24 Sobre amor, compromiso... y celos

*Se asoma tímidamente, sonríe... y da un salto para aparecer triunfalmente en el escenario* ❤ ¡Hola a todos!  ^0^ Aquí Coco, quien está que no puede creer que esté escribiendo un nuevo capítulo de esta historia, pero que está tan feliz que siente como si estuviera a punto de volar por los aires, fufufu. O más bien, ¡uff, uff uff! 0u0 ¡Si que fue un gran esfuerzo! Creo que nunca había tenido un bloqueo creativo tan largo con una obra mía. Es decir, incluso si dejaba de escribir otra, sabía más o menos a dónde quería ir, tenía claras mis mejores escenas, e incluso tenía el final aproximado, ¡pero esta no! 

Por suerte eso ha cambiado UwU He vivido muchas experiencias, he disfrutado cosas nuevas y maravillosas, he investigado. Ahora, tras más de un año de estar inactiva, por fin Letras y Sexo vuelve con la promesa de una  nueva temporada llena de romance, pasión y, cómo no, sexyness, ¡yeih! *w* A los que esperaban que este re-estreno llegara hasta la próxima semana, gomenazai ^w^ No pude resistirme a hacerlo hoy, tenía la imaginación volada y muchas ganas de sorprenderlos ❤ Consideren esto mi regalo atrasado por el día de las bromas °u^ Si a eso le sumamos que para mi es el mes de los conejitos... bueno, bienvenidos a abril y a una sexy pascua, fufufu 7u7 ¡Ya saben qué hacer! ❤❤❤


***

Esa había sido su primera pelea grande como novios. Cuando finalmente llegaron a la fiesta, Meliodas y Elizabeth aún estaban tensos. Nunca antes se habían levantado la voz, o luchado tan fuerte porque el otro comprendiera un punto. Con todo, ambos habían decidido tratar, y entraron tomados del brazo a la elegante recepción de color blanco con la expresión de quien acaba de contar hasta diez y logró controlarse. No podían arruinar aquella oportunidad, ese evento podía ser lo que marcara un antes y un después en su relación. Era la primera vez que uno entraba a la vida íntima y familiar del otro, así que si había un momento para ser conciliador, era ese. El rubio supo que no le sería tan fácil cuando un sujeto alto, musculoso y copetón se acercó a saludar.

—¡Princesa!

—Howser —respondió ella amable pero formal, y le dio un abrazo que el otro no supo interpretar.

—Que gusto tenerte aquí, no estábamos seguros si nuestra diosa anti-romance vendría a un evento así.

—Es la boda de una de mis mejores amigas, ¿cómo perdérmelo? —Un segundo de más, el sonido de los zapatos del rubio al dar un paso atrás, y de inmediato ella lo sujetó obligándolo a dar un paso adelante—. Déjame presentarte a mi novio, Meliodas. Querido, este es Howser, un buen amigo de la infancia.

—Me-Meliodas Demon, mucho gusto. —respondió extendiendo una mano al guapo muchacho, que de nuevo tardó un segundo de más, el necesario para quedarse patidifuso y con la boca abierta.

—Mucho... gusto —dijo al fin dándole un apretón mientras lo miraba de pies a cabeza, y el buen escritor nunca agradeció tanto la ayuda de Gowther, pues el outfit de ese día era obra de él. Un traje formal negro que se ajustaba a su cuerpo, guantes y gabardina para sentirse protegido. Su corbata era del mismo tono rosa intenso que el vestido de Elizabeth, y todo remataba con mancuernillas de cristal del mismo color, acordes a los pendientes y dije que ella llevaba. Ninguno de estos detalles pasó desapercibido al ojimorado, que de inmediato pudo leer en todo aquello la declaración de que eran una pareja de verdad. Una enorme y sincera sonrisa se extendió en su rostro mientras comprendía aquella verdad—. Wow... es que... ¡Wow! Ellie, es el primero que... —declaró casi saltando mientras miraba de reojo a la albina. Acto le dio un tosco abrazo a Meliodas, cuyo turno de quedarse patidifuso llegó mientras recibía aquella extraña muestra de cariño—. Bienvenido hermano, ¡bienvenido! Y felicidades a ambos.

—Howsie tonto, eso se le dice a los novios, no a los invitados.

—Sí, tienes razón, lo siento. Simplemente me da mucho gusto y... ¿Ellie, estás bien? —dijo su amigo al ver que hacía una mueca y se doblaba ligeramente. Ella trató de recomponerse mostrándole una sonrisa, y se aferró aún más del brazo de su novio mientras inhalaba lentamente.

