos? ¿prefiere tocarme o que lo toque? —No lo creía. No era posible que la doctora Liones le estuviera haciendo esas preguntas. Pero igual, la respuesta brotó tímidamente de sus labios.

—S... sin, sin guantes y... po... por favor doctora, usted hágase cargo. Yo no... no sé cómo... esto...

—Shhhh... —Para ser casi científico, ella se veía muy feliz. Y eso lo relajó bastante—. Claro que sí. Relájese. No tenga expectativas. No tenga miedo. Solo disfrute y confíe en mí, ¿de acuerdo?

Esa voz. ¿Qué tenía esa voz que siempre lograba hipnotizarlo? Se quedó quieto, como el niño obediente que era, y miró con expectación como ella lo iba desvistiendo poco a poco. Sonreía con expresión tranquila, se movía despacio, apenas lo tocaba por encima de la tela. Cuando terminó de quitarle todo lo que tenía encima y lo dejó solo con la camisa y el pantalón puestos... le dio un fuerte y cálido abrazo.

—Mmmm... —Él se derritió entre sus manos. Ni siquiera había sido un toque libidinoso. Simplemente fue un gesto para darle confianza, y él correspondió colocando las manos sobre su espalda.

Su pelo... oh diosas, su pelo... —Por fin su fantasía se cumplía. Deslizó sus manos por aquella melena plateada, enterrando los dedos en su cabello como si fuera una cortina de agua. Tan sedosa, tan brillante, tan inmaculadamente limpia. Un gemido de satisfacción escapó de sus labios, y sonrió cuando ella se separó lentamente.

—Cierre los ojos. Y solo concéntrese en lo que siente. —Ella ya había hecho eso con él antes. Tomó sus manos, las movió como si fuera un títere, y lo dirigió para que se quitara él mismo la ropa. Sintió como su camisa se le deslizaba de los hombros, se sobresaltó con el sonido del cierre de su pantalón, se mareo un poco cuando ella lo hizo sentarse sobre la cama para quitarle los zapatos y luego lo puso en pie nuevamente. Y entonces, la dama puso las manos sobre él directamente.

—Aaaahhh...

Oh diosas... —Ese era, oficialmente, el primer gemido que daba durante el acto sexual. Los dedos de la albina se deslizaban sobre su espalda y subían de regreso en un suave masaje.

—Así. Muy bien, señor Meliodas —¿Era solo su idea, o la respiración de ella también se escuchaba agitada? Bueno, lo mejor era no pensar demasiado. Aquellas manos angelicales se deslizaron por todo su cuerpo menos sus genitales, acariciando, haciéndole cosquillas. Cuando toda su piel estuvo completamente erizada, ella pasó al siguiente nivel—. Perfecto. Ahora pasaré a sus zonas erógenas. Para su tranquilidad, me hice una limpieza bucal completa, y no debe temer ninguna suciedad.

—¿Qué...? ¡Aaahhhh! —Su lengua. Su lengua estaba lamiéndole el cuello. Recorrió su clavícula, su vientre marcado, sus costillas, sus caderas, y volvió a subir. Luego, chupó con fuerza su oreja, y al hacerlo, le dio un sorpresivo pellizco en los dos pezones—. ¡Doctora!, ¡doctora Elizabeth!

—Sí... disfrútelo. No se resista a las sensaciones —El rubio había proyectado inconscientemente las caderas, y observó con los ojos entrecerrados como ella se divertía con sus rosados botones. Las rodillas le temblaron, el mareo se incrementó, y él quería suplicarle que no parara. Entonces, ella dio el siguiente paso de su encuentro: metió los pulgares al elástico de su ropa interior, y de un sorpresivo tirón, la bajó hasta el piso, liberando su creciente erección y sacándole un grito. Entonces se separó de su abrazo, dio unos pasos, y se puso frente a él con una expresión indescifrable—. Perfecto... —La peligrosa dama se acercó a él para darle un beso en la boca, y mientras lo hacía, le encajó ligeramente las uñas en los muslos para acariciarlos. Cuello, labios, muslos, pezones. Al parecer la doctora había memorizado cada una de sus zonas erógenas.

