10 Cómo empezar una investigación de campo

Que emoción, ¡qué recuerdos! :'D

2 - Apoyar al otro a ser y dar lo mejor de sí mismo.

Una de las razones por las que Meliodas se enamoró perdidamente de Eli es porque jamás se rindió con él. Era de esperarse que no actuara más que como el malvado demonio que era, incapaz de empatía, piedad o amor. Todos lo veían (y algunos aún lo ven) como un ser repulsivo y aterrador. Sin embargo, ella siempre lo motivo a romper las cadenas de los prejuicios, a abrirle su corazón a todo tipo de personas, y por esa mentalidad flexible, él terminó tomando cientos de identidades (tantas como reencarnaciones tuvo ella :'D). Mercenario, caballero sacro, rey, etc. ¿Y qué hablar de lo que hizo Meliodas por Eli? La liberó, le dio el valor de oponerse a quienes querían domarla o extinguir su luz, ¡y hasta la volvió igual de cachonda que él! XD (a mi no me engañan, la Eli del final del anime adora que Meliodas la toque >///< ) Bueno, ¡disparen! ¿qué momento ejemplifica a la perfección esta idea? 

***

¡PAM!

—¡Meliodas! —Gowther entró hecho una tromba al departamento de su amigo, arrojó sus zapatos hacia cualquier parte, y tiró sus cosas al piso en la prisa por llegar hasta el estudio del rubio.

Meliodas había tenido sexo.

Que mal momento había elegido para irse de viaje con Nadja. Cuando finalmente salió del spa de retiro hacia una zona con señal, el celular vibró como si le estuviera dando un ataque mientras la ráfaga de mensajes del escritor lo invadía. Mensajes de auxilio, socorro, insultos y finalmente una nota de voz vacía. El chico de lentes se había lanzado hacia el aeropuerto de inmediato, se fue a verlo con todo y maletas, y pese a que adrede le gustaba no desinfectarse para molestar al obseso de la limpieza, esta vez, se dio una buena rociada con aerosol y alcohol en las manos. No quería perturbarlo más de lo que seguro ya estaba.

¿Cuál sería su reacción?, ¿de terror?, ¿de negación?, ¿de pánico?, ¿la doctora lo habría traumatizado? No era probable, la mujer era una profesional, seguro que habría sabido cómo conducirlo hacia su "primera vez". De cualquier forma ya estaba ahí así que, después de hacer un par de inhalaciones profundas y tratar de quitar la cara de arlequín que de seguro tenía, el leal pelimagenta entró al bien iluminado espacio para buscar a su mejor amigo.

—¿Meliodas?

—¡Shhh! —Increíble. Lo que vio lo dejó en shock.

Tac Tac Tac Tac Tac Tac Tac

Meliodas Demon estaba en pleno arranque literario. Sus dedos se deslizaban a toda prisa sobre las teclas, apenas parpadeaba mirando el computador, y a lado sobre el escritorio descansaba su taza de porcelana favorita llena hasta el tope con café humeante . Notas de papel estaban esparcidas por todos lados, él aún estaba en pijama, y sus lentes cuadrados estaban prácticamente en la punta de su nariz. Gowther solo lo había visto así una vez, cuando estaba por terminar la obra que le ganó su primer premio y que se volvió best seller. El no sabía si llorar o reír, pero se le acercó lentamente con una gran sonrisa.

—Un minuto... —dijo el rubio levantando un dedo pero sin despegar la vista de su escrito—. Ya casi...

—Tómate tu tiempo, ¿te molesta si me siento? —Su amigo simplemente negó con la cabeza y siguió tecleando con gran frenesí. Puede que el ojiverde por lo general fuera una persona introvertida, insegura y maniática, pero cuando se ponía en modo profesional, era verdaderamente un deleite verlo trabajar. El agradable "tac tac tac" siguió por otros diez minutos, y como si fuera un maestro de orquesta dando fin a su sinfonía, el rubio dio un fuerte "clic" con el que guardaba todo, y se desparramó sobre su silla, aparentemente al borde del desmayo. Un largo, largo suspiro dejó sus labios, cerró los ojos, se quitó los lentes con dedos temblorosos, y se quedó casi un minuto así. Cuando los volvió a abrir, tenía la cara extasiada de su editor justo frente a la suya, con una aura de dicha tal que parecía que se pondría a bailar.

