6 Cómo besar de forma eficiente

Hola a todos, aquí Coco, quien está disfrutando de que por fin haya llevado el viernes, aunque tenga la perspectiva de un fin de semana lleno de tareas XD Por hoy, me voy a permitir relajarme, ¿y qué mejor forma de hacerlo que trayéndoles un nuevo capitulo de esta divertidísima historia erótica? <3 

Ahora, antes de empezar, quiero darles de antemano una pequeña disculpa a las ganadoras de mi última cocotrivia :'0 Sé que habían pedido que actualizara de golpe todos sus capítulos y que volviera a publicarla en tiempo real, pero... ¡ahora mismo estoy demasiado ocupada por el final de semestre! ¡Gomenasai! >o< Les prometo que en cuanto lleguen las vacaciones me pongo a ello, pero de momento, espero que puedan disculparme y seguir disfrutando de esta obra de a poquito cada friday :'D [las soborna con un beso y un donut color rosa]

Muchas gracias a todos por seguir dándome su apoyo y tener paciencia UwU Sin más demora, pasemos a la lectura de hoy. Ya saben qué hacer, fufufu <3 

***

—¿Por qué? ¿Por qué? ¡¿Por qué? ¿Por qué no se me baja, maldición?

Meliodas llevaba cerca de veinte minutos bailando macarena bajo el chorro de agua fría, y su contundente erección no disminuía. Aunque claro, no era para menos. Después de su última sesión con la hermosa doctora Liones, prácticamente todas las noches soñaba con ella. Veía su dulce sonrisa, su cabello largo, sus ojos brillantes y su impecable presencia. La veía por todas partes, creía oír su voz, y en los momentos más inoportunos, incluso recordaba el tacto de sus manos. Era una locura, y sus sentimientos estaban igual de incontrolables que su entrepierna.

Lo más grave de todo era que, en realidad, él sentía que su atracción por ella no se debía sólo a lo físico. Podía reconocer los síntomas fácilmente, no por nada era escritor de novela romántica: las palpitaciones, el sonrojo, el suspiro atravesado en el pecho. Indudablemente se estaba enamorando. Pero ella parecía no haberlo notado ni un poco. Ni siquiera estaba seguro de que se hubiera enterado de que las flores de la vez pasada las había enviado él. Más allá de lo profesional, no había pasado nada, y el rubio se sentía cada vez más nervioso de haber malinterpretado la situación.

Pero, ¿en verdad había sido así? Después de todo, él no estaba seguro de si lo que pasó en su consultorio era normal o no. No tenía ni idea, ¿estaría permitido "estimular" al paciente de esa forma?, ¿lo había hecho con otros hombres que llegaron a su consultorio?, ¿o acaso había una pequeña posibilidad de que ella estuviera sintiendo lo mismo que él? Como si le contestara, su miembro reaccionó a esa emoción irguiéndose más y poniéndose más duro.

—¡Por las diosas! Muy bien, si no quieres cooperar, me encargaré de ti personalmente.

Se quedó viendo aquel pedazo de carne blanca con una expresión de profunda concentración, inhaló profundo, y lentamente llevó las manos hacia abajo. Ya lo había decidido. Después de todo lo que leyó y aprendió con la doctora, después de lo que ella hizo y lo que le había pedido para que pudiera avanzar, se había jurado que definitivamente le perdería el asco a la masturbación y comenzaría a mostrar valor en ese tema y todos otros los que la médico le había enseñado.

Hasta ahora, había logrado poner en sus escritos el nombre apropiado de los genitales, ya no gritaba de miedo ante una página de porno, ni sentía la inmediata compulsión de limpiarse cuando alguien lo tocaba. O bueno, solo un poquito, pero considerando lo grave que fue antes su TOC, era un enorme progreso. Y este no sería la excepción. Aprovechando que aún estaba en la regadera, abrió la llave del agua caliente, tomó un poco de jabón líquido del servidor, y comenzó a frotar sus manos para hacer espuma mientras un vapor tibio comenzaba a llenar el cuarto.

