Parte I

¡No comprendo como, desde allí donde te encuentras, me has enamorado!

Es insoportable la duda, me atiborran las preguntas y llego a sentir el nauseabundo hedor de la locura con solo pensar en ti.

Parte II

Me confunde que tú pestañear no exista y que tú aliento no pueda bailar junto al mío.

Me confunde que tus brazos no intenten alcanzarme y que tú pupila no me persiga.

Me confunde, ciertamente me confunde que estés, y a la vez no.

Parte III:

Estás allí frente a mis ojos, y a la vez tan perdida en mi corazón.

Estás allí frente a mis ojos, llena de júbilo y colores vibrantes, y a la vez a oscuras en mi mente.

Estás allí, o no estás; he de pensarte, o he de sentirte; he de olvidarte, o he de llevarte conmigo, como el único recuerdo capaz de abandonar mi consciencia sin caer en el abominable abismo del olvido.

Parte IV:

Mirame y pestañea al menos una vez, o muévete y besame al menos una vez.

Mirame y seduceme por mi primera vez, e inquieta mis nervios como si para mí fuera la primera vez.

Mirame, y sin más mentiras o engaños,
Tan solo mirame y demuéstrame que tus ojos no ignoran los míos.

Parte V:

Permíteme ser quien le demuestre a mi mente que eres real.

Permíteme ser quien le diga a mi corazón que no se ha equivocado al verte.

Permíteme, tan solo permíteme sacarte de ese lugar donde eres una simple reliquia, y llevarte a mis brazos, donde finalmente serias mía.

Parte VI:

Pero esta noche me despido;

Me despido de ti, y sin la ausencia de un tal vez, pues volveré, y de ello no quedan dudas;

Me despido de ti, y sin saber, pues aunque vuelva, no sé si seguirás aquí;

Me despido de ti, y como un hombre ciego y enamorado, pues comprendo que eres un simple retrato que me ha cautivado.

Me despido de ti y con admiración, pues tú belleza fue capaz de hacerme ver el mundo tan inexistente como tú.

Me despido de ti, y sin un verdadero adiós, pues tú inevitable y futura ausencia en mi mente siempre será recompensada por el insistente latir de mi corazón.