A la Sirena del Mar:
Oh, sirena que yaces famélica de amor, en esa enorme roca a orilla de la playa, ¿porque me ves desde allí y no me llamas...?
¿Por qué no me pides que ahuyente a tu soledad y te sirva de compañía?
Mas seré un simple vasallo ante tus ojos, oh, princesa del océano,
y que besar tus blanquecinas manos sería un acto osado, permíteme limpiarlas con mis suspiros de perdón, que vuelven a mí y me llenan de valor para darte otro beso...
Y será atrevido pensar que me acerco a ti, o descabellado pensar si quiera que te encuentres
allí, a orilla de la playa;
Reluciendo tus brillantes escamas, verdes como esmeraldas, que resalta tu hermosa melena naranja, de crepúsculo al anunciar su declive, y de amanecer armonioso, brillante cual aurora...
Oh, sirena que yacías famélica de amor, en esa enorme roca a orilla de la playa, ¿Por qué te vas
sin despedirte? Tan siquiera pudiste dejarme un indicio de ti, de tu esencia, para así seguirte...
Y mostraste el amor que calle cuando te vi irte, fugaz y tan hermosa...
Tal cual relámpago que nace y muere, y entre las nubes y no deja más que ondas...
Así te fuiste, oh, sirena que yacías famélica de amor, vuelve a mis brazos o al menos regresa mi corazón.
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