30 Sobre apuestas en el amor
Fufufu, ya volvimos ^u^ Hola a todos, aquí Coco, quien tras el breve descanso de San Valentín vuelve con su obra favorita, y que espera se hayan divertido mucho en este mes del amor. Volvemos a las cosas serias, claro, con nuestro toque de comedia. La primavera se acerca junto con el clímax de esta historia, y ahora, tocó el turno de ver un poco en la cabecita de nuestros antagonistas. Comienzan las conspiraciones, ¡más fufufu! *u* Los dejo para que vayan a ver de qué hablo, les mando un beso y un abrazo y, como siempre digo, ya saben qué hacer °3^ Posdata: también les dejé un detallito en mi libro de one-shots, no olviden pasarse por allá.
***
—¿Crees que esto es un juego? —Por fin había recibido la llamada que tanto temía. Liz volteó los ojos con fastidio, resignada, y dejó que el otro se desahogara por lo que sabía sería al menos media hora de insultos y pataletas al teléfono—. Estoy decepcionado de tí. Nunca te costó conseguir a quien quisieras, se suponía que robarte a ese nerd sería la cosa más sencilla del mundo.
—Ya te dije que no es fácil —replicó débilmente, pues sabía que él no escucharía nada estando tan enojado—. Meliodas no es como piensas.
—Meliodas esto, Meliodas lo otro. ¿Acaso tu también perdiste la cabeza por ese tipo? ¿Es que tiene una varita mágica en lugar de pito? —Le parecía ridículo que preguntara eso cuando en su último informe le confirmó que no hubo avances respecto al sexo, pero igual lo dejó seguir mientras se acomodaba el celular entre el cuello y hombro—. A ver, explícame de nuevo —dijo tras un minuto entero de quejidos—. ¿Por qué no te es posible atrapar al idiota?
—El "idiota" resultó ser una de las personas con más cerebro que conozco —repitió como la última vez—. No es alguien a quien puedas conseguir con un calentón. Hay que ganárselo con intelecto.
—Intelecto un cuerno. ¿No me habías dicho que es tan inocente que ni las indirectas entiende? Y ahora sales con la excusa de que es muy listo. ¿No ves que el zorro astuto te está manipulando? —Liz no pudo aguantar la carcajada que le salió del pecho, tan irónico le resultaba el comentario—. ¡¿De qué te ríes, puta?!
—Bueno, vamos por partes. Primero, tranquilo cariño. Tú tienes el privilegio de ser el único bastardo que me manipula, así que aplaca esa envidia y celos infundados.
—¡Hija de...!
—Segundo —lo cortó—. Una cosa es ser inteligente, y la otra ser astuto. Meliodas no tiene un gramo de malicia en el cuerpo, pero es muy cuidadoso con sus interacciones sociales, y tiene una ética bastante sólida. No basta con que alguien "lo encienda" para invitarle a la cama. La susodicha tiene que merecerlo.
—¿De qué diablos hablas? ¿No dices que no se deja seducir?
—¡Estoy hablando de amor! —estalló por fin. Era absurdo, sabía que perdía el tiempo tratando de enseñarle a Estarossa lo que significaba esa noción, pero igual estaba harta y no había otra explicación para lo que estaba ocurriendo—. Respeto, confianza, cariño, esas cosas.
«Cosas de las que eres incapaz», pensó con amargura.
—La lista es larga, ¿sabes? Y construir cada punto toma tiempo. —Se quedaron en silencio, escuchando solo estática por casi medio minuto, y el siguiente sonido que él emitió fue un largo suspiro.
—Sabía que tendría que haber contratado a una actriz en vez de a ti.
—Inténtalo. La pobre chica será bateada más rápido que en Homerun, será divertido verla.
—¡Es un enclenque perdedor, solterón y patético!
—¡Es un hombre decente, un caballero, y un romántico empedernido! Afrontémoslo, Ross. Perdí la apuesta. Nadie que no sea esa doctora va a entrar en su cama. Sería más fácil que tú intentes entrar a la de ella. Igual y la quincuagésima vez es la vencida.