—Entonces... ¿lo hiciste?

—Baahhh.... Guuuh... ehmmm... —Eso lo decía todo. Cada balbuceo era acompañado de un nuevo nivel de enrojecimiento en su rostro, y como a esto le siguió el conocido gesto de ocultar la cara bebiendo de su taza de café, el pelimagenta dio un grito bastante agudo mientras se ponía a saltar como una fangirl loca.

—¡Lo hiciste!, ¡lo hiciste!, ¡lo hiciste!, ¡mi bebé ya es un hombre!

—¡Ca... cállate, maniaco pervertido!

—¡Por fin! —Era tal la efusividad del editor, que pese a que sabía que no le gustaba que lo tocaran, igual se lanzó sobre su amigo para abrazarlo con fuerza—. ¡Estoy tan orgulloso de ti!, ¿lo disfrutaste?, ¿comprobaste que no es algo malo?, ¿volverías a intentarlo? —El chico lo soltó apenas lo suficiente para poder ver su rostro, y de nuevo, su reacción le sorprendió.

Esperaba que comenzara una sarta de groserías, negaciones, maldiciones, y hasta que tratara de desinfectarlo. Sin embargo, no fue así. El rubio bajó la mirada, se puso el puño sobre la boca, y simplemente asintió. Ese movimiento arriba y abajo con la cabeza fue todo lo que necesitó el pelimagenta para entender que la vida de su escritor había comenzado a cambiar. Y las señales estaban por todas partes.

Ahora que lo pensaba, al entrar no lo había asaltado el siempre presente olor a manzana verde del limpiador de su amigo. Eso quería decir que no había hecho la usual desinfección diaria a su departamento. También, su espacio de trabajo parecía un desastre, nada de papeles alineados y plumas ordenadas por tamaño. Más bien, parecía que había pasado un huracán. Estaba en pijama, desarreglado, no había intentado detenerlo del abrazo, y no había mencionado nada de los zapatos. Algo muy importante estaba pasando en la mente y el corazón de Meliodas, y al comprender la trascendencia del momento, sus ganas de jugar con él y fastidiarlo se mitigaron. En cambio, sonrió de forma comprensiva y lo llevó abrazado de los hombros hasta el sillón.

—Ven, siéntate. Cuéntamelo todo. —El rubio lo siguió y se sentó echo una bolita mientras sus ojos comenzaban a brillar y la mirada se le perdía en el recuerdo del domingo pasado. Gowther lo envolvió en una manta caliente, se sentó a su lado con una igual, y escuchó extasiado lo que había pasado en su cita navideña.

No por nada era un gran escritor. Y no por nada él era un experto en romance. Su narración de la cita logró hacer que le palpitara el corazón. Casi se muere de la risa cuando le contó el encuentro con los gemelos Goddess. No pudo evitar excitarse con los pocos detalles que dio sobre cómo había perdido la virginidad. Pero cuando finalmente llegó a la parte donde le contó lo que había pasado a la mañana siguiente, un pequeño foco rojo de alarma se encendió al fondo de su mente y su alegría quedó desplazada por preocupación.

Oh-oh...

*

El rubio despertó debido a una extraña sensación de calor que no le era familiar. ¿Qué hora era?, ¿por qué la luz de sus cortinas se colaba dándole en el rostro?, ¿ya era tarde? Luego tomó plena conciencia de lo que le rodeaba... y tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no gritar.