—Paso dos, erotizar...

—Fufufu, veo que lo recuerda bien. Y ahora que ya hemos cubierto todas las zonas indispensables, finalmente podemos seguir con los genitales...

—¡¿Cómo?! ¡Aaaahhh! —Con una sonrisa de triunfo, la albina lo empujó hasta que se quedó sentado en la cama. Luego, con un ágil movimiento de muñeca, deshizo el nudo de su bata y la dejó caer al piso, revelando su espléndida desnudez. Visión que logró hacer que el miembro del rubio se pusiera aún más duro.

—Bueno, me parece que ya no le tiene miedo al término masturbación, ¿o sí? Este es el momento perfecto para poner a prueba lo que me preguntó el otro día. Quiero que se toque frente a mí.

—Yo... —Un poco de su yo inseguro y tímido asomó la cabeza en ese encuentro erótico. ¿Cómo iba a hacer eso frente a ella? Como si fuera un pervertido, un cerdo, un... pero, ella lo deseaba. Se lo devoraba con los ojos, y se mordía el labio mientras contemplaba su asta palpitante—. Es...está bien. Mmmm...

—Sí, así... —Sus dedos acariciaron justo entre sus esferas, apretaron el largo de su miembro, giraron sobre su punta, y luego, finalmente, apretaron con fuerza mientras subían y bajaban.

—Aaaahhh.... ¡Ahhh...! Mmmm... —La única expresión posible para la cara que la peliplateada estaba haciendo era "relamerse". Y ver que a ella le gustaba hizo que a él le excitara más—. Doctora...

—Permítame.

—¡Aaaaahhh! —Se había arrodillado ante él, abierto sus rodillas, y llevado su miembro a sus labios. Apretó la base con fuerza, se llenó la boca con su carne, y comenzó a subir y bajar la cabeza a un ritmo exquisito. Cuando lo sacó, se puso a lamerlo y besarlo por completo. Entre sus esferas, a lo largo, en la punta. Lamió como si se tratara de un helado, sopló como si se tratara de una vela, lo acarició como a un gatito. Y volvió a chupar, devorándolo hasta hacerlo jadear y gemir. Él solo podía verla maravillado. La última vez, había tenido los ojos cerrados. Ahora, estaba seguro de que era real, y el placer era tan intenso que sentía que no podría resistirlo más.

—No puedo, no...

—Tranquilo, ya falta poco. Procedamos a la parte final, la copulación. Le prometo ser gentil —Lo empujó de nuevo, dándole a entender sutilmente que se recorriera sobre la suave cama, y cuando quedó en el centro, se sentó con las piernas cruzadas frente a él y le indicó que hiciera lo mismo—. ¿Recuerda el artículo que le mandé?

—¿Eh? —Era un extraño momento para sacar el tema de su último material de estudio, sobre todo porque no podía dejar de mirar sus pechos con asombro. Se obligó a sí mismo a aclarar su mente, y así logró volver a concentrarse en su rostro—. Los... ¿Los siete ejercicios sobre sexo tántrico?

—Exacto. Los citaré para usted, y los realizaremos hasta llegar al orgasmo, ¿está de acuerdo? —De nuevo, asintió obediente, y se quedó hipnotizado contemplando sus labios—. Ejercicio uno, el presente sagrado; inhale profundamente y elimine todo pensamiento que lo distraiga de lo que está pasando en este momento —Eso no fue difícil. La verdad es que nunca había estado más concentrado en su vida, ni sido tan consciente de su cuerpo, ni estado tan cerca de una mujer—. Ejercicio dos: mantenga el contacto visual; y procure no dejar de mirarme durante todo el acto —Eso fue más difícil de hacer. Su yo tímido, con baja autoestima y miedoso, le suplicaba huir de su ardiente mirada, pero al mismo tiempo, sus ojos zafiros lo atraían como un poderoso imán. Ni siquiera parpadeó cuando ella lo empujó hasta recostarse—. Maravilloso. Tercer ejercicio, el control de los chacras; para este caso, haremos la versión corta.