—¡Eres una...! —Había puesto el dedo en la llaga y lo sabía, pero la verdad, cada vez le importaba menos las consecuencias de irritarlo. No mentía respecto a lo imposible que resultaba seducir a Meliodas, y además, odiaba desde el fondo de su corazón tener que hacerlo. Solo quería librarse de aquella situación e ir a casa. Para lograrlo, tal vez era hora apostar por un nuevo ángulo.
—Escucha, Ross. Te conozco —dijo cuando al fin se calmó—. Siempre has sido un mal perdedor, pero nunca uno terco o estúpido. Tú no eres así, no te obsesionas con tus conquistas fallidas. Normalmente las olvidas, o si te importó mucho, consigues tu venganza y ya está. Sin embargo, a ella no le has hecho nada. ¿Por qué es diferente? ¿Qué es lo que hace a la doctora Liones tan especial para ti?
—Tú no lo entenderías —El tono en que soltó aquello desconcertó a Liz. El oscuro abogado nunca había sonado tan vulnerable—. No es de tu incumbencia. Lo único que tienes que hacer es obedecerme y ya, solo tienes que sacarle a ese papanatas de encima y listo.
—Imaginemos por un momento que lo consigo —siguió la pelirroja, guiándolo hacia donde quería—. Imaginemos que, incluso si no logro enamorarlo, logro acostarme con él. ¿Qué harás entonces? ¿Crees que con decirle que su novio le fue infiel ella caerá rendida en tus brazos?
—¿Y por qué no? —Su voz denotaba un toque de demencia—. Estará herida y vulnerable. Bien podría acostarse conmigo por despecho.
—¿Y luego? Entiende, Ross. Las chicas necesitamos más que buen sexo. Todas las mujeres buscamos amor.
—No, ella no —debatió—. A mi Elizabeth nunca le importaron esas cosas. Esas cursilerías son para mentes débiles, ella está hecha de acero. Su corazón es impenetrable, es una afrodita guerrera, no necesita nada ni a nadie, solo a quien la complazca como se merece. Yo puedo ser esa persona, solo tiene que darse cuenta de que el amor es una pérdida de tiempo. —Un nuevo suspiro quedó entre los dos, esta vez emanando de Liz.
«No hay caso», se dijo con tristeza. «No se da cuenta de que por eso no encuentra la felicidad con ninguna mujer». Así había pasado con ella y su compromiso fallido. Así pasaba con todas sus novias, amantes, e incluso con su prometida actual. No sabía el origen del trauma que lo había llevado a ver las relaciones de una forma tan retorcida, pero ella ya no quería ser parte de ese drama.
—De cualquier forma, creo que mi papel aquí terminó. Prometo pagarte el favor que te debo con cualquier otra cosa, en cualquier otra ocasión, pero como ahora es imposible, me parece que...
—Ah, no —dijo firmemente, y Liz sintió un escalofrío de terror al sentir el peligro—. No irás a ninguna parte. Vas a acabar el trabajo que te encargué. Y lo harás, porque ahora me debes más que un favor.
—¿A qué te refieres?
—Perdiste la apuesta —Una risa macabra se colaba entre sus dientes, y la pelirroja sintió que sudaba frío mientras toda la ira y frustración de su ex se volcaba en ella—. Y ya sabes cómo nos gusta jugar a tí y a mí cuando eso pasa. No lograste conquistar a Meliodas, de acuerdo. Ahora tu deuda es doble, y no solo deberás acostarte con él, sino que me ayudarás a destruirlo para que no vuelva a estar con ninguna otra mujer.
—¿Y si me niego? —Lo retó, tan asustada como furiosa—. Nada de lo que me hagas vale la pena para...
—No, no te haré nada a ti. ¿Pero qué tal a esa persona? —Liz sintió como si le acabaran de romper una botella en la cabeza.
—No te atreverías —Trataba de no temblar, pero apenas podía controlarse—. Juraste guardar el secreto.
—No, yo te hice el favor de no revelar su secreto a cambio de un cheque en blanco que me estoy cobrando ahora. ¿No me pagas? Muy bien, pero a cambio, le cobraré a ella con intereses el que me hayas defraudado.
—¡Déjala en paz! ¡Esto es entre tú y yo!