No estaba en su habitación. No era tarde. Y definitivamente, el lugar donde tenía apoyada la cabeza no era una almohada. Meliodas Demon se encontró despertando en una habitación de hotel con los grandes pechos de su doctora justo frente a su rostro. Habían tenido sexo. Ya no era virgen. Y no estaba desinfectado. El grito silencioso en el fondo de su mente fue acompañado por un intento de zafarse del abrazo procurando no despertarla. Por supuesto, fue eso exactamente lo que pasó, y el pobre ojiverde se quedó completamente inmóvil de terror mientras ella bostezaba y lo miraba con una sonrisa adormilada.

—Buenos días, señor Demon. ¿Durmió bien?

—Yo... yo... yo... ¡hiii!

—Fufufu... —La hermosa peliplateada lo había vuelto a abrazar, estrujándolo contra sus blancas colinas—. Felicitaciones. Lo hizo excelente en nuestro primer encuentro, y ahora que oficialmente tiene una vida sexual activa, estoy segura de que nuestras conversaciones sobre el tema serán mucho más enriquecedoras.

Al pobre le daba vueltas la cabeza, le costaba respirar y, a pesar del calor, no podía dejar de temblar. Entonces, los recuerdos de todo lo que pasó la noche anterior le cayeron encima como una gigantesca ola, y eso agravó la situación en que estaban su corazón y sus pulmones.

La cita de ensueño. La extraña "cena de negocios" que se dio después. Las llamadas en pánico a su editor. Y finalmente... el abrazo. Para él, ese abrazo había sido verdaderamente el detonante de todo, y las memorias que le siguieron provocaron que él soltara un grito muy poco masculino. Gemidos. Los labios de ella por todo su cuerpo. Los siete ejercicios de sexo tántrico. Su voz deliciosa. Y finalmente, las embestidas. Una sola frase se le formó en los labios, y salió con una voz aguda de ratón.

—¡Yo lo siento! ¡lo siento!, ¡lo siento!, ¡lo siento!, ¡gyaaaaaah!

—Espere señor Demon, tranquilo, calma —El desesperado ojiverde había intentado salir de la cama para buscar la botellita de alcohol desinfectante en su gabardina, siendo detenido por la peliplateada que, con un fuerte abrazo y una risa, logró detenerlo lo suficiente para preguntar sus motivos—. ¿Por qué lo siente?, ¿hay algo que no le haya gustado de nuestra primera sesión? O acaso... ¿se arrepiente del acuerdo que hizo conmigo?

¿Qué si no le había gustado?, ¿Qué si se arrepentía? Por las diosas, ¡no! ¡Había estado divino! Fue la mejor experiencia de su vida. Solo que ahora, entre más lo pensaba, más errores veía en su desempeño, y la total vergüenza y humillación llenaba su cuerpo como un asqueroso germen. Él no volvió a desinfectarse, ni antes ni después de tener relaciones. Había estado por completo pasivo, ella prácticamente lo hizo todo. Casi la aplasta, había sido muy torpe, y además del pelo, no la había tocado para nada. Y entonces, cayó en un último error que lo dejó petrificado. El más grave, el más terrible, el único que no debía cometer. Su inmovilidad preocupó a la albina, que lo separó un segundo de su pecho para analizar su rostro.

—¿Señor Demon?

—Do... doctora... no usamos condón —Intentó levantarse nuevamente, esta vez de forma débil y temblorosa. Su mirada parecía perdida, y se veía que estaba a solo un segundo del ataque de pánico—. Yo... lo siento tanto... hacer "eso" dentro de usted... rápido, necesito ir a la farmacia. No se preocupe, yo pagaré por la... la... la pasti... —Pero ella no lo dejó terminar. Empujó con fuerza su pecho, lo recostó de nuevo, y le plantó un intenso beso en la boca que selló sus balbuceos y detuvo sus movimientos.

Las bacterias —dijo su yo maniático de la limpieza al fondo de su mente—. No me he lavado los dientes, no me he limpiado...

