Capítulo 1


Habían pasado algunos meses desde la resolución determinada por el Parlamento. El Reino de Restba no había querido acceder para nada a las negociaciones que intentaban buscar la paz para el bien de ambas naciones. 

El pueblo se había puesto en resguardo en tanto las confrontaciones continuaban y estaba prohibido acercarse a las afueras del reino. Las personas que vivían en las afueras, fueron removidas a hostales que se encontraban dentro de la central del pueblo, financiados por la familia real. 

En nuestro caso, terminantemente prohibido salir de los muros que rodeaban el castillo. Para estas instancias ya no era nada seguro escabullirse en el bosque para salir y habíamos quedado en que la escotilla de nuestro pasadizo quedaría cerrada hasta que todo se calmara.

— Me muero del aburrimiento — se quejaba Adella entrando al salón de lectura en donde me encontraba hace horas leyendo juntamente con Lady Christa. 

— Prefiero estar acá que huyendo por mi vida allá a fuera — le digo sabiendo bien a qué se refería. Cada vez que quería salir siempre daba su pequeña actuación con dramatismo para convencernos.

— Deyna tiene razón Ella — decía Lady Christa a mi lado concentrada en el libro que tenía en sus manos. Desde que habían ocurrido los enfrentamientos en el pueblo, Christa había pasado de visitarnos a vivir con nosotras, ya que casi obligamos al Rey (si no más bien que lo hicimos)  de tenerla en el castillo por la preocupación. Esto debido a que ella, junto a su familia, vivían a las afueras del pueblo como la nobleza que eran.

— Pero es que aquí encerradas no podemos hacer nada divertido — decía mientras nos miraba con un puchero.

— Claro que puedes divertirte, ve a leer un libro — digo con una risita burlesca.

— Ni siquiera nos dejan estar en el jardín real ¡En serio me aburro! — vociferaba dejándose caer en los sillones del salón de forma dramática. 

— Sabes muy bien lo que puede llegar a pasar si salimos del castillo como está la situación actual.

— Capaz el Rey mandó a vigilar los alrededores — comentó Christa despegando su vista del libro — nos conoce a la perfección como para no manteneros vigiladas Ella. Además cruzar por ahora el pasaje que lleva al pueblo sería ir directo a la muerte.

— Chris tiene razón, es muy peligroso.

— ¿Y si nos acompaña alguien? — preguntaba con aires de esperanza.

— ¿Cómo quién? ¿Acaso quieres que cierren el pasaje para siempre y estemos castigadas de por vida? — decía mientras dejaba mi libro a un lado y daba por terminado mi reposo acercándome al ventanal.

— Sir. Aqueron, él nos puede acompañar, además sé que estás ansiosa por saber en qué estado está nuestra gente con todo esto — lo que decía tenía algo de razón, pero aun así estaba resignada a evitar ponernos en peligro.

— Adella me conoces muy bien para saber que pase lo que pase, yo pondría la vida de mi gente primero, eso incluye a ustedes y los guardias que custodian el palacio; así que Sir. Aqueron entra en la lista — dije algo molesta, en tanto veía que ella se levantaba para poder refutar.

— Pero Dey..

— ¡Es una orden! — dije alzando la voz — Está terminantemente prohibido salir del castillo y no quiero ni una palabra al respecto de esto Princesa ¿Quedó claro? — pregunté mientras me acercaba a ella mirándola fijamente.

— Si Alteza — decía mientras bajaba su mirada, direccioné la mía hacia Lady Christa y rápidamente captó la orden de mantener vigilada a Adella. En respuesta asintió con la cabeza, mientras me daba media vuelta para salir del salón.

Me encaminé hacia mis aposentos y al llegar saqué el cofre donde tenía guardada las llaves de la escotilla, revisando que las tres se encontraran dentro. 

Por la emergencia que estábamos teniendo había tomado la decisión de juntar las llaves y guardarlas bajo mi vigilancia, ya que conocía demasiado bien a mi hermana como para intentar ir sola tras el peligro. Adella solía ser muy impulsiva, apasionada, no se detenía en pensar las consecuencias, solo actuaba por emoción; la amaba tal y como era, pero muchas veces me preocupaba que se ponga en riesgo, apenas tenía diecisiete años y tenía tanto por vivir y disfrutar.

