Pensamiento de un Pobre Loco Desesperado:

Como es posible, que estando en soledad, encerrado ahora entre las cuatro paredes de mi habitación, pueda escuchar mis pensamientos.

Como es posible, y me atrevo a repetir, que estando en soledad, entre las cuatro paredes de mi habitación, pueda escuchar estas palabras haciendo eco en mi mente...

¡Y aún más importante!

¿A que llamo mente?

¿Cómo existe esa posibilidad de poseer una?

En este lugar fantástico, invisible para otros ojos e incluso irreal para los míos propios, me veo en un ambiente cambiante, con paisajes variables,

Simulados por un ente que desconozco, como si un Dios yaciera en sus divisorios e infinitos rincones...

Podría imaginarme sentado en este espacio, escuchando mis pensamientos adagios formando parte del paisaje, haciéndome sentir cómodo y seguro.

Y aunque me encuentre como aquel acolico, ayudando al clérigo en el altar, me siento bien...

¡Mentir sobre ello no me haría merecedor de este lugar!

Y sí, me siento bien.

¿Por qué habría de mentir?

De ser así, sería expulsado.

Pero, ¿cómo me expulsarían de un lugar que me pertenece?

O tal vez no sea así.

Pero ¿por qué me molestaría? No debería haber molestia alguna por esto,

Pues el mundo no nos pertenece, pero eso no le quita su belleza.

Pensar que vivimos siendo dueños de algo que contenga tanta belleza, le quita la belleza de sentir que verdaderamente la poseemos.

¡Y podrán tener la osadía de llamarme loco!

Pues, mi realidad estará de su lado,

Pero mi soberbia imaginación difiere contra ustedes.

Pues me siento bien.

¡Y sí, estoy bien!

Oculto entre los espacios de este lugar, tranquilo y abundante de paz, en que ningún forastero con audacia osa siquiera asomarse por mera curiosidad.

¡Más estoy solo, y así estoy bien!

Solo soy un hombre que piensa; un loco que dice ser un hombre.

¡Más estoy solo, y así estoy bien!

Entre blanquecinas paredes; extraño lugar acendrado y libre de cualquier impureza, me siento bien. Mas estoy bien...

Hasta que abro temeroso los ojos, y observo las blanquecinas paredes acolchonadas que
siempre, al despertar, confundo con ese paraíso que visito regularmente.

Pero, en realidad, estas paredes acolchonadas son mi eterna prisión, que observo con melancolía todos los días al despertar, dejando atrás eso que llamo mente y volviendo a este horrible mundo dominado por un ente que se ha olvidado de mi existencia...

¡Que trágico es estar loco, y, aún más, estar tan solo y tan desesperado que intentas vivir dentro de tu propia locura!

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