—Sí cielo, no te preocupes —contestó con un pequeño jadeo—. Es cosa de mujeres, nada grave.

—Ah... —replicó el otro ruborizándose y apartando la vista. Fue por eso que no notó la mirada cómplice que se dedicaron el uno al otro, los ojos de él encendidos mientras ella asentía de forma casi imperceptible—. Bueno, si quieres puedo buscar a Diane por ti. Tal vez traiga una medicina en su bolso que pueda ayudarte.

—Eres un amor, gracias.

—No hay de qué. Y de nuevo, que gusto verlos aquí. —Los brillantes ojos amatistas del chico los miraron una vez más antes de irse, pero mientras él se alejaba con la expresión de felicidad de quien no puede creer un milagro, las de ellos se disolvieron mientras sus ojos se iban oscureciendo.

—¿Cuándo? —preguntó parcamente Meliodas.

—En la preparatoria. Fue en el auto de sus padres, y solo ocurrió una vez. Me importaba demasiado su amistad como para perderla de esa forma, así que acabé de inmediato con eso antes de que llegara a más. —Otro jadeo, el sonido de un clic, y entonces Meliodas le dio un beso breve pero tan intenso como para cortarle el aliento.

—Bien. Sigamos. —Así iba a ser la fiesta. Un juego peligroso, una venganza dulce, y un vibrador a control remoto metido profundamente en los pliegues de Elizabeth, quien mojó aún más sus pantaletas al sentir la mano del rubio sobre su cintura mientras seguían hacia el jardín. Indecisa entre la felicidad, el miedo y el enojo, la albina se pegó más a él mientras recordaba el trato que habían hecho la noche anterior y que la tenía ahora en esa situación.


*

—Meliodas, eso quedó en el pasado. —Trataba de explicarle por décima vez. Sin embargo, él seguía tirando de sus bonitos cabellos rubios, y soltó un largo suspiro mientras apoyaba los codos en la mesa.

—Lo sé. —Tic-tac en el reloj de su cocina, tac-tic el de sus tacones al andar, y entonces ella siguió.

—Sí, me acosté con muchos hombres, pero eso fue antes de conocerte. No es infidelidad. Lo que pasó no tiene nada que ver contigo.

—Lo sé. —Eso había dicho, pero no se atrevía ni a mirarla, y ocultó su incomodidad tomando con sus manos temblorosas la taza de té frente a él.

—Ahora todo es diferente. Sabes que con el único con el que quiero tener algo es contigo, ¡solo lo tuyo es real para mi!

—¡Lo sé!

—¡¿Entonces por qué estás tan enfadado?! —se exasperó finalmente parándose frente a él—. Me cuide, no tenía ninguna relación formal, y ninguno de ellos fue mi paciente. No hice nada malo. No entiendo por qué actúas como si te avergonzaras de mi. —Sus ojos se cristalizaron contra su voluntad tras estas palabras, y al verlo, de inmediato se levantó.

—Ellie, lo siento —dijo abrazándola—. Perdóname. A nivel lógico mi mente lo entiende, el pasado es pasado, y no hay nada que pueda hacer al respecto. Pero en lo emocional... por favor comprende. Para mí es muy difícil. Nunca había estado con una mujer como tú, ¡y los celos me están matando! —Fue su turno para empezar a andar de un lado a otro en la cocina, y Elizabeth sintió un frío angustioso y extraño al tratar de interpretar sus palabras.

—¿Una mujer como yo? —preguntó indecisa entre el dolor y la rabia—. ¿Qué quieres decir con eso? —Tal vez se refería a que era una promiscua, tal vez insinuaba que era una fácil o una zorra. En cuanto vio la dulzura destellar en sus tiernos ojos verdes, supo de inmediato que no sería así, y su ira se desinfló como un globo mientras escuchaba la declaración de un hombre enamorado.

—Ya sabes... —empezó mientras se iba ruborizando paulatinamente—. Es decir, ¡mírate! Eres maravillosa. Dulce, brillante, hermosísima, ¡y sexy! Y yo... Lo mejor que puede decirse de mí es que soy un nerd delgado y bajito. Mi personalidad es terrible, incluso sin contar mis manías. No puedes reprocharme el ser inseguro, ¿cómo no sentirme así en una fiesta que va a estar llena de tus ex...? —La albina decidió cortar su diatriba con un beso, y este llegó con tal impulso que incluso lo hizo sentarse de nuevo. Casi un minuto después finalmente lo soltó, y mientras él boqueaba por aire tratando de desacelerar su ritmo cardíaco, ella se soltó a reír mientras le iba explicando porqué estaba en un error.