Pero... sus labios saben taaaaaan bien —Le respondió otra voz dentro de él—. Son deliciosos. No quiero parar. —Al final, fue precisamente esa parte la que ganó. Cerró los ojos, se dejó llevar por el contacto de sus bocas, y le echó los brazos al cuello sin importarle si era pasivo o no. Fue un beso largo, lento, dulce y tranquilizante, como nada que hubiera experimentado antes. El sonido de "chiu" hacía eco en sus oídos, inclinó el cuello al momento de corresponderle, y no se detuvo hasta que su corazón se calmó y la falta de aire lo hizo separarse. En cuanto volvieron a respirar, ella soltó una risita juguetona y adoptó el aire de una amiga comprensiva.

—¿Se siente mejor?, ¿ya está lo suficientemente calmado como para hablar? —Ningún sonido salió de sus labios mientras él enrojecía violentamente y asentía con la cabeza—. Bueno. Le agradezco su preocupación, pero no tiene por qué tenerla. Yo tengo DIU, así que no hay riesgo de embarazo.

Un incómodo silencio se hizo entre los dos unos segundos, y Meliodas trató de frenar la ola de dudas que esa revelación le presentaba. ¿Por qué tenía un dispositivo?, ¿querría eso decir que solía tener sexo con mucha frecuencia?, ¿lo tenía... con muchos hombres? Sin embargo, el subidón de celos que sintió se borró tan rápido como había aparecido. ¿Quién era él para juzgarla? Después de todo, era una profesional, seguro sabía cuidarse muy bien. Además... era una mujer preciosa. Obviamente debía tener más parejas sexuales.

—Si le tranquiliza más, en próximas sesiones usaremos el preservativo.

—Pro... pro... ¡¿próximas sesiones?!

—Por supuesto. ¿No lo desea?

—Yo... yo... —A esas alturas, el rubio sabía que debía estar rojo hasta las orejas. Sin embargo, la respuesta era tan clara que no pudo darle vueltas al asunto. Bajó la mirada, se puso a jugar nervioso con la orilla de la sabana, y contestó casi en un susurro—. Sí... sí lo deseo. Además, hicimos una promesa.

—¡Maravilloso! —dijo ella con una sonrisa entusiasta mientras se sentaba en la cama y lo invitaba a hacer lo mismo. Sus pechos desnudos apenas estaban cubiertos por la cortina de pelo plata, y tras una respiración profunda, ella volvió a tomar su pose profesional y amigable—. Entonces, si no tiene inconveniente, procedamos a un pequeño análisis de la información recabada. ¿Tiene alguna pregunta o comentario que quiera hacer sobre la experiencia?

Miles —Pensó él. Pero cuando trató de formularlas, ninguna parecía clara o coherente. O tal vez solo le daba demasiada pena decirlas—. Vamos, no seas tonto. Trata de verlo de forma profesional. —Eso resultó un poco más complicado de lo que creía. Sobre todo porque para él no se había tratado de una mera investigación de campo.

Había sido algo muy especial, único, divino. Le había entregado la virginidad a la mujer de la cual estaba enamorado. Acababa de hacer aquello que le había aterrado por años, algo que creía asqueroso y sucio. Y había descubierto que, en realidad, se trataba de la experiencia más exquisita que jamás hubiera vivido. Definitivamente tendría mucho material para escribir, y al recordar que aquel encuentro se había dado precisamente con ese fin, algo en él pareció quebrarse un poco. Claro.

Eran solo amigos. Eran socios en un proyecto que lograría que los dos fueran libres de acoso y desempleo. A él le hubiera encantado decir otra cosa sobre eso, pero no pudo, no se atrevía. Sentía que su corazón no sería capaz de soportarlo si se ponía a hablar de sus sentimientos en ese momento, y era demasiado pronto para afrontarlos. Respiró, logró concentrarse lo suficiente para analizar qué es lo que quería saber, y aunque había vuelto a ponerse rojo de golpe, esta vez sí pudo hablar.

—Bueno... te... tengo un par de dudas. Doctora, esto... no sabía que las mujeres también podían.... Ahm... ¿pasa siempre? —La albina parecía encantada con la pregunta, junto sus manos en un gesto de alegre interés, y le respondió con ojos brillantes.