En cambio, yo estaba a punto de cumplir los veinte años y cada vez se me sumaban más responsabilidades, aparte de proteger a mi familia y mi nación. Estaba asustada, no sabía que iba a ser de mí, de mi pueblo, con todo esto, se suponía que junto al Parlamento se decidiría la acción de llegar a un acuerdo mutuo con el Reino de Restba, pero todo direccionaba que estaría a punto de anunciarse una guerra.


Habían pasado las horas y me encontraba en el salón principal del palacio junto a la Reina mientras hacíamos uso de nuestro valioso tiempo y practicábamos lo aprendido en las clases que me impartían como "Princesa Heredera". 

Tanto mi hermana, como yo recibíamos clases específicas para la familia real, el cual denominaba: etiqueta, estudio de nuestro idioma madre, idiomas de reinos con los que teníamos lazos; en mi caso todo lo relacionado en como dirigir un reino, comercialización, políticas y demás.

Lady Christa había entrado al salón principal interrumpiendo lo que estábamos haciendo. 

— Mi Reina, Princesa Heredera —saludó mostrando una reverencia hacia ambas, para después comenzar a hablar — Su Majestad le pido mil disculpas por interrumpir así sin antes avisar, si es tan amable me gustaría una audiencia con su Alteza, la Princesa Heredera — decía con respeto hacia la Reina.

— Claro, no tengo ningún problema, mi niña, vayan nomás — decía mi madre con ternura. Era de forma notoria que la Reina tenía consideración hacia Lady Christa, solía decir muchas veces que Christa era su propia hija y que las tres en conjunto hacíamos del palacio un lugar de alegría.

— Majestad — se despedía Lady Christa haciendo reverencia.

— Gracias Madre, con tu permiso voy a retirarme — indiqué haciendo reverencia igual que Chris.

A penas salimos del salón principal, Lady Christa tomó mi mano y me arrastró lo más rápido que pudo hacia mi despacho.

— ¿Audiencia? — pregunté con una sonrisa burlesca.

— No encuentro a su Alteza por ningún lado — anunció sin más. 

Ante sus palabras se me borró de forma casi inmediata cualquier rastro de sonrisa que traía segundos atrás en el rostro.

— ¿Qué has dicho? — pregunté más seria con algo de inquietud. 

— Creo que la Princesa no se encuentra en el Castillo, la he buscado por todas partes Excelencia — decía mirándome con nerviosismo.  

En ese instante dejé a Lady Christa en el despacho y apresuré mis pasos en dirección a mis aposentos. Siguiéndome por el pasillo, Lady Christa intentaba alcanzarme el paso y en mi cabeza nomás rogaba para que no se le haya ocurrido a mi hermana la locura más grande en la vida. 

Llegué a mi habitación con Christa a mi lado y enseguida supe que algo andaba mal. Intenté buscar donde había escondido las llaves y cuando encontré el cofre lo abrí inmediatamente. 

En ese momento parecía que la sangre se me bajó hasta el piso, mi cabeza empezó a dar vuelta por completo,  mareándome de tal forma que tuve que agarrarme del borde de la cama para no caerme. 

Dentro del cofre se encontraban dos llaves y no tres. Adella había encontrado el cofre, había desobedecido mí orden, era más que obvio que no se encontraba en el castillo, se había puesto en peligro y esto nos iba a costar caro.

— Cámbiate — le digo a Lady Christa — busca a Sir. Aqueron, que traiga a dos caballeros y armamento — asintió en respuesta y desapareció del lugar.

Estaba aterrada, no sabía si se encontraba bien, o si le había sucedido algo, era de noche y ella seguía allá a fuera. Rápidamente, me cambié para pasar desapercibida, me puse unos pantalones de hombre y una blusa ancha para traer encima un chaleco de cuero; até mi cabello en una trenza para que no estorbara, lo coloqué dentro de la camisa, recogí del armario mi arco, flechas y lleve conmigo dos de mis dagas con puntas finas. Una me la coloqué en la parte interna de una de las botas que traía puesta y la otra en la cintura asegurándola con un cinturón de cuero. 

