Cuatro
La noche era tranquila en Barcelona, el tipo de calma que hay antes de la tormenta, las luces de la pequeña florería de Gavi seguían encendidas, su silueta era visible a través del cristal mientras terminaba de acomodar las flores para el día siguiente.
No sabía que, afuera, el peligro estaba acechandolo.
A unos metros de la florería, un auto negro de vidrios polarizados permanecía estacionado, con el motor apagado.
Dentro, ni más ni menos que Lando Norris, un parásito tanto para Carlos como para Verstappen.
Observaba el local con una expresión fría, en su mundo, cada movimiento era una jugada, cada decisión tenía un propósito, y esta noche era el momento perfecto para enviar un mensaje.
—¿Seguro que quieres hacerlo ahora?—Preguntó uno de sus hombres, que estaba sentado en el asiento del copiloto, mirando nervioso hacia la florería.
—Es solo una tienda de flores.
Lando soltó una risa seca, con su mirada fija en el escaparate.
—Solo una tienda de flores...—Repitió con desprecio.
—¿Has visto cómo Carlos y Max se pasean por ahí como si fuera su maldito santuario? Esa tienda no es lo que parece, es importante para ellos, en especial para Sainz... Así que estaré encantado de dejar mi huella.
El hombre asintió, aunque su expresión mostraba duda.
—¿Y el chico? —Preguntó, señalando hacia Gavi, que seguía trabajando, ajeno a lo que estaba por suceder.
Lando se encogió de hombros, con una sonrisa siniestra curvando sus labios.
—El chico es irrelevante, si está ahí, mala suerte para él.
Sacó su teléfono y marcó un número.
—¿Todo listo?—Preguntó en un tono frío.
—Sí, jefe, estamos en posición.
Lando asintió.
—Bien, que sea rápido, quiero que quede claro que nadie está a salvo si se cruza conmigo.
Colgó la llamada y se recostó en el asiento, encendiendo un cigarrillo mientras esperaba? su mirada no se apartaba del local, ni del pequeño cuerpo que se movía... Tal vez sentiría culpa por la vida de un inocente, pero puede con ello, igual que Carlos.
Dentro de la florería, Gavi estaba distraído, tarareando una canción mientras recogía algunos pétalos caídos del suelo, había sido un día extraño.
No era ingenuo, no tanto, ese hombre de la tarde... Era igual que Carlos, sus ojos se lo decían, tenían esa expresión de una oscuridad mal tapada.
Carlos...
Otro problema también, ¿Por qué el hombre insistía tanto en él? Con todo lo que tenía Carlos, podría tener a cualquier super modelo o algo mejor, pero...
El ruido ensordecedor hizo que su corazón se detuviera por unas milésimas de segundos.
El primer disparo atravesó el cristal del escaparate, haciendo añicos la tranquila atmósfera de la tienda.
—¡¿Qué demonios?! —Gritó Gavi, cayendo al suelo instintivamente mientras los disparos continuaban.
El sonido era ensordecedor, una lluvia de balas que destrozaba todo a su paso; jarrones, estanterías, flores. El aroma dulce y delicado del local fue reemplazado por el olor a pólvora.
Gavi temblaba, con su corazón latiendo con fuerza mientras se arrastraba hacia el mostrador, buscando algún tipo de refugio.
Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro cuando un pensamiento aterrador cruzó su mente.
Voy a morir aquí.
—¡Por favor, basta!—Gritó, aunque sabía que nadie lo escucharía.
Afuera, Lando observaba la escena desde su auto, con una sonrisa fría en el rostro, aunque sus ojos azules podían decir otra cosa, el caos dentro de la tienda era exactamente lo que quería.
—Eso debería hacerle entender quién manda aquí.—Murmuró, exhalando una bocanada de humo.
—¿Y si el chico muere? —Preguntó el hombre a su lado, claramente incómodo con lo que estaba sucediendo.
Lando lo miró con indiferencia.
—Eso sería un bono extra... Aunque no creo que Carlos lo deje morir, ese bastardo siempre aparece justo a tiempo, ¿No?—Y sinceramente, esperaba que así fuera.
Dentro de la florería, Gavi logró alcanzar su teléfono y, con manos temblorosas, marcó el número de Carlos.
—Por favor, contesta, contesta... —Murmuró, su voz estaba quebrada por el miedo.
El teléfono sonó una vez antes de que Carlos contestara.
—Pablo, ¿Qué pasa?
—¡C-Carlos! —Gritó Gavi, con el pánico evidente en su voz.
—Me están disparando... ¡La tienda... Están destruyendo todo!
Carlos se quedó en silencio por un segundo, y luego su tono se endureció, estaba lleno de furia.
—¿Dónde estás exactamente?
—En el suelo, detrás del mostrador.—Respondió Gavi, sollozando.
—N-No sé qué hacer...
—Escúchame bien, Pablo.—Dijo Carlos, su voz era baja, pero firme, ni había tiempo para que él también se desesperara, no si quería a Pablo a salvo.
—Quédate donde estás, no te muevas, estoy en camino.
Y con eso, la llamada terminó.
Afuera, los disparos cesaron, dejando un silencio pesado en el aire, Lando apagó su cigarrillo y encendió el motor del auto.
—Es suficiente por hoy, vámonos antes de que llegue Sainz.
Mientras el auto se alejaba, Gavi seguía acurrucado detrás del mostrador, sus manos cubriendo sus oídos, su cuerpo temblando incontrolablemente.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando escuchó el sonido de un motor potente deteniéndose frente a la tienda, seguido de pasos rápidos.
—¡Pablo! —La voz de Carlos resonó en el lugar, y antes de que Gavi pudiera responder, sintió unas manos fuertes tirando de él.
—¿Estás herido? —Preguntó Carlos, su mirada recorriendo a Gavi con desesperación, buscando cualquier señal de daño.
Gavi negó con la cabeza, las lágrimas aún corriendo por sus mejillas.
—No, pero casi... Casi me matan, Carlos.
El rostro de Carlos se endureció, su mandíbula apretándose mientras lo levantaba en brazos sin decir una palabra más.
—No voy a dejarte aquí ni un segundo más.
Gavi intentó protestar, pero estaba demasiado agotado para hacerlo, todo lo que podía hacer era aferrarse al cuello de Carlos mientras lo sacaba de la tienda destrozada.
En el fondo de su mente, Gavi sabía que esto no era un accidente, todo esto tenía que ver con Carlos.
Y ahora, estaba atrapado con él.
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