—Oh, Meliodas. A veces olvido la mala percepción que tienes de ti mismo. Bueno, vamos por partes: primero que nada, no son mis "ex" —dijo frunciendo el ceño pero sin dejar la expresión de ternura—. Ninguno fue mi novio. Tú eres el único que puede jactarse de eso desde mis dieciséis, así que corta el rollo si no quieres que te de en la cabeza con un libro, ¿sí? —Y ahí estaba. Ese misterioso pasado del que aún no habían hablado. Sin embargo, ese no era el momento para hacerlo. El rubio se limpió la comisura de la boca por la que aún corría un hilo de saliva, y asintió antes de que continuara—. Segundo, tienes mucho más para ofrecer de lo que crees. Tú también eres brillante, apuesto, dulce, y me tienes completamente loca por ti.

—En... ¿En serio?

—Sí. —Sin embargo, la sonrisa que había comenzado a formarse en sus labios se disolvió cuando pareció considerarlo, y levantó una ceja en expresión de incredulidad.

—Te gusto... ¿incluso físicamente? ¿Así como soy?

—Pongámoslo de esta forma —dijo aproximándose a él. Acto seguido le puso las manos sobre las rodillas, los labios sobre el oído, y susurró su declaración con una voz tan sensual que logró que se le erizara la piel—. Amo cada centímetro de tu pequeño cuerpo, en especial la parte que no es tan pequeña. Tu pene es mi manía personal, y ninguno de los que tuve antes puede llenarme en cada aspecto de la forma en que tú lo haces. —Por un segundo pareció que le iba a dar un ataque, y el pobre cerró las piernas en un intento por controlar la parte de su cuerpo que se sintió aludida.

—¡Ellie! ¡Otra vez estás distrayendo la conversación con sexo!

—Tienes razón, lo siento —rió divertida dando un beso en su frente, y entonces finalmente retrocedió, para alivio del pobre escritor—. Pero creo que entendiste mi punto. Tercero, en verdad no puedo hacer nada respecto a mis anteriores compañeros sexuales. Están en el pasado, y si hubiera una manera de cambiar lo que... —Su voz se había ralentizado, como si lentamente se hubiera dado cuenta de algo.

—¿Qué? —preguntó su novio poniéndose nervioso al notar su sonrisa astuta—. ¿Qué pasa?

—Meliodas, creo que encontré una forma. No puedo cambiar el pasado pero... si quieres, puedo re-escribirlo contigo.

—¿A qué te refieres? —Sin responder, la albina salió corriendo a la habitación que habían estado compartiendo. Medio minuto después regresó con una pequeña caja de color negro con un corazón encima.

—Te demostraré que sólo tú puedes darme lo que quiero, que te necesito sólo a ti. Mira. —dijo dándole el envoltorio para que lo abriera y, por segunda vez esa noche, él estuvo a punto de tener un infarto. Lo que había ahí era un pequeño pene de goma con base metálica y de color rosa.

—Que-que-que... ¿Qué es esto?

—Es un vibrador con mando a distancia —explicó sacando un control de la caja—. Tú y yo jugaremos un juego, uno de venganza y seducción. Voy a llevar esto a la fiesta.

—¡¿Qué?!

—Escucha. Voy a llevarlo, y cada vez que tú creas que has encontrado a uno de mis ex-compañeros, aprietas el botón. De esa forma reescribirás mis orgasmos anteriores con un placer que solo tú me puedes dar, te cederé el control en nuestra relación y, de paso, tachamos en nuestra lista algo que de todas formas queríamos hacer. ¿Qué dices? ¿Aceptas? —El más bajo tragó en seco, mirando el bonito dildo como si fuera un arma que le hubiera dado para que le disparara y, cuando al fin decidió, se llevó el juguete a los labios para darle un beso que aceleró los latidos de la albina. Se lo devolvió con una mirada llena de determinación.

—Acepto. Con una condición.

—¿Cuál? —gimió ella bajito, queriendo ya esos labios suaves y dulces sobre su sexo.

—Debemos hacer las cosas de manera justa. Si acierto, tú me dirás cómo ocurrió, y deberás soportar que encienda esto dentro de ti por un minuto. Pero si no acierto y de todas formas lo uso en tu contra, tú irás juntando puntos. Puntos que usarás para obligarme a... ya sabes. Que haga "eso".

