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El joven puso una mano en su mejilla y otra sobre su regazo con una expresión exagerada mientras su cabello escurría sobre su rostro. Ella le miraba desde abajo con el estómago doliéndole de tanto, ni siquiera era tan chistoso pero no podía dejar de sentirse así.
—Eres más bonita cuando ríes—dijo devolviendo sus brazos a su costado—deberías hacerlo más seguido.
Phoebe dejó poco a poco de reír ante el comentario tan repentino y miró fijamente a Luffy, mismo que bajó del borde con menos energía que antes.
—¿Estás bien?—preguntó al notar su cambio, parecía cansado lo cual era muy extraño—vayamos adentro.
No se negó y le siguió hasta la puerta abierta. Para su sorpresa un par de toallas y ropa seca estaban junto al sombrero de paja además del fuego que brindaba calor al lugar iluminando los cuadros familiares. Extrañada pero agradecida tomó una para cubrir a Luffy por la espalda y secar su rostro cuidadosamente con los extremos.
Él le observaba igual de perdido que la noche anterior, había algo en el toque de Phoebe que le hacía quedarse quieto. Finalmente le sonrió sin mostrar los dientes para poder tomar la otra y cubrirse de la misma manera abrazándose a sí misma con la tela mientras se acercaba al fuego.
Los sillones de esa sala eran incómodos por lo que sin dejar la toalla de lado tiró al suelo los cojines para sentarse en ellos frente a dicho mueble con vista a la chimenea siendo imitada por Luffy.
—Oye, no es que haya querido regresar tan rápido—ella ladeó la cabeza confundida mirándole—el agua me debilita. En especial la de mar. Por la fruta del diablo y eso.
—Quieres ser el Rey de los Piratas ¿y el agua es tu debilidad?
—Ajá.
—¿Qué harás si tu barco es atacado y tienes que saltar? ¿O si se hunde?—preguntó con genuina curiosidad sintiendo el calor de forma agradable.
—Fácil, tendré un barco tan bueno y una tripulación tan poderosa que eso nunca llegará a ser una posibilidad—se encogió de hombros sonriendo.
—Wow—soltó ella sin creerse la respuesta y menos la confianza con que fue dicha.
—¿Tú sabes nadar?—asintió—pues allí está.
—¿Qué cosa?
—En el caso tan extremo que pase lo que dijiste, sé que no me dejarás solo y me rescatarás.
—¿Qué te hace pensar que, número uno, iré contigo a perderme al mar? Y número dos, ¿de verdad crees que si estuviera en un barco que se hunde, me preocuparía por ti?
—Sí a las dos.
—¿Cómo que sí. . ?—negó entrecerrando los ojos y apretando los labios—no puedes estar más equivocado, Monkey D. Luffy.
Dicho aquello se levantó para ir en dirección a la ropa seca. Estaba su pijama más cómodo de pantalón y camiseta con patrón de ositos y...una más que estaba segura era de su hermano. Mentiría si dijera que no se asustó por un momento hasta que recordó lo agradable que era con ella la señora Midge. Quizá los vio y sin saber que Luffy era básicamente un intruso realizó el gesto. No le dio más vueltas al asunto y fue a entregarle la suya.
—¿Lo ves? Sí a las dos.
Phoebe rodó los ojos antes de lanzarle la ropa a la cara haciéndolo reír. Se cambiaron en silencio dándole la espalda uno al otro con cierta distancia en la extensa sala, la ropa mojada fue colgada en un par de sillas al otro lado del lugar.
Ahora los dos eran cubiertos por la cálida franela y una manta que se usaba más por decoración. Ella miraba el fuego con las piernas dobladas y pegadas al pecho, él se entretenía viendo los cuadros que le rodeaban.
—Luces igual que de pequeña—rompió el silencio observando en específico uno de los tres hijos de la familia real actual—¿y quienes son ellos?
La princesa miró a Luffy y luego siguió su mirada hasta ver lo que él.
—Mi hermano Jordanus y mi hermana Casiopeia.
El par de niños tenían el cabello castaño claro totalmente diferente al negro profundo de Phoebe. Casiopeia poseía únicamente tres pecas en la mejilla izquierda y la piel de Jordanus era un poco más bronceada que la de sus hermanas. Eran parecidos pero único a su manera, destacando de los tres Phoebe por obvias razones.
—¿Y porqué no están por aquí?
—Fueron enviados a otros países a estudiar.
—¿Y tú?
—Tengo responsabilidades aquí.
—Eso es estúpido—ella asintió dándole la razón—pero no te preocupes, cuando vayas conmigo vas a poder aprender mil cosas mejores.
Su atención se desvió al rostro de Luffy. Sonaba tan decidido que su mente divagó por un instante imaginándose a su lado en un barco gigantesco sobre el mar azul. Suspiró sabiendo que eso era lo más lejos que llegaría, solo a soñar.
—¿Porqué jugaste conmigo bajo la lluvia sabiendo que te hacía sentir mal?
—¿Eh?—giró la cabeza para verla—pues porque me dijiste que no lo hacías en mucho tiempo y valió la pena.
Esperó un momento a que su expresión cambiara pero no lo hizo. Su sonrisa sincera estaba allí y sus ojos oscuros le correspondían. Estaba tan acostumbrada a las palabras vacías que no terminaba por creerse las de Luffy.
—Estás temblando—dijo notando la manera en que el cuerpo de Phoebe se tensaba—ven aquí.
Permaneció inmóvil cuando fue rodeada por su brazo siendo atraída a él. ¿Qué debía hacer? No estaba acostumbrada a ese tipo de atención. A sentir el calor de alguien más. Su corazón latía con fuerza y sus ojos estaban abiertos de par en par.
El silencio se apoderó del lugar. Podía jurar que escuchaba la leña quemarse.
No sabía exactamente cuánto tiempo había pasado cuando la respiración de Luffy se volvió más tranquila. Levantó un poco la cabeza para confirmar sus sospechas: se había quedado dormido. Pudo haber aprovechado para safarse de su agarre e irse a su cama. A esa solitaria y fría cama.
Pero en vez de eso se contagió de la tranquilidad de Luffy y aún algo temerosa se acomodó girando un poco hasta descansar la cabeza en su pecho con cuidado.
Y como si fuera un reflejo, él la abrazó con más fuerza terminado de darle permiso recargando su cabeza contra la suya. Phoebe podía escuchar los latidos de su corazón, sentir el aire entrar y salir de su sistema. El frío estaba desapareciendo en todo sentido.
Finalmente, poniendo su mano sobre su pecho cerca del hombro, cerró los ojos rindiéndose.
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