Recordaba que aquel atuendo lo había robado de una de mis tantas travesuras siendo más joven, me había servido tanto conservarlo para cuando queríamos escaparnos del palacio y pasar desapercibidas por la cuidad. Viéndome en el espejo parecía una total locura, pero estaba acostumbrada a lucir así, hasta cierto punto era más cómodo que utilizar las varillas para un pomposo vestido y un corsé que te impedía respirar. Si la Reina me viera sería capaz de pegar el grito al cielo de horror y mandarme a clases intensivas de etiqueta con la Condesa Báthory por varios meses. 

Despejé de mi mente aquellos tortuosos momentos de aburrimiento junto a la Condesa y saqué del guardarropa la capa larga que usualmente utilizaba, para colocármela y cubrir mi vestimenta. Cuando ya estaba lista agarré las llaves sobrantes del cofre y bajé cautelosamente hasta el cuarto donde me esperaba Lady Christa ya cambiaba junto a los demás.

— Alteza Real — todos hicieron reverencia al verme, sorprendidos de como estaba vestida, pero ninguno hizo ningún comentario al respecto.

— Perdone por mi intromisión Excelencia, pero ... — no dejé que continuara hablando Sir. Aqueron y lo detuve.

— Estoy al tanto de la situación actual, pero hemos tenido un evento inesperado y necesito de su ayuda. En primera esto no lo sabe el Rey — ambos caballeros que acompañaban a Sir. Aqueron se miraron preocupados — Lo sé, sé que deberíamos de proseguir de otro modo, pero la Princesa se encuentra fuera de los muros del palacio sin resguardo, así que viendo las circunstancias es una operación de rescate — todos asintieron serios por lo que acabé de mencionar — a partir de este momento siguen mis órdenes.

— Si Alteza Real — dijeron todos al unísono. 

Procedí a entregarle la llave a Christa y continué con las indicaciones.

— Existe un pasadizo que conduce al pueblo, este va por medio del bosque, necesitamos encontrar a la Princesa a toda costa. — anuncié señalando la rejilla oxidada que se encontraba a un borde del cuarto —Sir. Aqueron, usted que es encargado de proteger a la familia real vendrá conmigo. Lady Christa, la Princesa y yo somos las únicas personas que tenemos en nuestra posesión las llaves que abren la entrada. Lady Christa se va a quedar al inicio esperándonos, a penas llegue la Princesa con Sir. Aqueron se cerrará la entrada — dije mirándolos fijamente — necesito que uno de los caballeros se quede en el escondite ubicado fuera del muro y otro que nos acompañe de refuerzo.

— Yo puedo acompañarlos, soy bueno en enfrentamiento cuerpo a cuerpo — dijo uno de los caballeros presentes.

— Necesito que te quedes escondido entre los arbustos — me dirigí al otro soldado — hay que ser cautelosos, nadie puede saber de estos pasajes, tenemos que permanecer en todo momento atento. Si llegase a pasar a mayores, apenas veas que mi hermana llegue con Sir. Aqueron, vas con ellos, cercioras de que nadie los haya seguido e inmediatamente subes y cierras la escotilla — le digo señalando el lugar — Sir. Aqueron avisará al Rey y tú a la guardia real.

— Si Alteza — respondió el muchacho.

— Una última cosa para partir, de ida, yo voy primero, de regreso, voy último.

— Pero Excelencia — iba a refutar Sir. Aqueron pero lo volví a interrumpír.

— Es una orden — dije con autoridad — Pase lo que pase esta noche la Princesa Adella es su prioridad y deben protegerla a toda cosa, así que está prohibido esperarme o regresar para ayudarme, si ustedes lo hacen dejarán desprotegida a la Princesa ¿Quedó claro?

— Si Alteza Real — dijeron todos al unísono.

— Es hora — dije para continuar y bajar por la escotilla.

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