"Eso". La lista de deseos en que se había transformado su anterior cronograma de lecciones prácticas pasó a toda velocidad por la memoria de la doctora. Había varios puntos que habían quedado excluidos debido a que Meliodas le aseguraba que sería incapaz debido a su TOC. Existía uno en particular que ella se moría por probar y, al ver que la ventana de oportunidad se abría, una vehemencia feroz de intentarlo se apoderó de ella borrando cualquier miedo a las consecuencias que tendría.

—¿Estás seguro que podrás resistir las historias sin arrepentirte?

—Sí —afirmó él tratando de parecerlo.

—De acuerdo. Pero sólo tendrás tres oportunidades de equivocarte antes de perder. Una vez que lo hagas, yo podré reclamar mi premio. ¿Trato? —Ojos llenos de amor, compromiso y celos. Se sonrieron como un ángel y un demonio a punto de enfrentarse, y entonces él estiró la mano para estrechar la suya.

—Trato.


*

—¡Nyah!

—Por dios, Elizabeth, ¿estás bien? —preguntó una adorable chica castaña con coletas a su amiga, y ella lo único que pudo hacer fue sonreírle mirando de reojo a su novio.

—S-sí, Diane. Es solo que... el cólico es muy fuerte.

—En cualquier momento te hará efecto la pastilla. ¿Seguro que no quieres ir a saludar a mi primo Dubz? —Meliodas le dedicó una sonrisa de lado a la pareja de chicas, y miró al otro lado con el ceño fruncido.

—Tal vez luego, míralo, se ve que está muy ocupado con los efectos especiales.

—De acuerdo. Debo ir con Elaine para ayudarla a recibir al resto de los invitados, cualquier cosa que necesiten, estaré por ahí.

—Eres muy amable, gracias. —respondió el escritor tratando de parecer gentil, y aunque la adorable chica también le sonrió, no pudo evitar tener una sensación de intranquilidad.

—¿Es ese? —preguntó emocionada una rubiecita de talle menudo en cuanto Diane la alcanzó—. ¿En verdad es cierto que es el novio de Elizabeth?

—Sí. Yo tampoco podía creerlo, pero parece que es verdad. Sin embargo, hay algo extraño.

—¿Qué?

—Parecen... enojados. No me hagas caso, la verdad, tal vez solo están incómodos por todo esto. Ya sabes, Ellie odia las cosas relacionadas al romance, y se ve que él no está acostumbrado a las reuniones sociales.

—Sí, debe ser eso. Igual me da gusto que nuestra amiga por fin haya sucumbido al amor. —Como confirmando esta teoría, el rubio se llevó su mano a los labios para besarla, y ambas chicas suspiraron conmovidas sin poder escuchar lo que ella le decía al oído.

—En el baño, en su taller, sólo fue un rapidín. Por favor, Meliodas, bájale un nivel por favor.

—No —respondió él firmemente, y entonces le mordió con suavidad la yema de su dedo índice haciendo que tuviera una pequeña convulsión. Los invitados de la boda fueron y vinieron, cada vez estaba más lleno, y cuando parecía que la ceremonia por fin estaba por comenzar, Elizabeth ya se sentía a punto de terminar.

—Una noche de fiesta, en su jardín, estaba deprimido y me lo pidió con entusiasmo —dijo ante un amigo peliverde y esbelto—. Durante un paseo a esquiar, él acababa de cortar con su novia, y yo lo único que quería era consolarlo —dijo al ver a un muchacho de cabello azul y grandes ojos castaños—. Fue un experimento. Él no sabía si era homosexual o no, y yo sólo lo ayudé a descubrirlo —dijo señalando a un joven al menos diez años menor que ella de cabello y ojos grisáceos, y ahí fue el primer strike para Meliodas, que había pensado que el infractor era el enorme y musculoso pelinegro que acompañaba al muchacho—. No, él es su pareja actual. Mucho cuidado Meliodas, no estés insinuando que me acuesto con el que sea.