—Oh, no señor. La eyaculación femenina y el squirting dependen de muchas cosas, pero para este caso... bueno, baste decir que es más fácil que se logre si el hombre es un buen amante. Y usted lo hizo muy bien.

Una vez, cuando aún estudiaba en la universidad, Meliodas había visto a un amigo suyo sangrar por la nariz cuando su novia de coletas lo abrazó enterrando su cara entre sus pechos. Por un segundo, la cabeza le dio tantas vueltas que creyó que también estallaría una marea de sangre, pero al final, esta no llegó y lo único que pudo hacer fue abrazar sus rodillas y ocultar su cara en ellas.

—Gra... gracias. ¿Entonces no le molesto... pues... mi inexperiencia?

—Para nada —contestó ella de inmediato—. Todo lo contrario señor. En lo que respecta a mi, encontré muy excitante su franqueza, su forma honesta y desinhibida de entregarse, sin reservas y con una confianza que superó ampliamente mis expectativas. ¿Está usted seguro del diagnóstico que determinó su TOC?

No sabía por dónde comenzar a analizar esa respuesta. Era cierto que su manía por la limpieza apenas había asomado la cabeza en ese encuentro, tendría que hablar con su psicólogo luego. También, la vergüenza original que sentía remitió para dar espacio a un poco de orgullo masculino. Le había gustado. La había hecho "llegar". Tenía que buscar más material de estudio del tema. Y si con franqueza se refería al hecho de que no ocultó que él no sabía nada y aún así se volvió loco por ella...

—¿Tiene alguna otra pregunta?

El eficiente escritor hizo un resumen global. ¿Qué eran ellos dos? Solo amigos y socios, por mucho que no quisiera pensar en eso en ese momento. ¿Le había gustado la experiencia? Gustar era poco. Al demonio con su TOC, su inexperiencia e inseguridades, era lo mejor que le había pasado en la vida. ¿Dudas técnicas? Tal vez, pero iría resolviéndolas conforme su investigación de campo avanzara. ¿Y como conclusión?

—¿Cu... cuándo agendamos la próxima cita? —En ese momento la doctora tuvo una reacción muy extraña.

Primero, lo derribó sobre la cama, aprisionando su cuerpo contra el colchón y desatando un beso furioso que incluyó jugar con su lengua e inmovilizar su cara con las manos. Después, se separó un poco para verlo a los ojos, y lo que vio dejó a Meliodas profundamente confundido. Esa ternura, esa calidez, esa vulnerabilidad, ¿en verdad ella no sentía nada por él más que amistad? Luego, la barrera. Esa barrera de impecable profesionalismo que le había atraído tanto de ella se levantó de forma casi visible entre los dos. Y después, su sonrisa confidente, seguida de una última caricia antes de levantarse de la cama.

—El próximo viernes. Le enviaré más material de estudio hoy por la tarde, y espero que traiga sus notas personales y dudas para analizarlas a más profundidad. Y señor Meliodas... fue un verdadero placer compartir este momento con usted.

*

—Y entonces me vine a casa, y no he parado de escribir desde entonces —El pelimagenta se quedó callado, reflexionando sobre las implicaciones de aceptar aquel arreglo, cuando el escritor volvió a hablar con la interrogante que más se le había clavado en la mente desde aquel día—. Gowther, ¿tú crees que está mal tener una relación de sexo sin amor?, ¿no sentir nada por el otro y aún así hacer... bueno... todo eso? —Los ojos ámbar del joven examinaron el rostro de su amigo, y tras darse un segundo para elegir con cuidado las palabras, volvió a sonreír mientras le daba su respuesta.

—No, calma, no creo que sea algo malo. Al menos, no necesariamente.

—¿Qué quieres decir?

—Ninguna práctica sexual es mala, siempre y cuando ambos acepten y a ambos les guste. ¿A ti te gustó lo que pasó, no?

—¡Sí! —gritó el ruborizado rubio, para después hacerse aún más pequeño entre las mantas.

—De acuerdo, ¿y entendiste perfectamente los lineamientos de esa relación, verdad?, ¿comprendes las "reglas del juego"?