—¡Aaaahhh! —Corta o larga, aquella experiencia era sin duda espiritual. La doctora besó con intensidad su vientre justo arriba de su sexo, luego su ombligo, su estómago, su pecho a la altura del corazón, su cuello, el centro de su frente, y por último, su cabeza.

—Cuarto ejercicio, la exploración del valle... uhmmm...

—Oh, por las diosas... ―eso si que no lo había esperado. La bonita albina lo tomó de la mano y llevó sus dedos hasta su propio sexo, aquella flor rosada y húmeda que latía entre sus piernas, y lo obligó a explorarla mientras su vagina emitía eróticos ruidos acuosos. Él movió los dedos, entre aterrado y maravillado, y los deslizó tratando de describir lo que sentía. Pero nunca había sentido nada igual. Ya ni siquiera le interesó saber si había bacterias o no en los fluidos que tenía entre sus dedos. Más bien lo que deseaba era... meterlos más profundo.

—Sí... oh... sí... continuemos con el quinto ejercicio.

—¡Gyaaa! —La peliplateada se había montado en él a horcajadas, con las rodillas a cada lado de sus caderas, lista para introducir su miembro en su ansiosa abertura.

—Descubrir el universo nuevo. Eso significa explorar nuestras mutuas zonas erógenas, pero en vista de que ya lo hemos hecho, nos limitaremos a concentrar toda nuestra atención en lo que pasa en nuestros genitales, ¿entendió? —Apenas. Porque ella había comenzado a balancear las caderas sobre él, introduciendo la punta en su ávida intimidad—. Le diré el seis y el siete de una vez, y le pido los tenga en consideración para después: ritmo y orgasmo valle. Significa que debe buscar movimientos que sincronicen su placer con el mío, y por el más tiempo que pueda, trate de contener su eyaculación. Hablaremos extensivamente de eso más tarde, pero por ahora... —Estaba listo. Ella sobre él, su asta palpitante apuntando hacia su interior, ambos con las respiraciones agitadas, y tan excitados que no podían más—. Ahora, voy a tomar tu virginidad, Meliodas.

—¡Aaaaaaahhhhh! —Fue una sensación muy extraña.

La intimidad de Elizabeth absorbió cada centímetro de piel, y él observó maravillado como su miembro desaparecía en el interior de aquella diosa. En cuanto estuvo completamente adentro, se quedó quieta, y permitió que él se adaptara a la sensación. Era suave, muy suave. Y cálida. Tibia. Húmeda. Resbalosa. Lo apretaba, solo un poco. Era simplemente deliciosa. Su respiración estaba agitada, no podía dejar de mirarla, no podía dejar de temblar, pero definitivamente ya no era de miedo. Y ella había dicho su nombre. No pudo detenerse a pensarlo mucho tiempo, porque en ese momento movió las caderas, y la sensación le provocó nuevos gemidos y temblores.

—No te resistas. Siénteme. Siente el pulso que late en nuestro interior... —Ahora sí entendía a qué se refería con ritmo. Ritmo en el movimiento de sus caderas, balanceándose atrás, y adelante, atrás, y adelante. Ritmo en sus pulsaciones, él cada vez palpitaba con más fuerza, y ella cada vez apretaba más. Ritmo en sus respiraciones, que para esas alturas se habían sincronizado misteriosamente. Inhalaban y exhalaban al mismo tiempo, y solo se interrumpían para gemir y jadear—. ¿Cómo se siente?

—Se siente... se siente... ¡Oh diosas! ¡aaaahhh! ¡uhmmm! ¡doctora! —Algo más fuerte estaba pasando. Una señal, un algo misterioso lo recorría de punta a punta del cuerpo. Había algo que tenía que hacer, solo que no entendía qué. Una ola tras otra de placer comenzó a chocar contra su cuerpo, llenándolo de una energía que no encontraba fuga. Entonces el suave balanceo de la albina se convirtió en otra cosa, y se vio montado salvajemente por aquella diosa erótica.

—¡Sí!, ¡aaaahhh!, ¡Siiii! Meliodas, vamos. No te resistas, déjate llevar. Obedece a tu cuerpo, haz lo que te manda.

