Capítulo 1: ¡Recuerda mi nombre, pequeña!
No hay mayor temor para mi, que el temor a lo desconocido.
Le temo a aventurarme en un mar de incertidumbres, donde no logro reconocer a nadie. Y además, esta el temor al perderlo todo. El temor a ser una triste mancha olvidada entre una multitud de personas, sin lograr dejar una huella, por más pequeña que sea, en el mundo.
Sé que en el fondo, todos queremos ser alguien.
Todos tenemos sueños.
Muchos se tropiezan una y mil veces antes de lograr cumplirlos.
Otros jamás se levantan, se quedan en el tropiezo.
Tal vez no sea la mejor en los deportes.
Tal vez no destaqué como la mejor estudiante cuando estaba en el colegio.
Tal vez no sé tocar ningún instrumento, aunque la música sea mi pasión.
Yo compongo canciones.
Canciones que nadie ha leído y mucho menos, escuchado. Porque le temo a lo que podrían decir sobre ellas.
Mis temores.
Así como el enfermizo miedo que siento mientras bajo del autobús en esta ciudad desconocida. Mi estómago esta retorciéndose cada vez más, creando un nudo que me impide moverme con tranquilidad.
Tal vez sólo tenga que ir al baño.
Tomo mi maleta y bajo lentamente detrás de una chica con el cabello rubio. Ella corre directamente hacia un grupo de personas que la reciben con gritos y expresiones alegres.
Yo por otro lado, tendré que caminar hasta la casa del mejor amigo de mi difunta hermana mayor. Un tumor cerebral la asesinó.
Andrew me había escrito esta mañana para avisarme que no podría recogerme en la estación, por lo que me dio su dirección.
Mi hermana y Andrew solían ser tan unidos, antes de que terminaran la universidad y él se mudara a esta ciudad.
Su comunicación se cortó y su amistad se deterioró. Pero, por lo menos, no estoy sola. Andrew se enteró de la muerte de Helena y me llamó, invitándome a su casa, ofreciéndome todo.
Toda mi vida lo vi como un hermano mayor y protector, cuando era una niña revoltosa siempre me prestó atención. Se reía de las incoherencias que decía y me llevaba a comer helado.
Sonrío con el recuerdo.
Será mejor que pida un taxi, en lugar de caminar.
Me acerco a una de las calles principalesy alzo mi mano rogando por que algún taxi sienta compasión y se detenga ante mi.
Que ilusa soy.
Después de quince minutos de estar parada bajo una suave llovizna y maldiciendo al sistema de transporte público; un chico alto, con oscuro cabello oculto bajo una gorra y gafas oscuras cubriendo sus ojos, aunque no hay sol, se para a mi lado.
Lleva una mochila gris y un estuche de guitarra.
Lo observo desdeñosamente mientras me sonríe y alza su brazo, al instante un auto se detiene ante nosotros.
—¿Hacia dónde te diriges? —pregunta con voz baja y ronca como si tuviera un resfriado.
Saco mi celular y reviso la conversación que tuve con Andrew, le digo la dirección incompleta, es un desconocido no puedo confiar en él, y el asiente sonriendo pícaramente.
—¿Quieres compartir? Para donde voy tengo que pasar por esa calle— dice abriendo la puerta de la parte trasera para mi.
—¿Cómo sé que no eres un secuestrador? — exijo alejándome. Él se ríe a carcajadas y saca su billetera del bolsillo de atrás de sus pantalones de mezclilla.
—Toma; es mi identificación, mi licencia de conducción y... Mi dinero —me entrega las cosas, reviso rápidamente y lo miro desconfiada de reojo— Me los puedes regresar cuando estés sana y salva en tú casa.
El me observa y no puedo descifrar su mirada bajo sus lentes oscuros.
El conductor me mira exasperado mientras me subo y el chico se desliza a mi lado. El chico... Reviso su identificación y leo su nombre, que descuidada soy... Jace le da al dirección al hombre con barba de varios días y ojeras bajo sus ojos grises.
Ruedo los ojos y le doy la dirección completa de Andrew.
El hombre asiente y acelera causando que agarre con fuerza la silla del frente. En mi pequeña ciudad nadie conduce como si lo estuviera persiguiendo una patrulla de policía... A menos de que en serio los estén persiguiendo.