No, claro que no. Si había descubierto algo acerca de las conductas sexuales de su novia hasta ese momento era que siempre lo hacía por un buen motivo. Nunca era al azar, pues elegía a sus parejas con cuidado para no lastimar ni salir lastimada. Estaba lo suficientemente cerca para poder cuidar de ellos a nivel emocional, pero lo suficientemente lejos para que entendieran que se trataba sólo de placer, y aunque no se comprometía con ninguno en realidad, siempre procuraba que sus lazos quedaran intactos. De hecho, más o menos como había pasado con él. Al darse cuenta de que además todos compartían su complexión delgada e intelectualidad, un terrible malestar se fue asentando en el estómago. Había excepciones, como el chico musculoso que los había recibido y un par de casos más, pero fuera de eso, resultaba obvio que Elizabeth tenía un tipo. Su cabeza estalló cuando además resultó que el tipo también incluía mujeres.

—Besos subidos de tono en un juego de la botella —dijo mirando a una hermosa chica de largo cabello negro y ojos rasgados—. Es normal que haya de esos juegos en pijamadas de chicas.

—¿Dirías que fue sexo? —Su propia doctrina se fue en su contra, ya que Elizabeth le había enseñado que no sólo la penetración contaba como tal. Todo el juego previo e intenciones también lo eran, así que tuvo que admitir que sí mientras sentía la máquina vibradora licuarle las entrañas.

—Segundo strike —dijo cuando él confundió a su cuñado con otro de la lista, un pelirrosa de maneras gentiles que se presentó a lado de su esposa, Margaret Liones. Fue muy vergonzoso para ellos tener que excusarse con el pretexto de que no habían ido a saludar a la novia aún, pero aunque eso era verdad, lo que en realidad necesitaban era ir a algún sitio donde terminar la partida. El corazón y las prendas interiores de ambos estaban al límite de su resistencia—. Oh, diosas, me rindo.

—¿Estás segura? —preguntó él desafiante—. Porque yo puedo resistir un poco más. Si tienes suerte, aún podría equivocarme y tú podrías ganar tu premio.

—No, cariño, ¡espera! —Pero él ya se había ido y, además, se puso a tentarla con crueldad. Lo había estado haciendo todo el rato.

Pestañear lento, aflojar su corbata para que apreciara la piel de su cuello, contonear un poco las caderas para que se fijara en su trasero. Todas las artes de seducción que había aprendido de ella y que era capaz de recordar fueron puestas a prueba, y fue hasta entonces que Elizabeth quedó convencida de que su ángel también tenía un lado demoníaco. Eso la excitaba y enfurecía a partes iguales. La partida siguió, tan feroz y silenciosa como había empezado, y cuando otras tres ex-parejas pasaron sin que ninguno cediera, ambos se dieron cuenta: nadie iba a ganar, y hacer eso fue un error. Se quedaron ahí, divididos entre su orgullo y su arrepentimiento, cuando la salvadora más inesperada se plantó ante ellos con una sonrisa sospechosa.

—Hermanita, ¿dónde te habías metido? —dijo una voluptuosa morena de ojos ámbar que inconfundiblemente era la novia—. Quería charlar un rato contigo antes de caminar hacia el altar.

—Merlín... —dijo con un hilo de voz, y trató de sonreírle a su amiga sin mucho éxito antes de girarse hacia el rubio—. Lo siento. Él es...

—Sé quién es —afirmó la dama cortando la presentación—. Es tu amado, el hombre que finalmente te ha atrapado y robado el corazón —Aquella declaración los dejó atónitos a ambos, pero no habían terminado de salir de su asombro cuando ella siguió—. Se ve que estás loca por él, lo suficiente como para venir aquí y tratar de enfrentar los demonios de tu pasado. Estoy muy orgullosa de ti, Elizabeth.

—Oh, Merlín...

—Sin embargo, debo confesar que no me parece buena idea mezclar tu proceso emocional con su "juego". Sería más divertido si primero resuelven sus diferencias, ¿no creen? —Así que lo sabía. Meliodas se puso rojo hasta las orejas, Elizabeth se puso a balbucear, y la novia los cubrió a ambos con un abrazo que los ocultó de miradas indiscretas—. No se preocupen. Tengan —dijo poniendo una llave en la mano de la albina—. Es del baño al fondo del tercer piso, el que está dentro de la oficina. Hablen un poco y, cuando estén listos, bajen a la ceremonia. Yo trataré de demorar las cosas un poco para darles tiempo.

—Merlín... muchas gra... —Pero antes de que pudiera terminar, la pelinegra salió corriendo por el pasillo. Su expresión era aún más radiante que su vestido de novia, y les dio la impresión de que su risa vibraba dentro de ellos, como si la recordaran de otra vida.


*

—Perdóname —suplicó Meliodas entre suspiro y jadeo—. Perdóname, Ellie.