—Vamos tonto, ¡es fácil! Hazlo como ella te enseñó —Meliodas se puso a repasar mentalmente tanto sus escritos como su sesión práctica, y fue enlistando todo con absoluta seriedad—. Paso uno, autoerotizarse. A ver, a ver, a ver, ¿cuáles eran mis zonas erógenas? —El cuello, los muslos, la entrepierna. El rubio comenzó a frotar el jabón en cada una de esas partes, y se sintió un poco mareado por la ola de calor que se extendía sobre su cuerpo—. Bi... bien. A continuación, una exploración amable —Cerrando los ojos con fuerza, el escritor llevó sus temblorosas manos hasta su miembro y, con infinita timidez, comenzó a masajear sus esferas como la médico lo hizo. Ya estaba pasando al cuerpo del pene cuando apartó las manos de golpe—. ¡No, no, no!, ¡no puedo!

"Y es así como llegamos a la parte final de nuestra exposición..."

Meliodas vio con toda claridad el rostro de la doctora frente a él, y se le retorció el estómago al pensar en la cara de decepción que pondría de saber que tiraba sus enseñanzas así a la basura. El sexo no era algo malo. Era algo natural, bello, íntimo, y sólo sería malo si él lo veía así. Y estaba cansado de verlo así.

—Sí puedo, ¡claro que puedo! —Entonces se agarró firmemente la base del miembro, y comenzó a deslizar la otra mano hacia arriba y hacia abajo. En un primer momento fue agradable, la visión de su piel enjabonada siendo limpiada por la espuma le provocó una ola de placer. Sin embargo, él sabía que eso se debía a su TOC, y la sensación desapareció en menos de un minuto dejándolo con la impresión de que era inútil. No se estaba excitando—. ¿Pero por qué?, ¿qué es lo que estoy haciendo mal? —El segundo minuto pasó sin mejoras, y cuando estaba a punto de rendirse, de nuevo volvió a él la visión de unos ojos azules.

"Señor Meliodas...".

—Aaaahhh... —Volvió de golpe a la realidad al notar que aquel gemido era suyo. Había gemido solo con el recuerdo de ella—. ¡Eso es! Entonces... —Llevó las manos nuevamente a su asta palpitante, apretó con decisión, y con el hermoso rostro de su doctora grabado a fuego en su mente, comenzó a masajear. La intensidad del placer fue tan grande que tuvo que apoyar la espalda contra la pared para evitar caerse—. ¡Aaahhh!... mmmm... —Siguió apretando, arriba y abajo, y después recordó los otros movimientos que ella había hecho.

"Hay muchos otros tipos de masaje y estimulación que se pueden hacer...".

Imaginando que era ella quien se lo hacía, Meliodas se dejó llevar y acarició con fuerza y ritmo. La sensación era deliciosa, su cuerpo gritaba agradecido mientras se autoerotizaba y entraba en trance. Inconscientemente comenzó a mover las caderas hacia atrás y adelante, tomó otro poco de jabón para que la exquisita sensación resbalosa continuará, y comenzó a usar ambas manos. Mareado, lleno de jabón y con el eco de sus propios gemidos resonando en sus oídos, el escritor se masturbó hasta alcanzar un ritmo frenético.

Elizabeth... mi Elizabeth...

"Meliodas..."

—¡Nghya! —Lo había conseguido. Un cálido chorro de líquido blanco cayó en sus manos, la dolorosa erección desapareció en el acto, y él terminó sentado en el piso de su regadera boqueando por aire. El agua se llevó el resto de sus fluidos, y cuando por fin recobró la conciencia, se hizo una bolita y comenzó a rodar de un lado a otro—. Ay no, ay no, ay no, ¡¿qué hice?! Acabo de masturbarme pensando en mi doctora, ¡gyaaaaaaaaaaaaa!

El paniqueado escritor se levantó de golpe y comenzó a tallar con insistencia todo su cuerpo con la esponja. Se hizo una desinfección completa, salió con bata y toalla en la cabeza, y así vestido, sacó su aerosol desinfectante y se puso a rociar cada rincón de su casa.

