Soltaré rosas sin petalos donde alguna vez existió un recuerdo,

Despojadas magistralmente de su esencia, por una mano divina, con el fin de olvidar.

Y soltare sus pétalos como los hijos bastardos del Olimpo, a su suerte y a la merced de la muerte, surcando los cielos como aves transparentes, volando a donde alguna vez existió un amor.

Y no será triste que me despoje a mi mismo de aquel recuerdo que se ha escabullido a las profundidades de mi corazón,

No existirá compasión en mis manos, ni melancolía en mirar;

Pues aunque un hoyo dejé con su despedida, y aunque su ausencia no repare los daños,

Seguiré viviendo bajo el mismo cielo infinitamente estrellado,

Bajo el mismo sol que renace con los días,

Y bajo las mismas sonrisas que me ignoran,

¡Desdichadamente!

Por qué no son la tuya,

¡Y cruelmente!

Por qué no son para mí...

Pues aunque en mi mundo de rosas muertas tu recuerdo ha sido decapitado, yo vagare por la misma vida que tú,

Como un pecado errante, solitario y arrepentido de haberte amado.