Capítulo 3
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Miraba al hombre fijamente importándome una mierda que haya descubierto de que tenía frente suyo a una mujer.
— He dicho suéltala — hablé con todo el coraje y autoridad que desprendía de mi ser en ese mismo instante.
El hombre me miró con rabia, pero hizo caso a lo que había ordenado, a penas dejó a la pequeña en el suelo para incorporarse, no dudé ni dos segundos y disparé mi flecha hacia su pecho asegurándome de que estuviera sin ningún sigo de vida. Saqué mi daga que se encontraba incrustada en su pierna y limpié la sangre en mi ropa para guardarla de manera rápida, yendo después por las fechas que posteriormente había lanzado y así volver a utilizarlas.
Cuando busqué con la mirada a la pequeña ya había desaparecido de mi lado para estar con la chica, que suponía debía ser su hermana y único familiar que le quedaba, pues en la casa se encontraba el cuerpo de otro hombre que deduje debió ser el jefe de familia.
— ¿Te encuentras bien? — pregunté para la chica que se encontraba un tanto herida , imaginada que debió ser por los golpes y maltrato recibido de los tres bandidos.
— Alteza, debemos irnos — me decía Sir. Aqueron apartándome un poco de ellas, ya que se encontraban en un estado de shock por lo sucedido.
— No podemos dejarlas aquí, es peligroso — dije con preocupación — vendrán con nosotras — ordené, mientras él asentía con la cabeza en respuesta — la señora ¿Está? — pregunté sabiendo claramente la respuesta.
— Así es — decía mientras agachaba la mirada y yo me dirigía la chica.
— ¿Tu nombre? — preguntaba mientras llamaba su atención sacándola del trance.
— ¿Ehh?
— ¡Nombre! — aclaré
— Lea
— Tranquila, vamos a ponerlas a salvo, tendrán que confiar en nosotros, somos enviados del Rey — dije para que sintiera segura — hay que irnos antes de que regresen — decía refiriéndome a los malhechores.
Sin que me diera respuesta, agarré su mano y la encaminé con su hermana en brazos para que nos alejáramos del lugar.
— Ella, protégelas — ordené mientras Adella se acercaba a ambas para poder guiarlas, como Princesa sabía muy bien que su pueblo era su prioridad y ahora debía procurar que ambas llegaran a salvo bajo su guía.
— Voy abriendo paso, adelántense hasta llegar a casa — dije para todos mientras escuchaba que se acercaban más hombres de Restba — ¡Necesito que me cubran!
Salí de donde me encontraba mientras uno de mis caballeros iba cuidándome la espalda, pues algunos hombres se encontraban cerca y se habían percatado de nuestra presencia. Avancé hacia ellos con paso decidido para llamar su atención y luego escabullirme en dirección opuesta a donde debían dirigirse los demás.
Tres de ellos empezaron a seguirme logrando de que Sir. Aqueron y el otro caballero intentaban acabar con la vida de los demás. El ataque había servido de ayuda para que los demás junto a Sir. Aqueron pudieran avanzar hacia el bosque, en tanto que los hombres de Restba buscaban refugio para esquivar las flechas. El caballero a mi orden se quedó para darme refuerzo y luego seguir el paso por donde yo me había dirigido, así consiguiendo que los bandidos que restaban lo persiguieran evitando ir tras los demás.
Había encontrado un punto estratégico para acabar con los tres hombres que venían tras de mí, así mismo esperé en el lugar hasta que reconocí al caballero y comencé a atacar a los hombres que iban tras él con mis flechas, así con su ayuda desasiéndonos de ellos mientras avanzábamos en busca de un escondite, ya que para nuestra mala suerte nos ganaban en número.
Rogaba porque los demás pudieran llegar a salvo al palacio y no tuvieran ningún inconveniente, si lográbamos salir de esta situación lo antes posible aún podríamos alcanzarlos, pero ponía esa idea en tela de duda, pues por lo visto nos iba a costar más de lo pensado. Puesto que ya habiendo causado un enfrentamiento, estaba más que evidente de que ellos iban a alertar a los demás para pedir refuerzos.
"No te alejes de mí" le susurraba al guardia a mi lado, habíamos encontrado el rincón de un lugar para escondernos y mantenernos a salvo temporalmente. Solo era cuestión de ser pacientes y esperar a que llegue el momento preciso en poder salir antes de que nos encuentren.
Recordaba muy bien, que el Rey había insistido en enseñarnos a defendernos a la Princesa y a mí, por más que la Reina se haya opuesto considerando que era una idea errónea, que carecía de delicadeza y sofisticación; no pudo hacer nada cuando este se empeñó en contratar a las personas con más experiencia en todo el reino para enseñarnos combate cuerpo a cuerpo.
Si ya de por sí mi aprendizaje aumentaba en constancia cuando se trataba de tiro al arco, el cual era uno de mis pasatiempos preferidos, gracias a que pude encontrarle el gusto con el tiempo. El utilizar un arma pesada como la espada o una daga se volvió un secreto que compartíamos junto al Rey, pues si la Reina se llegase a enterar de que entrenábamos a escondidas con él para poder dominar la agilidad con la misma, sería todo un caos. Gracias a la "locura" que tuvo mi padre, como mi madre lo llamó, hemos podido tanto mi hermana, Lady Christa y yo hacerle frente al peligro.