—No querida. Esto es entre Meliodas y nosotros. Olvídate de enamorarlo. O te acuestas con él con evidencia como para dejarlo en clínica, o veré que la que la visite sea ella. ¿Qué eliges?
«Está loco», se dijo al borde de un ataque de pánico. «¡Es un maldito psicópata!». Estaba a punto de perder el control, quería gritar de rabia y arrojar el teléfono por la ventana. Entonces se dio cuenta de algo. «Espera, no hay por qué apresurarse. Está tan desesperado por todo esto que no está siendo racional. Tengo que usar eso a mi favor, ¡tengo que hacer que se equivoque!». Haciendo uso de toda la sangre fría y encanto del que era capaz, respiró profundo antes de comenzar de nuevo su juego de poker.
—Oye, tranquilízate bombón. Solo estaba jugando pesado contigo, ya sabes cómo me encanta provocarte. Es obvio que te elijo a ti, soy tu perrita hasta que la deuda esté saldada.
—Eso es lo que quería oír. Entonces, ¿cuándo te acostarás con él?
—Ya que me pusiste en esas, si vamos a jugar sucio, lo haremos tan sucio como sea posible. Incluso es probable que tengas que ensuciarte las manos conmigo. ¿Sabes a lo que me refiero?
—Claro que sí —rió con tanto placer como si estuviera teniendo un orgasmo—. ¿Por dónde empezamos?
—Ya que dejamos de lado lo del enamoramiento real, al menos debemos montar un escenario lo suficientemente creíble para satisfacer a tu diosa. Puedo brindarte la inteligencia que necesitas desde dentro, y buscar el momento propicio para la gran función.
—Soy todo oídos.
—Comencemos tendiendo la red. ¿Recuerdas que te dije que están a punto de irse a vivir juntos? —La respuesta fue un gruñido, y ella rió complacida por su reacción—. Bueno, tengo un plan.
«Lo siento, Meliodas», se dijo concentrándose en su nuevo objetivo. «Pero lo sepas o no, ahora eres parte de esta apuesta triple. Veamos cual de nosotros paga más».
*
—Sí Zel, el lunes —confirmó Meliodas con una sonrisa y un suspiro de cansancio. Había sido una semana difícil, su hermano le había estado insistiendo todos los días que se reuniera con él y su madrastra para discutir el testamento de su padre. Él insistía en que no quería verlo, pero al menos había aceptado enterarse de la situación y consultar con el abogado—. No faltaré, lo juro. Tengo que colgar, me están esperando. Sí, nos vemos hermanito. Adiós. —Bip, sonó al cortar. Y de inmediato fue interpelado por su editor.
—¿Todo bien?
—Algo así. Lamento la interrupción y... esto, ¿Gowther? ¿Puedes quitar la cara de loco? Me da escalofríos.
—Es que no puedo evitarlo —respondió con una sonrisa digna del guasón—. Lo siento en mis huesos. Te casas, ¡en cualquier momento te vas a casar! —Meliodas se acercó a la mesa donde estaban él y su socio, y no eran las únicas personas presentes. Todos a los que consideraba cercanos estaban ahí, y los había reunido por una sola razón: pedir sus consejos sobre el asunto de mudarse con Elizabeth.
—Tranquilo —Lo cortó un chico delgado de copete elegante frente a él—. No dijo que quisiera casarse. Para eso primero tendría que comprometerse formalmente, ¿verdad, cuñado?
—Si es un reclamo por haberme fugado con tu hermana, ya superalo King —El tercer comensal de la mesa resultaba ser el chef y dueño del lugar, quien miró al otro con una sonrisa pícara—. Si de veras es lo que piensas que el Jefe debe hacer, para el carro. Ni boda, ni compromiso, ni nada. No deben presionarlo a hacer algo para lo que no se sienta listo. Yo diría que, más bien, esto es una apuesta.
El escritor miró a cada uno de sus invitados con una sonrisa radiante, y no pudo evitar maravillarse del logro que había obtenido. De algún modo su círculo social se había vuelto enorme, o al menos, más grande que nunca. Invitarles a una comida, presentarlos, formar un grupo de chat, estaba tan feliz de haber superado sus barreras internas que por poco olvidó el objetivo de todo eso, así que decidió guardarse su felicidad por tener su primer grupo formal de amigos, y concentrarse en la cuestión que venían a debatir.