—Mmm... —replicó ella con un gemido, tratando de desabotonar la camisa de su traje.

—Fui tan estúpido, ¿cómo pude pedirte eso? Debí respetar tu privacidad, debí dejar el pasado atrás. Yo, ¡debí confiar en tí! ¡Ay! —se quejó al sentir que lo mordía en el cuello, y la única respuesta que recibió fue un gemido aún más alto mientras le desabrochaba el cinturón y bajaba el cierre de su pantalón.

—¡Ah! ¡Aaah! —jadeó la albina de modo incoherente tomando sus manos para ponerlas sobre sus pechos, y su escote de corazón fue apretado tan intensamente como lo estaba siendo su corazón real.

—Me prometí a mi mismo aceptarte como eres, sin importar nada. Tú ya lo hiciste conmigo, y yo, casi lo arruino por ser un maldito egoísta y celo... celo... —No podía concentrarse, no con ella arrancándole la gabardina y el saco, no con su sensual cuerpo contoneándose de esa forma contra él—. Celoso.

—Y yo no te lo puse fácil. ¿Cómo se me ocurrió aceptar semejante trato? Era una receta para el desastre. Meliodas, yo te amo. ¿Tú aún me amas?

—¡Más que a nada!

—Entonces... —dijo abrazándose a su cuello y poniéndo el control remoto frente a sus ojos—. Enciende esa cosa a la máxima potencia. Follame. Y después, hazme el amor como sólo tú puedes hacerlo. —La sonrisa que se dedicaron mutuamente estaba tan cargada de sus sentimientos que percibieron el momento exacto en que la última gota de ira se disolvía. Él se mordió el labio, ella levantó una ceja de forma pícara, y un clic hizo eco en los elegantes azulejos mientras el juguete rosado cumplía su función por última vez esa noche—. Aaaaah... —gimió la albina con fuerza mientras su novio le llenaba el rostro de besos y sus manos apretaban su trasero—. Así... sigue, cariño —se deleitó mientras su suave boca bajaba hasta su cuello—. Con más fuerza, ¡Meliodas! —le pidió mientras sentía como frotaba su erección contra su vientre ansioso. Entonces otro clic se escuchó, y la maquinita llegó a su máxima potencia mientras gritaba y le arrancaba la corbata de un tirón—. Ahora, ¡tómame ahora!

—¡Elizabeth! —correspondió, y le dio vuelta, le levantó el vestido, y la arrojó contra el lavabo mientras le quitaba las pantaletas. El escurridizo pedazo de silicona, que se negaba a salir de ella, estaba tan húmedo y resbaladizo que por poco lo suelta, pero alcanzó a arrojarlo a la pileta justo a tiempo para los dos. Mirándose a los ojos una última vez a través del espejo, se sonrieron como los cómplices y amantes que eran y pusieron expresiones de éxtasis mientras ambos veían el momento exacto en que la penetraba.

—Oh sí, ¡sí! —gruñó asimilando su primer orgasmo justo antes de que él comenzara a moverse—. Meliodas, tendrás que amordazarme. Si no lo haces, ¡la casa entera oirá mis gritos!

—Está bien —obedeció él gentilmente, y amarró a su boca la corbata que ella misma le había quitado para que no se oyeran sus exclamaciones. Comenzó a moverse, y lo que debía haber sido un ritmo de castigo terminó por convertirse en el alivio y catarsis que ambos necesitaban con urgencia. El sonido de sus pieles al chocar inundó aquel espacio, ella estaba cada vez más sonrosada y sudorosa. Su segunda venida se acercaba peligrosamente y, decidido a complacerla como se lo había pedido, el rubio dio rienda suelta a un ritmo frenético que le dio tal placer que dejó de pensar.

Los dedos en sus caderas, su pelvis golpeando sus nalgas una y otra vez. Cuando eso no fue suficiente y la necesidad le quitó toda inhibición, la sujetó poniéndo una mano en su hombro y con la otra tiró de un gran mechón de su cabello a la altura de la nuca. La palabra "folla" jamás había cobrado tanto sentido para él. Atrajo su cuerpo hacia sí para llegar más profundo que nunca, golpeó sus entrañas con ferocidad, y siguió atacándola de esa manera salvaje hasta que la sometió por completo. Fue cuando se dio cuenta de la belleza del momento: ella jamás permitiría que nadie la domara de esa forma. Sólo él, sólo la persona que más quería y en la que más confiaba en el mundo.

