En la noche me lleno de inquietudes y de sorpresas, de enigmas y misterios; de imaginarios sucesos que jamás sucedieron.

En la noche me vuelvo un hombre pensante, audaz; y temeroso; valiente; y frágil; inteligentemente torpe.

En la noche mis manos se convierten en un espejo, en una lupa y en un de decodificador de secretos: veo mis heridas ya olvidadas, mis cicatrices vivientes, mis manchas imborrables, mis lunares horripilantes.

En la noche discuto con lo que está ausente, debato su ausencia, lloro su ausencia, ruego por su ausencia; en la noche me aferró a lo que estuvo, y ya no está.

En la noche veo rostros malévolos, figuras maliciosas, sombras malignas; en la noche me lastimo recordando a los que alguna vez me lastimaron.

En la noche soy testigo de lo que quiero, y lo que puedo; de lo que quisiera, y lo que debería; del mirar, del vivir, del sentir y del olvidar; en la noche soy testigo de las consecuencias de pensar.

En la noche todo da vueltas; todo termina y empieza; todo explota. En la noche mis inseguridades fingen extinguirse.

En la noche aniquiló mis terrores, y les doy vida. Los miro como niños, los crío como adultos; en la noche asesino lo que alguna vez me causo miedo.

En la noche despierto y jamás duermo.

En la noche muero para vivir de nuevo.

En la noche soy luna, sol, viento, fuego e invierno.

En la noche me vuelvo lo que era, y lo que nunca fui; lo que soy, y lo que jamás llegare a ser.

En la noche soy yo.