—¿A qué te refieres con que es una apuesta, Ban?
—Primero siéntate. Y toma una alita antes de que el rarito se las devore todas.
—No puedo evitarlo, chef. ¡Son realmente adictivas!
—Sí, ya lo sé —rió orgulloso—. Pero deja algunas y volvamos al tema. Yo diría que cuando uno se va a vivir con su novia, es más una apuesta que un compromiso. Es el momento en que todas las cosas que los mantienen juntos serán puestas a prueba, y el asunto puede salir muy bien o muy mal.
—Ya sé por dónde vas —asintió el castaño tomando un apio del plato—. Te refieres al periodo de adaptación que viene con la convivencia.
—Así es, bro. Ahí es donde la mayoría de los enamoramientos van a morir.
—No entiendo muy bien. ¿De qué hablan?
—¡Yo te explico! —Alzó la mano el pelimagenta como si estuvieran en clase—. Se refiere a cuando estás conociendo los hábitos y costumbres de tu pareja, y ves si en verdad puedes vivir con ella o no. A veces descubres cosas molestas, o extrañas, o asquerosas, y si eso va demasiado contra tus principios, comienzan a distanciarse por asuntos que antes hubieras considerado ridículos.
—¿Por ejemplo?
—Ya sabes, cosas como: en qué lado de la cama dormir, qué programa ver en la tele, dónde poner los calcetines —Meliodas hizo una mueca de completa incredulidad ante los comentarios de Gowther, pero él en cambio tomó otra alita y continuó—. ¡Es cierto! Cuando recién comencé a vivir con mi Nadja, no soportaba que dejara sus calcetines sucios en el piso. Puede que parezca una princesa, pero al principio era tan desordenada como una vikinga. También, me asfixiaba la cantidad de cobijas y almohadas que usaba para dormir, ¡parecía un capullo como el que hacen las arañas para comerse a sus víctimas! Y ni hablar de lo caliente que ponía el agua para bañarnos. ¡Díganselo, chicos!
—Es cierto —se apuntó Ban—. Elaine se mordía las uñas, pateaba como karateca al dormir, y a veces andaba por ahí sin ropa interior. Aunque sospecho que lo último lo hacía para tentarme.
—¡Tarado! ¡Estás hablando de mi hermana!
—Claro, ya me callo. Te toca a ti decir los hábitos molestos de Diane.
—No tiene ninguno, ¡ella es perfecta!
—Claro —se rió el albino dándole un codazo en las costillas—. ¡Negación! —dijo a coro con Gowther—. Me dijiste que deja cabellos donde sea, hace ruidos cuando come, y te muerde si te le acercas demasiado cuando tiene el periodo.
—N-no puede evitarlo, tiene SOP. ¡Y solo hace ruidos cuando come cerdo porque le encanta! Déjala en paz, ella es perfecta tal y como es.
—Alguien aún no ha superado la fase de enamoramiento. —tarareó el albino.
—Solo me están confundiendo —Se angustió Meliodas con la cara completamente roja pero volviendo a la conversación—. Les agradezco su confianza al contarme estas cosas pero, ¿qué tiene que ver con mi próxima mudanza? ¿En serio insinúan que iban a terminar con sus novias solo por esas situaciones molestas? ¡¿O que yo cortaré con Ellie cuando descubra sus malos hábitos?!
—No se trata de eso —corrigió King—. Nosotros logramos resolver la situación mediando y negociando con ellas. Pero hay muchas personas que no lo logran, y por eso terminan separándose.
—Además, uno tampoco es perfecto, y terminas siendo consciente de un montón de cosas desagradables de ti mismo que tienes que cambiar si no quieres joder la relación. Yo por ejemplo. Era un borracho de maratón y mi pobre Elaine no lo soportaba. Decidí poner toda mi mierda en orden para que no tuviera que lidiar con eso, en especial cuando me explicó que era un innegociable para ella. O era mi chica, o era el alcohol. Por supuesto que ella ganó —El resto del grupo lo miró con admiración, y el albino soltó una carcajada mientras abría una cerveza—. Ahora tengo permiso moderado. ¡No más de tres si ella no está presente!