En esta inmensidad de cuidad la vida parece agitada. Las personas camina de un lado al otro, observando sus relojes y caminando aprisa. Los autos se mueven a toda velocidad, los semáforos parecen ser eternos aunque duren unos segundos.
Todo parece moverse sin cesar, sin descanso.
—¿Me dirás lo que piensas?— inquiere el chico sacando sus lentes de sol y revelándome sus profundos ojos ambarinos. —Pareces inquieta, todavía crees que soy un secuestrador, pequeña.
—¡No me digas así! —lo corto con una mirada mordaz.
Así me decía mi hermana. El recuerdo de su voz hace que mi corazón se detenga en mi pecho y me cueste respirar.
Ella primero había estado con dolores de cabeza y días después, la cirugía para deshacerse del tumor, falleció. Dejándome sola en este mundo.
— Está bien, no saques las garras — bromea pero sé que vio el dolor en mi mirada porque su sonrisa desapareció — ¿Cuál es tú nombre?
Tomo una respiracion profunda, seguro piensa que soy una psicópata, fuerzo una sonrisa que sé que debe verse como una mueca en mi rostro.
—Haley— digo y jugueteo con el borde de mi blusa azul para evitar llevarme las uñas entre los dientes. Que hábito tan horrible tengo. Sacudo la cabeza y noto que me esta observando con una sonrisa.
—Te distraes con facilidad, Haley— dice saboreando mi nombre al pronunciarlo. Siento mis mejillas sonrojadas y abro mi boca para defenderme pero continúa: — Te pregunté cuántos años tienes.
Ruedo los ojos y leo su identificación de nuevo.
Él tiene veintiún años.
—Dieciocho —respondo rápidamente y miro por la ventana cuando unos rayos de sol se cuelan entre las nubes grises e iluminan el sombrío día.
—¿Estas en la universidad?—sigue con sus preguntas mientras desliza las gafas de nuevo y evita que lea su mirada.
Debió ver que iba a cerrarme y no le iba a decir nada más que una despedida y un gracias cuando llegara a la casa de Andrew.
—No —contesto cortante mientras apreto mi mochila contra mi pecho. Helena había estado trabajando el doble y yo también para pagar mi entrada a la universidad. Su enfermedad destruyó todo.
La ira consume mis pensamientos y apretó fuerte la desgastada mochila contra mi pecho.
Respira profundo. Todo va a estar bien.
—¿y tú? —pregunto por descencia porque no quiero seguir con la conversación. Sinceramente estoy cansada de todo, espero llegar y poder dormir un buen rato. La última semana estuve atrapada entre mi trabajo y las visitas en el hospital antes del fallecimiento de Helena.
—Estoy persiguiendo mi sueño — contesta sencillamente.
Doy por terminada la conversación cuando saca sus audífonos y su mirada se enfrasca en el exterior del auto . Saco mi celular y acomodo mis audífonos. Reproduzco aleatoriamente mi música y sonrió cuando Flashlight de Jessie J resuena en mis oídos.
And though the road is long
I look up to the sky
In the dark I found, I stop and I won't fly
And I sing along, I sing along, then I sing along.
Tarareo la canción y sonrió. Amo la letra, logra transmitirle sentimientos a mi lastimado corazón.
El tiempo restante en el auto se me hace efímero y cuando menos lo pienso, me encuentro frente a la casa de Andrew. La reconozco por la fotografía que me envió.
Me bajo del Taxi y para mi sorpresa, Jace también se baja, se ha quitado sus gafas de nuevo.
—Esta no será la última vez que me verás, Haley. —dice confiado de si mismo. Quisiera poder transmitir ese tipo de confianza.
Pongo los ojos en blanco y leo sus documentos por última vez antes de entregárselos.
—Un placer, Jace Carter. —digo y me alejo, subiendo los escalones del porche.
—¡Recuerda mi nombre, Pequeña! — grita y me giro justo cuando me guiña un ojo. —Lo escucharas muy seguido - promete.
Se sube en el auto y veo como se aleja y se pierde de mi vista en la esquina.
Sólo entonces noto que no pagué mi parte.
Maldición.
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