Sus ojos brillantes lo contemplaban con adoración mientras la llenaba con lo que más le gustaba, amor, lujuria, y la dulce promesa de que, pese a sus diferencias, al final las cosas iban a salir bien. Mirarse a los ojos mientras tenían esa revelación los excitó de tal forma que se volvieron locos, y fueron mutuamente a su encuentro hasta que, por fin, ambos estallaron con tal potencia que por un segundo perdieron la consciencia. Entonces, mientras jadeaban ahí tendidos sobre el frío mármol del elegante tocador, pasó. Un recuerdo doloroso asaltó a Meliodas de forma inesperada, la silueta de su madre en la misma posición de sumisión en que ahora tenía a Elizabeth, pero con un hombre que no la amaba ni un gramo de lo que él la amaba a ella. Trató de retroceder, perturbado por esa imagen, pero al sentir que trataba de retirarse, la albina se hizo para atrás contrayendo su interior para impedirle salir.

—No... —gimió quitándose la mordaza—. Aún no. Te sigo sintiendo duro dentro de mí, tú aún no estás satisfecho, ¿pasó algo?

—Lo siento Ellie —le contestó con una sonrisa triste balanceando las caderas y besando el pedazo de piel descubierta en su espalda—. Sólo... Acabo de recordar algo sobre mi madre.

—¿Justo ahora?

—Sí, lo siento. Pero descuida —continuó mientras le prodigaba más besos—. Prometo contarte luego, tal vez durante la sesión de pareja que acordamos con el psicólogo. Por ahora, creo que bastará con dejar de ser tan rudo contigo. Yo... esto, si no es mucha molestia, ¿querrías seguir otro rato para que pueda...? —La respuesta de la peliplateada fue sonreír victoriosa, bajar su propio escote para dejar sus pechos al aire, y lanzarle un beso a su reflejo mientras apoyaba las manos en la piedra tomando posición de nuevo.

—Ven a mí, amor mío. Y no pares hasta que olvides todo dolor. —No importó cuánto había intentado contenerse, o lo dulce que fue para diferenciarlo de la follada. Al final, Meliodas no pudo disminuir la intensidad de lo que sentía por ella, y terminó embistiéndola al ritmo de un baile con las manos prendidas de sus senos y su aliento cálido susurrando bellas palabras en su oreja.

—Te amo —dijo sintiendo su inminente venida—. Te amo Elizabeth. Muchas gracias por elegirme. —Y entonces la hizo alcanzar por tercera vez el clímax, esta vez, acompañándola hasta un lugar en el cielo donde el pasado, los recuerdos y sus diferencias habían dejado de importar.


*

El Canon de Pachebel sonaba a todo volumen en el bello jardín, el sol de mediodía alumbraba gentilmente el altar y entonces, por fin, apareció la novia en todo su esplendor. Merlín se veía divina en su atuendo blanco, pero más celestial aún era su sonrisa, la cuál dedicaba al afortunado hombre que la esperaba bajo un arco de flores. A Meliodas le sorprendió mucho ver al novio que había escogido. Delgado, menudo y con un bigote pasado de moda, parecía sin embargo mucho más grande de lo que era, e igual de radiante que ella. Tal vez era su felicidad y orgullo al ver a su futura esposa, tal vez era la emoción que le daba cumplir su mayor deseo. Lo único que el rubio supo es que aquel momento marcaba un antes y un después en la vida de muchas personas, y no pudo evitar llorar cuando finalmente se pusieron los anillos y dijeron "sí, acepto".

Elizabeth apretó su mano mientras contemplaba todo eso y, en cuanto la ceremonia acabó, lo soltó sólo el tiempo indispensable para aplaudir estruendosamente. Ahora sí podían disfrutar de la fiesta como una pareja normal. Se presentaron ante los nuevos esposos para darles sus felicitaciones, saludaron de manera apropiada a todos sus amigos e incluso, para sorpresa de él, tuvo oportunidad de conocer a su padre y hermanas.

—Es... un placer —había dicho el buen Bartra Liones, impactado por la noticia de que su hija menor por fin tenía novio. Estaba muy complacido de ver que esta vez parecía estar tomándoselo en serio, y no fue el único que lo demostró. Esa reacción entre alegría e incredulidad fue la que enseñaron la mayoría pero, pese a todo, Meliodas descubrió que ya no le importaba. Sólo le importaba estar con ella, bailar, y tomar su mano mientras Elizabeth se entregaba a la dicha de presumirlo como una medalla de mérito al valor.