*

—¡Sniff-sniff! Ooooooh, ¡jefe! —El pelimagenta se sonó la nariz ruidosamente al otro lado de la línea mientras Meliodas volteaba los ojos con fastidio.

—¿Por qué te pones así? Sabía que no había sido buena idea contarte.

—Lo siento mucho Meliodas, es que... estoy tan conmovido, ¡es la primera vez que mi niño le jala el pescuezo al ganso! ¡Estoy tan orgulloso de ti! ¡Buaaaaaaaaaa! —El pelimagenta siguió berreando mientras su amigo le soltaba todo el vocabulario altisonante que se sabía, y cuando ambos terminaron, el editor rió alegremente y siguió la conversación—. Pero en serio, esto es un gran avance. La doctora también estará fascinada con tu progreso.

—¡No te atrevas a mencionarlo! —Dos segundos de silencio, y la sonrisa del chico de anteojos comenzó a expandirse de forma grotesca.

—¿Por queeeee? —Más silencio, y entonces el de ojos ámbar comenzó a dar grititos dignos de una fangirl—. ¡Lo sabía! ¡Estabas pensando en ella cuando te la jalaste!

—¡Cállate! —El ataque de risa que le siguió duró casi un minuto entero, y cuando al fin se calmó, un Meliodas ruborizado hasta las orejas trató de regañarlo—. No es como lo piensas. Además, ¡no se dice "jalarle el pescuezo al ganso"!

—¿Entonces cómo quieres que le diga? Me sé muchos sinónimos: chaquetearse, pulirse, ordeñar, bombear, darse manita, pelar la banana...

—¡Basta ya! No seas vulgar, que me ha costado mucho trabajo aprenderme el vocabulario correcto. Se dice mas... masturbarse. O autoerotizarse, es más correcto. O en el último de los casos, "onanismo".

—Pues estoy impresionado. Tu progreso ha sido in-cre-í-ble —Meliodas no pudo evitar sonreír complacido al oír esto, pero su burbuja de felicidad se reventó cuando su editor le hizo la siguiente pregunta—. Jefe, no quisiera presionarte ni nada pero, en vista de que vas tan bien, ¿sería posible que me dieras un adelanto del material que estás haciendo? Mael ya comenzó a ser más insistente.

—Sí, sobre eso...

—¿Aún no has escrito nada?

—¡Por supuesto que sí! Pese a todo, soy un profesional.

—¿Entonces? —El rubio suspiró sonoramente y se rascó la nuca preocupado.

—Tengo bloqueo. Ya tengo la trama pensada, una sinopsis, e incluso el esquema de los primeros capítulos. Pero como la primera de las escenas eróticas que voy a escribir comienza con un beso... pues...

—No... ¡no me digas que aún no has besado a la doctora!

—¡¿Estás loco?! ¡Claro que no!

—Pero Meliodas, ¡ella te gusta! —Se volvió a hacer silencio en la línea, pero esta vez, el rubio no trató de negarlo—. ¿Si te gusta no? —Un suspiro exasperado, y enseguida se oyó la respuesta.

—Eso no es importante. En todo caso, lo que quiero que hagas es que llames a su consultorio para decir que estoy enfermo. No tengo cara para verla, y además, me gustaría usar ese tiempo para repasar los materiales que me dio y tratar de desbloquearme.

—De acuerdo. —El rubio se quedó extrañado de lo rápido que el pelimagenta aceptó, pero como eso era justo lo que él quería, no hizo más preguntas y dio por terminada la llamada.

—Gracias Gowther, estamos en contacto.

—Claro. —Se escuchó el "bip" de su amigo al colgar, y no pasó ni un segundo cuando el emocionado escritor tomó nuevamente el aparato para marcar el número que ya había memorizado

—Consultorio de la doctora Liones...

—Hola, buenos días Mela.

—¡Señor Gowther! Un placer volverlo a oír, ¿llama para confirmar la cita de hoy?

—No exactamente. Me preguntaba si podía hablar unos minutos en privado con la doctora. Hay un par de cosas que me gustaría decirle sobre nuestro cliente. —Todo esto fue dicho en un tono que Melascula conocía demasiado bien, y con una sonrisa de satisfacción en los labios, accedió gustosa.