—Eres un idiota. —apuntó King.
—Pues yo pienso que es heróico. —aplaudió Gowther.
—Ban, ¿a qué te refieres con "innegociable"? —sumó Meliodas, y el aludido solo respondió tras un largo trago del líquido ámbar.
—Se refiere a las cosas que definitivamente no puedes aceptar del otro sin importar qué, los límites que rebasan lo que estás dispuesto a tolerar. El alcoholismo era el suyo. Y supongo que el mío sería el que ella se ponga en situaciones riesgosas. A veces puede ser muy temeraria, ¿sabes? —El rubio se quedó un momento callado mientras comprendía aquello.
«Con que límites. ¿Será como cuando me negué a tener sexo grupal, tal y como venía en su temario?».
—Parece que tienes algo en mente. —rió el castaño.
—¿Algo sexy? —preguntó el de lentes—. Se te nota demasiado en el rostro, ¡pervertidillo!
—¡No! Esto... no es... ¡ehem! —tosió para disimular mientras los otros se reían—. ¿Por qué no mejor me explican cómo hicieron para solucionar la convivencia tras conocer todos esos malos hábitos?
—Uno tiene que ceder, negociar y aprender del otro si no quiere joder la situación. Casi todos los malos hábitos de Elaine se corrigieron quitándole la ansiedad. Y vaya que se la sé quitar.
—¡Ban!
—Ya, perdón. Lo demás fue manicura, aromaterapia y abrazarla en la noche.
—En mi caso compré un cesto para ropa que parecía canasta de basketball, un mameluco grueso para ella, y una regadera doble. ¡Valió la pena cada centavo!
—Oye, ¿y cómo le hacían para el ya sabes si era pijama de cuerpo completo?
—Como fueron hechas a la medida, tenía un cierre por atrás que...
—Paren, paren, ¡paren! —dijeron Meliodas y King a la vez. Aquellos temas los rebasaban, y los otros dos rieron mientras refunfuñaban con la cara enrojecida—. Creo que ya entendimos.
—Au contraire, mon ami. A mi me parece que apenas estamos abordando el punto —sonrió Gowther con una expresión de deleite—. Los hábitos en la cama también pueden terminar con la pareja. De hecho, diría que estos son tan o más importantes que todo lo demás.
—Yo ahí me corto. No soy tan patán como para hablar de mi chica en la cama —rió Ban mirando a cada uno con un destello feroz en la mirada—. Sin embargo, sí les diré esto: uno nunca termina de descubrir todo sobre la persona que ama. Porque la amas, ¿verdad jefe?
—¿Eh? —Aquella pregunta cogió al rubio mal parado, pues su mente trabajaba a todo vapor asimilando lo dicho. Hablando de malos hábitos en la casa, definitivamente los suyos eran más molestos. Su obsesión con la limpieza, el orden, pensándolo bien, todas las conductas que giraban alrededor de su TOC. Elizabeth había sido muy tolerante al respecto, y él intentaba ser más flexible, pero no sabía si aquello sería suficiente. Por otra parte, respecto a extraños hábitos de cama, definitivamente ella era la que tenía la lista más larga: asaltarlo mientras dormía, callarlo con un beso, abordarlo en cualquier lugar y hora, usar instrumentos extraños, untarle comida, seguirlo como a una presa y asustarlo cuando lo atrapaba. Paró ahí al darse cuenta que todos lo miraban—. Perdón, ¿me repites la pregunta?
—Que si amas a la doctora Ellie.
—Se queda corto —sonrió mientras trataba de calmarse—. No se ha inventado una palabra que rebase eso.
—Otro en fase de enamoramiento.
—Déjalo en paz, está a punto de pasar a la etapa que sigue.
—Sí, y por eso esto es una apuesta. Jefe —Lo interpeló Ban sacándolo de las nubes—, esto puede salir muy bien o muy mal, no hay una receta secreta para que la convivencia en pareja funcione. Cualquier detalle podría detonar el desastre, así que simplemente estate preparado para más de una sorpresa.