Se podría decir que era tan buena en todo, pero era más porque le mostraba dedicación, quería ser la mejor, al menos en esto, si me empeñaba en querer proteger a mi pueblo y a mi familia, también debía demostrarlo. Así era como mi instinto y posición trataban frente al peligro, de manera terca y decidida, igual que mi padre; cosa que poner a los demás antes que a mí, se trataba de una opción irrefutable.
Volviendo mis pies sobre la tierra, me había dado cuenta de que había llegado el momento preciso para salir de nuestro escondite y adentrarnos en el bosque, dado que el peligro se encontraba a la vuelta de la esquina, intentamos acelerar el paso a penas nuestra presencia fue revelada, entre enfrentamientos y agilidad pudimos salir de los muros de la ciudad; para adentrarnos en el bosque y conseguir llegar a las afueras del palacio.
A penas logramos adentrarnos en el bosque, procuramos avanzar con la mayor cautela posible, puesto que no sabíamos que podíamos encontrar por el camino. Imaginaba que para estas alturas debían estar esperando a que el tiempo designado se cumpliera, eran esas horas las cuales se estaban pendientes con nerviosismo y ansiedad.
El tiempo se acortaba y debíamos de llegar lo antes posible para que la alerta no fuera dada al Rey, dado que tenía la esperanza en que íbamos a lograr cumplir con nuestra misión. Pero eso no iba a resultar tan fácil, ya que al ir avanzando logré escuchar un sonido entre los arbustos que cada vez nos iba alcanzando. Le di señas al guardia para acelerar el paso, pero una fecha cayó en nuestra dirección haciéndonos parar en seco.
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Dentro de los muros del palacio se vivía una tensión junto a los que se encontraban esperando a la Princesa Heredera.
Lady Christa había ayudado a subir a la pequeña y la joven en cuanto habían llegado, pues por un momento se le hizo algo extraña su presencia, pero conocía perfectamente a Deyna y debió imaginarse que esta había sido la culpable del rescate de ambas. No esperó ninguna orden y en cuanto estuvieron dentro del castillo las llevó inmediatamente a la enfermería, pues su labor ya no iba a ser requerida dentro del lugar estando Sir. Aqueron a disposición.
Por el contrario, la Princesa Adella había insistido a los caballeros para que volvieran a estar en guardia mientras se cumplía el tiempo asignado para esperar a su hermana, pero Sir. Aqueron denegó sus órdenes debido a que desobedecer la orden de la Princesa Heredera era desobedecer al mismo Rey.
Minutos después, el tiempo determinado de espera había concluido, la Princesa Heredera aún no aparecía y órdenes eran órdenes. Sir. Aqueron mandó a llamar a los guardias del palacio para que custodiaran a la Princesa y que la escoltaran hasta sus aposentos, a pesar de su llanto e insistencia la escotilla se cerró. Era momento de dar el aviso al Rey.
— Su Majestad — se anunciaba con respeto mientras entraba a la oficina real — lamento la intromisión Mi Rey, pero es urgente — decía Sir. Aqueron con temor en sus ojos.
— Continúa — decía el Rey, mientras daba una última revisada a los documentos que llevaba en su mano.
— Es la Princesa Heredera, Majestad — dicho esto, el Rey despegó su total atención a los escritos y observó al caballero real con detenimiento, quedando en silencio para que él continúe hablando — la ciudad ha sido atacada — continuaba diciendo el caballero con un nudo en la garganta haciéndose difícil de pasar.
— ¿Qué tiene que ver la Princesa Heredera con eso? — preguntó, poniéndose de pie y acercándose a Sir. Aqueron.
— Su Alteza, la Princesa Heredera. Se encuentra fuera del palacio, su Majestad.
— ¡¿Cómo?! — el Rey no comprendía lo que el caballero acababa de decirle, su hija amada, su primogénita se encontraba fuera de los muros del palacio y peor aún en peligro.
— Es mi culpa Majestad — añadió Sir. Aqueron arrodillándose — es de mi total responsabilidad de que la Princesa se haya escapado. Le he fallado Mi Rey, acepto mi castigo — con la mirada agachada a los pies del Rey, el caballero imploraba por misericordia a todas las deidades existentes.
— ¡¿Qué Adella?! ¡¿Qué?!
— La Princesa se había escabullido del palacio Majestad, se encontraba en el pueblo donde atacaron, la Princesa Heredera fue en su búsqueda. No podía permitirme ponerla en peligro así que accedí a acompañarla junto con dos caballeros más, pero lamentablemente nos atacaron y solo pude regresar al castillo con su Alteza, la Princesa. Toda la culpa recae en mí Majestad, acepto el castigo que me quiera dar — dijo el caballero cerrando fuertemente sus ojos.
— No es momento para eso, alerte a toda la guardia real, que la busquen en todos lados, tenemos que encontrarla antes de que Restba la encuentre — decía el Rey con miedo en sus ojos — pues de ser así no van a perdonar su vida.. Nos han declarado la guerra — anunciaba el Rey saliendo con paso apresurado de la oficina real.
— No es posible .. — Sir. Aqueron se levantó rápidamente y dirigió su paso con rapidez saliendo de aquel lugar para obedecer las órdenes de su Rey.
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