—Normalmente no hago eso, pero creo que hoy haré una excepción. Espere un momento en la línea. —Durante veinte segundos sonó una adorable música de fondo de temática romántica, y cuando por fin se descolgó el auricular, Gowther estaba que saltaba de alegría por la sorpresa que le iba a dar a su amigo.

*

Nada. Meliodas tenía la cabeza completamente vacía. Se daba la vuelta una y otra vez por su estudio, con una taza de té en las manos y la laptop encendida, pero no le venía ni una sola idea sobre cómo empezar. Había escrito romance cientos de veces, todas sus mejores escenas terminaban con un beso. Ahora, sin embargo, se sentía incapaz de teclear nada. Volvió a abrir el libro "El arte de besar", pero por más que ahí se explicaran más de 108 formas para hacerlo, ni una sola parecía encajar con lo que él quería. Se sentía tan vacío como cuando se tocó sin tener a Elizabeth en la mente.

—Vamos, si no puedes con esto, ¿cómo demonios podrás con la escena de sex... sexo? —Entonces volvió a tomar asiento, se limpió las yemas de los dedos antes de teclear, y cuando estaba a punto de hacerlo, el cantarín sonido de su timbre lo detuvo—. ¿Eh?, ¿quién será?, ¿acaso Gowther habrá venido a ver lo que llevo? —Ajustando más su suéter holgado y acomodándose los lentes, el rubio encendió el intercomunicador—. ¿Diga?

—¿Señor Meliodas? ¿Cómo está?, soy la doctora Liones —Él casi se cae al piso al escucharla, todo su rostro perdió el color, y estuvo por entrarle un ataque de pánico—. Estoy aquí para su sesión a domicilio, le traigo unas medicinas y nuevo material de estudio, ¿me permitiría pasar?

¡Maldito Gowther! —El rubio quería matar a su escritor, ¿cómo se atrevía a hacerle esa jugada? Él no se había arreglado, no tenía comida en el frigorífico, ¡y esa sería la primera vez que estaría a solas con una mujer en su casa!

—¿Señor Meliodas?

—Ya... ¡ya voy doctora! —No había tiempo para pensar. Con las manos temblorosas y el corazón palpitando a mil por hora, el escritor abrió a su médico. Estaba impecable, su pelo recogido en un moño, y su distintivo aroma a coco emanando de sus poros—. Pase. Disculpe si no tengo nada preparado, yo... —En seguida fue silenciado por un beso en la mejilla, y un cálido saludo por parte de su terapeuta. Con un gesto fluido y elegante, ella se adentró en la casa, dejó sus zapatos en el recibidor, e incluso tomó un poco del gel antibacterial de la repisa. Era perfecta, y Meliodas tuvo que pellizcarse la pierna para tratar de volver a la realidad.

—Esto... ¿cómo, por... ¿por qué?

—¿No lo sabía señor? Su editor me llamó esta mañana para comunicarme que estaba un poco enfermo, pero que igual tenía que avanzar en los primeros capítulos de su escrito. Me preguntó si sería mucha molestia revisar ambos, y por supuesto, no es ninguna molestia para mi. Usted es uno de mis pacientes favoritos. —Meliodas se ruborizó hasta las orejas con el último halago, y cuando notó que la doctora seguía parada en medio de la sala, por fin sus buenos modales se reactivaron y pudo volver a pensar.

—Por favor siéntese. Estoy muy feliz de tenerla aquí, ¿quiere una taza de té?

Era diferente. Y también maravilloso. Fuera de su consultorio, la doctora era aún más cálida y dulce, y pronto los nervios se le fueron pasando. Al cabo de media hora, estaban charlando como viejos amigos. Él tuvo que fingir que le dolía un poco la cabeza y la garganta, y aunque casi se desmaya cuando ella le auscultó las anginas, al final resultó que el té sí que lo ayudó a sentirse mejor. Revisaron el material de estudio que le dio, charlaron un poco más sobre el trabajo y asuntos profesionales, pero cuando llegaron a lo de sus escritos... su timidez volvió a hacer acto de aparición.