—Sí —aseguró King—. Mantén la mente abierta, sé flexible, aprende a ceder.
—Y por lo que más quieras —remató Gowther, serio por primera vez en la conversación—. Respeten sus límites. Eso incluye formar sus propias reglas y evitar que otras personas se involucren directamente en...
—Un segundo. ¿Hola? —Otra llamada telefónica había vuelto a interrumpirlo, pero aunque al editor le encantaba ver que su antes introvertido amigo se había vuelto sociable, la sonrisa se le desinfló cuando supo quién era—. Claro Lizzy. Estoy trabajando en eso, no te preocupes. Seguro, para mañana. Okay, bye. —Bip de nuevo, y las alitas de pollo revolotearon furiosas en su estómago de pura frustración—. Lo siento, ¿qué decías? —El resto de la comida se pasó entre consejos para la casa, comida y cerveza, pero justo después de despedirse y antes de que el pelimagenta tomara su taxi, Meliodas lo llamó de nuevo con cara de preocupación—. Gowther, ¿me das un momento?
—Claro, ¿qué pasa?
—No es regaño ni nada, pero me gustaría que trataras de llevarte mejor con Liz en el futuro. Me da la impresión de que no te agrada mucho, y no entiendo por qué, si a mi me parece muy buena persona. ¿Podrías explicarme el por qué de tu rechazo?
—¿En serio no lo notas?
—¿El qué?
—De acuerdo —suspiró—. No quería alarmarte, quería mantenerlo en bajo perfil para no entorpecer tu progreso, pero creo que ya he tenido suficiente. Meliodas, la famosa "Lizzy" te está tirando el calzón.
—¿Perdón?
—¡Que le gustas, tonto! —El silencio solo fue interrumpido por los autos en la avenida, aunque un choque no habría asombrado tanto al pobre rubio.
—¿Qué? Naaaaaaah.
—Te ha estado coqueteando prácticamente desde que se conocieron. No me sorprendería que fuera una treta de Mael, o incluso de su gemelo, ¿cómo es que se llama?
—Amigo, eso es ridículo. Ella sabe que tengo novia. Pero incluso si no la tuviera, lo que dices es imposible.
—¿Por qué?
—Es decir, mírame. Y mírala a ella. Una chica como esa jamás se fijaría en mí. Solo es amable porque es una profesional, no tiene nada que ver conmigo.
—Esto es deja vu. Ya hemos oído esas palabras antes, y mira quién se vino a fijar en ti —Hablaba de Elizabeth, y Meliodas tragó en seco al notar la coincidencia. Una chica despampanante y completamente fuera de su liga estaba loca por él. Aquel milagro no podía repetirse, ¿o sí? El chico de lentes aprovechó el silencio para soltar otro suspiro—. No quieres verlo, ¿verdad Meliodas?
—No entiendo de qué estás hablando.
—Cambiaste. Ya no eres un solterón, virgen y obseso de la limpieza. Ahora eres atractivo, te estás convirtiendo en la mejor versión de ti mismo, y es hora de que aceptes que cualquiera podría caer por ti.
—¿Qué dices? Sigo siendo el mismo nerd bajito y tímido de siempre.
—No, no lo eres. Pero... —El pobre inhaló lentamente, y exhaló para calmarse al ver la cara de angustia del rubio—. Supongo que así está bien. Puede que ahora no lo veas, pero estoy seguro de que aceptarte y reconocerte a ti mismo será la última fase de tu evolución. Una vez que te creas lo que eres y aprecies todas las cosas maravillosas sobre ti, entonces te convertirás en el hombre que estás destinado a ser.
—Ya basta, me asustas. ¿Qué es lo que quieres que haga?
—Solo mantén a esa perra lejos de tu cama. Y habla con Elizabeth, por favor. Yo ya no puedo con esta batalla, pero estoy seguro que ella sí que tiene las armas para...