—No, no, no puedo creerlo —proclamó un guapo joven de cabello castaño y ojos morados—. En serio es tu novio, Ellie? ¿No habrá más cacerías de hombres ni bebidas gratis en la barra para tí?

—No, Arthur —replicó ella tratando de consolar al chico que parecía querer meter la cara en sus pechos con su abrazo—. Eso se terminó.

—Te perdimos, es una pena. Eres un tipo afortunado, amigo —afirmó con lagrimillas en sus ojos mientras tomaba a Meliodas de la mano—. Te deseo la mejor de las suertes con ella, au revoir. —Concluyó dramáticamente mientras se iba y, sintiendo la última punzada de celos de esa noche, el rubio se volteó riendo y preguntando medio en serio medio en broma lo que le había estado preguntando toda la fiesta.

—¿Otro miembro de la lista? —La sonrisa de Elizabeth fue desplegándose lentamente mientras giraba la cabeza para verlo y, al notar esto, el rubio supo que lo había atrapado.

—Pues no —rió triunfal—. Él es el hijo adoptivo de Merlín, y sólo es un travieso sin remedio al que tenía que cuidar durante su etapa hormonal en la adolescencia.

—Ah... —respondió con la boca seca y, al ver la expresión predatoria que estaba haciendo Elizabeth, por un segundo sintió el fuerte impulso de correr. Sólo que no sabía si hacia ella o lejos de ella.

—Cuenta, ¿no? —Supo de inmediato a lo que se refería. Sí, ella ya no llevaba el vibrador, ya se habían pedido disculpas, y él no quería ir a la cacería de más de sus exparejas nunca más. Sin embargo, tenía que reconocerlo: eso contaba como tercer strike, y ahora, al haber juntado sus tres puntos, Elizabeth había adquirido el derecho de reclamar su premio. Tragó en seco, percibió claramente cómo su TOC se revelaba contra lo que iba a hacer, y asintió lentamente, feliz de rendirse ante ella como ella lo había ante él.

—Claro que sí. Hablaremos sobre los detalles de cómo vas a reclamar tu premio cuando lleguemos a casa. —Ella estaba tan feliz que, de no haber hecho la aclaración, tal vez habrían terminado nuevamente en el baño de esa oficina. La fiesta siguió con gran alegría, el banquete y el vals terminaron hacia el atardecer. Entonces llegó el momento de que la novia diera cierre al evento arrojando el ramo, y todas las hermosas solteras de la reunión se agolparon detrás de ella, listas para atrapar el buque.

—Vamos Ellie, ¡será divertido! —insistió Diane a su amiga tratando de que se formara con ellas. «Creo que no lo hará», se dijeron internamente todas. Habían pasado muchos años y nunca había cedido.

—Claro, ¿por qué no? —les respondió divertida, y se deleitó con sus expresiones boquiabiertas mientras se colocaba al centro del grupito de chicas.

Merlín les dedicó su sonrisa más sospechosa, les dio la espalda y, haciendo un arco espectacular, arrojó el ramo por encima de su cabeza describiendo un semicírculo perfecto que apuntó hacia una sola persona. Las flores giraron y giraron, la audiencia entera contuvo el aliento... y entonces la docena de rosas le cayó encima a un pobre muchacho rubio y de ojos verdes que iba pasando, a quien por poco derriba además de hacer que se le cayeran los lentes.

—¡Meliodas! —chilló Elizabeth complacida, y se arrojó sobre él y su ramo para besarlo apasionadamente mientras la novia les guiñaba un ojo y les deseaba suerte antes de embarcarse hacia su luna de miel.


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Yyyyyyyyy eso es todo amigos ^u^ ¡Woohoo! ¡Qué buen regreso! ❤ Lo retomamos justo donde los dejé, a punto de ir a la boda misteriosa que resultó ser la de Merlín. Originalmente esta obra no iba a llevar a ninguno de los Siete Pecados Capitales, sólo a Elizabeth y Meliodas. Al final mi nueva fase de inspiración logró traerlos no sólo a ellos, también a los Diez Mandamientos, de los cuáles verán más en próximos capítulos, fufufu *w* ¡Coco está de vuelta! Más intrigas, problemas amorosos y momentos sexys nos esperan toda esta temporada de primavera ^w^ ¡Yei! 

Muchísimas gracias por su lealtad, amor y paciencia UwU ❤❤❤ ¡Muchas gracias por volver conmigo a esta historia! Les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más °3^



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