—...Pero tengo bloqueo creativo. No sirven de nada mis avances si no puedo escribir ni una sola línea para la editorial.

—No se angustie señor. Hagamos esto, si le parece bien, yo puedo revisar lo que lleva y decirle mi opinión sobre cómo iniciar una escena erótica.

—¿De verdad?

—Lo haría gustosa.

—De... de acuerdo —Hacía mucho tiempo que el rubio no sentía pena de que alguien lo leyera. Eso era muy de novatos, y hacía años que él se dedicaba a la escritura. Igual, prácticamente ni respiró hasta que ella terminó de leer. Durante todo el proceso, miró embelesado como las expresiones de su rostro cambiaban. Incluso habría jurado que se ruborizó un par de veces. Cuando al fin volvió a levantar la mirada, tuvo que tragar saliva antes de atreverse a preguntar—. ¿Qué le parece?

—Verdaderamente es un profesional señor Meliodas —Él volvió a sonreír y ella puso esa cara dulce que tanto le gustaba al rubio—. Me temo que no puedo ver el problema. A mi me parece que el escrito va muy bien, ¿porqué aún no ha llegado a la parte del beso?

—Es que sencillamente no puedo decidirme —Sus orejas rojas delataron lo mucho que aquel tema le perturbaba, y al final, decidió decir la verdad con un suspiro—. No sé cómo...

—¿Cómo escribir o cómo besar? —El pobre casi entra en shock al oír la broma de la doctora, que acto seguido se puso de pie, y tomó de la repisa el libro "La ciencia de los besos"—Pero si ya se ha leído todo el material que le di, ¿por qué no escribe sobre alguno de los tipos que aparecen en la lista de la doctora Helen Fisher?

—¡Son demasiados!

—¿Y qué tal uno de los dieciocho que aparecen en el artículo que le mande?

—Pero... —Hubo unos segundos de silencio incómodos, y después la doctora se sentó a su lado en el enorme sofá.

—Creo que entiendo el problema. Tal vez lo que usted desea en el fondo es que el primer beso de sus personajes tenga significado, ¿no es así?

—¡Exacto! En mi estilo de escritura, es muy importante que ambos tengan una conexión real.

—Entonces se me ocurre una solución muy fácil. Señor, ¿por qué no trae la lista de los 18 tipos básicos de beso, y me cuenta sobre los que a usted más le gustaron.

Fue un alivio que le hubieran revisado las anginas, porque Meliodas sintió que se iba a ahogar. Pero ya no había marcha atrás. No iba a desperdiciar una visita a domicilio de la doctora cuando ella era una mujer tan ocupada. Tragó saliva, sacó el artículo impreso del cajón, y volvió a sentarse al lado de la albina.

—Bu... bueno, veamos. El primer tipo de beso es en... en la mejilla. —Por un segundo ella pareció decepcionada, pero un momento después, sonrió y dio un aplauso que lo invitaba a seguir.

—Maravilloso. Sin embargo , no creo que ese sea el sentimiento que buscamos para esta escena. Me temo que tendremos que hacer varias pruebas hasta que usted esté convencido de que es el correcto.

—¿Y cómo?

—A través de la experimentación. Pruebe con varios tipos de besos, y cuando encuentre la reacción apropiada, escriba sus observaciones y tendrá una fuente de primera mano para su obra.

—Pe... pero... —Debía admitir que era una idea brillante. Y además, esa era la oportunidad ideal para hacer aquello que había soñado tantas veces. ¿Sería correcto hacer ese tipo de experimentos con la doctora? Cuando vio su expresión neutral, estuvo convencido de que podía hacerlo sin ningún problema. Se obligó a calmarse, inhaló hondo, y leyó los nombres solo de aquellos tipos de besos para los que él se creía preparado—. Está bien. Entonces, ahm, el siguiente tipo de beso es el "beso soplado".

—Haga una demostración.

—A... así... —El rubio se besó la palma de su propia mano, la abrió, y con la cara completamente roja, lo sopló en dirección a ella.