—S... sí. Esta es una investigación de campo. Tendrá fin cuando Estarossa Goddess se rinda con ella, y cuando yo haya entregado mi libro.

—¡Bien! Entonces, si está todo claro y ambos están de acuerdo, si a los dos les gusta lo que pasa y van a sacar algo bueno de este acuerdo, no hay absolutamente nada de malo en que continúen con el proyecto conjunto de "letras y sexo".

—Jeje. Me gusta como suena eso para el título de un libro. Muchas gracias Gowther, aunque me hubiera gustado que pudieras decírmelo ayer, ¿no?

—Upsie, lo siento.

—Descuida —Entonces el ojiverde se levantó de su asiento para estirarse como un gato, sonrió con una expresión notoriamente más relajada, y puso las manos en la cadera en pose de "comencemos la aventura"—. Bueno, aún hay mucho por hacer. Estás en tu casa, cabra. Solo te pido que recojas el desastre que dejaste en mi entrada, y me ayudes con la cocina mientras yo recojo aquí.

Y ahí estaba, su querido escritor obseso de la limpieza, solterón... y ya no tan virgen. Gowther le dio un último vistazo a su rostro sonriente antes de pasar al otro cuarto, y ya solo, suspiró con fuerza y se rascó la nuca con expresión de no estar seguro de haber hecho lo correcto. Lo que le dijo a su amigo era totalmente cierto, pero había omitido contarle un pequeño detalle: ese tipo de relación no era para todos.

Algunas personas son más sensibles que otras, y si bien había quien sí podía tener sexo con amigos o conocidos sin problemas, había otros que no podían evitar amar a la persona con quien compartían la cama. Meliodas parecía ser uno de esos. Pese a todo, el rubio definitivamente tenía el perfil de un romántico empedernido e idealista. No importaba que fuera un solterón sin novias en el registro, Gowther siempre había estado seguro de que Meliodas sería el tipo de persona que no se acostaría con alguien si no era por amor. Y él definitivamente estaba enamorado de Elizabeth, por mucho que tratara de negarlo. Entonces, ¿tendría la fuerza suficiente para cumplir a cabalidad con las condiciones de su proyecto sin salir lastimado?

Bueno, ya era demasiado tarde para pensar en eso. Lo hecho, hecho estaba, y ahora no podrían parar hasta llegar a las últimas consecuencias. Además, había un rayo de esperanza al fondo de todo eso: el pelimagenta podría haber jurado que la doctora también sentía algo más que ganas de coger por su amigo y consultor. Así que, o bien Meliodas se enfriaba y llevaba su proyecto de una manera profesional, o Elizabeth bajaba las barreras para contagiarse del cálido romanticismo de Meliodas, y así buscar otro tipo de relación. De cualquier forma, él estaría ahí para apoyarlos a ambos, y sin ninguna duda, el año que estaba por comenzar sería de lo más interesante. 

***

Y ahora, un secreto sobre este capítulo: Esta vez les contaré un detalle muy personal de mi vida UwU ¿Sabían que, aunque yo me parezco mucho en ciertos aspectos a mi Eli de esta historia, soy como Meliodas respecto a lo del sexo y el amor? Lo aprendí a la mala, y eso fue lo que detonó el que descubriera mi pansexualidad. ¿Qué de qué hablo? Pues de que solo me enamoro de mis mejores amigos, de una sola persona a la vez, y si el vínculo emocional se rompe, entonces no me interesa nada íntimo con esa persona. Fue doloroso darme cuenta de que mi novio de aquella época podía acostarse conmigo, pero ya sin amarme :') Denme un minuto [va a sonarse la nariz]. Eeeeeen fin XD Quiero que sepan que todos somos diferentes, y que no tiene nada de malo simplemente divertirse y explorar tu sexualidad. Posdata: lo que sí está mal es fingir amor para tener sexo, ¡jamás lo hagan! ¡Coco lo desaprueba! >:D

Bien, sigamos... 

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