¿Escuchar a su cuerpo? Nunca había tenido que hacer algo así. Sin embargo, no fue difícil. Este le gritaba, le imploraba desfogar su energía, corresponder al placer que estaba recibiendo, sincronizarse al ritmo de ella. Su cuerpo le indicó lo que tenía que hacer: comenzó a levantar las caderas, y la sensación fue tan placentera que tuvo que agarrarse de las sábanas mientras gritaba.

—¡Aaaaahhhh!

—¡Más! ¡Meliodas, sigue! —Sus manos buscaron dónde afianzarse en el terremoto que lo recorría, y el único sitio que halló fueron las piernas de la peliplateada—. ¡Aaaaaahhhh!

—¡Doctora! —Siguió lanzando su miembro hacia arriba, rebotando en ella y yendo a su encuentro cada vez que ella bajaba. Pero aún no era suficiente.

Tiempo después, el rubio no sabía decir exactamente cómo pasó, pero de alguna forma, en ese momento logró girar con su maestra de erotismo entre los brazos, intercambiando lugares y tomando el papel activo en esa, su primera relación sexual. Quedó encima, con todo su peso apoyado en ella, y su sexo enterrado en lo más profundo de su intimidad mientras los dos gemían.

—¡Apóyate en los codos! —gritó ella, siendo obedecida en el acto—. Y sigue. Por lo que más quieras, sigue... ¡aaaahhhhh!

Embestidas.

Ese era el término correcto, una de las primeras palabras que había aprendido en su glosario erótico. Le aterraba la idea de usarla en sus escritos, le parecía indecente, le parecía sucia. Sin embargo, no había otra forma de definir lo que estaba haciendo en ese momento. Sus caderas se movían solas, y estaba embistiendo a la albina con toda su fuerza y velocidad. La sensación era indescriptible, jamás había sentido tanto placer. Su yo obsesivo de la limpieza gritaba en el fondo de su mente pidiéndole parar, pero por más que diera la orden, él sencillamente no obedecía.

—No puedo... —dijo él en voz alta haciéndose consciente del sonido de sus cuerpos chocando—. No puedo parar... ¡No puedo parar!

—No tienes que. ¡Dámelo todo! ¡Kyaaaa! —Fue como llegar a la iluminación. Como si una parte dormida en su interior de pronto despertara y tomara el control. Un violento demonio del que no había sabido, pero que siempre estuvo ahí. Se dejó ir por completo, y tal como pedía la doctora, dejó salir esa criatura naturalmente sensual que en realidad era. La penetró sin piedad, llevándola también al límite de su resistencia, logrando sin proponérselo el tantra perfecto. Cuando ninguno de ellos pudo resistir más, por fin alcanzaron su nirvana, y el joven escritor culminó su primera vez eyaculando dentro de su doctora, y llevándola consigo en un orgasmo arrasador y profundamente espiritual.

Diez minutos después, el rubio se quedó dormido, roncando suavemente con la cabeza apoyada sobre los pechos de Elizabeth. Había sido celestial. Justo antes de que la peliplateada lo siguiera en su sueño, pensó que no se arrepentía de nada, y aunque aquella aventura resultara verdaderamente peligrosa, era una que valía la pena vivir. 

***

Que rico, fufufu 7u7 Y ahora, un secreto sobre este capítulo: ¿sabían que los siete ejercicios para el sexo tántrico son reales, y uno de los métodos más efectivos para tener relaciones sexuales sanas y placenteras? ^u^ Ya saben Coco y sus investigaciones. ¡Cómo me encantaría que dieran algo así cuando se habla de educación sexual en la escuela! Básicamente lo único que te dicen a lo mucho es: "esto es un pene, esto es una vagina, y nunca los juntes si no quieres morirte"  9_9 ¡Patético! ¿Qué hay de los tipos de anticonceptivos (no todo es condón), el sexo oral, los juguetes, el placer y las relaciones sanas? >_< En fin, aquí nomás sacando mis frustraciones XD Después de todo, he sido maestra alguna vez, y lo que me prohíben decirle a mis estudiantes lo digo acá en mis fanfics XD

Ahora, sigamos con la diversión ^u^

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