—Fufufu, adorable. Pero sigue sin parecer suficiente.

—Bueno... también está el "beso del caballero". Así... —El ojiverde tomó la mano de la albina, se inclinó un poco, y le dio un beso en el dorso de forma respetuosa. Como tenía los ojos cerrados, él no notó que ella hacía una expresión de gozo increíble.

—Se acerca un poco más, pero creo que parece poco para una pareja apasionada.

—¿En serio? Entonces... —Meliodas se acercó lo más que se atrevía a ella, la sujetó de los hombros, y lentamente acercó sus labios a su rostro... solo para besarle la frente—. A este le llaman "beso de madre", y cuando se da en los párpados, "beso del ángel".

—Sí, pero me temo que esto sería más apropiado si estuviéramos hablando de familia. ¿Tal vez algo un poco más íntimo?

—¿Qué tal así? —El ojiverde volvió a acercar sus caras, y cuando sus labios ya estaban a punto de tocarse... simplemente frotó las puntas de sus narices—. Ese es el beso esquimal. —Un sonido de risa contenida se escapó de los labios de la albina, y como él creyó que se burlaba, se apartó de ella con el rostro encendido.

—Disculpe señor, no pretendía incomodarlo. Todo eso está muy bien, pero si me permite, me gustaría sugerirle los tipos de besos de esta lista que a mi me parecen mejores para su obra.

—Por... por supuesto. Adelante.

—Primero, todo beso debería estar acompañado de contacto corporal para que sea una experiencia de unión, de otro modo, las escena puede verse un poco plana. De esta forma... —La doctora volvió a ponerse guantes de látex, se acercó mucho a él... y lo abrazó por la cintura sin apretarlo demasiado—. También, no necesariamente deben ser en la boca. Como usted propuso, pueden ser en otras partes del cuerpo y seguir siendo placenteros. Por ejemplo... —Meliodas tuvo que quedarse quieto e inhalar fuerte cuando la bonita doctora llevó los labios a su cuello—. Este se llama el "beso del vampiro". Tiene una variante más intensa, ¿está listo?

—S... sí. Pero... ¡aaahhh! —Él no pudo contener su gemido, porque justo en ese momento estaba recibiendo de la doctora el primer chupetón de toda su vida.

—Tiene razón, no le recomiendo este beso para el capítulo uno. Demasiado intenso, y se aplica mejor para escenas de celos. También tenemos este otro que es más amable...

—Mmmm... —Lo siguiente que ella hizo fue llevar los labios a su oreja, comenzó a darle pequeños picos, y al final terminó, lamiendo el lóbulo—. Ngh...

—Este es el tipo de beso ideal antes de una escena de sexo. Pero si lo que quiere es algo tradicional, basta con que aplique las técnicas básicas de su material de estudio: recuerde comenzar despacio, incline la cabeza para no chocar los dientes, y es mejor si se concentra en uno solo de los labios, inferior o superior, usted decidirá. Así...

Y entonces finalmente sucedió. Con ojos como platos y completamente paralizado, Meliodas recibió el primer beso de su vida. La doctora chupaba suavemente su labio inferior, lo había atrapado en una succión dulce que no lo dejaba ir. Luego llevó su mano hasta la parte de atrás de la nuca del rubio para atraerlo hacia ella, y en cuanto comenzó a corresponder, no hubo marcha atrás.

Se besaron lentamente, con dulzura, y la caricia se iba haciendo más intensa conforme pasaba el tiempo. Él terminó sujetándose al dobladillo de su blusa, ella atrapó su rostro entre sus manos, y antes de que se dieran cuenta, sus cuerpos estaban pegados y ya no podían parar. Meliodas se sentía en el cielo, cerraba los ojos para dejarse llevar por la exquisita experiencia, y cuando creía que ya estaba a punto de terminar, ella mordió ligeramente su labio, haciéndolo gemir y abrir la boca justo el espacio apropiado. Porque entonces metió la lengua.