—No necesita armas, porque no hay una batalla que librar. Le pertenezco, Gowther. La amo, con cada fibra de mi ser y de forma indeleble —El pelimagenta por fin sonrió, pero el otro estaba lanzado a hablar—. Incluso si por alguna remota posibilidad tuvieras razón y Liz se me declarara, el resultado sería el mismo. Podría saltarme encima y no reaccionaría más de lo que reaccioné ante el apio. Así que por favor ya deja de tratarla mal, y déjame cuidarme solo.
—Yo... está bien.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —sonrió subiéndose al vehículo, pero antes de irse, volteó a verlo una vez más—. ¿Meliodas?
—¿Qué?
—Eres mi mejor amigo. Y me importas. Solo... ten cuidado con esa mujer. Prométeme que te vas a cuidar.
—Está bien. Te lo prometo. —Su editor desapareció en el tráfico de la ciudad, y él se fue a casa sintiendo que la cabeza, el estómago y el corazón le dolían con todas las cosas que tenía que digerir.
*
—¿Ellie? —Al parecer no estaba en casa. Meliodas entró al departamento en completa oscuridad, y tanteó la pared buscando el interruptor. No lo encontraba. ¿Aquel florero siempre había estado ahí?
—¡Boo! —saltó la traviesa que había planeado aquello, y el pobre soltó un chillido de ratón mientras aquella felina lo apretaba fuerte abrazándolo por la espalda.
—¿Qué estás haciendo?
—Atrapando a mi presa. Me encanta sentir tu corazón acelerado bajo mis manos cuando logro asustarte. —No había caso. No podía enojarse, estaba demasiado feliz como para fingirlo. No pudo hacer nada más que soltarse a reír, dejarse abrazar, y soltar un gemido cuando ella comenzó a jugar. Mordió su hombro, deslizó las manos bajo su ropa, y cuando parecía que iría más lejos, Meliodas descubrió algo. Quería ser él quien guiara el camino. Inclinó la cabeza dándole acceso a su cuello, y tomó sus manos para guiarlas hacia su pecho y su entrepierna—. Cariño... —respingó Elizabeth, impresionada.
—Tócame, Ellie. Tócame mucho. —Apoyó la espalda contra sus pechos, la cabeza en su hombro, y proyectó el trasero hacia atrás mientras ella le hacía todas las cosas que le encantaban. Besó su cuello hasta dejarle marcas, acarició sus esferas con las yemas de los dedos, y jugó con su pezón mientras daba golpecitos a la piel justo encima del latido. Se había puesto muy duro, en cualquier momento se iba a descontrolar.
—Meliodas, ¿pasó algo? —preguntó la albina ralentizando sus movimientos—. Estás... diferente.
—Yo... bueno, solo un poquito. Tal vez —admitió, trayendo de vuelta a su mente las palabras de Gowther—. Pero eso no importa, porque de cualquier forma soy tuyo. ¿Quieres tenerme? —La respuesta de la albina fue tirarlo al piso y montarlo ahí mismo sobre la alfombra. No lo soltó hasta hacerlo gritar de placer, y cuando finalmente se vino en su interior, se acurrucó encima suyo como una auténtica gatita.
—Confirme la cita con la inmobiliaria para que nos reciba mañana.
—Perfecto. No puedo esperar a ver los departamentos.
—Yo igual. Y también te tengo una sorpresa, fufufu.
—¿Ellie? ¿Qué tramaste ahora?
—Algo muy bueno, por supuesto. Tranquilo, también tiene que ver con la casa. Solo quiero que conozcas a cierto diseñador de interiores. —Él presentía que era mucho más que eso, pero en realidad no importaba. Iría a donde fuera con ella pues, cambiado o no, con apuesta o sin ella, amarla se había convertido en su único propósito en el mundo.
***
Oh, boy. A nuestro querido escritor se le juntó mucha chamba, fufufu ^u^¿Qué opinan hasta ahora mis coquitos? ¿Alguien ya especula qué es lo que va a pasar? ¿Qué piensan del misterioso trauma de Estarossa? ¿Liz en verdad será mala? Supongo que sabremos más hasta el próximo domingo, ¡muchas gracias por acompañarme hoy! >3< Feliz incio de semana, les mando todo mi amor y, si las diosas lo quieren, nos vemos pronto para más.
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