La doctora Elizabeth Liones estaba dándole un beso sabor a menta, explorando el interior de su boca y enroscándose en una batalla sensual. Él comenzó a gemir fuerte, yendo a su encuentro y tratando de hacer la misma exploración en la boca de ella. Era delicioso. Se le olvidaron los límites profesionales, la vergüenza, e incluso su TOC. La succión se hizo más intensa que nunca, y cuando por fin se les acabó el aire, se separaron.

—Bu... bueno. Creo que definitivamente ese es el beso que debo usar. ¿Francés, verdad? Si me permite un momento para escribirlo... —Pero ella no se lo dio. Antes de entender lo que estaba pasando, la doctora se arrojó sobre él otra vez y volvió a besarlo aún con más intensidad. Sin separar sus labios, lo empujó sobre el sofá y quedó encima de él, apresándolo con su cuerpo.

Doctora... —Él hizo un leve intento de defenderse y tratar de quitarla, pero ella lo único que tuvo que hacer fue tomar sus dos manos y sujetarlas por encima de su cabeza mientras seguía—. Elizabeth...

Fue el mejor momento de su vida. El beso seguía y seguía, y pese a la saliva, los sonidos lujuriosos y la delgada capa de sudor de su cuerpo, Meliodas no quería que parara. ¿Qué era un TOC?, ¿qué significaba ser virgen? Todo eso dejó de importarle cuando logró encontrar el ritmo perfecto e ir en busca de ella. Sus caderas comenzaron a balancearse inconscientemente, la albina logró acomodarse entre sus piernas, y unieron las palmas de sus manos entrelazando sus dedos con fuerza, como queriendo fundirse con el otro. Cuando parecía que sería inevitable pasar el siguiente nivel... ambos se detuvieron abruptamente.

El celular de la doctora estaba sonando.

—Disculpe... —Ella se levantó por completo, dejándolo medio desmayado sobre el sofá, y en cuanto contestó el teléfono, su humor cayó por los suelos—. ¿Aloh? Ah, es us... sí señor Estarossa, recibí las flores..., gracias, pero este no es un buen momento señor, y... —La llamada siguió por otro medio minuto, y cuando el rubio pudo volver a sentarse correctamente en el sofá, aquel fastidio por fin terminó—. Entiendo. Iré enseguida. —Entonces la albina colgó, recogió sus cosas lo más rápido que pudo, y se giró hacia su paciente con rapidez—. Discúlpeme señor Meliodas, surgió un inconveniente y tengo que ir al consultorio en seguida.

—Pe... pero... —Ella se iba. La siguió a la puerta, la vio ponerse los zapatos, y justo cuando estaba abriendo la puerta, por fin logró hablar—. ¡Doctora! —Ella se detuvo un momento para verlo a los ojos, y haciendo uso de todo el valor que tenía, el rubio le sonrió—. Muchas gracias por la consulta a domicilio y la asesoría. Si le parece bien, me gustaría compensarla, ¿acepta usted ir a cenar conmigo el próximo sábado?

Ella guardó un largo silencio que él no supo interpretar, pero cuando parecía que estaba por decir no... sonrió, le dio un beso de despedida, y asintió con entusiasmo.

—Claro que sí señor. Llame a mi secretaria para que agende la cita. Estaré encantada de ir a cenar con usted.

***

¡Uff! Eso fue intenso y hermoso >///<  Y ahora, un secreto de este capítulo: ¿sabían que, a partir de aquí, esta obra dejó de ser de colaboración y Coco tuvo que seguir el camino de su amada Beth solita? UwU Traté de preservar el buen humor y lo sexy de nuestro sentimiento original, y aunque las cosas a partir de este momento se van poniendo algo más intensas, creo que en el fondo se sigue conservando el espíritu del cocobeth, ¿qué dicen? ^w^ Otro pequeño secreto: ¿sabían que el libro sobre besos que Elizabeth le recomienda a Meliodas en verdad sí existe? ^u^ El de la doctora Helen Fisher. Coco hace mucha investigación, y le da un buen uso a todo, fufufu.

Bien, eso sería todo por ahora cocoamigos. Nos vemos la próxima semana para más, y el domingo en otra historia <3 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top